domingo, 31 de enero de 2010

Judicialización de la política.

Bitácora del ciudadano de a pie.

El partido judicial y la frase del día.


Mario Wainfeld
sigue sorprendiendo -gratamente- a este blogger interesado por la política y apasionado por las letras. En su columna de hoy en Página/12, el periodista aborda el tema del partido judicial a partir del alejamiento del procurador del Tesoro, Osvaldo Guglielmino. A partir de ahí, se mete en las honduras del partido judicial y los escenarios tribunalicios, ámbito éste último que el periodista conoce después de recorrerlo durante 25 años como abogado litigante. En cuanto a la formación de la escuadra del partido judicial, el periodista la conoce también, ya no por su condición de abogado sino, precisamente, por su condición de periodista de fuste.

Dicho esto, paso a las formas del texto, aspecto éste que este blogger siempre juzga debido a su pasión por la buena literatura. En esta ocasión, y dado que ya se largó el Torneo Clausura, Wainfeld apela a la metáfora futbolera y logra que su texto todo sea redondo, contundente, popular y a la vez exquisito. Y en esa tónica, verdaderamente inspirado, logró componer esta belleza que va como frase del día:

"Goles son amores: El apego a las formas institucionales es bandera de la oposición y su cohorte mediática pero, en el fragor del juego, sus tribunas celebran los goles hechos con la mano."


Por supuesto, vale citar el párrafo completo, para no que quede esa frase del día como sacada de contexto: “Goles son amores: El apego a las formas institucionales es bandera de la oposición y su cohorte mediática pero, en el fragor del juego, sus tribunas celebran los goles hechos con la mano. Sin ir más lejos, las magistradas mencionadas, en especial Sarmiento, incurrieron en fallas y arbitrariedades. Resultadistas al mango, los que coinciden con el fondo de sus sentencias las elogian sin medida ni razón.”

Pero mejor aún que citar el párrafo completo es instar a mi ocasional lector la lectura completa de esa nota, escrita en forma exquisita por un periodista que, además, en este caso, conoce de lo que habla, y mucho. El texto lleva por título Salú la Barra, y está en este link.

Y, para cerrar, si al lector le interesa especialmente el tema del partido judicial, puede recorrer, además, la nota de tapa de la revista Veintitrés, La familia unita. La matriz ideológica de la derecha tribunalicia, firmada por Equipo de Política, en este enlace: AQUIJustificar a ambos lados

De esa forma el lector obtendrá la perspectiva político-operativa por un lado, y la perspectiva político-ideológica del mismo escenario por el otro.


Ilustración: un gol del Kun Agüero, con la mano... pero con guantes. La foto es de Infobae.

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sábado, 30 de enero de 2010

Cochinillo a las bragas.


Humor político. Décimas desencadenadas.



Cochinillo a las bragas.


Nadie a lágrima rebaje
ni a reproche disminuya
la tremenda barahúnda
que ha montado el gorilaje.
Todo fue por el mensaje
sobre la carne porcina
que improvisó la Cristina
en un tono coloquial.
A días del carnaval...
¡Agarrate Catalina!

Hizo punta la Chiquita
(algo mayor para el mote,
aunque aún lava sus culotes
con azahar y agua bendita).
Sentenció la sibarita
con tono de admonición:
-Quien dirige la nación
habla de cerdos y cerdas
Y está mal, ¡carajo, mierda!,
es de mala educación.

Como quien teje un soneto
con suma delicadeza
se lanzaron de cabeza
los soldados de Magnetto.
Y en teniendo como objeto
de chanza hacer cosa seria
se sumaron a la feria
de los que hablan al pedo
mostrándonos, con denuedo,
sus más profundas miserias.

Convocaron a sabiondos
en sexo, chanchos y dietas
que hicieron de la chuleta
análisis enjundiosos.
Y de este modo el sabroso
cochinillo a la parrilla
ocupó toda la grilla
de nuestra televisión.
Nadie perdió la ocasión
de apuntarse una apostilla.

También periódicos serios
ya diarios o semanales
gastaron editoriales
sobre el cerdo y sus misterios.
Muy útil fue el magisterio
nada quedó en el tintero.
Conductor y movilero
para ensuciar no son lerdos
y en este tema del cerdo
se arrojaron al chiquero.

Con esta décima cierro
esta improvisada queja.
Si la rima es despareja
no sea usted muy severo.
Y en quitándome el sombrero
saludo a la Presidenta.
Nos gustó verla contenta
con eso del cochinillo.
Sepa que del conventillo
esta negrada la alienta.

Alfredo Arri. (Theodoro)

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La venganza será terrible: 25 años de éxito.


Radio y televisión.

Alejandro Dolina en Radio Nacional.
Un capítulo nuevo en un ciclo de 25 años de éxito ininterrumpido.

Hace unos años, cuando Alejandro Dolina recaló en Radio 10 con un contrato sustancioso, recibió el insólito reproche de los mediocres de siempre. Todavía recordamos el despido abrupto -casi con boxeo incluído- que le dió a un periodista desubicado que lo estaba entrevistando a raíz de esa movida de radio...

Este año, finiquitado ya su contrato de Radio 10 por causas monetarias que la radio no pudo o no quiso asumir, recaló en Radio Nacional porque “no tuve ninguna otra oferta que la de Radio Nacional”, según dijo el propio artista. Esta afirmación de Alejandro Dolina que acabo de citar forma parte de sus respuestas a un extenso reportaje que le hizo Emanuel Respighi para Pagina/12, suplemento Cultura y Espectáculos, y que fue publicada el día 24 de enero.

Por supuesto, el periodista no eludió la pregunta obvia. Inútil pero obvia:

–¿Qué representa para usted el medio en el que está?

–No mucho, diría que nada. En primer lugar porque el programa tiene características que hacen que estemos afuera de la radio. Yo veo a los tipos que me contratan dos veces por año. Esa es una razón, si se quiere liviana. En segundo lugar, porque yo no soy un periodista político. Y en tercer término, sea porque lo que yo digo a la madrugada no les importa, o porque tienen un cierto respeto, nadie me dice lo que tengo que decir. Ni en Radio 10, ni en Continental ni en Nacional. Alguna vez diré entre todas las radios progresistas y fascistas en las que estuve cuál ha sido más rígida en sus prescripciones.



En realidad, nada justificaba esa pregunta. Siendo Alejandro Dolina el entrevistado hasta podría ser tomada por inapropiada o destemplada. Interpreto que, en realidad, la intención de quien llevaba adelante el reportaje era indagar si el artista y escritor no esperaba que se repitiera la maledicencia del mediocre, tal como había acaecido en la mudanza anterior, es decir, un juicio prejuicioso de que la presencia en una determinada radio podría definir su compromiso político, por decirlo de alguna manera.

El reportaje es, como dije, extenso. Es, además, rico en contenido. Esto último no es raro tratándose de Alejandro Dolina quien, como se sabe, es harto cuidadoso con las palabras, a la vez que es redondamente claro y preciso en la definición de los conceptos que las palabras definen. Al final de la entrada, el lector encontrará el enlace al reportaje en su versión completa en Pagina/12. Yo he querido traer aquí nada más que aquellos conceptos de Alejandro Dolina que rondan el tema de los medios:

Alejandro Dolina:

...Habría que pensar cómo se forma la opinión mayoritaria. ¿Es que la farándula o los agentes mediáticos representan una opinión preexistente, o es que el grado de manipulación ha llegado a ser perfeccionado de tal modo que esa opinión es generada desde los medios? El sistema ha hecho que ahora ni siquiera haya que esperar la opinión del público para saber si algo tiene éxito. El éxito ya viene construido con el producto, viene de fábrica. No hay que esperar el veredicto del público sobre determinado asunto porque ya el público no tiene esa tonicidad: los agentes mediáticos le arrebataron ese derecho. Se sale a decir algo y eso ya es. Jactarse de representar la opinión mayoritaria de la sociedad cuando las opiniones las fabrica uno es, al menos, perverso.

(…)

En el caso de la inseguridad el asunto se torna insoportable. Rápidamente se construye un sentido común que olvida los principios elementales de una discusión seria. Y porque además de preguntarse sobre los daños sociales que producen los delitos interpersonales, como los robos, habría que indagar sobre los daños sociales que causan los delitos cometidos por grandes corporaciones, los desastres ecológicos, quiebras fraudulentas, crisis financieras que se ocasionan por falta de pagos... Habría que comparar y analizar qué delito causa más daño a la sociedad. Otro punto es que el editorial sobre las noticias policiales no lo hace un editorialista, ni siquiera un famoso: la hace la víctima o los familiares cercanos, que desde luego están indignados.

(…)

La última etapa del proceso es que a partir de la descripción que la víctima hace de un hecho policial se describe el país. Es un mecanismo perverso tan sencillo que no sé cómo no resulta evidente. El sistema crea una mayoría, encarga la opinión sociológica a la víctima de un delito y describe la realidad del país a través de un hecho policial. Es un vicio del pensamiento insoportable. Con eso se genera una indignación generalizada y un partido político, que por ahora no tiene forma jurídica, pero que si la tuviera, seguramente ganaría las elecciones.

(…)

Hoy, los medios de comunicación o los empresarios que los manejan no tienen escrúpulo alguno. Periodistas hay de todo: buenos y malos, gente que no tendrá más remedio que decir lo que les dicen y otros que pensarán de esa manera. El inconveniente es que en este contexto la discusión política resulta innecesaria. ¿Para qué se necesita si ya con describir la realidad a través de un hecho policial se encuentra un discurso que genera indignación? ¿Para qué quiero hablar de política? No me conviene. Hablar de política es hablar del rol del Estado y señalar cuáles son las políticas del Gobierno y cuáles las de la oposición. Las políticas son acciones que llevan a un resultado. Por ejemplo: privilegiar el crecimiento del mercado interno es una política, tomar deuda es otra, hacer que el Estado intervenga para modificar las desigualdades que el mercado crea es una, dejar que el mercado dicte lo suyo es otra... No hay discusión política porque hay sectores que prefieren que no la haya. ¿Y entonces de qué hablan? De que le afanaron al cuñado. Nadie dice de dónde proviene la desigualdad social, el desamparo, que crea una circunstancia social donde la delincuencia es un elemento que se filtra.

