domingo, 28 de febrero de 2010

Ricardo Roa de Clarín denuncia al ministro Randazzo

Lengua a la boludeta.

El arte de explicar lo que se explica por sí.

Leo a Ricardo Roa en Clarín:

No es fácil tener siempre argumentos a mano para defender al Gobierno. Si no que lo diga el ministro del Interior. Ayer Florencio Randazzo afirmó una cosa y la contraria al mismo tiempo. Sobre la inflación: "Hay empresarios irresponsables que aumentan los precios". Y sobre las paritarias: "Vamos a apelar a la responsabilidad que siempre han tenido los trabajadores y los empresarios" (...) Hay algo que no cierra. ¿Los empresarios son irresponsables o son responsables? A menos que Randazzo crea que pueden ser las dos cosas a la vez.

fuente: El arte de explicar lo inexplicable



Analizo las formas. (El contenido es una baza anti K habitual de Clarín, que no supera la media de las bazas anteriores y seguramente no superará a la media de las bazas que vendrán):

"Hay empresarios irresponsables que aumentan los precios", es una oración que lleva implícita esta otra: hay empresarios responsables que no aumentan los precios. Hay equivale a existen. El concepto que encierra la declaración textual citada es, pues, este: Hay de todo: así como existen empresarios responsables a la hora de fijar precios, así existen empresarios que son irresponsables y aumentan los precios por las dudas. Es lo que hay.

..."[apelamos a] la responsabilidad que siempre han tenido los trabajadores y los empresarios [en las paritarias]." Esta oración es mucho más clara que la anterior: El sujeto aquí es un colectivo: empresarios y trabajadores reunidos en paritarias. Este sujeto colectivo y acotado a un propósito temporal no podría comportarse de otro modo que con responsabilidad, pues, si se comportase de otro modo, de un modo irresponsable, las paritarias fracasarían sistemáticamente.

Así que a aquella observación del señor Ricardo Roa: "Hay algo que no cierra. ¿Los empresarios son irresponsables o son responsables? A menos que Randazzo crea que pueden ser las dos cosas a la vez"; ante observación tal, repito, un hijo de vecino podría decir con toda la honestidad y con el debido respeto al señor Roa: Usted, señor, ¿es boludo o se hace? Pero yo no soy un hijo de vecino maleducado, sino un hijo de vecino educado, así que diré que el señor Ricardo Roa dice que Randazzo es contradictorio y no contradictorio a la vez. Esto no cierra, a menos que el señor Roa piense que, claro, que el ministro Randazzo puede ser las dos cosas a la vez.


Alfredo Arri

o0o

El terremoto de Chile y las malas musas.

Bitácora del ciudadano de a pie.

El terremoto de Chile y las malas musas.


Las continuas imágenes del terremoto de Chile provocó que me visitaran las musas. En general, tengo por malas a las musas que se me arriman cuando las catástrofes o las desgracias, pero, por otra parte, hace tiempo que aprendí a no despedirlas así nada más. No suelen visitarme con frecuencia, así que...

Como sea, las musas me facilitaron la tarea de escribir un pequeño relato, que invito a mi lector a leer aquí:


Gracias.

0o0

sábado, 27 de febrero de 2010

Crítica de medios.

La guerra de los medios contra el pueblo. El regodeo del pelotudo.

Una explicación sencilla.

Hace tiempo que muchos bloggers venimos comentando en nuestras modestas publicaciones el abandono gradual pero irreparable del decoro profesional por parte de una muy grande mayoría de los periodistas que firman o que ponen la cara en los grandes medios gráficos o audiovisuales. Más allá de la movida en la red, destinada a sostener con la cibermilitancia la denuncia del kirchnerismo contra Clarín, muchos bloggers denunciamos, más que el fenómeno del papel abierto de opositor que han asumido los medios, el triste papel público de periodistas que, asaltados, gobernados, por una suerte de desequilibrio emocional ante el fenómeno del kirchnerismo, no se permiten ni siquiera el decoro de ese desequilibrio en sus textos, o en sus alocuciones. La pérdida del decoro es, entre otras muchas cosas, un espectáculo penoso para quien debe presenciarlo en calidad de testigo. En este caso, nosotros, los ciudadanos de a pie, en nuestro papel de consumidores de medios. Lastima, ofende, provoca náuseas. Y bronca, mucha bronca. Nos crispa.

Hubo ocasiones, lo confieso, en que sentí sincera conmiseración por muchos de esos chicos y chicas que -acaso sin tener conciencia cabal del papel triste que cumplen- muestran toda la gestualidad y toda la artillería verbal del que, desde la pura visceralidad, manifiesta como propio el odio ajeno. Sí: humana conmiseración. Después de todo todos nosotros mismos, los ciudadanos de a pie que nos ganamos la vida trabajando, o, para evitar la vacías generalizaciones, muchos de nosotros, muchas veces, debimos mostrarnos como verdaderas ratas ante las exigencias patronales. Muchas veces, hubimos de tragarnos muchos sapos antes de pegar el portazo liberador. Es así. Y en el caso de esos chicos y chicas que de súbito se vieron inmersos, en calidad de soldados de trinchera a la bayoneta calada, en la guerra que sus empleadores desataron contra el Gobierno y, por extensión, contra el pueblo. Sobre todo los empleados de segundo nivel para abajo. Los otros, los conspicuos, lo hacen por convicción: por convicción ideológica o por esa convicción tan aniquiladora de la libertad interior como son los ingresos suculentos. Éstos no nos despiertan conmiseración alguna. Unos son los enemigos ideológicos; los otros, simples mercenarios de alto nivel.

Fue a partir del conflicto desatado por la derecha cerril y los patrones rurales que este fenómeno se manifestó con más intensidad, pero ya existía desde el mismo momento de la asunción de Cristina Fernández a la Presidencia de la Nación, si no antes. Que durante el conflicto destituyente desatado por la renta de la soja los periodistas dependientes se desataran, era justificable: si el gobierno de Cristina caía después de la madrugada del festejo palermitano con champán, todos los excesos que habían cometido con la pluma o la palabra desde sus puestos de combate, serían inmediatamente olvidados por el resto de la población y, en poco tiempo, aquellos excesos habrían de quedar sepultados en el olvido definitivo.

Pero esa caída no ocurrió. Y como no ocurrió, los bolsillo-afectados por el modelo K, en obscena asociación con los medios de comunicación hegemónicos, subieron la apuesta. Entonces acaeció que esa pérdida de decoro profesional de los comunicadores sociales fue creciente hasta caer, en estos días, en el absurdo.

Tanto fue así, que en estos últimos meses el fenómeno ya no pudo seguir en estado de no existencia virtual para los medios hegemónicos y los propios medios hegemónicos comenzaron a reflejar en sus páginas o en sus horas de radio y televisión esa degradación profesional de una inmensa cantidad de profesionales que durante décadas, o al menos años, habían logrado mantener una saludable credibilidad.

Sucede que cuando las personas, en la orgía que deviene a un baile de disfraces descontrolado, se quitan las caretas primero y terminan desnudándose del todo al final, el espectáculo que ofrecen, sobre todo si se encuentran en estado de ebriedad (la obnubilación surgida por el odio es una suerte de borrachera, sobre todo para el que la observa desde afuera), es verdaderamente lastimoso.

