martes, 30 de marzo de 2010

El antikirchnerismo y los derechos humanos


Bitácora del ciudadano de a pie. Derechos humanos.

Prólogos, escritores, textos y otras cuestiones.


Por razones personales que muchas veces expuse en este blog, el día a día de la política nacional empezó a interesarme (después de tres décadas en las que había abandonado todo interés por ese día a día, dado el carácter blandengue de los diversos gobiernos que sucedieron a la dictadura finiquitada en el 83 y el carácter antinacional y entreguista de sus respectivas políticas) recién a partir de marzo de 2008. Antes de esa fecha, me dedicaba al arte de sobrevivir en medio de la mediocridad general, disfrutando de mis pequeños bienes pequeñoburgueses y tratando de mantener indemnes los otros bienes, los universales y humanistas, los morales.

Así, entre las muchas cosas que ignoraba de la política nacional de los últimos años, ignoraba completamente que en una edición del Nunca Más de hace unos años se le había añadido un prólogo. Ahora bien: cuando este fin de semana leí la columna de don Alfredo Leuco, que comienza así:

Ernesto Sabato tiene 99 años y no quiere que su cadáver sea utilizado políticamente. Su voluntad es que su velatorio se realice en el club de sus amores de su Santos Lugares. Ultimo deseo: despedirse de este mundo rodeado por la humildad de una barriada obrera. Este testimonio inédito es parte del conmovedor retrato fílmico escrito, dirigido y coproducido por su hijo, Mario Sabato.

Sabato morirá sin saber que “un insolente”, como dijo Julio Strassera, hace cuatro años cambió el prólogo del Nunca más, esas dos palabras que recorrieron el mundo cargando de orgullo a los argentinos y que quedaron instaladas eternamente en la memoria colectiva. Mario Sabato confesó que no quisieron amargarle la vida y por eso nunca le dijeron que Eduardo Luis Duhalde, como responsable de los derechos humanos en la era K, “corrigió” un hecho histórico con un nuevo prólogo porque consideraba que el redactado por Sabato abonaba la teoría de los dos demonios.

fuente: Alfredo Leuco. Retorcidos derechos...



me dije para mí: ¡Pero: ¿cómo hicieron semejante cosa?! Porque al leer ese texto de Alfredo Leuco, en el cual expresamente dice el autor que un insolente "cambió el prólogo", en que expresamente dice que Eduardo Luis Duhalde corrigió un hecho histórico con un "nuevo prólogo", el lector lineal no puede pensar en otra cosa que en eso: un despropósito.

Pero el hecho real es que a la última edición del Nunca Más, ni se le "cambió" el prólogo, ni se la editó con un "nuevo prólogo". Simplemente se le añadió un prólogo más, tal y como sucede con todas las obras que, devenidas clásicos, se reeditan una y otra vez. Y tal y como se le añadirán más prólogos en los tiempos por venir.

En fin. Una prueba más de la mala leche del escritor del texto. O de la mala leche de hacer antikirchnerismo con cualquier cosa. O, si no es mala leche, chapucería pura. Lo cierto es que el desavisado lector -y en ese tema yo lo era- cae como un chorlito tras la lectura de la columna tal como está escrita.

Más allá de eso; más allá de poner al desnudo una vez más la desfachatez de algunos a la hora de escribir para la parroquia; aprovecho para expresar aquí que, luego de estudiar el tema del famoso prólogo de Ernesto Sábato, no puedo menos que aprobar con todo énfasis la incorporación de otro prólogo al emblemático Informe. La razón para esa aprobación es sencilla: el prólogo de Ernesto Sábato describe una situación que aparece acotada a los setenta y la reduce a la enajenación de un bando y de otro bando, enajenación facciosa y mutua que los llevó a cometer crímenes horrendos.

Dice el párrafo que abre el prólogo:

Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares.


Y en el prólogo añadido en la edición del 2006:

Es preciso dejar claramente establecido, porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes, que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables.