Fuente: Conceptos de Alejandro Dolina en una entrevista de Emanuel Respighi para Suplemento Cultura y Espectáculos de Pagina/12 (Fragmentos) 24/01/10 Link: AQUÍ.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/12-16739-2010-01-24.html
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Redrado. Un retrato.


Bitácora del ciudadano de a pie. Leyendo los diarios.

Redrado: Un retrato.

Quienes, además de leerlo en Pagina/12, seguimos a Mario Wainfeld en Radio Nacional (Una vuelta nacional, el programa de Héctor Larrea, lunes a viernes de 9 a 12, y su propio programa En Algo nos Parecemos, los sábados de 10 a 12), conocíamos los juicios de valor que el periodista tenía de Martín Pérez Redrado, a quien tuvo oportunidad de tratar, alguna vez o algunas veces, en su función de periodista. Wainfeld había estado de vacaciones las dos primeras semanas de enero, razón por la cual tomó el tema del culebrón de Redrado cuando éste ya estaba desarrollado y se conocía el final anticipadamente, cosa que para los culebrones, dicho sea al pasar, no es muy estimulante.

Pero, a pesar de que los comentarios de quien es responsable de los análisis políticos en el programa de Larrea abarcaron dos de las cuatro semanas que duró la telenovela, los oyentes del programa pudimos armar, con las piezas de puzzle que recibíamos a diario desde la radio, una imagen bastante clara acerca del golden boy que anoche ocupó nadie sabe cuántas horas de pantalla de tevé. Pero finalmente hoy, cuando el culebrón argento (Único culebrón del mundo que se dio por televisión, radio y periódicos en simultáneo a pesar de un rating despreciable); hoy, decía, cuando el culebrón argento ha terminado, Mario Wainfeld nos regala una página brillante en lo estético y contundente en lo conceptual.

Uno se tienta en creer, vamos, que la estuvo amasando (permítame usted el verbo, amigo lector, aunque el correcto sea pulir) durante esas dos semanas. Tal vez no; tal vez fue el producto de una noche inspirada. Pero si fue así, elogios para sus musas.*

No soy de copiar y pegar. No me parece correcto cuando no se justifica, por hallarse el texto recomendable al alcance de la mano. Y éste es un caso: el texto está al alcance de la mano. Basta un click para acceder a él. De todos modos, no me puedo resistir a la tentación de pegar aquí un par de párrafos.


Martín Redrado habló de su tema favorito, él mismo. Fue en términos encomiásticos. Las palabras que más repitió fueron “instituciones” y “república” (o sus modismos) para aludir al objeto de sus desvelos y “técnico” para pintar su autorretrato. Demasiados adverbios de modo y reiteraciones de palabras en una misma frase dieron señales de nerviosismo. El resto fue su número habitual: sonrisas, uso del nombre de pila como vocativo para dirigirse a ciertos periodistas, manejo escénico. El mechón estudiadamente rebelde también se mantuvo en regla.

(…)

Si un politólogo sueco poco avisado hubiera aterrizado ayer en la conferencia de prensa podría haber concluido que el Golden Boy era un tipo de fierro, que fue quebrando la feble voluntad de Néstor y Cristina Kirchner. El problema es que ese relato no le cabe a ningún argentino medianamente informado. Adolece de falsedad y lo que es peor, de inverosimilitud. Nadie proclama, nadie cree que cualquiera puede llevar de la nariz o pararles el carro a cada rato a los Kirchner.

(…)

Cometió varios errores no forzados. Bartoleó amenazas en sucesivos off the record. Tuvo un traspié cuando desmintió a Clarín, su principal sponsor. Le mandó un ultimátum descalificatorio a la Bicameral, embroncando a sus dos integrantes opositores.

La dirigencia opositora se hastió de un recién llegado que quería ponerse en el pelotón de punta de los expectables para el 2011. Con el tema relevante en el Parlamento, Redrado estaba de más. Su ambición y egolatría suscitaron runrunes en la propia city, se convirtió en un escollo para la reparación institucional.

(…)

El Ejecutivo, de movida, eligió no tomar en cuenta la renuncia. Ansía, a esta altura de la velada, que se redondee el trámite parlamentario y despedirlo de acuerdo al artículo 9 de la Carta Orgánica del Central, o sea “por incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Queda por verse si la Bicameral emite los “consejos”. Si así fuera, el politólogo sueco se asombraría al cotejar las diferencias que tendrán con el “canto a mí mismo” de ayer.

Fuente: Mario Wainfeld. En mal momento, en Pagina/12.



En ese tono y con esa calidad literaria está toda la nota. Altamente recomendable su lectura.

Edición posterior a la publicación de la entrada: En su programa de los sábados, Mario Wainfeld confesó hoy que la conferencia de prensa de Martín Redrado de anoche lo obligó a escribir una nueva nota sobre el cierre de la edición del diario. Tal vez fue la Musa Fastidio la que lo inspiró. Para un texto con plazo de entrega perentorio, no está nada mal. :-)

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El gallinero, el papel de diario y otras yerbas

Política Nacional. Crítica de medios.

Cruce de textos entre Clarín y Perfil. El gallinero y otras yerbas.

Un interesante cruce de notas se produjo esta semana entre Clarín y Perfil. Con fecha de ayer 29 de enero, Jorge Fontevecchia publica un texto que lleva el inequívoco título de Respuesta a Clarín. La nota que alude en la réplica, es una publicada en el diario de Noble el viernes 22 de enero, firmada por Facundo Landívar, y que lleva también un inequívoco título: Las llamativas coincidencias de Noticias y Miradas al Sur.

En el artículo de Clarín se denuncia como un hecho sospechoso el que la Revista Noticas haya coincidido con el semanario Miradas al Sur en identificar como los autores de un complot contra el Gobierno a Clarín, Cobos y Redrado. En la réplica de Fontevecchia, el director de Perfil defiende la independencia de su medio del gobierno.

No voy a hacer aquí un resumen de los dos artículos. No digo que no valga la pena. Todo lo contrario: invito al lector a que vaya a ambos textos y los analice por sí mismo. Al final de esta entrada dejo los enlaces a ambos dos.

Lo que sí me interesa aquí es remarcar el hecho principal que surge del cruce entre dos medios. Entre dos medios que, como todo el mundo sabe, son opositores al gobierno de Cristina Fernández. (Aunque en su réplica Fontevecchia se encarga de recordar que su medio es opositor al gobierno de Cristina Fernández como también lo fue al de Néstor Kirchner, hecho este último que lo distancia de Clarín)

¿Qué es lo verdaderamente interesante de este cruce entre dos medios que tienen peso específico propio en la política nacional? Veamos:

En principio, luego de una primera lectura, el lector advierte algo así como una acusación por parte de Clarín contra Perfil en el sentido de que esta publicación se ha vuelto oficialista. Y pone como prueba de ello una coincidencia en la interpretación de los hechos alrededor del culebrón Redrado con el semanario más afín al gobierno, Miradas al Sur. El redactor de Clarín usa el término llamativas coincidencias para arrojar un manto de sospecha sobre el medio de Fontevecchia. Y lo argumenta, por supuesto, con el peor argumento: el del chori y la coca. Concretamente, lo acusa a Fontevecchia de venderse al Gobierno a cambio de una distribución sesgada -a favor de Perfil- de la pauta oficial.

Pero, y aquí viene lo jugoso de este cruce, lo de Clarín tiene la forma de una acusación, pero en el fondo es un reproche y, tal vez, en última instancia una advertencia. En efecto, lo que Clarín hace en esa nota es reprocharle a alguien “del palo” el hecho de haberse atrevido a resquebrajar, a ofrecer resquicios, en la versión fogoneada por los medios del poder económico en el sentido de que no hubo ningún complot en la payasada Redrado.

Los diarios del establishment y los medios audiovisuales del mismo palo podían boyar entre argumentos baladíes tales como la paranoia del gobierno o el patriotismo de Redrado. (Esto último no es ninguna exageración: Miguel Angel Broda calificó de patriota al golden boy por su actitud de pendejo soliviantado). Pero lo que jamás podrían hacer ninguno de ellos es admitir ni siquiera como hipótesis de trabajo la existencia de una movida destituyente, y mucho menos ideada desde Clarín, con la complicidad del vicepresidente anómalo. Eso no. Eso lo podía decir el gobierno y sus medios, pero no “nosotros”. En el fondo, el de Clarín es un texto de reproche que va en este sentido: ¿Qué te pasa, Jorge, te volviste loco? Vos tenés que estar con nosotros, papá. Ojo, porque si no...

¿Por qué esta actitud de reproche y, tal vez, de advertencia? La razón es muy sencilla: si hubo una movida destinada a limar al gobierno de Cristina esposando a Martín Pérez Redrado al sillón del Banco Central, y si esta movida fracasó, como finalmente fracasó, entonces los coaligados en la movida deben admitir su derrota. Si se niega todo complot, aun en la derrota los coaligados en la movida constituyente pueden seguir socavando el poder del Gobierno. Que Jorge Fontevecchia -hombre del palo al fin- dejara un resquicio que pusiera en duda la unánime negación del golpe palaciego, les resultó repugnante, repudiable. Y de ahí el reproche, en forma de crítica.

La uniformidad de discurso alrededor de la paranoia del gobierno alcanzó ribetes grotescos. En su columna semanal en La Nación, este último jueves el señor Daniel Della Costa habló de brote. Néstor Kirchner se había brotado y Cristina no fue a China porque considera que lo que venden los chinos es tan berreta como lo que se vende en La Salada. Si usted, amigo lector, no cree que se haya llegado a esos extremos de vulgaridad, puede leerlo en la columna de este señor. Lleva por título -¡cómo no!- Yo conspiro, tú conspiras.