Más aún: en las últimas semanas ya han comenzado a aparecer interpretaciones académicas acerca de este comportamiento de enajenación colectiva por parte de las personas que sostienen, con su pluma o con su cara y voz. la propia existencia de los medios. Esa vaca sagrada de tipo corporativo -no hacer periodismo de periodismo- ha sido carneada y ahora sus costillas se doran lentamente en el asador que está a la vista de todo el mundo.

Ricardo Forster, en su último texto publicado en Veintitrés refleja todo este fenómeno con palabras más que claras. La lectura de ese texto, cuyo inequívoco título es Semiologías, es altamente recomendable. Este es su párafo inicial:

No hace falta ser un semiólogo avezado ni un experto en desciframiento del lenguaje de los medios de comunicación para, a estas alturas, darse cuenta de la caída en picada de cualquier atisbo de “objetividad informativa”. Hasta el más simple de los lectores, ese que carece de cualquier animadversión hacia un determinado grupo mediático, incluso ese que rutinariamente inicia su día con la lectura del periódico que lo viene acompañando desde que tiene memoria, no deja de sentir que algo no funciona, que algo huele mal en la Dinamarca de los grandes medios.


Otros hombres de medios, periodistas que, en términos generales, no están tan atados a los intereses de los medios hegemónicos, han aumentado en estas semanas sus observaciones de este fenómeno. Una de las excepciones notables es la de Víctor Hugo Morales, que sí pertenece a una empresa poderosa de medios.

Pero no es necesario abundar en citas. Basta con ver la tapa de Clarín de hoy para comprobar, in situ digamos, de que la denunciada pérdida de todo decoro es una dura -y, a la vez que patética, peligrosa- realidad. En efecto, el titular principal de Clarín de hoy reza así: Obama es el más popular, replicó EEUU a Cristina.


Más allá del pequeño detalle de que, si el destinatario de la réplica fue "Cristina", el autor de la misma debería ser "Valenzuela"; o bien: si el autor de la replica fue "EEUU" entonces la destinataria debería ser "Argentina", más allá de esta falta de concordancia forzada por la mala leche, decía, es la propia noticia que se destaca lo que demuestra la pérdida total de decoro profesional del gran diario argentino. Porque ese título, ya fuese "Estados Unidos replicó a Argentina" o "Valenzuela replicó a Cristina", en su traducción más llana se podría escribir así: Un alto representante del gobierno estadounidense le hizo el pito catalán a nuestra presidenta. O en un lenguaje más de entre casa: ¿Viste, yegua?: a Estados Unidos le chupa un huevo la Argentina: para Estados Unidos vos no sos más que la Gladys de Lanús. Porque la entidad de la noticia es ésa: un pito catalán, una réplica ingeniosa a un juicio de valor de la Presidenta sobre el papel de Obama en América, juicio de valor que comparten, dicho sea al pasar, unos cuantos cientos de millones de personas en toda América desde el Río Grande hasta el extremo sur. En menos palabras: la tapa de Clarín de hoy es el regodeo del pelotudo. A esos niveles de falta de decoro se descendió.

Otrosí digo: En este blog se ha resaltado una y mil veces el triste papel que los políticos profesionales que conforman el heterogéneo conglomerado opositor al Gobierno, quienes se han convertido en simples agentes repetidores de consignas o muletillas que les tiran los dueños del poder real. Estos también han perdido el decoro, salvo las alentadoras excepciones, que son más -numéricamente hablando- que las excepciones que se dan entre los dependientes de los medios. Hay veces en que es más honesto (en términos de honestidad intelectual) decir las cosas como son, como las vemos muchos ciudadanos de a pie: En el caso de los políticos, de esos políticos cooptados por las corporaciones, en realidad no son más que la expresión política de esos medios. Una especie de dependientes, que en lugar de cobrar un sueldo en blanco con salario familiar incluido como los periodistas dependientes, reciben otro tipo de contraprstaciones, menos en dinero que en especies, aunque tampoco abandona, el ciudadano de a pie, la sospecha de que circula mucho dinero contante y sonante para que los títeres que portan carné de políticos profesionales pongan las caripelas ante las cámaras para cantar las monótonas chamarritas con las que se cantan las lloronas y altisonantes letras de Billiken y Lerú.

¿Por qué se ha descendido a estos novedosos niveles de vulgaridad, de contubernio cabal entre el poder, los medios y los políticos de carrera? ¿Cómo es que llegamos a esta escandalosa e inédita forma de guerra sucia? Ensayo una respuesta: Las armas para la guerra sucia política siempre estuvieron ahí, a la mano. Siempre a la mano y para ser usadas cuando se dieran las circunstancias. ¿Y por qué recién ahora se dieron las circunstancias para que se recurriera a la guerra sucia? La respuesta surge solita: Porque antes, desde 1930 hasta 1991, el poder económico tuvo a la mano a las fuerzas armadas, para que éstas, en nombre de "la reserva moral de la patria" hicieran el trabajo sucio.

Toda esta basura que se ve en los medios de comunicación desde hace dos años tiene un nombre, un auténtico argentinismo: fragote. El tema es que, hasta hace un par de décadas, el fragote se llevaba a cabo en cenáculos y duraba muy poco tiempo: acababa en el mismo momento en que las fuerzas armadas salían a la calle. Dictaduras y dictablandas tuvieron todas ese propósito: calmar las ansiedades de un poder que, para simplificar y aunque no sea del todo justo me permitiré llamar la puta oligarquía, ante la más mínima amenaza a sus sagradas faltriqueras tocaban los timbres de los cuarteles. Ésa es la pura y simple verdad de nuestra trágica historia del siglo XX.

Privados de esa herramienta decisiva, quienes fragotearon toda la vida, fragotean ahora de este modo novedoso; y el fenómeno patético que padecemos los ciudadanos de a pie no es más que la expresión que ha adquirido ese fragote, cuyas novedosas formas aparecen desnudas por primera vez en toda nuestra historia moderna: la mentira, la tergiversación, la falacia, las muletillas vacuas, la instalación del terror social, la vulgaridad, el insulto, las cadenas de mails y msm que numerosas y activas ONG de la derecha más cerril ejecutan día a día, hora a hora, desde el corazón de la pampa húmeda hacia todo el país. Y por supuesto, los más increíbles matrimonios por conveniencia, como el de Eduardo Duhalde y Rodolfo Terragno.

Tal es el fenómeno que se ve y se padece: la insoportable extensión temporal del fragote.

Hace unos días, hasta la pluma de espectáculos de La Nación, Pablo Sirvén, se sumó a la runfla de difamadores sin escrúpulos. El objeto de su furia era el programa 678 que, mal que les pese a La Runfla, es una demoledora arma de destrucción masiva en esta guerra sucia. En su nota, el periodista se permitió la amenazante libertad de comparar a los periodistas que integran ese panel -también trabajadores dependientes, como todos-, el mismo destino de Monteverde y de Gómez Fuentes, es decir, la condena a la muerte civil para después de la nueva Libertadora. Por supuesto, para arrojar semejante baza es necesario estar absolutamente convencido que la Restauración Reparadora está a la vuelta de la esquina.

