La columna del tio Gaspar

El tío Gaspar.


Mi tío Gaspar vendría a representar la pata más derechosa de la familia. Familia... bueno: es un decir. En realidad el tío Gaspar es un pariente lejano y francamente no sé cómo lo heredamos, para decirlo de una manera elegante. Lo cierto es que vive con nosotros, en el conventillo del perro, desde hace una pila de años. Come y consume como el que más, pero aporta poco: nada más que su jubilación, que es la mínima. Tiene como noventa años. Celebra sus cumpleaños en forma discreta, creo que en agosto, o setiembre. No sobresale por sus buenos modales, pero tampoco podría decirse que su proximidad provoca rechazo. Lo que quiero decir es que no hace ruido al tomar la sopa y suele ser discreto a la hora de cepillar su dentadura bajo el chorro de agua de la pileta de la cocina, o lavarse los calzones. En su pieza cuelga un cuadro con la imagen de un militar con el pecho cruzado de medallas; reposa una guitarra que el viejo de vez en cuando tañe con fervor y no sin alguna gracia; hay un cofre con cartas que son un misterio para todos; y viste una pared una estantería con un centenar de libros, una pila de partituras y algunas fotografías de familia más la urna con las cenizas de su mujer, Olimpia. Dicen que en su juventud fue militante violento de los nacionalistas locales que postulaban la victoria del Eje, pero no hay sobrevivientes de esa época que pudiesen dar fe del chisme. Le gusta la polémica, sobre todo cuando se trata de temas de la esfera política, tanto de la nuestra como la del mundo. Es tan rabiosamente antikirchnerista que afirma que lo único rescatable de este gobierno es el canal Encuentro y, "que de todos modos, habría que prohibirlo". Esta condición de neogorila en la que suele caer por el calor de la polémica lo transforma en un energúmeno, lo cual provoca que, como polemista, caiga en el irrespeto. Si se mete en una discusión casera, invariablemente termina con un insulto. En realidad, más que insultar, termina respondiendo al insulto, ya que es a él a quien se lo insulta primero. Ante este común incordio doméstico, le propuse al viejo cabrón que, en lugar de exponer sus puntos de vista a la polémica viva en el conventillo, lo hiciera por escrito en mi blog. Lo convencí tras hacerle notar que los polemistas del conventillo del perro no éramos más que cuatro tipejos corrientes sin brillo alguno, mientras que los destinatarios de sus escritos en el blog son -en teoría- el mundo todo. Y el mundo todo incluye, como es fama, a las celebridades del mundo. Quizás hasta lo lea José María Aznar, tío, le dije para entusiasmarlo, y a sabiendas que el político madrileño que en el infierno tiene reservado un trono a la diestra de Franco es uno los referentes conspicuos de mi tío Gaspar, el buen viejo aceptó de buena gana el convite. Esta última noticia me permite cerrar este exordio anunciando a los lectores habituales de este blog que todo lo que está bajo esta sección "La columna del tío Gaspar" en este blog es obra del pensamiento y la pluma de mi tío Gaspar Campos Llanos.

Alfredo Arri. noviembre de 2010
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