jueves, 11 de marzo de 2010

Marcó del Pont, Morales, Aguad, Sanz y Carrió.

Bitácora del ciudadano de a pie.

Marcó del Pont, Morales, Aguad,
Sanz y Carrió...¡Qué lo parió!


¿Qué vi anoche en televisión? Un espectáculo triste. Sí, ya sé lo que me diría usted, lector, si puediera decírmelo al toque en lugar de leerme: es política y en política se ve toda la mierda. Es verdad. No lo podría contradecir a usted. Pero, admítame, al menos, que una cosa es saber y otra cosa es ver y oir. Es triste. Da tristeza. Provoca tristeza. Contagia tristeza.

Mi lector habitual ya sabe de la importancia que le doy al lenguaje gestual a la hora de juzgar al prójimo. Bueno: ayer me hice una panzada con mi afición, pues hubo a montones, durante todo el día, para ver y descular.

Lo más notable y notorio fue observar los gestos y oir las palabras de algunos políticos (no todos), a través de los cuales se manifestaba un estado de incomodidad a la hora de tener que hacer el trabajo sucio. Y pensaba para mí: es que no están acostumbrados. Estos tipos, durante décadas, tuvieron a su disposición a profesionales especialistas que hacían el trabajo sucio por ellos. Ellos, los políticos, no se ensuciaban las manos y, además, por eso de los códigos, nunca quedaban pegados, porque los especialistas, ya se sabe actúan en la clandestinidad y nunca delatan para quién hacen los trabajos sucios. Ahora lo tienen que hacer ellos mismos; dar la cara; hablar. Y claro: tragan saliva, inclinan la cabeza, bajan el tono de la voz a la hora de condenar, eluden la mirada del condenado. En este caso de la condenada. Un triste espectáculo. Triste desde la condición humana, se entiende.

Y bronca, también. Bronca de saber que algunos de ésos ya nos gobernaron, robándonos años valiosos de nuestras módicas y sufridas vidas; y bronca de saber algunos de ésos nos podrán gobernar para volver a arruinarnos preciosos años de nuestras vidas otra vez más.

Algunos, no todos, dije párrafos más arriba. Es que hubo entre los políticos de la ejecución sumaria de hoy, otros y otras a quienes no se les movió un pelo a la hora de la puñalada trapera. A estos no les importa hacer el trabajo sucio. Al contrario: hasta cierto regodeo se les advirtió. Pero los otros... un triste espectáculo.

Eso fue al mediodía, por supuesto. A la noche hubo más. Vi TN y tuve la oportunidad de ver en acción al presidente de la UCR, Ernesto Sanz. Nunca lo había visto y oido, con el debido detenimiento, digamos. Pues bien: anoche lo vi y escuché por primera vez. Se dio la circunstancia favorable de que fue entrevistado por Marcelo Bonelli y Gustavo Sylvestre, o sea, no fue entrevistado. Fue un largo monólogo del político durante el cual sólo fue interrumpido como una suerte de apoyatura cómplice a lo que exponía. Pues bien: en ocasiones tales, y sobre todo cuando el sujeto es un auténtico doctor Zarazaza, le salen todos los gestos, tics y movimientos impercepibles que delatan las mentirijillas que se echan a decir. Ernesto Sanz es uno de ésos: un auténtico Licenciado Pirirpipí.

Sin duda alguna, el presidente del radicalismo apunta a jugar un papel más destacado que los chapuceros que ya conocemos, como Gerardo Morales u Oscar Aguad. Éstos son demasiado burdos. Como aquellas viejas propagandas destinadas a la mujer cuando los publicistas las creían unas estúpidas a las que se les debía alertar con eso de: "hasta un niño puede manejarlo", así, tal cual vale el consejo para estos dos: hasta un chico se da cuenta de que son guitarreros de boliche de suburbios. En cambio Ernesto Sanz es un guitarrero que, como distrae con algún viso de buen punteo cuando puntea, o de chispeante acorde cuando rasguea, es menos vulnerable al auto desenmascaramiento. A él se hace necesario desenmascararlo.

La parte más vulnerable de este hombre es el contenido de su discurso. Es decir, si deja uno de distraerse con los rasgueos y punteos más o menos vistosos que desgrana y mete oído a lo que el fulano canta, a la letra digamos, y aplica esa materia que nos enseñaron en el colegio hace años ha, la Lógica, se lo atrapa rápidamente. Zarazacea a morir.

Me tomó de sorpresa, así que no pude registrar debidamente lo que dijo para analizar la estructura de su discurso, pero queda como una tarea pendiente. Sé que podría ir a la página de TN y ver el vídeo, tal vez mañana, pero... no creo que sea necesario castigarme tanto: ya reincidirá. Y más de una vez. Pero que es el doctor Priripipí, de acá a la China. Ya volveré a dedicarle alguna entrada al doctor Ernesto Sanz.

Y el otro espectáculo televisivo que vi para completar la jornada de tristeza cívica de hoy, fue el nuevo episodio de la saga Liberen a Elisa Carrió. Aquí ya no le sabría decir, estimado lector, si fue al mediodía o la tarde o a la noche porque como lo repitieron dieciséis millones de veces en todos los canales, hasta en Canal Gourmet, no sé cuándo fue que la vi. Pero que la vi, la vi. Y la volveré a ver, porque el episodio de hoy da para 678, TVR, Duro de domar y programas afines, anche Youtube.

Pero, ya que nombré a Elisa Carrió, aprovecho para afirmar que lo suyo de hoy fue el perfecto ejemplo de aquello que pidió el documento de la Corte Suprema de Justicia para los políticos "con responsabildiad de gobierno: mesura y equilibrio."

En fin. Una jornada triste para aquella parte cívica que como ciudadano de a pie me convoca día a día. Menos mal que las otras partes de las espiritualidad de este ciudadano de a pie, las privadas digamos, estuvieron a años luz de toda esa basura que mostraron los hombres y mujeres de la runfla, de la cáfila, ante Mercedes Marcó del Pont.

¿Eliminarán mañana del Banco Central a este cuadro valioso de la lucha nacional y popular los señores senadores? ¿Tendrán coraje? Todo parece indicar que sí: que si no lo tienen lo pedirán prestado. Bajarán la cabeza, tragarán saliva, pondrán el tono de sus voces en los niveles del balbuceo, eludirán la mirada directa, pero la ejecutarán. Hacer el trabajo sucio no es para todos, pero lo harán. "Que pongan a otro", espetó anoche en TN Chiche Duhalde cuando los conductores le preguntaron si no pensaba, acaso, que la candidata tenía méritos suficientes para estar al frente del BCRA.


Alfredo Arri

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