¿Y si así no fuese? Es decir: ¿Qué pasaría si esa Restauración Reparadora no acaeciera y el fragote se siguiera extiendiendo en el tiempo hasta que la sociedad toda estalle a raíz del clima de odio que ese fragote alimenta en forma creciente? ¿Sobrevivirán como trabajadores de medios Marcelo Bonelli, Gustavo Sylvestre, Nelson Castro luego de que la extensión del fragote les quite hasta las últimas hilachas de credibilidad? ¿Y que será de los otros, los menos conspicuos, la tropa, como Lorena Maciel, Maximiliano Montenegro, Luis Majul, Romina Manguel y los batallones de movileros? ¿Cómo harán para salir del pantano en el que han caído movidos por odios propios o ajenos? ¿Recuperarán la credibilidad que pierden día a día en forma tan patética? ¿Qué los diferencia a éstos periodistas dependientes de hoy de Monteverde o de Gómez Fuentes?

Es difícil responder a esa preguntas. La credibilidad es un bien binario. Y tienen un gran problema: los archivos. Si la máxima reza que nadie resiste un archivo, toda esta muchachada tan metida en la guerra sucia desatada por los medios contra el pueblo, sinceramente, están en un gran problema.


Alfredo Arri






.

viernes, 26 de febrero de 2010

Carrió brillará por su ausencia.

Décimas desencadenadas. Humor político.


El brillo por la ausencia.


Elisa Carrió se niega
presentarse en la Asamblea
pues le saltó una corchea
y dos semifusas negras.
Con un mambo en la croqueta
y apretando bien los dientes
no habrá de dar el presente
ni lo verá por tevé.
Pues si hay ojos que no ven
hay corazón que no siente.


Alfredo Arri.


o0o

El absurdo en los medios de comunicación.

Bitácora del ciudadano. Reflexiones de un viejo que no se deja.


El absurdo en los medios de comunicación.


No esperaba, lo confieso, llegar a esta altura de la vida y hallarme de pronto invadido por una duda existencial. Pero lo cierto es que una duda existencial me asaltó ahora, en la vejez, y me enfrento de pronto a la tarea de eliminarla de mi estado de ánimo. No es que hubiese alcanzado ese grado de sabiduría de la vida a partir del cual ya nada quedaría por aprender. No, claro que no. Lejos de ello. Pero sí hay algunos hitos alcanzados en ese camino hacia la sabiduría de la vida que los tenía por superados y ahora me encuentro con que no, con que tal vez queden hitos por superar en algunos aspectos que tenía por superados, tal como por ejemplo eso de intuir al prójimo. Me explico mejor:

Cuando tenía veinte años conocí a un hombre que me doblaba largamente en edad y que era eximio representante de ese arte que consiste en caracterizar al prójimo a partir de señales externas que ese prójimo ofrece a través de la comunicación, verbal y gestual. A ese veterano amigo mío le bastaban cinco minutos de conversación con un extraño para que, al cabo de esos cinco minutos, se hiciera la representación cabal de toda la vida de ese extraño, de su carácter, de su calaña moral, de sus manías o vicios, o de sus virtudes. Y nunca erraba el diagnóstico.

Algunos poseedores de ese don, o de ese arte, lo han sabido explotar económicamente. Me refiero, claro, a las más hábiles tarotistas, lectoras de borras de café, y adivinadoras de todo tipo que saben leer los gestos y las pocas palabras de sus cándidos clientes para pintarles un cuadro que dejan con la boca abierta a quienes los consultan. No es casual que esta calaña de explotadores de las más básicas angustias humanas sean mujeres: por alguna razón que no conozco pero cuya realidad es evidente, ese don o ese arte de caracterizar al prójimo con una sola mirada es más común entre las mujeres que entre los varones. O mejor expresado: las mujeres parecen estar genéticamente dotadas para desarrollar ese don desde temprana edad.

Mi amigo no era, ni adivinador, ni nada de eso. La única explotación de su don era lúdica y consistía en reducir la caracterización que se hacía de un extraño a una fórmula chusca, generalmente un apodo o mote que, además de ser ingenioso, pintaba de cuerpo entero al fulano caracterizado. Lo hacía por pura diversión, dado su carácter histriónico. Y debo de confesar que muchos de esos motes inventados por mi amigo quedaron definitivamente pegados a sus desavisados portadores y al cabo de los años, el fulano que llevaba el mote tal se seguía comportando en perfecta correspondencia con él.

Confieso, también, que me fue necesario meterme en el conocimiento de muchas ramas accesorias del saber que ignoraba, nada más que para comprender cabalmente el significado del mote. Así, por ejemplo, un día en que bautizó a un fulano con la expresión El marqués de Boccanegra, tuve que conseguirme una grabación del tango Che, Bartolo para poder aprehender la caracterización hecha por mi amigo. Y es hasta el día de hoy que, cada vez que escucho a Gardel cantando Che, Bartolo me acuerdo de aquél tipo que, por supuesto, siguió comportándose toda su vida como un auténtico marqués de Boccanegra, un auténtico Bartolo.

Yo era muy joven entonces, y sospechaba que ese arte, del que mi amigo era artista consumado, era un don. De todos modos, un día le pregunté: ¿Cómo hacés? Me sorprendió su respuesta: eso se aprende con los años. Le hice notar que él no era ningún viejo, ya que por aquellos años promediaba los cuarenta de su edad. Y su réplica fue más sorprendente aún. A los doce años, mi vieja se presentó en la escuela. Entró al aula con la directora. Me llamaron, y el el patio del colegio, mi vieja me dijo que mi padre había muerto. Me retiró de la escuela y nunca más volví. A los doce años tuve que empezar a trabajar. Mi vieja cosía en casa, y yo repartía los diarios de un quiosco. A los trece entré como aprendiz a una fábrica de zapatos y a los dieciocho empecé como vendedor. Los demás pibes ni se enteraron que el mundo estaba lleno de hijos de puta hasta la edad adulta. Yo supe de eso a partir de los trece. Además, leí tantos libros que a los treinta pude hacer el secundario en tres años. Así que hacé de cuenta que tengo como cien años.

En otros ámbitos, hay quienes tratan de sistematizar ese arte, convirtiéndolo en disciplina científica. La serie de televisión Lie to me ha popularizado esa rama del saber. No sé, ignoro, si quienes acceden a este arte por la vía científica alcanzan los grados de perfección que tienen los intuitivos que hay entre los hombres corrientes. Estoy tentando a pensar que sí, que lo superan; pero esto es nada más que una conjetura basada en mi fe en la ciencia y en la rígida espitemología.

Yo no alcancé en este arte la categoría alcanzada por mi amigo, pero sí alcancé una útil, como para andar por la vida con la suficiente prevención. En los términos más brutales, ese arte me ha permitido saber con toda seguridad a quién le puedo abrir las puertas de mi casa, y a quien debo atender de la puerta de entrada para afuera. Que no es poco.

¿Me equivoqué muchas veces en alguna caracterización? Creo que no. No me animo a afirmar infalibilidad por la sencilla razón de que muchos de los recién conocidos a quienes caractericé por sus palabras y gestos, desaparecieron de mi vida rápidamente. Esto me impide conocer, por supuesto, qué fue de sus vidas y cómo fueron sus comportamientos. Pero, entre los que permanecieron a la vista, digámoslo así, nunca le erré.