Jorge Fontevecchia de ninguna manera podía sumarse al coro de los negadores de la movida destituyente. Éstos no tenían garantizado el éxito, condición necesaria ésta para que puedan, con el tiempo, escribir la historia. Con la derrota más probable que la victoria, Jorge Fontevecchia se vio obligado a considerar como verosímil la versión del golpe palaciego por la sencilla razón de su patente evidencia. En pocos años, tal vez meses, se conocerán hasta los más mínimos detalles de las conversaciones que Redrado mantuvo con Cobos y con Magnetto para darle un golpe palaciego a Cristina. Y entonces Jorge Fontevecchia no tuvo más remedio que no sumarse. ¿Para qué quemarse? ¿Para qué quemar un prestigio bien ganado como periodista y hombre de medio? Es del palo, sí, pero no come vidrio.

Negar contra viento y marea la confabulación, el fragote, era, en las condiciones en que se dio el culebrón Redrado, equivalente a hacer la gran Micheletti. Este empresario golpista hondureño, socio de los militares golpistas de ese país, quiso contrarrestar la campaña mundial en contra del golpe con una manifestación de apoyo al golpe en la que él coreaba, arengando a los simpatizantes: ¡No es un golpe, no es un golpe, no es un golpe! Patético. Efectivo sólo para la gilada, para la parroquia. Es decir, Fontevecchia no podía considerar a todos sus lectores una caterva de pelotudos que se comerían el verso de la no existencia de conjura alguna. No. Está bien que buena parte de su clientela lectora es antiK de pura cepa, predispuestos a comerse cualquier verdura, pero no la mayoría de los lectores. La mayoría de los lectores de Perfil, como la mayoría de los lectores de cualquiera otra publicación es más inteligente que ese club de antiK viscerales a quienes cualquier bondi los deja bien. No hay nada, abosolutamente nada fuera de la explicación por el fragote mediático económico y judicial que pueda explicar la actitud pendeja de Martín Pérez Redrado quien, bueno es recordarlo, cometió la imprudencia de confesar: "soy mucho más fuerte de lo que creen; los que creen que me matan se están suicidando". Negar lo obvio en este caso era, o ser muy pelotudo, o formar parte del complot.

No es éste, por cierto, el primer cruce entre Fontevecchia y Clarín. Ya dijo lo suyo el editor de Perfil en ocasión de surgir al escenario político el tema de Papel Prensa. Fontevecchia es del palo, es verdad. Pero en el gallinero, para hablar de otros palos, ocupa el de abajo. Y no por su voluntad o por falta de capacidad, sino por los empujones que le dio en su momento Clarín para que no ascendiera de las perchas inferiores del gallinero.

La nota de Clarín en la que tilda a Noticias de oficialista con el argumento baladí del chori y la coca es una nota de reproche, de características pesadas, heavies. El día que Clarín vuelva a tomar las riendas del país, le va a pasar una nueva factura al dueño de Perfil. O tal vez Clarín quede cojo para siempre. Por ahora, nadie lo sabe. Parecería, sólo parecería, que Jorge Fontevecchia vislumbra cómo será ese futuro. Vamos a ver.


Alfredo Arri.


La nota de Clarín: Aquí.
La nota de Fontevecchia: Aquí

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viernes, 29 de enero de 2010

El mal humor, mami, el mal humor, cambia de colores...

Bitácora del ciudadano de a pie.

Los malhumorados de siempre se han puesto de mal humor.

Cristina no debería hacer chistes en sus encuentros con dirigentes, agentes de la producción, trabajadores y otros colectivos frente a los que se planta más o menos a diario para que las cámaras de televisión recojan sus palabras, las editen, las tergiversen y las difundan a conveniencia de estos editores y tergiversadores. No debería porque, si la intención de improvisar un chiste es provocar la risa, se debe enterar la Presi que como efecto colateral provoca erección de los pelos en los gorilas y esto, como se sabe, no es muy higiénico. No hay nada peor que un gorila con los pelos de punta. Desorientan a los piojos que albergaban, empujándolos a esparcirse por el aire, amén de los desagradables olores que despiden los gorilas cuando tienen los pelos de punta.

Los chistes de la Presidenta no sólo han despertado la furia anti K de los empleados del multimedio y medios afines al multimedio, sumiéndolos a todos estos en el ridículo de que los maestros del ridículo teoricen sobre el ridículo. Caso Mirtha Legrand, carajo mierda, escandalizada porque una presidenta habla de sexo. ¡Horror! No sólo, decía, entre estos personajes del entertainment provoca horror la faz lúdica de la Presidenta, sino que motivo que enjundiosos escribas de fuste pusieran firma a sus textos.

Beatriz Sarlo, por ejemplo. Sarcástica, pedante y ridícula ha escrito la escritora que cada día escribe mejor para La Nación para caracterizar a la Presidenta. Lo de ridícula es reciente para Sarlo, lo cual da lugar al título de su texto: Antes estaba mejor. Es curioso cómo un escritor, quien conoce de semiótica aunque más no sea por oficio, apele a un título que podría muy adecuadamente ser aplicado a ella misma. En efecto, hubo un tiempo cuando Beatriz Sarlo no tenía a la mano una figura pública nacional del género femenino que la crispara como la crispa la presidenta. En esos días estaba mejor. Daba gusto leerla. Pero, está esa cuestión de género que... Y aquí vemos a una Beatriz Sarlo decayendo a los niveles literarios de una Silvina Walger. Para decirlo con sus propias palabras: patinó. Y mal.

Un tal Diego Sehinkman, en el mismo diario y el el mismo día, imitando a las ingeniosidades chuscas del rabino Sergio Bergman, se mete con el Himno y titula su sesuda nota: ¡Oink Mortales! Me imagino al tipo mostrándole a sus allegados el producto de su ingeniosidad antes de enviarlo a La Nación y a éstos exclamando a coro: ¡Genial! ¡Es lo que se merece la yequa! Y me imagino también al empleado de La Nación que recibió el mail con el texto preguntándole a su editor: Esto, ¿lo tenemos que publicar, jefe? Y el jefe, después de pegarle una leída y mostrar un par de risitas -oink, oink-, respondiéndole: Sí, claro. ¿Cómo no lo vamos a publicar? Si es genial.

Mariana Verón, en cambio, trata de explicar a los lectores del diario de la tribuna de doctrina que los cambios en el talante de la Presidenta obedecen a una estrategia de cambio de imagen deliberada, destinada a subir puntitos en las encuestas. El informe es contradictorio ya que a la vez informa que “Pero los Kirchner no son afectos a los asesores. De hecho, el último y pomposo desembarco de un joven marketinero, hermano de la personal trainer de Cristina, Maximiliano López, se frustró sin siquiera recibir un "gracias, pero no". O sea que se desprende del informe de la periodista que el cambio de estrategia es obra exclusiva de la Presidenta y su marido. ¿Cómo hacemos para subir en las encuestas? ¿Contratamos a un asesor? ¡Nada de asesor: probemos con los chistes sobre sexo, que eso da! En fin...

Hay más por el estilo en los demás diarios. E interminable fueron los minutos de tele y radio dedicados a este tema del talante presidencial. Palo porque bogas, palos porque no bogas. Crispada es insoportable, relajada es mucho peor. Lo de siempre, bah.

Pero toda esta crítica propia de hamburguesería o de fila de supermercado chino es absolutamente necesaria para el gorilaje, ya que si interpretaran la novedad discursiva de la Presidenta como se debe interpretar, se verían obligados a admitir la derrota que han sufrido con la movida Banco Central. Porque de eso se trata el talante presidencial, y no de otra cosa.

El cosmos parió enero 2010 y una caterva de chicos malos lanza una movida destituyente. En un par de días nada más se advierte con toda facilidad que la movida fracasará: ni los mercados, ni el pueblo, movieron un pelo para secundar a los cuatro pelafustanes comandados por algún personaje de fuste que habían lanzado la movida. Y no se puede decir, de ninguna manera, que la movida no fue fogoneada por los medios del establishment. ¡Vaya que lo fue! Crisis institucional fue la expresión más usada por la prensa canalla. Durante tres semanas seguidas. Pero el pueblo, hermano, ni mu. Los muy desagradecidos seguían llenando las playas de la costa atlántica, las localidades serranas, hasta las piletas porteñas, más preocupados por las cosas cotidianas de la vida que de las vicisitudes de don Martín Pérez Redrado. Y los mercados, tampoco. Nada. Pero los diarios seguían hablando de la crisis institucional.

En este contexto, el gobierno, en notoria desventaja mediática, debía contrarrestar de algún modo la movida. El riesgo de que la movida constituyente saltara de los medios a la calle siempre existió. Así que era importante jugarla en los medios mismos. La primera jugada la hizo Aníbal Fernández: Hizo trasladar a dos periodistas de distintos medios a Villa Gesell para que allí lo fotografiaran en cueros, al pie de la carpa playera. Las fotos salieron publicadas un domingo. Mensaje claro: por esta boludez no abandono la playa. Otra jugada la hizo Néstor Kirchner apareciendo en 678 para explicar en tono de confidencia quiénes y por qué estaban en la movida constituyete. Y la última jugada la hizo la Presidenta, en un claro mensaje: mientras los diarios hablan de crisis institucional, nosotros nos comimos un cerdo a la parrilla y nos permitimos una alegría siestera. Por otra parte, los referentes del oficialismo que por su notoriedad tenían acceso a la prensa, no escatimaron calificativos para con la movida y sus promotores: circo, payasada, charada, culebrón, etc.

En lenguaje coloquial todo esto se traduce así: Fracasaron: mientras ustedes fogoneaban desde sus medios una crisis institucional, nosotros y una buena parte del pueblo la pasábamos bomba, al pie de la parrilla, y a la sombra de las sombrillas playeras, haciendo colas para ir a los teatros de Mar del Plata o Carlos Paz y los que no siguiendo las alternativas del culebrón con la curiosidad que un futbolero podría tener por la física nuclear.

Ojo, que nadie me malinterprete. No estamos en el país de las maravillas. Hay sectores de la población -muy numerosos por cierto- que ¡minga! de vacaciones. No tienen vacaciones los que no tienen trabajo. No se trata de eso. Se trata de hacer resaltar que la misma parte del pueblo que en el 2008 se puso al lado de los destituyentes, ahora les dio la espalda. Y les dieron la espalda los grupos económicos beneficiados con la bonanza, entre ellos los bancos. El gobierno comprendió rápidamente que la mediática era en esta oportunidad la única batalla que debían librar. Y lo hicieron con inteligencia: maximizando los escasos recursos de que disponían.

