martes, 2 de marzo de 2010

Cristina: Los dnu, las reservas y los opositores.

Bitácora del ciudadano de a pie.


El color del cristal con que se mira.


El discurso con el que Cristina Fernández abrió ayer las sesiones ordinarias del Congreso fue interpretado de diversas maneras, según quien lo escuchó, y según el color del cristal a través del cuál recibió las palabras presidenciales.

Se entiende que no me refiero aquí a lo obvio, es decir: a que los opositores lo recibieron como una vuelta de tuerca más a sus sentimientos de rechazo visceral a todo lo que provenga de la yegua autoritaria, mientras que los cristinistas a ultranza lo recibieron como una muestra más de la calidad de estadista de Cristina Fernández. Me refiero a personas que, sin pertenecer a uno u otro lado del relato (cosa que a esta altura de la soirée no sé si es tan fácil de hallar en estado puro), siguieron el discurso presidencial con genuina curiosidad.

En un sentido, esto de la múltiple interpretación no podría ser de otro modo, ya que, seguir con atención absoluta un discurso de más de hora y media es todo un desafio a las cualidades receptivas de cada quien, y a las capacidades de cada quien para determinar qué, en tantos momentos de retórica, es lo principal y qué es lo accesorio. De todas maneras, esta diversidad de interpretaciones me sorprendió un poco.

Sorprendió, por ejemplo, que voces que normalmente son objetivas a la hora de opinar sobre los actos del Gobierno, cometieran el descuido de afirmar con liviandad que Cristina Fernández no habló de la inflación. Sí que habló. ¿Que no mencionó "una sola vez" la palabra inflación? Bueno, eso es otra cosa. Pero de inflación habló. Y fue clara. Ratificó sostener una concepción de relación de precios-mercado en la que el factor aumento de la oferta juega un papel decisivo, sobre todo en un mercado mediano como es el nuestro, y en el que la alta concentración de pocos agentes económicos pueden fijar precios con total impunidad. Sostuvo la necesidad de fomentar el aumento la oferta ante el aumento creciente de la demanda y nadie puede ignorar que buena parte de la política económica está destinada o estará destinada a favorecer el aumento de la oferta mediante herramientas financieras por un lado, y herramientas regulatorias por el otro. Quien sostiene esta creencia de comportamiento de mercados y precios, mal puede mencionar la palabra inflación sin lanzar sus dardos contra los agentes económicos que, ante el aumento de la demanda, no sólo no aumentan la oferta de los bienes que producen, sino que los retacean, para hacerse rápidamente del producto monetario de ese crecimiento de la demanda vía aumento de precios y aumento en la rentabilidad. Esto último ha sido patente sobre todo a fin de año, cuando la masa monetaria que apareció en el mercado como producto de los aguinaldos y extras de jubilados, así como de los subsidios universales a la niñez -destinada esa masa monetaria íntegra al consumo de bienes de la canasta alimentaria básica- fue objeto del manotazo rápido de los productores de esos bienes quienes, por la capacidad de fijar precios que tienen, las metieron rápidamente en sus bolsillos, sin ofrecer mayor cantidad de productos. Cualquiera que siga con atención las medidas que se vienen proyectando desde el Gobierno sabe que en los próximos meses las políticas económicas estarán dirigidas a, o provocar un aumento en la oferta, o a castigar a quienes solo piensan en seguir pegando manotazos a la masa monetaria que está en manos de los trabajadores, jubilados y beneficiarios de los planes de subsidios. Existen hoy, en esta misma ciudad de Buenos Aires, y a pocas cuadras de diferencia, comercios en los que el pollo se vende a seis pesos el kilo, y sitios en los que se vende a diez pesos el kilo. ¿De qué libre mercado me hablan? ¿Quién podría hablar de inflación, en términos de manual de economía, en un mercado de estas características? En un mercado de estas caracteristicas lo que corresponde hablar es de políticas activas para quitarles las ganas de la ganancia fácil a los fijadores de precios, sobre todo de los productos básicos.

