miércoles, 31 de marzo de 2010

Cómo murió don Pedro de Valdivia.

Literatura e historia; Historia y literatura.

Una versión literaria -y piadosa- sobre la muerte de don Pedro de Valdivia, en la Navidad de de 1553, luego de la batalla de Tucapel.

Advertencia al lector: La figura histórica de Lautaro ha sido y seguirá siendo objeto de estudios académicos. Pero Lautaro como el símbolo de la rebeldía de los pueblos originarios del sur del Continente, y aun como símbolo de la identidad nacional chilena, está fuera de toda controversia. Todos los argentinos conocemos la creación -en 1811, en España- de la Logia Lautaro, como la filial para esta parte del mundo de la logia masónica de los Caballeros Racionales, fundada por Francisco de Miranda en Londres en 1797. José de San Martín y Carlos de Alvear trajeron inmediatamente a Buenos Aires la idea de la Independencia de la Corona Española, y produjeron el derrocamiento del Primer Triunvirato el 8 de octubre de 1812, como para definir, sin tapujo alguno, el objetivo emancipador que llevaría más de una década de guerras por todo el Sur del continente. Todos los argentinos y chilenos sabemos, también, que aquellos guerreros de la Independencia levantaron aquél símbolo del rebelde, hasta el punto de bautizar a sus hijos con los nombres de Lautaro, o Caupolicán.

Lautaro, el personaje histórico, quien había crecido al lado del primer gobernador del Reyno de Chile, Pedro de Valdivia, un día, movido por las infinitas penurias a las que era sometido su pueblo por parte de los conquistadores, decidió regresar al lado de los suyos para dar combate al invasor. De sus años al lado de los españoles aprendió a utilizar las armas letales de la guerra de aquellos tiempos: el caballo y la espada. Regresado a los suyos, combatió a los españoles. El episodio en el cual Lautaro vence a Pedro Valdivia, y del cual acaba éste prisionero de los chilenos originarios y finalmente muerto, se conoce como la batalla de Tucapel, acaecida en la Navidad de 1553.
El lector podrá encontrar referencias abundantes a esta batalla, incluso en la red. No es el propósito de esta entrada ni siquiera mencionarlas. No es éste un blog de historia, ni mucho menos. El propósito de esta entrada es, nada más, dar a conocer una versión literaria, ficcional, de ese episodio bélico y aun épico. Está escrito por un autor español, Gerónimo de Quiroga, en el siglo XVII. El relato de este autor sobre la batalla de Tucapel no se ajusta a los hechos históricos, aunque sí los usa, acomodándolos, para componer su texto. Un texto que, leído hoy, no deja de tener un encanto literario.

Aquí va. Se conserva la grafiía original, de la que sólo eliminé la tilde en el monosílabo más presente en el texto, la partícula a.



Busto de Lautaro en Cañete, Chile.


Tucapél.


Mandó batidores por delante, pero no volvieron; lo que le dio indicio de alguna emboscada, en que los indios degollaron a los batidores. Juntó Concejo de Guerra, y hubiera sido más acertado juntar gente: erróse la resolución de pasar adelante, en que le precipitó su propia confianza, persuadido de que solo la fama de un caudillo tal, vencería a sus contrarios, y se engañó de medio a medio. A pocos pasos hallaron las cabezas de los exploradores, que mudas les anunciaban el peligro, y conociéndolo los ancianos, aconsejaron la retirada hasta engrosar su campo; pero los jóvenes dixeron, que ellos solos acometerían, y vencerían a los enemigos; de cuya resolución abochornado Don Pedro Valdivia, determinó morir antes de valiente, que dar indicio de cobarde, y así prosiguió la marcha sin retroceder, aunque por dos indios amigos tuvo la cierta noticia de estar sobre Tucapél 200 rebeldes; pero quando desde el valle de Catiquichay dieron vista a Tucapél, y vieron demolido el fuerte, que se tenía por insuperable, y que en su llanada había una inmensidad de bárbaros formados en batalla, los sobrecogió a todos una racional desconfianza, que origina el temor, y como para vencer este miedo es preciso ser valiente, mostró el Gobernador que lo era, volviendo el rostro risueño a sus soldados y diciéndoles: Nuestra esperanza era el Fuerte, demolido éste, no queda otra que nuestro valor; en él fío nuestra victoria, y de ésta dependen nuestras vidas. Pusiéronse en ordenanza, y dio orden el Capitán Bovadilla, que con su pequeño esquadron les acometiera, e hiciera ver el valor de los Españoles. Llegó con intrepidez y los bárbaros le abrieron calle, y se los tragaron adentro sin que volviera ninguno. Sucesivamente destacó a su Sargento Mayor y éste mas recatado atacó la frente del exército, y no pudiendo contrarrestarle, se volvio a su campo con diez Españoles menos. Con esto ardiendo todos en llamas de valor, estimulados del honor, cierran intrépidos con los enemigos, sostienen por mucho tiempo el duro combate, en el que cada Español mató numerosos bárbaros, y los apresaron con tal tesón que haciéndoles perder la ordenanza y el terreno, los rechazaron dexando el campo lleno de sus muertos, y la victoria por los cansados Españoles.


No habían estos empezado a gozar de su triunfo quando un criado de Valdivia, Indio de nación, y por nombre Lautaró, con una perfidia sin igual, se pasó al campo rebelde, y con una lanza en la mano empezó a exforzar a sus compatriotas. Acordóles su antigua libertad, motejóles de cobardes, y esforzólos a nueva batalla, diciéndoles que ya estaban cansados así los Españoles como los caballos: que eran mortales y que como con valor le acompañasen, él les afianzaba la victoria, y diciendo y haciendo embistió a su amo. Esta acción animó a los Indios, y exasperó a los Españoles, y encendiéndose de nuevo la batalla, es cada Español un león, que deboraba muchos enemigos; pero siendo estos tantos, los ahogaron en su muchedumbre, después que los tenía tan sofocados el cansancio; y viéndose ya solo con su Capellán el Gobernador Valdivia, se retiró para confesarse y morir como Christiano, pues ya había peleado bastante como valiente. Siguen su alcance los enemigos, y cogidos degollaron al Capellán, y llevaron preso a Valdivia. Presentado éste a Caupolicán le ofrecía Valdivia la paz, y desamparar la tierra, como le concediese la vida, y estando los enemigos discurriendo qué destino se debía dar al Gobernador Español, decidió la disputa el anciano Lautaró, derramándole los sesos de un gran golpe. Este fin tuvo el siempre diestro y valeroso Capitán Pedro de Valdivia, y hasta entonces rico y afortunado. Digno es de agradecimiento, pues conquistó para el Rey este dominio, para tantos Españoles estas tierras, y para la Iglesia de Dios tantas almas; pues aunque se le acrimine, que su codicia fue la causa de estos desórdenes, no debemos desconfiar de su salvación, porque de los pecados se confesó, y el oro de los tributos, y el que sin pagar jornales hacía sacar de las minas, los Indios por sus manos se reembolsaron de él.


fuente: Gerónimo de Quiroga. Compendio histórico de los principales sucesos de la conquista y guerras del reyno de Chile hasta el año 1656. Forma parte de Semanario Erudito que comprehende varias obras inéditas, críticas, morales, instructivas, políticas, históricas, satíricas y jocosas de nuestros mejores autores antiguos y modernos, dalas a luz Don Antonio Valladares de Sotomayor, Madrid, 1789, tomo XXIII, pg. 180 y sig, en Google Books.

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