Y lograron el propósito: en los medios contrastaron durante todo enero: Por un lado, una muy importante parte del pueblo disfrutando de un verano excepcional y la Presidenta y su entorno con un talante de buen humor. Por el otro, un desfile interminable de políticos al servicio del establishment ante las cámaras, hablando del sexo de los ángeles. Bueno: no todos: algunos hablaron de física nuclear.

Roberto Micheletti, el colectivero hondureño, pasará a la historia de lo patético en política por su arenga ante un grupo de catrachos que apoyaban el golpe de estado por él y los militares comandado: ¡No es un golpe. No es un golpe. No es un golpe! La prensa canalla, con la CNN a la cabeza, lo secundó. Allá tuvieron éxito. Y aquí podrían tenerlo. Pero no fue ésta la vez. Crisis institucional, crisis institucional, crisis institucional, pero la crisis institucional no fue.

Y no solamente no fue, sino que de ésta, con un poco de muñeca, el Gobierno podrá salir fortalecido. Mientras los políticos sigan mostrándose como sumisos cadetes de las corporaciones, sobre todo de las corporaciones mediáticas; mientras la prensa canalla siga con los argumentos Louis Vuitton, el oficialismo puede sacar ventaja de esta movida destituyente fracasada.

Es obvio que los vencidos hoy intentarán otras bazas mañana. Y nada es predecible. Pero, al menos ésta, y por ahora, el Gobierno la campea con bastante éxito. Como en el yudo, las fuerzas del oponente pueden ser utilizadas en provecho del atacado. El cambio de talante presidencial va en ese sentido.


Alfredo Arri (Theodoro)

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miércoles, 27 de enero de 2010

Anabella Ascar y Alberto Rodriguez Sáa o el amor nac&pop

El perro cholulo.

Si faltaba algo para demostrar que este es
un verano caliente, apareció Cupido y flechó:

Romance entre Anabella Ascar y El Alberto.


Anabella y García. No va más...

La noticia nos conmovió a todos el conventillo del perro. Quien vino con la nueva fue el abuelo Tomás. En su rostro, el viejo había dibujado una de esas muecas de malevolencia pícara que le es tan característica:

-Anabella Ascar se mudó a la casa de Alberto Rodriguez Sáa. Hay romance.

-¿Qué dice, abuelo -intervino la Negra-, no tomó el activia hoy? ¿No sabe que Anabella Ascar es la mujer de Héctor Ricardo García? Cómo se va a quedar sin pantalla...

-Lo dijo la tele, che. -se defendió al abuelo.

Mandamos a Luisito a la compu, a que confirme o desmienta la noticia. Al cabo de unos minutos, el pendejo vino con un resumen de su pesquisa:

-La radio de Tucumán lo confirma. Posta: Anabella se mudó a la casa del gobernador.

-¿Viste? -le lanzó el abuelo a la Negra. Y no se va a quedar sin pantalla. Ahora puede tener un canal entero.

-¿Y ahora que vamos a hacer? -preguntó la tía Asunta-. Es una gran pérdida para la tele...

En ese tono de lamentación siguió la conversación esta tarde en el conventillo del perro. Al punto que el abuelo volvió a meterse en la sala para seguir pegado al plasma, los demás seguimos la tertulia en el patio. Mientras nos turnábamos para darnos un chapuzón en la pileta de lona para engañar al calor, comentábamos con fervor las alternativas de la situación que se nos planteaba a los televidentes a raíz de esta conmovedora noticia. Más allá de comentar las alternativas recogidas en la red que desde su cuarto nos tiraba Luisito, tales como que don Héctor Ricardo le había tirado la ropa a la calle, o que el romance entre la descubridora de talentos y el singular gobernador sanluiseño tenía ya un tiempito de encuentros furtivos, y otras lindezas por el estilo, entre nosotros nos preguntábamos qué sería de ese espacio tan singular de la tele por cable como era el programa de Anabella. Y la verdad es que no tenemos respuesta. La pérdida es irreparable. Uno de los pilares de la televisión se nos cae delante de las narices y nosotros no podemos hacer nada. No es justo. Puede ser que de esta historia de amor, de auténtico amor argentino popular y nacional salga beneficiada Anabella Ascar, pero... la verdad, a nosotros nos partió por el medio.

¡Todo se viene abajo en este país, loco! Ya no nos queda ni la esperanza de conocer a alguna nueva Zulma Lobato o a reencontrarnos con el Hombre de la barra de hielo...

Mate McDulce.

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lunes, 25 de enero de 2010

Moria, las tetas y la Unión Cívica Radical.


Reflexiones insubstanciales.

Moria Casán, las tetas y la Unión Cívica Radical.

Nuestra popular Moria Casán se ha caracterizado, entre otras cosas memorables que produjo en su larga carrera artística, por acuñar expresiones que han recibido tal acogida popular terminaron por convertirse en expresiones propias del lenguaje coloquial de los argentinos. Y no son bazas afortunadas. Algunas, tal vez; pero otras no. Hay expresiones que en una forma redonda y sencilla expresan toda una situación que exigiría, para su caracterización, demasiadas palabras. La más contundente de todas ellas es, sin duda alguna, se cuelgan de mis tetas.

Es muy interesante esa expresión. Aunque parezca que el afirmar de quien la critica que éste la critica porque se cuelga a su fama es, en principio, una descalificación y toda descalificación del opositor o del crítico tiene como propósito inmediato eludir la necesidad de responder al contenido de la crítica. Es un recurso fácil. Pero a la vez que es fácil, es inválido. Es decir: en términos generales, quien descalifica a su crítico, de alguna manera reafirma la crítica por la vía pasiva. Es decir: al no responderla, bajo la excusa de que quien la formuló no tiene méritos, de alguna manera la convalida. Pero, ¿es siempre así?

Moria Casán es famosa y exitosa, o al menos lo ha sido durante toda su carrera. De eso nadie duda. Ahora bien: en el ambiente en el que se desenvuelve Moria Casán, la presencia de ella en cámara, en los medios, es importante. Forma parte del propio éxito. Si ella obtiene un éxito en un teatro, o en un programa de televisión, un restó, o lo que sea, el estar vigente en los medios -aunque sea sólo en los programas especializados- forma parte de ese éxito; va con ese éxito. El espectador está habituado a que cuando una estrella aparece en la tele, en los programas especializados, hablando de su trabajo artístico o comercial es porque tiene éxito en que está haciendo. Tiene vigencia. Ahora bien: por ese mismo mecanismo de reflejo condicionado que tiene el espectador, asumirá que es poseedor de un éxito todo aquél que aparezca en los medios de comunicación hablando de los mismos temas que el exitoso. Así sea un cuatro de copas, a cuyo espectáculo no va nadie, o su programa es un fracaso, o su empresa un fiasco, si aparece en los medios, pasa por exitoso. No lo es, pero pasa por.

¿Y de qué manera puede un cuatro de copas que no tiene éxito alguno aparecer en la tele una cantidad de tiempo parecido al que tiene la estrella? Pues simplemente hablando mal de ella, inventando historias alrededor de ella, etc. Jugándola de oponente. Se le cuelgan de la fama. En este caso, la réplica de la estrella ya no se trataría de una descalificación, sino de una réplica justa, dirigida directamente a la falsedad del contenido de quien la ataca o critica.

Como todo cuatro de copas y personajes afines sabe que Moria Casán no es de las que mantienen la boca cerrada cuando la atacan, entonces la atacan. Para que responda y de ese modo obtener espacio mediático. Así, colgados de las tetas de Moria Casán -y en general de todo famoso exitoso y que tenga un carácter volcánico- han desfilado por la televisión una colección de friquis y de cuatro de copas que, de no ser por esa circunstancia, no figurarían ni a placé.

No hay descalificación evasiva ni réplica peyorativa cuando Moria Casán se defiende con esa expresión. Hay la simple caracterización de la condición de cuatro de copas del oponente. Es una respuesta digna. Es conservar el lugar, la distancia, y, a la vez, resaltar la posición a la que se ha llegado por mérito propio, y luego de una larga carrera.

Colgarse de la fama para obtener espacio en los medios masivos de comunicación no es exclusividad de los cuatro de copas que pululan en el medio artístico. También existe en la política. Porque es bueno recordar que fama, en cuanto nombre que nombra algo, tiene varias acepciones y la que corresponde al caso de Moria Casán es la que habla de la excelencia que alguien tiene en el ejercicio de las artes o en una profesión. Otra acepción apela simplemente a lo que es noticia o voz común de algo. Que es el escenario en el que se mueve el político. ¿Es fama el terremoto de Haití? Pues ahí irá el político a colgarse de los cien mil cadavéres de Haití. ¿Es fama el vaudeville del Banco Central? Pues ahí va el político a colgarse de las reservas monetarias de la patria? ¿Es fama el conflicto del gobierno con los patrones rurales? Pues ahí va el político a colgarse de la chaucha de la planta de soja.

Los radicales -hablemos con franqueza- están en el fondo del mar. Después del espantoso, corrupto y blandengue gobierno de la Alianza, una tercera parte de los radicales murió de muerte súbita; otra tercera parte se suicidó cortándose las venas con una boina blanca; y la otra tercera parte se escondió en un aljibe a esperar el fin del mundo. Ésa es la verdad.

Pero apareció la fama, twice. Dos veces. La primera, la recordada jornada trasnochada cuando un ex radical y radical en vías de recuperación llamado Julio Cobos escaló a la fama de la vicepresidencia anómala. Y la segunda, la muerte de don Rául Ricardo Alfonsín, que provocó que una buena parte del pueblo echara nafta sobre la hoguera de la fama al acompañar sus restos mortales a su descanso eterno. Cuando los chicos que veían la tele empezaron a preguntar: Papá, ¿qué es un radical?, eso significaba que radical, radicalismo, unión cívica radical, abrazaba la fama. Un milagro... bueno: casi.

