sábado, 6 de marzo de 2010

Deuda externa, según Cacho. No: Cacha no: Cacho.

Diálogos de familia.

Mi cuñado el pizzero la tiene clara.
La deuda externa según Cacho.

No, Cacha, no. Cacho.


Así como durante el culebrón Martín Pérez Redrado mi cuñado Cacho, licenciado en economía que tiene una pequeña flota de taxis y una pizzería de puta madre, me sirvió de maestro a la fácil para entender ciertas cosas de estos temas de la macro: así ahora me podía ser útil para comprender un poco más sobre el tema, en esta movida contra Marcó del Pont. Así que ayer al mediodía lo volví a llamar.

-Hola, Negro. -dijo el Cacho ni bien reconoció mi voz-. Tu hermana te estaba extrañando, estaba a punto de llamarte.

-Bueno, mandale un beso y decile que esta noche por ahí nos vemos. No: te llamaba por otra cosa. ¿Sabés que pasa, Cacho?: Te voy a decir la verdad: me siento un poco incómodo con eso de andar poniéndome contento porque el riesgo país baja, los bonos suben... eso, qué se yo. Medio raro, ¿viste? Yo apoyo a Cristina, ya lo sabés, y ahora me sumo a la movida para defender a Marcó del Pont. En realidad, esto de la Marcó del Pont me cuesta menos, porque si bien tengo alma de bolche, no se me escapa que es menos peor un economista desarrolista que uno neo ultra orto. Pero... eso de que los bancos se pongan contentos porque se les va a pagar la deuda....

-¿Quién te dijo que se ponen contentos? Nada que ver.

-¡Cómo que nada que ver! Lo repite todo el mundo....

-Chicanas, Negro, chicanas para la gilada. Todo lo contrario: lo último que quieren los bancos es que el Estado les salden las deudas. ¡Se les acaba el negocio, papá!

-Explicame, a ver....

-Es fácil. ¿Te acordás cuando hace seis años te quedaste sin laburo y desbarrancaste y saldamos tu tarjeta de crédito?

-Sí, claro.

-Bueno. Dejá de lado que la guita te la di yo y que a los dos años me la devolviste, ¿ok? Hacé de cuenta que era tuya, que la tenías en el colchón, al pedo. ¿Okay?

-Sí

-Beno: a esa guita del colchón llamala reservas A la que tenías en el colchón. Bueno, con esa reserva saldaste la tarjeta de crédito que te estaba ahogando. Cada vez que pagabas el pago mínimo, rompiéndote el culo, más debías. ¿Por qué? Por los intereses usurarios. Mes tras mes, más debías, a pesar de que, ni aumentabas las compras, ni nada. Debías cada vez más por la trampa del sistema. Bueno: la saldaste y le rompiste el negocio al banco. Así de simple. A esa deuda llamala deuda externa y a la guita con que saldaste reservas. Te quedaste con menos reservas, pero te sacaste el cáncer de encima y, además, le cagaste el negocio al banco. Así de sencillo, negrito querido. ¡Minga que estaban contentos de que le saldaste la deuda! ¿no te mandaron mil cartas, después, para tentarte a que cayeras de nuevo en la trampa?

-Sí.

-Pues ésa es toda la historia, Negro. Por eso están recalientes. Y te digo más: si un día el pueblo se vuelve loco y salda todas las tarjetas de crédito el mismo día, los bancos, aquí, quiebran. ¿Sabés por qué? Porque la gente aquí es tan pelotuda que les paga al banco tasas usurarias a los bancos y entonces éstos ni siquiera tienen necesidad de prestar dinero en préstamos reales. Los bancos tienen dos clientes bobos: nosotros, el pelotudaje que compra un lavarropas en doce cuotas con tarjeta de crédito, o va a comer a un restaurant y paga con tarjeta de crédito y a fin de mes se da cuenta de que no le daba el cuero para comer en ese restauran; y, dos: El Estado, que paga como un boludo intereses más intereses. Cuando a mí me faltan un par de lucas para pagar los sueldos, el banco me pide una barbaridad. Ahí perdí. Trato de evitarlo. El Estado pierde siempre. Total, como es guita ajena.... Si los bancos en nuestro país pierden los dos clientes bobos que tienen, tendrían que ponerse a prestar dinero en créditos a tasas razonables, que tienen riesgo y menor rentabilidad. O desaparecer.

-Vos dijiste que los intereses que te cobran en el banco por financiar una tarjeta son usurarios.. Entonces, de alguna manera son ilégitimos.

-Sí, claro. Pero te la tenés que aguantar porque todo el sistema judicial está para favorecer al banco y romperte el orto a vos y a tu familia por diez generaciones. Te embargan hasta las pestañas y te ponen en el Veraz, que es algo así como el riesgo país, pero para los chabones. Está todo pensado para joderte, Negro. La única que te queda es vivir con lo que te dan los ingresos, Y cuando tenés que cambiar el lavarropas, por ejemplo, entonces sacá un crédito en el Banco Nación y a otra cosa mariposa. A este bajo interés que te va a cobrar el Banco Nación para un crédito personal, o la diferencia de tasa con la tasa de mercado de tarjetas llamalo subsidio, o gasto social. ¿La tenés?

-Sí.

-Desendeudarse, Negro, le trae un serio problema a los bancos, que la han ganado fácil durante años. Y mucha. La levantan en pala y sin riesgos. Ahora, Negro, el tema no son solo los bancos. También son los parásitos que viven de todo este curro mundial. La deuda externa del país, Negro, y los fondos de argentinos en el exterior son cifras parecidas. No son la misma cosa, claro, pero no es ninguna casualidad. Este país ha sido esquilmado durante treinta años seguidos, sin asco, sin contemplación alguna. Tu Cristina les mojó la oreja a estos parásitos, Negro, y eso es grave. La van a colgar en la Plaza de Mayo. Con el bolsillo de esta gente no se jode, negrito. Son delincuentes pero de los grosos. Son los que te inflan el precio de la soja o el petróleo hoy, de las casas mañana, son los que te pueden llevar a una guerra con tal de defender sus privilegios. Son de cuidado, negrito. Haceme caso. Olvidate de todo esto. Tu presidenta está condenada. Ella misma lo va a tener que entender, por las buenas o por la malas. Son muy, pero muy jodidos, Negro. A esa gente no se les moja la oreja. Acordate de Shakespeare, negrito: la venganza será terrible. Dedicate a lo tuyo, a laburar, y olvidate de todo esto. Está condenada. te vas a seguir haciendo mala sangre al pedo. Y comprá más rejas para tu casa, negrito. Y si podés, poné una alarma.

-Eh, loco, qué pesimista -le lancé a mi cuñado, al punto que a través del teléfono oía la voz de mi hermana que gritaba no sé qué, pero sin duda alguna cagándose de risa. -¿Qué dice, qué dice?

-Te está gritando desde la caja que con Menem estábamos mejor, ja, ja. Hay un cliente que está esperando una pizza que la mira con cara de malevo. Mejor corto a ver si tengo que intervenir...

-Chau, Cacho, ¿nos vemos esta noche en la cancha?

-Dale.

A la noche, en efecto, nos encontramos en la cancha. ¡Para qué! Perdimos. Dos a uno y de locales. No, si es así nomás: cuando vienen, vienen todas juntas.


Alfredo Arri

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