Los consejos de los expertos en este arte ayudan, por cierto. Y los buenos libros también, ya que pueden ser considerados como consejos largamente meditados. Leo a Schopenhauer:

El que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles, será siempre víctima o juguete de ellos. Agreguemos a todo esto que, en sus relaciones, las personas hacen lo que la luna y los jorobados, es decir que no nos enseñan nunca más que una cara: tienen un talento innato para transformar su rostro, por medio de una mímica hábil, con un disfraz que reperesneta muy exactamente lo que debieran ser en realidad; ese disfraz, cortado a la medida de su individualidad, se adapta y se ajusta tan bien que la ilusión es completa. Cada cual se lo pone siempre que se trata de hacerse acoger bien. No debe uno tampoco fiarse de él más que de su disfraz de tela encerada, recordando el excelente proverbio italiano: Non è si tristo cane, che non meni la coda. (No hay perro tan desdichado que no menee la cola).

Preservémonos, en todo caso, de formarnos una opinión muy favorable de un hombre a quien acabamos de conocer; por lo general, nos sentiríamos desilusionados con gran confusión nuestra, y acaso con detrimento nuestro. Otra observación digna de notarse: precisamente en las cosas pequeñas, en que no se piensa preocuparse del gesto, revela el hombre su carácter; en acciones insignificantes, a veces en simples modales, puede observarse fácilmente su egoísmo ilimitado, sin consideración hacia nadie, que no se desmintará después en las cosas grandes, sino que se disimulará.... no permitáis a ese hombre que cruce vuestros umbrales.

Arthur Schopenhauer. La Sabiduría de la vida. Porrúa, México, 1991, pg 107


El arte del que vengo tratando en esta entrada consiste, pues, en apuntar toda la propia atención hacia los gestos de los que se despreocupa el prójimo a quien se acaba de conocer. Con los años, uno se convierte en un eximio lector de ojos, de cejas, de labios, de lenguas, de ceños, de aliños, de manos, de hombros, de vestimentas y hasta de los modos del tan viejo como el hombre andar.


Pues bien: como lo afirmé desde la primera oración, yo vivía en paz con el goce de este arte hasta que de súbito debí admitir que comenzaba a dudar. Es que habían aparecido factores que, de una manera abrupta, alteraron la interacción humana en general. El novedoso factor más importante fue este: la interacción humana se mediatizó: de pronto, en pocos años, dejó de ser posible ir a un acto político para conversar, mano a mano, cara a cara, con el politico. Estos aparecen nada más que en la televisión y es a través de la pantalla la única forma que se tiene de semblantear al fulano.

Esto no sería un problema grave, ya que dadas las modernas técnicas de televisación, con la alta definición y los primerísimos planos, la gestualidad del tipo o tipa sujetos a observación están mucho más expuestas. Más aún: hasta se puede grabar y después pasar en cámara lenta allí donde uno sospechó el gesto delatador.

El verdadero problema es que uno estaba totalmente condicionado a tomar a todo personaje que aparece por televisión como tal, es decir, como un personaje, generalmente diverso a la persona que en la vida privada podría ser. Pongo un sólo ejemplo: ¿A quién le importaría saber si Susana Giménez es lo que uno ve en la pantalla o es una persona muy distinta al personaje? ¿A quién le importa si se casa o se divorcia, o si compra autos por izquierda o por derecha? A nadie. A mí no me afecta lo que el personaje hace en su vida. Uno consume al personaje. La persona Susana Giménez no tiene ninguna cabida en mi vida. Es una imagen. Es el personaje que me entretiene cuando ceno, y que desaparece de mi vida ni bien cambio el canal.

Pero con el político es otra cosa: el político no es un personaje; es una persona real, cuya capacidad de hacer, si ejerciera el poder que busca a través de los medios, sí afectaría mi vida. En tales casos sí me interesa saber qué tipo de tipo es el tipo que se pone ante cámaras para hablar de minucias tales como impuestos, políticas de seguridad pública, relaciones exteriores, política social, etc.

Ahora bien: si los políticos son personas reales que se presentan en los medios; y si la alta calidad técnica de los medios facilitan el semblanteo, ¿cuál es el problema?, se preguntará mi lector. Respondo: los problemas son dos: El primero, que al abandonar la tribuna y el comité para moverse en la televisión, los políticos dejan de mostrarse como son para mostrarse como personajes. Ésto sería un problema menor, ya que, al igual que en el caso del tratamiento tête a tête, sólo se trata de descubrir la persona que hay bajo el disfraz de tela encerada. El problema mayor es este otro: el problema mayor es el que proviene de los mismos medios, desde los cuales mil voces en off afirman, con el argumento convincente de la repetición infinita y hasta el cansancio que, por ejemplo, ese fulano cuyas palabras y gestos apenas perceptibles transparentan su indubitable condición de hijo de puta, es presentado como el discípulo predilecto de María de Calcuta, digno heredero del título de Padre de la patria, y el Campeón Nacional de los Impolutos. Y, por el contrario, aquellos políticos cuyas palabras y signos transparentan una conducta digna, coherente, sincera, ideológicamente firme, son presentados como las encarnaciones del Mal en la tierra, que se han robado todo y que seguirán robando hasta que alguien los detenga, que sea rápido por Dios.

A unos se los pondera tanto; y a otros se los insulta tanto, que al final acabo preguntándome: ¿Seré tan boludo que no veo lo que se dice que todo el mundo ve?

Cuando era joven me podía permitir la licencia de hacerme preguntas como ésa. El tiempo me sobraba entonces, y las dudas eran muchas y de muchos tipos. Pero ahora, a esta edad, preguntarme si acaso no soy un viejo boludo, me resulta imposible siquiera de considerar.

Así que yo, queridos amigos, seguiré al palo con la práctica de mi arte duramente adquirido. Si el político que aparece en la televisión tiene cara de hijo de puta, dice cosas propias de los hijos de puta, se le escapan los gestos que son los propios de los hijos de puta, tiene un pasado digno de un hijo de puta y lleva a cabo acciones propias de los hijos de puta, entonces, señores: ése tipo es un auténtico hijo de puta.

¿Y qué hago entonces con toda esa caterva de periodistas, locutores, conductores, animadores, hablistas, cómicos y hasta lunáticos border que afirman todo lo contrario a lo que mis ojos ven, mis oídos oyen, y mi saber colige? Pues no me queda otra que mandarlos, a todos y a cada uno, a la reputa madre que los parió. Este viejo no se deja.


Alfredo Arri


Y como yapa, van los versos de Enrique Cadícamo para el tango: Che, Bartolo.

Che, Bartolo.

tango. Letra de Enrique Cadícamo.


Gran vivillo de aspamento, malandrín de meta y ponga
atajate este ponchazo que te voy a sacudir,
no es que quiera deschavarte por cantar una milonga
si no porque con tus brillos vos no me vas a engrupir.

Che, bacán de rango mishio, te diré que algo me alegra,
relojearte entre la mersa que la va de Tabarís.
A vos te llaman los giles el marqués de Boccanegra
como a mi me baten "Chorro", "El herrero" o "El perdiz".