De todos modos, no era el de la inflación un tema que tuviera especial interés en oír a la hora de sentarme a ver y escuchar a la Presidenta ayer. El tema principal era y es el politico. Lo que se está jugando en la patria por estos días es algo mucho más trascendente que el precio absurdo de los zapallitos. Pero, valió la mención del tema como mero ejemplo de lo que he leído y oído como parte de las diversas interpretaciones acerca del discurso presidencial de ayer.

Escuché toda la intervención de la Presidenta en la apertura de las sesiones ordinarias de las cámaras con el máximo de atención posible. Y para mi modesto entender, coincido con la Presidenta en que lo más importante de todo ha sido y es la apertura del debate que Cristina Fernández ha abierto desde hace dos años. Debate que no ceja, que crece, y que pone al desnudo la verdadera causa de nuestras penurias como nación desde hace décadas: la patética dependencia que tienen en general los políticos hacia las corporaciones. Cambio todo -dijo en uno de sus mayores momentos de énfasis Cristina Fernández- todo lo que está en estas carpetas (los logros económicos y sociales conseguidos durante estos años), por el simple hecho de haber metido en el centro del escenario el debate político, el renacimiento del papel del político, independiente de las corporaciones, que los manejan a su antojo. Hacer política, como los jueces hacer justicia, no según lo que diga la tapa de Clarín sino las tapas del Código Civil y el Código Penal.

Dijo exactamente Cristina Fernández:

Si ustedes me dicen cuál es el logro más importante de este proceso iniciado el 25 de mayo del año 2003, miren, quemo todos estos papeles que tengo acá, de crecimiento económico, de mejora de las condiciones, de los puestos de trabajo, de la indigencia, de la pobreza, todo, por decir que en realidad lo más importante que hemos hecho es que los partidos políticos han vuelto a hacer política en la República Argentina y no hemos sido gerentes de los grupos económicos. Éste es el orgullo más grande que tengo como argentina y como militante política, me reivindico militante por sobre todas las cosas.

Fuente: Presidencia de la Nación. Discurso completo Cristina Fernandez


Lo dijo la Presidenta ayer. Lo dijo Néstor Kirchner en el acto de la semana pasada. Lo dijo con brillantes palabras Agustín Rossi al cerrar el debate en Diputados por la Ley de Medios el año pasado: Muchachos: obren conforme a los intereses del pueblo, no de las corporaciones. Libérense. Sean dignos de sí mismos y de la patria. Dejen de bajarse los pantalones ante los dueños de los diarios y sus socios de la agroindustria y de los grupos financieros. Olvídense de los dueños de los medios. Tengan un poco de dignidad.

Eso ha sido lo más substancial, lo más político del discurso presidencial de ayer. No en vano fue uno de los momentos de su intervención en el que Cristina Fernández fue más enfática. Y da placer ver que, en la calle, desde hace ya un par de años, la política ha vuelto a ganar la atención y la voluntad de los jóvenes. Era hora.

Al parecer, aun destacados analistas no lo vieron así. Y no tengo otra que aceptar que en este caso se dio eso del color del cristal con que se mira. O, peor aun: tal vez estos destacados analistas ni siquiera crean que los políticos profesionales que hoy no están en las filas del oficialismo -salvo honrosas excepciones- están cooptados por el poder mediático-financiero. He leído, por ejemplo, la estupidez de que los medios obran como receptores de "la oposición" con tal de hacer oposición al Gobierno. ¡Es al revés!: Son los políticos los que obran como agentes políticos de los medios y el poder que estos representan. Los medios no escriben lo que los políticos no oficialista dijeron: los los medios escriben lo que los políticos no oficialistas dirán.

