martes, 16 de marzo de 2010

Cristina en Tierra del Fuego


Diálogos en familia.

Vientos patagónicos, brisas porteñas.


Las mujeres se fijan en cosas que a nosotros los varoncitos nos pasan desapercibidas. Es la verdad. Y si no, mirá lo que me pasó ayer al mediodía.

Ahí andaba la Negra, haciendo sus cosas por la casa. Iba y venía. Finalmente se sentó en el sillón de plástico del patio. Como en estos días anda con una revista de punto crochet y una bolsa con bollos de hilados de colores, no me extrañó para nada que se calzara los anteojos para leer y le diera a la labor. De cuando en cuando le llevaba un mate, mientras esperábamos que en la cacerola se terminaran de ablandar un par de choclos y unas papas para acompañar las hamburguesas del almuerzo. Fue entonces cuando apareció Cristina en la pantalla de la tele.

Eché la mirada y lo que me llamó la atención fueron las banderas argentinas que estaban sobre parte del gasoducto, flameando al viento patagónico. La imagen gatilló ms recuerdos de colimba. Comenté algo sobre el viento, ese eterno presente en la Patagonia. Y ahí nomás la Negra, de espaldas a la tele, se mandó con esta:

-Hoy se oye mejor que la semana pasada la voz de Cristina. ¿Lleva un pañuelo al cuello?

La pregunta de la Negra me arrancó de mis recuerdos patagónicos y me obligó a echar la mirada sobre el atuendo de la presi.

-Sí. Lleva un pañuelo al cuello. Deliberadamente ladeado. Sí, está bien producida. Un chalequito. Sí...

La Negra abandonó la silla, se acercó al televisor, estudió el atuendo de Cristina durante un par de segundos, rió, y pronosticó:

-Vas a ver en unos días... Muchas de las que la critican van a aparecer con el pañuelo al cuello, así, chanfleado.

Yo debí convertirme durante un segundo en una de esas caricaturas con cara de asombro y sobre las cuales un globo encierra el signo de interrogación. Ella volvió a reír.

-Ya vas a ver. Esta misma semana, o la que viene. Guardá la imagen de esta mañana y vas a ver.

-Pero, vieja... la moda es la moda. Hace mil años que se usa el pañuelo al cuello.

-Ya vas a ver...

Volvió a la silla y a la aguja de crochet. Yo, a la cacerolita donde rodaban los choclos. Metí la plancha sobre la hornalla para que se vaya calentando y saqué la cajita con las hamburguesas del freezer. Por supuesto, me quedé pensando, nada más que para tratar de responderme esta pregunta: ¿Qué habrá querido decir la Negra?

Desde el parlante del televisor, la voz de Cristina continuó llenando el espacio de la casa. Por las ventanas entraba un magnífico sol.

Los últimos días del verano, este año, han sido espléndidos. Sólo nos falta regresar a la carne de vaca y abandonar las putas hamburguesas para volver a la cotidiana rutina.


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