Che, Bartolo...
batí si te has vuelto colo
pa' quererte disfrazar.
Boccanegra...
hay que ver cuál es la suegra
que a vos te podrá aguantar.
Vos de negro,
tenés sólo tu prontuario
que no sé cómo escondés.
Che, Bartolo...
como reo yo te pido
que dejés el apellido
de aquel noble genovés.

Si el monóculo insolente te da un aire bacanejo
y ese empilche tan debute te barniza de marqués,
no la va del mismo modo el curdela de tu viejo
que entre gente de boliche va arrastrando su vejez.

Yo no sé con qué ganzúa has abierto ese agujero
que los reos de mi rango le llamamos "sociedad",
pa' mi que te equivocaste, la de "negros candomberos"
es la socieda' indicada donde podés alternar.

o0o

jueves, 25 de febrero de 2010

La oposición, el Senado y el factor Menem

Bitácora del ciudadano de a pie. El patético papel del partido A en el Senado y el factor Menem.

La runfla.

El espectáculo patético que ofrecieron ayer el colectivo de los senadores del partido A -Antioficialismo a como dé lugar- fue digno de una película de múltiples géneros. Drama, tragicomedia, ópera bufa, comedia chusca. Nunca vi nada igual. Jamás en mi larga vida pensé que los políticos profesionales de mi patria habrían de llegar tan bajo en los niveles de la dignidad humana. De verdad. Dieron asco. Produjeron náuseas. ¿Cómo es posible -se preguntaba la Negra a viva voz en medio de la catarsis mediática de los militantes del conglomerado A- que todos estos tipos hayan perdido hasta las últimas hilachas de su dignidad?

Nuestros políticos que conforman el variopinto colectivo antiK, salvo honrosas excepciones, no pueden salir de la trampa en la que se encuentran metidos. Yo tengo para mí que ese confinamiento vergonzante es por propia voluntad. Pero no hay que desechar así nada más la idea de que muchos de ellos sean víctimas de extorsión lisa y llana. Los famosos cadáveres en el ropero. Podría ser. En su reaparición pública luego de su cirugía, Néstor Kirchner dejó entrever que algo de esto podría haber. Es más: les pidió coraje para liberarse de esas ataduras. Pero no hay caso: ya sea por propia voluntad, ya sea porque el establishment y sus medios los tienen bien agarrados de los fondillos, casi todos los políticos que conforman el partido del espanto siguen comportándose como títeres. Se les ven demasiado los hilos. Es imposible que lo puedan disimular con una retórica grandilocuente. Con eso no hacen más que mostrar con más claridad sus odios, sus miserias. En la sesión catártica que siguió a la retirada de los senadores del oficialismo, uno de los senadores dijo, abusando de ese discurso estúpido que ya no es ni pour la galerie: Nosotros abrimos nuestros brazos... La Negra no pudo resistir: “De piernas se abrieron, hijos de puta...”

La Negra es así: temperamental. Pero, ¿con qué argumentos podría lograr que bajara el tono de sus observaciones? Ninguno. Su réplica no era nada argumental, es verdad, pero es gráfica. El símil chusco vale.

¿Qué tienen en común Gustiniani y Reutemann?, preguntó después. La soja, Negra, la soja, le repliqué, recordándole que nunca deja de haber intereses de por medio. La soja, Negra, la soja. Los dos comparten los mismos votantes: los gringos de la pampa húmeda que viven, directa o indirectamente, de la explotación de moda. Estamos a las puertas de la cosecha gruesa, y hay que poner la tarasca de las retenciones. El gringo está caliente. Hay que mostrarse anti K sí o sí. En Santa Fe, y en toda la pampa húmeda en general.

Nadie debería asombrarse de las actitudes de Reutemann, o de Giustiniani, o de otros. Son coherentes con sus limitaciones. Yo no me asombro. Pero sí me asombro de las actitudes de otros. Sobre todo de los radicales. No puedo hallar explicación alguna, como no sea la de conjeturar que están entregados de pies y manos al poder económico y mediático. Como las perlas bíblicas, sus principios se los están comiendo los cerdos.

¿Cómo es que estos tipos no cejan en una retórica agresiva, malévola, insultante, baja, hasta soez? ¿Cómo es posible que quienes se babean hablando de republicanismo se caguen redondamente en la República? ¿Hasta dónde piensan ejercer la enorme capacidad de daño que producen día a día, hora a hora?

La más triste de las realidades no es que toda la runfla desfile de a uno y obedientemente para oponer sus caripelas en los confesionarios de los programas de televisión con que el establishment ejerce el poder, para parlotear desde ahí los guiones escritos por los escribas del sistema. No, eso no es lo triste. Cada uno es libre de participar en los bolos que quiera. Lo verdaderamente triste es que vayan a poner el culo en los sillones del Congreso para llevar allí esos mismos argumentos del establishment, para entremeter las imposiciones del establishment. Para ejercer la tan famosa dictadura de la mayoría que tanto critican.

O se hace como lo anticipan por las mañanas Clarín y La Nación o no se hace. Si esto no es patético, entonces no sé qué podría serlo.

Queremos todas las comisiones y queremos ser mayoría en todas, dicen sueltos de cuerpo y flojitos de vergüenza. ¿Por qué? Porque es lo que han sugerido los accionistas Morales Solá Producciones y Asociados. Porque es lo que se anticipa en los diarios por la mañana. Somos la mayoría. Somos la oposición.

¿Qué mayoría? ¿Qué oposición? Que la gilada que lee los diarios sin leerlos crea en el bolazo ése de la mayoría del setenta y ocho por ciento vaya y pase. Pero que los políticos profesionales vayan con esa imposición mediática nada menos que al Senado, rompiendo todas las reglas y tradiciones centenarias, es imperdonable. Es vergonzoso. Para decirlo con palabras de la Negra: se abrieron de piernas al poder agromediático.

Carlos Saúl Menem faltó a la cita. Esto no significa nada, porque nadie medianamente informado en la patria, o incluso los boludos alegres pero con memoria, puede confiar qué hará o dejará de hacer el ex presidente. Es la encarnación autóctona del principio de incertidumbre establecido por Heisenberg. Es así de sencillo. La semana próxima, tal vez pueda el partido A -Antioficialismo a como dé lugar-, La Runfla, imponer la dictadura de la mayoría. Pero sí sirvió para algo: para mostrar al pueblo, a través de las cámaras de los canales de cable, el espectáculo patético de los senadores que han arrojado su dignidad al lujoso chiquero de Expoagro.

De lo único que se puede estar seguro de Carlos Menem es esto: jamás cerrará un acuerdo con un cuatro de copas. Carlos Menem cerró un acuerdo con Raúl Alfonsín porque tenía plena conciencia de que era un par suyo, porque estaba consciente de que ambos eran dos bronces que caminaban por la Quinta de Olivos. Si Carlos Menem cierra un acuerdo será con los dueños del circo, no con los payasos. Y se asegurará de que aparezca en la foto después de la firma. A los tibios los escupe Dios, sentenciaba el ex presidente. Nadie lo dude: en el fondo de su ser, aunque la odie por diferencias irreconciliables, y aunque jamás lo confiese, Carlos Saúl Menem ha de sentir por Cristina Fernández la admiración que se tiene por los que tienen las pelotas bien puestas para ejercer el poder. Y por un Adolfo Rodríguez Saa, o un Fernando De La Rúa, un profundo desprecio. Quien dude de esto, si tiene algunos años, ha vivido al pedo.