El expulsado Julio Cobos, de la noche a la mañana, pasó de tal, de expulsado, a un hijo radical. Y la muerte de Alfonsín hizo recordar a la fama -esquiva y desdeñosa ella- que existía algo llamado Unión Cívica Radical. Y entonces aparecieron los radicales que estaban en el aljibe esperando el fin del mundo a colgarse de la cara de cleto de Cobos y del féretro de don Raúl, que Dios lo tenga en la Gloria.

Por supuesto, el duelo popular por don Raúl Alfonsín duró, como todo duelo popular, unos días. Pero he aquí que el prócer tenía un hijo que, por imperio de la ley lleva su mismo apellido y, por imperio de la cuna, tiene los mismos modos campechanos que el padre. Así que... ahí está don Ricardo Alfonsín -Ricardito para Elisa Carrió- vigente como si el radicalismo tuviera vigencia. Por imperio de la fama. Y ahí está también don Julio Cobos, bien agarrado a la fama de la Constitución, con vigencia permanente.

Y es tan grande la fama, que las personas corrientes saben que hay otros radicales, como Daniel Katz, Gerardo Morales y otros. Y es tan grande, pero tan grande la fama, que hasta hemos visto por la televisión nacional en estos días (canal de cable, pero nacional) a don Raúl Baglini volviendo a dar aquellas magistrales clases de economía para el pueblo que nosotros, los más viejitos, padecimos hace veinte años o más. ¡Ah, la fama, la fama!

La gran pregunta es: si no fuera por la fama, ¿existiría el radicalismo? O preguntado con más precisión: Si no fuera por la fama, ¿habrían salido del aljibe lo que quedó del radicalismo después del 2001? Y una pregunta más contrafactual todavía: Si los medios no tuviesen un interés concreto en que se sume todo el mundo al colectivo opositor a como dé lugar, ¿les darían la tan ansiada cámara que los conecta con la fama a los que salen del aljibe con el culo paspado y temblorosos?

Y la pregunta más popular de todas: Si largara la vicepresidencia que le queda grande de sisa, ¿Julio Cobos seguiría en la fama?

Nadie sabe la respuesta a esta última pregunta. Los radicales creen que sí la tienen. Ellos lo quieren ahí a Cobos, en la fama. Y que no la largue. Pero de lo que sí estoy seguro es de que, si no fuera porque los que lograron salir del aljibe siguen colgados de las tetas de la fama, no los recordarían ni sus vecinos. Excepto don Ricardo, claro, que lleva un ilustre apellido.

Ahora bien. Todas estas reflexiones son inútiles (e insubstanciales, claro) porque lo que cuenta, en realidad, es la fama. Es la fama lo que cuenta. Por la fama se puede lograr que millones voten a un político cuyo programa se reduce a dos palabras mágicas: Alica, alicate.

Dadas todas estas circunstancias, no es descabellado afirmar que existe la posibilidad de que nos vuelva a gobernar, o un Carlos Menem, o una nueva Alianza (perdón pido a los creyentes).

Colgados a las tetas de la fama, o un Julio Cobos, o un Mauricio Macri puede llegar a ser presidente de la Nación. ¿No es triste?

-No -respondió la Negra, alcanzándome el mate-: lo triste no es que los ineptos o los cuatro de copas se cuelguen de las tetas de la fama. Lo triste, lo verdaderamente triste, es que podríamos terminar todos colgados de las garras de los zopilotes.


Alfredo Arri (Theodoro)

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El arreo (Tercera parte)

Bitácora del ciudadano de a pie.

El arreo (Tercera y última parte)

5. ¿Y entonces?

Se ha repetido hasta el hartazgo que el argentinazo del 2001 tuvo como consecuencia histórica y social más notoria la fractura de los partidos tradicionales. En el que se vayan todos estaban... todos.

Hubo, luego de aquellas jornadas históricas, y sobre todo luego de los asesinatos de Kosteki y Santillán en abril de 2002, el renacimiento de una esperanza que se depositó en las nuevas generaciones de dirigentes. El azar (o, al menos, una rara conjunción de circunstancias aisladas entre sí) le dio la oportunidad a Néstor Kirchner. La supo aprovechar y en pocos años logró restablecer la confianza popular en los dirigentes políticos. Pero, al propio tiempo, o al poco tiempo, volvieron a aparecer las señales de estructuras fosilizadas de la sociedad (sobre todo de la burocracia administrativa), que aquellos sectores más demandantes -en términos políticos- de la sociedad consideraban la causa de todos los males: La corrupción, el clientelismo, la desidia por las cuestiones más apremiantes como las politicas de seguridad social, la falta de inversiones en la infraestructura que el pueblo usufructúa (o padece) y, lo más intolerable de todo, la escalada en una lucha retórica, discursiva, blablablista con visos de fastidio, cansancio, irritabilidad.

En definitiva: Las muy significativas y muy acotadas (en términos de clase) porciones de la ciudadanía que entre mayo y julio del 2008 fueron protagonistas de las más fuertes movilizaciones de masas que se tenga memoria en mucho tiempo, tuvieron como objeto demandar la conformación de nuevas estructuras de representación política. La demanda era la misma del 2001, que se vayan todos. No es esto lo que queremos. Estamos hartos. Necesitamos otro modo de gobernar la patria. Así no sirve.

Por supuesto, los manifestantes del 2008 fueron defraudados por los convocantes quienes, como se dijo en el comienzo de esta entrada, actuaron como hacendados que arrean hacienda, con un propósito bien definido: defender la faltriquera propia y ofrecer la multitud -la gente- como moneda de cambio. No tengo ninguna duda de que una enorme cantidad de compatriotas que concurrieron a la primera manifestación, en circunstancias simbólicas muy fuertes, como la fecha patria y el monumento al estandarte nacional, fueron convencidos de que estaban fundando un nuevo movimiento, novedoso, innovador, audaz y, sobre todo, ético. Grande fue la desilusión.

El Gobierno, hay que decirlo, no supo interpretar esa demanda de las clases medias. Se agotó en contrarrestar a los fogoneros de esa movida -la derecha cerril, destituyente, los nostálgicos de la dictadura, vamos-, sin acabar de comprender que esos fogoneros fueron y siguen siendo una minoría sin chance alguna de alcanzar el poder por la vía democrática. La primera movida fue desestabilizadora a partir de esos grupos minúsculos y se les fue de las manos. Se les desmadró. No esperaban jamás alcanzar movilizaciones tales y ante tal fenómeno no supieron cómo actuar. No hay que olvidar que estos sectores son, precisamente, quienes más aborrecen a las movilizaciones populares. La segunda movida que decidieron fogonear estos grupos se da ahora, con el culebrón Banco Central. La diferencia está en que esta vez no convocaron a nadie. Son peligrosos, es verdad. También es verdad que el Gobierno no puede bajar las defensas ante estos grupos que están desesperados por abortar esta desagradable experiencia de un maldito gobierno que no reprime, que no ajusta, y que, para colmo, afecta intereses. Pero el Gobierno no puede seguir involucrando a toda la sociedad en esa lucha. Tiene que cambiar el modo, la forma, el discurso. Y tiene que poner los puntos sobre las íes en la cuestión ética.

La nueva ley de medios ofrece una oportunidad que no puede ser desaprovechada o malgastada. Si se usan nuevos medios de comunicación para subir la apuesta en la confrontación, el pronóstico no es alentador. Por supuesto que los grupos económicos que enfrentan al Gobierno son poderosos y poseen medios para manejar la agenda discursiva. Pero, no es de sabios participar en el juego subiendo la apuesta. Es verdad que hay grupos económicos poderosos que seguirán fogoneando la crispación, el miedo, el desánimo. Pero también es verdad que hay todo un pueblo que observa cómo juega cada jugador. Hoy, en esta jugada que empujó a Redrado a esposarse al sillón del BCRA, el pueblo decidió permanecer ajeno a la confrontación. Pero no hay que olvidar que en el 2008, por hache o por be, no estuvo ajena a la confrontación. Se movilizó. En esa ocasión, fue usada y se desmovilizó desilusionada. Pero se puede volver a movilizar.

Movilizándose o no, participando o no, muy amplios sectores de la población están observando todo el proceso con atención. En 2008 dieron una señal fuerte. En junio del 2009, otra. Sepa el Gobierno interpretar las señales.

La derecha cerril ofrece al mercado de ideas y de voluntades su propia interpretación de esas señales. Una de ellas, la más guaranga, es la expresada en la cita del señor Huergo, reproducida más arriba en esa entrada. Otra es la muletilla, falsa, de que el 70 por ciento de la población está en contra del modelo. Es falso. La inmensa mayoría de la población está en contra de que se sigan apañando -desde el poder formal- los viejos cánceres de la sociedad argentina. Está en contra de la corrupción y de la falta de decisión para la resolución de problemas concretos, básicos, menos abstractos. Está en contra de la eternización de la pobreza. Está en contra de la falta de políticas de inclusión para una generación entera de jóvenes que andan sin ton ni son en la calle, sin proyectos ni sueños. Está en contra del persistente deterioro de los logros culturales entre las capas populares. Está en contra de los discursos que exponen conceptos abstractos en mitad de la cena familiar. Está en contra de la corrupción en la burocracia estatal. Está en contra de los estilos patoteriles.

Pongo un ejemplo concreto, que tiene nombre y apellido: indec. ¿Qué provoca la manipulación de las cifras del indec?

Para aquellos que tradicionalmente obtienen pingües beneficios a través de procesos inflacionarios, la existencia de un índice que no refleje ese proceso con la fidelidad (o falta de fidelidad) que ellos quisieran, ven en el gobierno al ladrón que le mete la mano en los bolsillos.

Para aquellos que tienen que pagar deudas en las que los índices de inflación juegan en su contra en relación directa a su número, es decir cuanto más altos más pierden, ven en el gobierno a alguien que defiende sus intereses. Si el deudor es el Estado, los intereses son los del Estado.

Para la prensa que defiende los intereses de los primeros, la manipulación inconveniente del indec es la herramienta más a mano, más eficaz, para tirar dardos envenenados contra el gobierno. La razón es sencilla: el adulterador no se puede defender.