Es un desacierto de lógica que Ernesto Sábato incluyera en su texto el sufrimiento de la violencia en Italia "durante largos años", con lo cual incluye a las "formaciones fascistas" que actuaban en los años veinte y treinta junto a las Brigadas Rojas, mientras que, en el mismo párrafo, limita el terrorismo de una parte, del Estado argentino, a la década del setenta, pasando por alto esos mismos "largos años" que debieron comprender, por ejemplo, tanto el bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio del 55, o sea contra población civil inerme, como los fusilamientos de José León Suárez.

Porque está claro, y siempre ha estado claro para cualquiera que aborde la lectura de la historia con ojos desapasionados, que el terrorismo de Estado no es el accionar de una banda de enajenados de derecha que se desmadraron en su acción combativa, sino que es la política sistemática de un sistema de poder oficial, estatal, destinado a sembrar el terror en la población, a cualquier precio.

Los horrores de la última dictadura cívico-militar no fueron el producto de un grupo de enajenados que cometieron excesos: fueron las acciones deliberadas una política sistemática, consciente, destinada a sembrar el terror en la población con fines de dominación. Algo así como lo que hacen permanentemente las cadenas monopólicas de medios de comunicación cuando exacerban el miedo a la inseguridad en la población, el miedo pánico, el miedo inmovilizador. Algo así, pero violento, sangriento, cruel y perverso. El objetivo siempre fue claro: no solamente reprimir al soliviantado, o aun al delincuente, sino sembrar terror, así sea reprimiendo a inocentes, o ajenos a los hechos que se pretende combatir. Incluso al voleo. Ésa es la política del terrorismo de Estado. Ése es el origen del bombardeo a Guernica, a Hiroshima y Nagasaki. Ése es el origen de las torturas y los crímenes en el sudeste asiático. Ése es el propósito de todo terrorismo de Estado: paralizar a la población civil, propia o ajena, mediante el terror.

Y no está demás recordarlo: los ejecutores de esos horrores en esta región del mundo fueron aleccionados para ese fin por los militares franceses que actuaron en Argelia, y fueron aleccionados por los militares estadounidenses que regentearon la Escuela de las Américas. Fue política de estado para toda una región: En Latinoamérica y por décadas, las víctimas del terrorismo de Estado se contaron por millones.

Leo un viejo ensayo:

El ataque a la población civil [el bombardeo de junio del 55], el fusilamiento del General Valle, y las masacres realizadas en los basurales de José León Suárez, prefiguran prácticamente la represión que se utilizará 20 años después en la Argentina: la matanza indiscriminada y clandestina cuya finalidad esencial no es castigar a presuntos culpables sino aterrorizar y paralizar a toda una comunidad. La eficacia de esta forma de crimen político está dada por su aparente irracionalidad y su virulencia. La intención no es sólo castigar a individuos determinados sino hacer sentir a todos que pueden ser considerados culpables, y que el inexorable castigo es la muerte.

fuente: Norberto Ivancich y Mario Wainfeld. El gobierno peronista. Los montoneros 1985, reed 2006, link aquí



En ese punto es donde Ernesto Sábato yerra en su Prólogo. Y no sólo por eso, que es lo importante. También es desafortunada la mención a las Brigadas Rojas ya que, según pasan los años, crece la idea de que las propias Brigadas Rojas fueron parte de ese terrorismo de Estado desde el Estado. La vieja fórmula de que si el enemigo no existe hay que inventarlo. En este punto, sería muy oportuno que el lector interesado leyese lo que se afirma en Wikipedia de la Operación Gladio. Encontrará allí nombres conocidos para los argentinos que fuimos testigos de esa época.

En fin. No se me escapa que me desvié del objetivo inmediato de esta entrada, como era el de poner de manifiesto cómo actuán los escribas antikirchneristas a la hora de escribir: acomodan la gramática para confundir al lector. Aun si en ello les va el manoseo de los prólogos del Nunca Más. Pero, aun reconociendo esa desviación de temas, la entrada queda como está. No está de más. Aunque habrá más.

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Alfredo Arri


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