A Carlos Menem se le adjudican y adjudicarán las peores calamidades que sufrió la patria en toda su historia democrática. Yo me sumo a esa crítica despiadada. Pero de Carlos Menem no se puede decir que sea un cuatro de copas. Ha sido dos veces presidente de la Nación y asumió, con un coraje que sólo es propio de los grandes líderes, ponerse en la cresta de la ola neoliberal, allá por aquellos de la borrachera neoliberal. Carlos Menem, como Raúl Alfonsín, como Cristina Fernández, como Néstor Kirchner, serán discutidos en miles, cientos de miles de libros de historia argentina y aun mundial, y durante décadas si no siglos. Al menos mucho más allá de que los nombres de Gerardo Morales, Joaquín Morales Solá, o el Negro Morales, el wing izquierdo que la gastaba en el barrio, hayan sido borrados del recuerdo de los hombres por el implacable olvido.

La Runfla A, francamente, comienza a irritar a los que normalmente no nos irritamos. Y entonces uno se siente casi obligado a decir lo que piensa pero que en condiciones pacíficas no diría. Por ejemplo: Elisa Carrió salío hoy a guaranguear: No hay que ir a la apertura de las sesiones ordinarias, dijo muy suelta de cuerpo. Y entonces uno se ríe: hace semanas que me preguntaba: ¿Qué hará Elisa Carrió en la sesión de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, teniendo en cuenta que quien ocupará el estrado principal, la protagonista será Cristina y no ella? ¿Serán lo suficientemente oportunos los cameramen para tomar los close up que deschaven la fortísima animadversión que siente por Cristina, y que expresará, inevitablemente, a través de sus gestos? Y ahora, cuando escucho por la radio sus rabiosas, furibundas declaraciones clamando a sus consocios de La Runfla para que dejen las bancas vacías ante, nada menos, que la Presidenta de la Nación Argentina, no puedo menos que reírme: Bueno, tiene una excusa para no ser puesta en evidencia en su animadversión (tal vez de género) por las cámaras de televisión. No está mal. Como excusa, cualquiera vale. ¿Quién no mató una abuela para justificar una ausencia laboral?

A esos extremos de patetismo han llegado los miembros del Partido virtual A (Antioficialismo a como dé a lugar). Salvo honrosas excepciones, muchos y cada uno de esos muchos han ingresado directamente a la categoría de títeres del poder, de las corporaciones. Peleles.

¿Qué pasará en el Senado? ¡Quién lo sabe! Posiblemente repitan el triste espectáculo de hooligans que ya demostraron en Diputados, los diputados de la Runfla A. Los diputados ya metieron la pata. Es irreversible. El fragor buscado por las cámaras de los canales del establishment ya fue. Quedaron para escenas de archivo, y ya veremos en el futuro cada vez que las veamos en TVR. Diputados ya se enolodó. El Senado todavía está a tiempo. Pero, como viene la partida, eso no sucederá. El poder agromediático ejercerá, a través de los culos que conquistó para ocupar las bancas, la dictadura de la mayoría.

Los de la Runfla A, obedientes, se han propuesto reducir la gobernabilidad a su mínima expresión. Cristina, hoy, ratificó que no está para gerenciar, entregando las banderas. Las cartas están echadas. Se viven y se seguirán viviendo horas y días tensos. La responsabilidad principal ahora la tienen los miembros de La Runfla que componen el Partido A (Antioficialismo a como dé lugar). Si empujan hacia la ingobernabilidad tal y como quieren los medios que son la voz del poder, de las corporaciones, entonces podríamos hasta vivir una tragedia. No espero (los miembros de La Runfla ya ingresaron en un estado de sumisión del que no se vuelve sin coraje, como la mujer golpeada), pero sí deseo, espero, que reflexionen. Que en el Senado le deben dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Todo acto tiene consecuencias. Aun los que no se ejecutan.


Alfredo Arri.

o0o

miércoles, 24 de febrero de 2010

El Congreso bajo control del poder real.


Bitácora del ciudadano de a pie. Nueva etapa.


El establishment ha conseguido los culos necesarios para ocupar bancas en el Congreso.


El poder económico, el poder real de Argentina, ha copado el Congreso. Siempre ha estado allí, por supuesto, pero ahora ese poder cerril ha forzado las mayorías necesarias para hacerse del timón. De esta forma, la procaz asociación de grupos de poder económico y medios, han logrado ocupar las bancas del Congreso, en ambas cámaras, de forma tal que la estrategia que tenían fijada podrá ser ejecutada con relativa facilidad, ya que tienen agarrados de las narices a sus agentes tácticos, esto es, los políticos de “la oposición”. Esa estrategia, como se ha repetido mil veces, consiste en imposibilitar cualquier profundización del modelo kirchnerista de gestión y, si fuese posible, comenzar a desandar el poco camino transitado en estos años. Cuando afirmo que los agentes del poder han logrado ocupar las bancas, me refiero, claro está, a que lo han hecho a través de culos prestados: los de los políticos profesionales.

Sería injusto si lanzara la creencia acusatoria de que cada uno de los diputados y senadores que se prestaron al juego del llamado establishment lo hicieron a conciencia, servilmente. Sí creo que éstos, los serviles del status quo, son mayoría entre la runfla, pero no son todos. Algunos hay pegados a la movida por el espanto; otros, tal vez los menos, por una inveterada ingenuidad rayana en lo patético que les permite acariciar la idea de que están laborando en forma patriótica por el republicanismo que aprendieron por el Billiken y, en el mejor de los casos, por el Lerú. Pero, este blogger no se engaña: la mayoría se ha prestado al juego del poder real por el más puro, consciente y consecuente servilismo profesional.

Lo cierto es que leer los diarios del poder económico en estos días no deja de producir asombro: no se puede creer, por ejemplo, la entidad mediática que tiene el radicalismo. Un partido político absolutamente devaluado en la sociedad, sin cuadros, sin militantes de base, aparece en los medios con una entidad que, al desavisado lector extranjero, seguramente lo confundiría. Hace seis meses atrás, el radicalismo tenía tan poco peso en la vida nacional como tiene hoy. Sin embargo, una puñalada trapera del vicepresidente (radical expulsado y redimido), y la muerte de un líder indiscutido, Raúl Alfonsín, posibilitaron que los medios pudieran dar entidad virtual a un partido intrascendente en la vida política actual. ¿Qué es el radicalismo hoy? No hace falta conocer demasiado para responder a esa pregunta con seguridad: El radicalismo hoy se reduce a tres dirigentes de altísimo centimil, un dirigente portador de apellido y modos campechanos gratos al folclore radical, y un intelectual sin carisma alguno que, en mala junta con Eduardo Duhalde, promueve por los medios algo así como las bases y puntos de partida de la refundación nacional. No se puede creer.

En un programa de televisión, Rodolfo Terragno se mandó una al mejor estilo rabino Bergman: “La gente -dijo- cree que los radicales no pueden gobernar y que los peronistas no dejan gobernar. Hasta que la gente no acepte que el radicalismo puede gobernar y el peronismo deja gobernar, no habrá democracia.” No se puede creer que a esta altura de la soirée se pueda creer que se engrupe a la ciudadanía con juegos de palabras que no pasan de ser una penosa ingeniosidad. ¡Y eso lo dijo el ex funcionario de la Alianza teniendo a su lado a Eduardo Duahlde!