Los ciudadanos corrientes, ni tienen por qué saber qué representa un índice de precios, ni tiene por qué aprenderlo y, lo más importante, no tienen por qué interesarse. Existe algo tan simple como la representación. El ciudadano elige intérpretes que interpreten por ellos. El ciudadano de a pie, simplemente, lee los diarios o escucha radio y televisión. Estos dicen que el gobierno modifica los índices del indec y el gobierno no dice -porque no puede o porque no sabe- por qué los altera. La consecuencia de ello está a la vista. Si al gobierno no se lo pudiera atacar por ese flanco porque, al no alterar las estadísticas, los que se benefician con la inflación alta siguen ganando fortunas, el pueblo tendría más simpatías por el gobierno, aunque tuviese que seguir poniendo del bolsillo propio los beneficios de quienes se benefician. En cambio, al ser atacado por ese flanco, el ciudadano le resta apoyo al gobierno, aunque se beneficie por la táctica del gobierno.

Pero, más allá de todo esto, el procedimiento mismo, el recurso mismo de alterar el metro con que se mide es propio de tenderos tramposos y eso es, en definitiva, lo que el ciudadano corriente no acepta ni aceptará jamás, por más que en la vida privada sea uno de los que compran repuestos de autos en los desarmaderos, o den una coima para zafar de alguna contravención.

Este modo de obrar y juzgar está en la naturaleza humana del ciudadano común que, por su propia posición de sumisión en una sociedad de poder violento, por instinto de conservación, común a todas las clases, actúa necesariamente con doble moral. La peor señal que pueden recibir los ciudadanos desde el Estado, es que la propia acción de quienes tienen la responsabilidad de mantener la ética, la violan. Al violar las normas éticas desde el poder, quedan los propios ciudadanos desnudados, como una suerte de partícipes necesarios.

Si quienes manejan las políticas de comunicación del Gobierno ignoran esto tan elemental que hace a la naturaleza humana, entonces no pueden quejarse de la falta de comprensión de la ciudadanía. El ciudadano de a pie no participa de la idea de que no importa que roben si hacen; sí participa de la idea de que, si roban que no se note, que no escandalice. No en vano los yanquis, maestros en esto del capitalismo y la ciudadanía, han establecido la legalidad reglamentada del lobby, que es, en términos éticos, la medida tolerable de la corrupción estatal en connivencia con la corrupción privada. El alcance del término realpolitik es mucho más amplio y abarca mucho más de lo que normalmente se cree.

El conflicto que existe entre el Gobierno nacional y las corporaciones, que lleva ya dos años en etapa caliente, es un conflicto de poder. Se pelea por el poder real. Para su resolución hay dos caminos: la guerra o la paz. La violencia o la política. Existe en nuestra patria, gracias a Dios, consenso unánime a la renuncia de la violencia como arma política. Eliminada esa posibilidad, queda la política. En este terreno, la batalla final se gana o se pierde en las urnas. Y en las urnas, les guste o no a muchos políticos, definen las clases medias. Es a ellas a las que el Gobierno tiene que atender en los próximos dos años. De nada vale espetarles: Ea, giles: son los más beneficiados con nuestras políticas y se ponen en contra... O llamarlos masocas, como tituló un artículo de la revista Veintitrés de esta semana que trata el tema, superficialmente. De nada sirve. Todo lo contrario. De lo que se trata es de: Comprender una idiosincrasia; establecer las demandas; satisfacerlas. El objetivo de todo ese esfuerzo: ganar la batalla.

Los políticos de la oposición, en general, no van por el buen camino en ese sentido. Están confundidos en este aspecto: creen que las demandas de la ciudadanía se traducen en las expresiones marginales de ésta, que son, precisamente, las minorías miserables que llenan con expresiones de odio los subsuelos de los diarios online. Y se suman al coro. Esta acción caníbal favorece al gobierno ya que aleja a la oposición de las clases medias que protagonizaron la demanda del 2008. Una prueba cabal de ello fue el resultado electoral que obtuvo Solanas en Capital.

El Gobierno debe rever sus políticas de comportamiento frente a la sociedad. Pero no en un sentido de claudicación, o de sometimiento pasivo a las exigencias vacías de los medios, sino en un sentido de compromiso con las demandas reales de una gran porción de la sociedad argentina que ya gritó que se vayan todos, que ya demandó en varias ocasiones, y que está a la espera de una verdadera y profunda reconstrucción de las estructuras políticas.

Los gorilas inveterados, los racistas recalcitrantes, los (y sobre toda las) machistas atávicos y los imbéciles de toda imbecilidad son irrecuperables. Ocuparse de ellos es una pérdida de tiempo y de energías, a la vez que sirve para alimentar a las fieras. Y, lo más importante de todo, no representan, por mucho ruido que hagan en los subsuelos de los diarios on line, nada más que una minoría de esas clases sociales medias. La inmensa mayoría demanda otras cosas, más trascendentes y que sí deben ser escuchadas y satisfechas.

Quienes vemos en este proceso iniciado en el 2003 una luz de esperanza nos hemos enojado con el arreo del 2008. Nos hemos enojado con nuestros vecinos, con nuestros hermanos de clase social que marcharon engañados tan burdamente por los patrones rurales. El enojo era comprensible; se trataba de nuestros propios congéneres. Pero ese enojo nos impidió ver las causas últimas del arreo, así como nos impidió ver la fragilidad del arreo. Superado ese enojoso episodio, es hora de ponerse a estudiar qué es lo que hizo que tantos millones de nuestros compatriotas se sumaran en favor de una lucha que iba, como fue siempre la de esos sectores patronales, y siempre irá, en contra de sus propios intereses. Y una vez establecida la naturaleza de la demanda, satisfacerla. Nada más sencillo, nada más difícil.

El arreo ya fue. Pero la demanda que lo posibilitó está ahí, latente. En cualquier momento y por cualquier circunstancia azarosa, puede volver a expresarse, ya no como arreo en manos de hacendados rastacueros, sino bajo las formas más impensables que el Azar establezca. Si el 2001 fue el hito que marcó el fin de una era; si el 2008 fue el hito que marcó que esa era no se decidía a morir del todo ni la nueva a nacer de una vez; los próximos años pueden dar lugar el hito que martille el último clavo del ataúd de la vieja política corrupta, camandulera, clientelística, patotera, favorecedora de amigos, eternizadora de la falta de equidad social. El deseo es, claro está, que se dé en forma civilizada, pacífica.


Alfredo Arri (Theodoro)

Primera Parte: AQUI Segunda parte: AQUI

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El arreo (Segunda parte)

Bitácora del ciudadano de a pie.

El arreo (Segunda parte)

3. ¿Quiénes dieron cuerpo a esas multitudinarias concentraciones populares de 2008?

En los días calientes del conflicto, cuando, repito, se creó un clima de tensión social creciente que exacerbó los ánimos de tantos día tras día, surgieron las respuestas inmediatas para la pregunta que abre este apartado: Que son los gorilas de toda la vida; que hay un componente de machismo exacerbado; que hay otro componente racista y discriminatorio; que son los cándidos que compraron el verso de la chamarrita campera (El campo es el motor de la economía, y todos los lugares comunes billikenescos que ya conocemos desde la escuela); y caracterizaciones por el estilo.

Pero cuando impera la razón, tales respuestas caen, si no por inválidas, al menos por insuficientes. En primer lugar, dos concentraciones multitudinarias y próximas entre sí en el tiempo, conformadas en cada ocasión por alrededor de un cuarto de millón de personas -una auténtica movilización popular- obliga a admitir que tal fenómeno fue la expresión física de un colectivo que podríamos calcular en millones sin temor a equivocarnos. En otras palabras: si dos veces un cuarto de millón de personas decidieron movilizarse, millones había que los acompañaron pasivamente, desde sus casas, a través de los medios.

Admitido esto, una vez que hablamos de millones de argentinos ya no podemos considerar con seriedad las explicaciones facilistas o panfletarias tales como las del gorilismo inveterado, el machismo recalcitrante, la discriminación racial. Esos colectivos miserables existen, por cierto, pero aun en su conjunto no alcanzan a sobrepasar una minoría. Más allá de estos grupos de irracionales que se suben a cualquier colectivo con tal de dar cabida a sus miserias humanas, el hecho cierto y concreto fue que se movilizó una parte importante del pueblo, y que se movilizó por causas diversas a las de las motivaciones miserables.

Dejo para más adelante las causas. Concluyo con la respuesta a la pregunta de quién o quiénes se movilizaron durante las jornadas turbulentas de la primera mitad del 2008. Qué parte del pueblo se movilizó. Y la respuesta es clara: quienes le dieron cuerpo a los patrones rurales soliviantados en defensa cerril de sus ya abultados bolsillos fueron hombres y mujeres de las clases medias urbanas; clases caracterizadas por: a) un nivel de vida material más o menos holgado, aun en quienes se hallan en los umbrales de esa clase social; y b), una formación cultural media, es decir, por encima de la formación cultural de las capas bajas de la sociedad, y por debajo de la media de los colectivos ilustrados. Esto se puede simplificar, a los efectos de este ensayo, en la siguiente caracterización: claees medias caracterizadas por una alta participación política y una deficiente o básica formación política.

El representante típico de estos grupos sociales sería aquél que, por ejemplo, es capaz de organizar una movida vecinal destinada a mejor las políticas de seguridad pública de su comunidad sin tener una idea más o menos seria de qué es una política de seguridad, de cómo implementarla, etc.. O,si se prefiere un ejemplo más crudo, va el estereotipo tantas veces usado: el individuo que afirma orondamente: tengo derechos porque pago los impuestos.

Por último, cabe destacar que, por circunstancias históricas concretas, objetivas (además, comunes en muchas democracias formales del mundo), se trata precisamente de los grupos o clases sociales en cuya voluntad, en cuyas voluntades individuales a la hora de votar, se halla la pequeña pesa que inclina el fiel de la balanza. Paradojas de la democracia, por cierto.