No sólo a los políticos. A los jueces del palo también, por supuesto. Ahí leo en La Nación que Patricia Bullrich andaba anoche a la búsqueda desesperada de la jueza Sarmiento. Anda, Pato, apurate, antes que los K se hagan de las reservas. ¡Es tan obvio todo, man!

No tengo ninguna duda: el mayor mérito de este gobierno es exponer ante los ojos de la sociedad que toda la cháchara meliflua con la que se ha adormecido, despolitizado al pueblo durante décadas, no es más que eso, que cháchara. Que la cosa pasa por otro lado: por la disputa de enormes sumas de dinero; por el bienestar o la condena a la eterna miseria del pueblo; por el simple hecho de que cuando en política se habla es para defender o atacar un interés particular, generalmente en manos de unos pocos poderosos y cuya medida en oro es pesada. Ése es el mayor mérito de este gobierno. Y ayer Cristina volvió a ratificar ese logro.

El resultado está a la vista: esta mañana estampa Carlos Pagni en La Nación, refiriéndose a Cristina Kirchner y su marido: son los boqueteros de Acassuso; los saqueadores de Santiago.

En otras palabras: están desesperados. O están crispados, para usar sus propias palabras. No hace falta ser el doctor Freud para adivinar los deseos que esos símiles chuscos buscan -más allá de expresar el insulto inmediato-: los boqueteros de Acassuso fueron traicionados por una despechada; los saqueadores de Santiago están siendo objeto de la represión de una fuerza de veinte mil uniformados. Las voces que hablan de una diáspora llevan ya dos años repitiéndose. En cualquier momento salta algún desencajado a pedir la intervención de las fuerzas armadas. El fragote continúa. Lleva ya dos años.

A esta altura, ya importaría poco si alguna vez, de aquí en más, pudieran alcanzar el éxito o no. Si no pegan el manotazo, o si sí peqan el manotazo, una inmensa mayoría del pueblo ya sabe quiénes son y porqué se dieron y se podrían dar los manotazos insitucionales en este país. Pierden mucho dinero y eso los convierte en fieras acorraladas y peligrosas. Lo importante es la muerte de la cháchara. Lo importante es tomar conciencia de que todo es por dinero, por intereses, por posiciones de poder. Un capitalista puede perder dinero, eso forma parte del juego. Pero lo que un capitalista jamás aceptará es dejar de ganar dinero, sobre todo cuando lo vino haciendo de una manera muy fácil, durante décadas, nada más que congraciándose con los "gerentes de turno" que administran el Estado bobo. En el primer caso, suelen suicidarse. En el segundo caso, se convierten en fieras capaces de desatar mil infiernos en la tierra.

El poder real de la Argentina pensó que con una opereta de verano podía hacerle torcer el brazo al gobierno en el tema de las reservas y el pago de la deuda, y en el tema del gasto sí gasto no. Que con un par de jueces del palo, un golden boy de opera bufa, una runfla de políticos profesionales obedientes y una caterva de escribas a sueldo y locutores emperejilados y bien pagados alcanzaba. Pues no alcanzó. No están haciendo la oposición a un blandengue de esos que gobernaron la patria en democracia. Están oponiéndose a una mujer que se les paró de manos. A una que tiene más pelotas que toda la runfla junta. ¿Podrán sacarla? Y, sí, podrían. Pero ahora todo el mundo sabe por qué se podría llegar a hacer tal tropelía institucional. Salvo ese conjunto de obnubilados que se crispan por las banalidades del rimmel y el Louis Vuitton, todo el resto de la ciudadanía sabría el porqué.

Argentina real, Argentina virtual. Se escandalizan ante esa observación justa de Cristina Fernández. Desde que existe la concentración empresarial de medios y desde que los medios de comunicación son masivos, existen la Argentina real y la Argentina virtual, como existen la Bolivia real y la Bolivia virtual, como existe la Venezuela real y la Venezuela virtual, como en otros momentos de la historia existieron la España real y la España virtual, o la Unión Soviética real y la Unión Soviética virtual. O como hoy existen la España real y la España virtual y la Rusia virtual y la Rusia real.