El radicalismo no puede gobernar por una sencilla razón: están presos del establishment. Alfonsín murió y los radicales que hoy son las niñas mimadas de los medios no son más que agentes del poder económico. Con dirigentes así, tienen destino de títeres del poder real en el poder formal. O sea: ni bien sean gobierno, a poco de andar tendrán a todo el pueblo en las calles.

Hay veces que me pregunto si de veras nos creen tan pasivos en la recepción de los relatos mediáticos que somos incapaces de analizarlos. Véase esta paradoja: Rodolfo Terragno, como se sabe, anda por todos los medios con su berretín alberdiano a cuestas. Ayer a la mañana lo hizo en una radio. La periodista, Liliana López Foressi, tras escucharlo pacientemente, le hizo notar lo obvio (con otras palabras diferentes a la que uso aquí): usted anda en esta movida con Duhalde, a quien se lo ha acusado de promover la caída del gobierno de la Alianza, del cual usted formó parte. Y la respuesta de Rodolfo Terragno fue sorprendente: en términos muy gruesos, su explicación a esa contradicción fue la siguiente: El problema era la convertibilidad, que era una bomba de tiempo. A De La Rúa no lo volteó Duhalde, ni la crisis se originó con la renuncia de Chacho Álvarez. De La Rúa cayó porque quiso sostener la convertibilidad, a pesar de las advertencias del propio Terragno. Una bomba de tiempo que explotó y produjo el estallido social.

Un intelectual que admite que un estallido social se lleva puesto a cualquier gobierno que practique una economía desastrosa para el pueblo como fue la convertibilidad y los ajustes ortodoxos de la Alianza, no puede, bajo pena de aparentar incoherencia irreparable, que la democracia y la gobernabilidad se garantizan cuando “la gente” (¡dale con “la gente”!) advierta que dos partidos se pusieron de acuerdo en la estúpida fórmula que ya le oía a Ricardo Balbín en mis años de adolescente: el que gana gobierna y el que pierde ayuda. “La gente” se lleva puesto a cualquiera que ocasione el desastre social que produjeron el menemismo primero y la Alianza después, con pacto de la Moncloa Sudaca o no. El tema es lo que ha sido siempre: gobernar para el pueblo, no para las corporaciones. Cuando se gobierna para las corporaciones se paga el precio: conflictividad social creciente y represión brutal al final. Aquí ayer, en Grecia próximamente y en cualquier parte del mundo siempre.

Pero dejando de lado a Rodolfo Terragno quien, por seguir pegado a Eduardo Duhalde no llegará muy lejos con su cantinela alberdiana tan grata a los Grondona y los Aguinis, deseosos de refundar la patria a imagen y semejanza de la patria del Centenario, el fenómeno más paradójico de estos días es la increíble existencia virtual de un partido que en la realidad no es más que un remedo de glorias pasadas y al que le falta, digámoslo de una, un Alfonsín. Sin adalides no hay partidos políticos. (Y sin partidos políticos no hay adalides, sólo personajes mediáticos) Y si alguien quiere convencerme de que alguno de los tres inflados mediáticos de la UCR es un adalid, tendrá que darme mucha lata.

Más lamentable que el espectáculo que dan quienes hoy usufructúan el sello UCR hoy es el que ofrecen los demás opositores, dispersos en decenas de minobloques casi unipersonales. Exceptuando el socialismo santafesino, todos los demás no dejan de ser personajes mediáticos sin estructuras regionales ni jurídico-politicas. Y el caso del socialismo santafesino, por su parte, acotado en los límites geográficos de la provincia de Santa Fe. El socialismo santafesino podría jugar un papel decisivo en un futuro inmediato, pero, lamentablemente, en el caso de los hombres de Hermes Binner, además de estar limitados por los propios límites geográficos, y tal vez a causa de esta misma circunstancia, están presos de la patria sojera. Así que su papel inmediato se limitará a boyar entre la defensa de los intereses de sus coprovincianos que viven de la renta de la soja y los discursos socialdemócratas light. En otras palabras, el socialismo de Hermes Binner no podrá cumplir ningún papel decisivo en el orden nacional. Se verá obligado a concertar alianzas con otras fuerzas que, contrariamente a su propia naturaleza, no son más que personajes mediáticos sin estructura política alguna. Una pena. Pero, las cosas son así: el gorilismo visceral de los socialdemócratas de base, los de Santa Fe o los de cualquier parte, les impedirá a sus dirigentes concertar alianzas inteligentes. Hay que cuidar los votos, ¿vistes?

El resultado de todo esto es que el poder real de la Argentina, al lograr sentar en las bancas de ambas cámaras a lo más mediocre que dio la política argentina en décadas, se dispone a: primero: frenar el modelo K (sea lo que esto fuere); y segundo: comenzar a desandar el poco camino que se ha avanzado en conquistas para el pueblo. Que es poco, es verdad. Pero quien se queja de esta limitación de objetivos del Gobierno desprecia, ignora, soslaya una circunstancia que para muchos es obvia y sin embargo no ven: el tamaño del enemigo. Y eso es, estoy convencido, ignorancia política. O mala fe.

Sinceramente, la pérdida del control por parte del gobierno en el Congreso, le pega más al pueblo por el lado de la Cámara de Diputados que por el lado de la Cámara de Senadores. Que los senadores, representantes del status quo de sus respectivos territorios (muchas veces feudos medievales en los que se practica hasta el derecho de pernada) se abroquelen para defender sus privilegios no es algo que sorprenda al pueblo. Pero que los diputados hayan permitido la conformación del grupo A, eso ha sido incomprensible. Y no me refiero únicamente a los Pino Solanas o a los Claudio Lozano. Me refiero también a aquellos radicales que, sin pertenecer a la runfla de los entregados al sistema, o a la runfla de los odiadores viscerales, se han dejado llevar por la marea. Es que haberse formado en el republicanismo y la democracia por el Billiken o por el Lerú tiene sus consecuencias. La política es algo mucho más complejo que la cháchara. La política es feroz lucha de intereses. O se está con las corporaciones, o se está con el pueblo.

¿Qué es lo que pasará de aquí en más? Yo creo que está claro: la ruptura de las reglas de juego por parte de la oposición, esto es, copar la parada en el Congreso a partir del fórceps agromediático que logró inventar un sujeto virtual llamado “la oposición” tiene un solo propósito: declarar la guerra al poder ejecutivo nacional. Aquí mandamos nosotros y cualquier otro avance que se atreva a tocar nuestros intereses tendrá graves consecuencias. O gobiernan como lo estableció Escribano en 2003, o se van.

El fenómeno es inédito en Argentina. Y es lógico que así sea: es la consecuencia de la imposibilidad por parte del establishment de utilizar su herramienta tradicional: el golpe de estado. Sin esa herramienta a la mano, tuvieron que ingeniárselas para inventar nuevas herramientas. Patear el tablero político en aras de una ingobernabilidad garantizada; explotar al máximo las metástasis del establishment en el Poder Judicial; bombardear sin piedad con la mentira desde los medios. De alguna manera, no deja de ser positivo. También por primera vez, en Argentina se ve con claridad quién es quién, y para quién juega cada quién. Se han desatado debates que difícilmente puedan volver a ocultarse bajo la cháchara meliflua del político profesional. Aquí se pelea por la tarasca. Y eso está claro, para muchos, por primera vez en décadas.