4 ¿Por qué las clases medias urbanas se movilizaron detrás de la movida campera del 2008?

Aunque ya fue declarado en el apartado anterior, vale recordar que dejé de lado a las minorías de los miserables; que, aun reconociendo la existencia de tales minorías entre los movilizados, el núcleo importante, determinante de estas masas populares movilizadas habían decidido sumarse a la movilización por otras causas, mucho más públicas y trascendentes que las de satisfacer odios y prejuicios personales. Entre esas minorías, una de ellas -compuesta más por cándidos que por miserables-, estaban los que se comieron el verso folclórico de “el campo” como motor de la economía nacional y toda la cháchara con las que nos aleccionó desde siempre la oligarquía agroexportadora del Centenario y sus descendientes mimetizados entre los grupos financieros, agroindustriales y mediáticos. Saco del análisis a todas estas personas que, en conjunto, no determinaron la condición de multitudinaria de aquellas movilizaciones populares. Digamos que estas personas, estos grupos, en su conjunto, formaron algo así como las barriadas periféricas de una gran ciudad. Lo que importa aquí es la ciudad, el universo, el núcleo vivo de esa demanda social materializada en las movilizaciones que conocimos todos y que trato aquí.

Aclarado una vez más eso, paso a lo que sigue, esto es, tratar de descubrir la naturaleza misma de la demanda social y política que movilizó a una parte numéricamente significativa de nuestra ciudadanía entre mayo y julio de 2008. En menos palabras: tratar de descubrir cuál era esa demanda. Y añadiría: cuál era y cuál es, pues desde ya se puede sospechar con total libertad que esa demanda, cualquiera que haya sido, cualquiera que sea, no ha sido satisfecha con la desmovilización que siguió al fin del conflicto entre el Gobierno y “el campo”, después de una resolución legislativa sobre una resolución ministerial.

Descubrir, o tratar de descubrir la demanda que obró como fuerza movilizadora no prevista, que aparece como fenómeno, no es sencillo. Mucho más para quien, desde una posición de mero observador y con las únicas herramientas de su propio raciocinio, sin título habilitante, digamos, para abordar tales fenómenos, lo hace como simple ciudadano de a pie. Y esa tarea de tratar de ver la esencia del fenómeno complejo se complica aún más cuando la información que el ciudadano de a pie recibe es una errónea, o sesgada, o parcial, o estereotipada. Me refiero concretamente aquí, por supuesto, a los medios.

Vaya un solo ejemplo para ilustrar lo expresado en el último párrafo: por increíble que parezca, todavía hoy, a ocho años de acaecido el hecho significativo, muchos siguen repitiendo la muletilla de que las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001 obedecieron a la bronca de la ciudadanía por la pérdida de los ahorros depositados en los bancos, por el corralito. Ése es el mejor ejemplo para demostrar la liviandad -deliberada o no- con que los medios masivos de comunicación tipifican, encasillan, caracterizan o disfrazan los hechos.

Si uno quiere asomarse a la naturaleza de las movilizaciones de diciembre de 2001 con una fórmula simplificadora como la que emplean los medios, habría que elegir una que abarca todo el fenómeno: fue la movilización del que se vayan todos. Fue el argentinazo que marcó un fin de época. Fue el tsunami social que gritó hasta aquí llegamos, no va más.

Desde posiciones ideológicas más apropiadas para el diálogo entre grupos duros, digamos, no está mal afirmar que el argentinazo fue la verdadera clausura de la dictadura militar (tal como lo caracterizó una periodista francesa, enviada para cubrir esa conmoción social); y tampoco está mal afirmar que fue el hundimiento del neoliberalismo en la fosa más profunda del Oceáno Pacífico, como dijo Fidel Castro en las escalinatas de la Facultad de Derecho, en aquella recordada noche porteña con perfumes de azahares revolucionarios. Pero en este momento de mis reflexiones pretendo alejarme de ese lenguaje ideológico e insistir en la misma idea pero con un lenguaje más abarcador: fue un acto de clausura, sí, pero, ¿de qué?

Y es en este punto cuando aparece la verdadera dificultad para dar la respuesta acertada una vez que uno se ha despojado de la mirada ideológica. Porque en ese hartazgo nacional y popular había demasiadas cosas, acumuladas durante muchas décadas, como para que pudieran ser fundidas todas en alguna fórmula estricta, más allá del contundente pero a la vez poco preciso que se vayan todos.

De todos modos, vale la pena el esfuerzo para alcanzar una respuesta. Pero como aquí vengo tratando un análisis de las movilizaciones del 2008, ejecutadas, llevadas a cabo por un sector social bien determinado -las capas medias urbanas-, se hace imprescindible relacionar esas mismas capas a las masas que provenientes del mismo sector social -junto con otras en aquella ocasión- lanzaban en el 2001 la consigna: Piquete y cacerola, la lucha es una sola.

¿Qué sucedió en seis años y meses transcurridos entre las movilizaciones de diciembre del 2001 y las de mayo-julio del 2008 para que esas dos capas sociales que se habían unido para lograr el alejamiento del gobierno corrupto e ineficaz de la Alianza, y con ello clausurar un ciclo histórico caracterizado por el aniquilamiento social y cultural terminaran separándose, y aun -si se quiere- enfrentándose?

La respuesta surge de suyo, solita: la existencia de la experiencia kirchnerista, que había logrado contener, de una manera imperfecta pero efectiva, a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Si esto fue realmente así, ¿por qué se produjo la separación, y aun el distanciamiento, entre las capas populares de la ciudadanía; trabajadores y excluidos por un lado, y clases medias por el otro?
¿Por qué ese distanciamiento de las clases medias urbanas que, en términos relativos, había salido de la crisis del 2002 mucho más beneficiada por las políticas económicas llevadas a cabo por el kirchnerismo que los sectores más humildes de la población?

Ensayo una respuesta. En primer lugar, no es posible eliminar del todo como causa de ese alejamiento la prédica deletérea de los medios de comunicación, de las empresas mediáticas, al servicio de una derecha que -superada la crisis (según ellos, la crisis fue superada, lo cual no es verdad)-, veía con espanto que el gobierno desarmaba, tibiamente, las estructuras que les habían permitido usufructuar el poder real y los beneficios de la renta nacional, brutalmente distribuida a su favor. Pero así como no es posible eliminar del todo ese factor como causa, tampoco es pertinente adjudicarle el carácter de causa única, ni siquiera principal.

Aún así, esta causa obró y obra como determinante en una parte importante de la sociedad pero no en toda ni mucho menos, y fue notoriamente eficaz en dos ocasiones: una, la que nos ocupa aquí, las movilizaciones del 2008; y, dos, las elecciones de junio del 2009. Para la primera, puedo afirmar sin lugar a equivocarme, que la campaña mediática al son de la chamarrita campera, tomó desprevenida a la sociedad en su conjunto. Con las defensas bajas, digamos. Y para la segunda, por qué no admitirlo, obró a la manera del marketing comercial, dirigido a un mercado comprador de candidatos según las reglas de un consumismo muy arraigado en la sociedad, y en todas sus clases populares.

Tampoco puede descartase o no considerar como pertinente el argumento que apela a explicar el alejamiento de las clases medias del kirchnerismo a la desconformidad por las formas, sean éstas las surgidas de un modo de obrar en la comunicación, ya sea éstas surgidas de formas de obrar en los hechos mismos. Es en este punto cuando la palabra de moda, crispación, adquiere visos de adecuación, de pertinencia. No es lícito despreciar el argumento. Cualquiera que aborde el tema con imparcialidad podrá comprobar que el mismo argumento es el que, por el mecanismo contrario, acercó al kirchnerismo a significativos sectores sociales que estaban alejados del peronismo en general y del kirchnerismo en particular.

Si se hila fino, el repentino parto de Carta Abierta es la perfecta metáfora de ese fenómeno. Y si se recuerda el acierto retórico de quien, por circunstancias trágicas se ve forzado a ser escueto a la hora de expresarse, argumentó su fidelidad al proyecto del gobierno nacional con una fórmula rotunda: los enemigos. Decenas de miles de personas de diversas capas sociales adhirieron súbitamente al proyecto kirchnerista, guiados por el mismo sentimiento del diputado Rivas, o de los hacedores de Carta Abierta. La crispación de los de la vereda de enfrente. Así que este argumento de la desconformidad con las formas, de la recíproca y mutua crispación de unos y otros, no puede ser desdeñado de ninguna manera.

Y, hay que decirlo, si bien la responsabilidad por el fogoneo permanente de esa crispación es de la derecha cerril, que se ha aguarangado como jamás se vio en décadas, la responsabilidad por poner freno a ese fenómeno es, sin duda alguna, del Gobierno. Aquéllos representan intereses; el Gobierno representa a toda la nación. Y la enorme mayoría de la población, aquí y en la China, por decirlo en forma coloquial y redonda, lo último que quiere, sobre todo en tiempos de bonanza, es vivir en estado de crispación, de recelo mutuo, de insultos compartidos.

Y por último, tampoco puede nadie morigerar la importancia de otro argumento: el ético. Es verdad que la ética está devaluada en nuestra sociedad posmoderna debido a la prédica amoral de los medios masivos de comunicación los que, teniendo como objeto económico fomentar el consumismo, y como objetivo cultural adormecer a sus propios consumidores, no le hacen asco a ningún mecanismo de destrucción de valores. Pero que la devaluación de la ética esté presente en los medios no significa, ni mucho menos, que las personas corrientes, en su inmensa mayoría, no abracemos principios éticos que -a pesar de las inevitables (y saludables) adecuaciones a los tiempos- tienen vigencia universal y milenaria. Los ciudadanos corrientes pueden dividirse en partidos opuestos alrededor de cuestiones éticas novedosas, como el matrimonio entre personas de un mismo sexo, el aborto, o la propiedad privada sobre los genomas, pero hay un partidoético único alrededor de normas morales menos novedosas, tales como la condenación al robo, a la corrupción, al abuso de poder, a la soberbia del poderoso.