Vean, si no, el Chile real que, empujado por la fuerza de la calamidad, surge a la luz allí donde el Chile virtual lo negaba, para ellos mismos y para el resto del mundo. ¿Cómo? ¿Saqueos en Chile? Chile tiene una inmensa parte de su población hundida en la miseria y en la humillación social desde hace décadas. Una inmensa parte de la población que se caga de la versión virtual del país en el que viven. Como una inmensa, abrumadora parte de la población argentina, de la Agentina real, asaltó las calles en diciembre de 2001 en contra de esa otra Argentina virtual donde todo era paz y amor. La Argentina virtual es una, por ejemplo, que forma parte del "primer mundo". Para los medios, basta declararlo y repetirlo hasta el cansancio para que la gilada lo crea, y durante una década. Pero al final, los países reales surgen, como los volcanes, como los terremotos, de las entrañas de la tierra, y muestran su furia. Hacen tronar el escarmiento, para decirlo en palabras de ya sabemos quién.

Nadie se engañe: el país real no es el que pintan los medios. Los medios, o inventan un país virtual a su conveniencia, a la conveniencia de sus intereses, o hacen close up sobre una parte de la realidad, ignorando las demás. Esto también es una forma de crear un país virtual.

Los políticos que no forman parte del oficialismo no pueden cambiar la política económica del Gobierno. No tienen legitimidad, ni derecho alguno para pretenderlo siquiera. Alcanzará ese derecho quien se alce con la mitad más uno de los votos en primera o segunda vuelta en las presidenciales del año que viene. Entonces, sí. Entonces podrán, legítimamente, cambiar el modelo económico. Así que eso de poner palos en la rueda no es más que eso: poner palos en la rueda. Podrán tener éxito o no en frenar en más o en menos el proceso, pero no podrán revertirlo sino a partir de diciembre del año que viene.

Tomados en su conjunto, como parte del partido A (partido virtual y mediático por excelencia), por las razones mil veces denunciadas aquí, esto es, falta absoluta de independencia hacia las corporaciones, no son más que la peor manifestación de la política partidaria desde hace décadas. No por falta de nivel. Muchos habrá con capacidad de sobra. Es que están tan cautivos de eso que llaman medios...

Tampoco esa parte de la oposición que se pone a pontificar sobre la falta de legitimidad de la deuda externa aporta nada positivo. No son momentos estos para discutir el sexo de los ángeles. El que gobierna tiene la responsabilidad de hacer frente a la deuda. Se pelean quitas, se morigeran los índices por los que se actualiza la deuda, etc. pero se paga. Porque para no pagar la deuda externa se requiere algo que aquí no existe: un gobierno revolucionario y una base social fuertemente armada para defender la revolución. No tenemos ni una cosa ni la otra. Tenemos un gobierno -reformista pero capitalista al fin- que quiere pagar la deuda con las reservas para no afectar el gasto público, o tenemos esa parte de la oposición que la quiere pagar con el bolsillo de los trabajadores, reservando las reservas para garantizar la eterna fuga de capitales de nuestra patriótica clase empresarial. Es lo que hay.

Desde hoy comenzará la nueva ronda del desfile patético de los políticos más obedientes al establishment. Los diarios les anticiparán las movidas, y ellos irán, como los patitos de la fila de la ronda infantil, detrás de la pata mediática. Más desgaste, más crispación. Pero también más debate.


Alfredo Arri

o0o

2 comentarios:

  1. ¡Excelente, Theo!. Mas claro, echale agua.

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  2. Gracias, Adri. Pero te voy a confesar algo: cuando me pongo a escribir, obtengo algo más de agilidad en los dedos -digamos- echándome pa los adentros un vasito de tinto y no de agua.

    Besos!

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