Amplios, muy amplios sectores de la población, sobre todo entre las clases medias urbanas, no toleran la corrupción pública desenfadada. Así se trate de un negociado en ámbitos ministeriales en el que aparecen facturas truchas; así se trate de un ordenanza que transportó media docena de macetas de cannabis en un auto oficial; tales actos son, para amplios sectores de la población, motivo de rechazo, más allá de causa de crispación, o fastidio, o simplemente hartazgo. Y hay que decir también, con total honestidad, que esa causa estuvo presente con mucho más intensidad en las duras jornadas del 2001 que ahora. Es aquí, en ese punto, donde explotaban otras consignas, más dolorosas: ¡ladrones!, golpeando los portones de los bancos, y ¡Cavallo, compadre...! en la madrugada del 20 de diciembre. Nadie olvide que Domingo Cavallo arrojó su renuncia al cielo, en esa madrugada, desde un edificio rodeado de una muchedumbre dispuesta a todo.

Por supuesto que la inmoralidad y amoralidad que ejercen los sectores privados se la condena también. Sólo a una exaltada y confundida política se le puede ocurrir beneficioso para su imagen declarar que los hijos de la señora Ernestina Herrera de Noble son nuestros hijos. El pueblo condena toda esa amoralidad, como condenó a los negociados privados que se hicieron con el fútbol, o condena los negocios obscenos que se hicieron y se siguen haciendo a través de las empresas de servicios públicos privatizados. O condena con los más duros epítetos la deslealtad de no vicepresidente Cobos. Pero, otra vez, condena con más dureza a quienes tienen la responsabilidad de mostrar, desde el Estado, en el ejercicio del Gobierno, que la ética forma parte de la gestión pública. Nadie crea sin beneficio de inventario esa muletilla de que al pueblo no le importa que se robe mientras se haga. Es falsa. El pueblo condena a un Cobos por desleal, y aprueba a un Chacho Álvarez por ético y le patea el hígado el que se aproveche del Estado para beneficio propio.


Alfredo Arri (Theodoro)


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El arreo (Primera parte)

Bitácora del ciudadano de a pie. Ensayos módicos.

El arreo. (Primera parte).

Introducción.

En los últimos días de 2008, luego de reflexionar alrededor de una cuestión compleja, acaecida en medio del conflicto entre las patronales agropecuarias y el Gobierno nacional, escribí un texto que luego decidí no publicar en mis blogs. Ese texto contenía algunas reflexiones que pretendían dar respuesta a un interrogante que no tenía entonces, ni tiene ahora, solución evidente: Cómo y por qué una movida surgida de grupos de poder económico llegó a provocar dos multitudinarias concentraciones populares en apoyo a la lucha de esos grupos de poder contra el gobierno.

Había arrancado mis reflexiones -entonces- con duros juicios de valor hacia ciertos sectores de las clases medias urbanas; y en esa parte inicial del ensayo, con una fuerte carga emotiva puesta en el mismo acto de escribir, había elegido un verbo con connotaciones peyorativas, verbo del cual uno de sus derivados daba -y da- origen al título de ese texto. A pesar de esa carga emotiva, las reflexiones me llevaron a comprender el fenómeno de un modo diverso al de la mera mirada pasional del momento, y no me avergüenza decir que llegué a elaborar una respuesta decorosa. Sin embargo, al concluir tales reflexiones, en forma paradójica, comprendí que ese verbo de ninguna manera podía ser substituido. Había quedado demostrado por los hechos mismos que esas multitudes habían sido efectivamente arreadas por los sectores patronales del poder agropecuario. Para más, dado el carácter campero de los protagonistas, el verbo era más que apropiado.

Sin embargo, fue la circunstancia de no considerar siquiera la substitución de ese verbo lo que me llevó a no publicar el texto.

Hoy, a casi dos años de iniciadas aquellas jornadas de muy alta conflictividad social y política, aquellas reflexiones no sólo no perdieron vigencia, sino que se mantienen tan en correspondencia con los hechos que se observan día a día hoy, que me permito ahora publicarlas, sin cambiar el verbo elegido, ni el título de la nota.

De todos modos, en lugar de recurrir al cd donde se encuentra el archivo de aquella nota para venir a pegarlo aquí, decidí reescribirla en su totalidad. Estoy seguro de que esta decisión me salvaguardará de los excesos de adjetivación que en el texto original seguramente deben existir.

Por último, la motivación para publicarlo ahora surgió de la lectura de un texto de José Natanson en Pagina/12 de hoy, Banana Republic. Este texto está relacionado con mis reflexiones y eso me provocó: primero, recordar ese módico ensayo y, en segundo lugar, remozarlo con nuevas reflexiones o, para ser más preciso, con nuevas construcciones discursivas.

Dicho todo esto como una suerte de introducción, paso al tema.


El porqué del verbo.

El diccionario de la Real Academia es taxativo: el verbo arrear no es aplicable a las personas, sino a las bestias. Por lo tanto, no debería utilizarlo bajo ninguna circunstancia para referirme a personas. Sin embargo, no me resigno a abandonarlo desde el momento que es el adecuado, dadas la características de quienes convocaron a esas movilizaciones populares. Éstos, como hombres de campo, habituados al manejo de las haciendas, no tuvieron ningún prurito en reunir malévolamente a esas multitudes como elemento de presión contra el gobierno para lograr un propósito tan acotado como claro: un paquete de miles de millones de dólares de renta.

En el transcurso de todo el conflicto, que duró meses y produjo un estado de ánimo en la población en general que fue el más tenso de los veintitantos años de democracia, los patrones rurales no tuvieron ningún miramiento en utilizar a esos sectores movilizados, sin detenerse, ni por un minuto, a tratar de satisfacer las demandas políticas y sociales que llevaban los ciudadanos que le dieron cuerpo a esas movilizaciones. Todo lo contrario: desde el principio y hasta el final del conflicto, trataron a esas masas populares de la misma manera como trataron toda la vida a sus peones: como una hacienda a la que se la arrea.

Los hechos que demostraron palmariamente esa actitud quienes saben de arreos de vacas y peones que tuvieron en forma unívoca los dirigentes de la mesa de enlace fueron muchos, pero dos de ellos se destacaron por su honestidad brutal. El primero fue en el propio acto del 25 de Mayo en los alrededores del Monumento a la Bandera en Rosario. En esa ocasión, asaltado por los incubos y súcubos de la tribuna de trinchera y de las multitudes exaltadas, y sin la experiencia de trinchera del político, Alfredo De Angeli soltó burdamente: Toda esta multitud, señora Presidenta, puede ser suya.

El ofrecimiento de la multitud al oficialismo si éste hacía lo que los patrones rurales exigían fue una muestra de honestidad brutal y, a la vez, de ignorancia política. La ignorancia radicaba en la circunstancia de que no eran ésas, precisamente, las multitudes que podían ofrecérsele en bandeja al oficialismo. Acertaría uno en afirmar sin rodeos que era todo lo contrario. Pero más allá de esta muestra de ignorancia política, o de no comprender cabalmente el fenómeno por ellos mismos provocado, el hecho concreto fue que el dirigente, en el fragor del discurso, ofreció a las masas convocadas. En otras palabras: consideraron que esas masas habían sido arreadas hasta allí y de la misma forma podían ser arreadas hasta donde ellos quisieran.

El segundo hecho brutal fue echar -o no permitir el ingreso, para el caso es igual- de Elisa Carrió al palco palermitano de los vencedores. En este hecho no tiene importancia alguna la circunstancia de que la presencia de la política chaqueña en ese sitio fuese nada más que una muestra de oportunismo. Lo importante es el carácter de simbólico que tuvo tal rechazo. Elisa Carrió representaba entonces y representa ahora a un sector numéricamente importante de esas clases medias urbanas, muchos de cuyos adherentes personales, sin duda alguna, habían ayudado a colmar las inmediaciones del Monumento de los españoles y las inmediaciones del Monumento a la Bandera.

Con estos hechos concretos, significativos, los dirigentes de la mesa de enlace demostraron redondamente que no les importaban, ni las masas populares convocadas, ni sus demandas políticas, ni la mismísima política. Sólo querían, en lo inmediato, quedarse con los miles de millones de dólares de renta que recuperaban al caerse la resolución 125, y en lo político mediato, que el gobierno populista de los Kirchner se debilitara sin remedio para su substitución -a su debido plazo o antes- por otro que les asegurara el retorno inmediato a la Argentina de toda la vida, es decir, a la de la Argentina exportadora de las materias primas de “el campo”, a una economía cuya característica más notoria es la evasión, la elusión, el trabajo en negro y ahora, gracias a la tecnología posmoderna de los agronegocios, a le expulsión de las poblaciones rurales hacia las periferias urbanas.

Recordaré una vez más el crudo análisis de los resultados de las elecciones del 28 de junio del 2009 que escribió en Clarin Rural el señor Huergo:

El resultado electoral es un triunfo contundente de la Argentina Verde y Competitiva. Ganó la soja. Ganó el modelo del eje Rosario-Córdoba, el nuevo centro de gravedad de la economía argentina. La sociedad entiende que no se pueden atender las necesidades de los sectores postergados, representados por el eje Matanza-Riachuelo, expoliando al interior genuinamente productivo. Como decíamos una semana atrás, no es desnudando al santo del interior como se va a vestir al santo del conurbano. Hace falta "otro modelo".

Fuente. Clarin Rural


Es tan clara la exclamación en caliente del ruralista que si le echase agua la enturbiaría.

Por supuesto que las masas populares -integradas principalmente por las clases medias urbanas- que apoyaron la movida ruralista no son bestias. Pero que fueron -objetivamente- arreadas porque fueron consideradas en todo momento hacienda negociable por los rastacueros campestres, lo fueron. Tanto fue así que esas propias masas populares, ni bien comenzaron a comprender la peregrina mezquindad de los promotores de esas marchas, fueron abandonándolos. Sin prisa, pero implacablemente. La última convocación de la mesa de enlace, también en Palermo, fue un rotundo fracaso. Y fue patético el magro espectáculo, además. Ahí estaban, en la platea vip del show, los personajes más oscuros de la política, la intelectualidad y la farándula de Argentina.


Alfredo Arri (Theodoro) Segunda parte: AQUI

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