Serán estos dos años, pues, duros de sobrellevar. Pero, a la vez, muy aleccionadores. Tensos, pero aleccionadores.


Alfredo Arri.

0o0

martes, 23 de febrero de 2010

"La Nación" mete presión sobre la justicia.

Bitácora del ciudadano de a pie. El "partido judicial".


La única forma de negar la existencia de la categoría política
partido judicial es impedir que los jueces fallen en cuestiones políticas.




Así como en su momento La Nación anticipó el fallo de una jueza del palo, el fallo de la jueza Sarmiento respecto a las reservas del BCRA y el DNU del Fondo del Bicentenario; así ahora, que parece que la cámara de alzada que debe resolver una apelación no está formada por jueces del palo, meten presión sobre esos jueces.

Ayer, Morales Solá fue brutalmente claro: si la sala IV en lo Contencioso Administrativo falla a favor del Gobierno, "será un escándalo" (sic). Y si no, será, simplemente una derrota para el Gobierno. O sea, en este caso, será justicia.

Y hoy, el especialista de La Nación en Tribunales, Adrián Ventura, les pone a los camaristas, los jueces, Sergio Fernández, Luis Márquez y Jorge Morán, el diario en sus mesas de desayuno diciéndoles por qué deben fallar como La Nación quiere que fallen.

El mensaje es claro: La Nación le dice a los jueces: Luego de la NeoLibertadora, ustedes irán al tacho de los desechos judiciales si no se portan bien. Así que, a portarse bien con el sistema.

Si la Sala IV dictase un fallo favorable al Gobierno, colocaría a la Corte en una situación extremadamente incómoda. El alto tribunal, que siempre hace gala de independencia, no podría tolerar un fallo amañado de la Sala IV que, de un plumazo, dejase sin efecto dos medidas cautelares concordantes. Por el contrario, si el fallo mantuviese la indisponibilidad de las reservas, el tema podría ser resuelto por el Congreso.

Fuente: Adrián Ventura y La Nación le meten presión a la Justicia.




La cosa está clara: Todo se reduce a si el juez o los jueces es o son del palo. La jueza Sarmiento es del palo. La jueza Pura Arrabal es del palo. Los camaristas Sergio Fernández, Luis Márquez y Jorge Morán no son del palo. Para aquéllos, gloria y laudes. Para éstos: recusaciones y advertencias.

Este simple hecho de ser un juez del palo o no ser del palo de algún sector político, ideológico o económico inhabilita al Sistema Judicial para tratar temas políticos. Al menos, claro, que los jueces puedan ser elegidos por el voto popular. Pero como esto último no sucede ni sucederá, entonces el Sistema Judicial debería abstenerse de tratar temas políticos, limitándose a establecer la constitucionalidad o falta de constitucionalidad de una norma jurídica, como lo manda la CN. Para la ciudadanía de a pie, un conjunto de jueces del palo hacen un partido judicial. Del palo que sean.


Alfredo Arri

0o0

Luis Majul en La Nación.



Leyendo los diarios.



Los medios del establishment contraatacan: ante la pérdida creciente de credibilidad, el diario casi sesquicentenario gasta fortunas para lograr el pase de columnistas estrellas a su equipo: A la incorporación de Silvina Walger, ahora se suma Luis Majul.


Ayer comentaba aquí que debido a la falta de banda ancha por tres días me habia perdido de leer los sesudos análisis de los columnistas del establishment. También, que si bien podia hacerlo en cualquier momento, las ocupaciones laborales me impedían dedicar tiempo para leer los diarios de ayer. Y terminaba con una ironía: No importa, en cualquier momento aparece un texto de opinión de Luis Majul y compensa... Pues bien: La Nación me dio el gusto y en veinticuatro horas no más publicó un enjundioso texto de opinión de don Luis Majul.

En su texto, el inventor de la única cornisa por la que cualquiera puede caminar sin riesgo de caer, estampó los siguientes vaticinios:

Néstor Kirchner, luego de su operación quirúrgica, prepara "algo grande" (sic).

No habrá elecciones internas en el justicialismo.

Se publicará información sensible a empresas argentinas relacionadas con el petróleo en Malvinas, con lo cual el Gobierno logrará distraer la atención por varios días..

NK ordenará vetar las leyes que reformarán las de la Magistratura y del indec.

Meterá la ley del matrimonio gay, que “partirá a la Argentina por la mitad”

Reestatizará parcial o totalmente YPF.

No convocará a elecciones abiertas porque no tiene ninguna posibilidad de ganarlas.

Anticipará las elecciones presidenciales.

Fuente: vaticinios de Majul en La Nación.




Por supuesto, el respondón * conductor de televisión y empresario periodístico, usa el tiempo verbal condicional, el me dijeron que y el según un taxista que tiene un hermano en Bragado que su mujer es hija de un dirigente del pejota que pertenece a la fracción que responde a Duhalde aunque también a De Narváez... o algo así.

De todos modos, algo me gustó del texto de Majul en La Nación de hoy. Es su primera oración: “Lo saben sus hombres de mayor confianza y lo intuyen muchos dirigentes de la oposición:...” ¡Me encantó! Me remitió inmediatamente a la famosa: "Lo dijo Sócrates y lo escribió Platón...” de la famosa rima chusca, lo cual me inspiró para esta décima de ese tenor.


Majul le avisa a los brutos
que ignoran ciertas verdades
que para calamidades

el kirchnerismo es astuto

y que tamaño atributo
no lo tuvo ni
El Riojano.
Prepárense los paisanos

porque esto es número puesto:

según Majul, tiene Néstor

algo grande
entra las manos.


Alfredo Arri.


Gente: me deben el descubrimiento de este vocablo castizo, que parece haber sido definido para Luis Majul, Mirtha Legrand y otros: Repondón: Que tiene el vicio de replicar irrespetuosamente. (DRAE)

o0o

lunes, 22 de febrero de 2010

Batucada barrial por el apagón de Edesur.

Bitácora del ciudadano de a pie.


Batucada barrial. Empapados, a oscuras y calientes.



El viernes se largó la lluvia y ¡paf!. Se inundó media ciudad, cientos de miles quedamos sin luz, y el apellido Macri fue el más coreado por la negrada de estos barrios capitalinos. Macri, compadre, gritaban los negros, ante el estupor de los vecinos pro que insistían en que eso de la lluvia era culpa de Dios; que el alto taponamiento del Maldonado era por culpa de los negros de Ciudadela que tiran los restos del chipá a la calle; y que los cortes de luz eran culpa de Cristina porque no había actualizado las tarifas y Edesur se tomaba la justa venganza por no poder hacer inversiones. ¡¿Actualizar las tarifas?! ¡Minga! Reestatizarla habría, vea... gritaban algunos, meta golpe de martillo a la columna del alumbrado público. ¡Queremos la luz; queremos la luz!, gritaban los vecinos en la noche del sábado. La batucada se oía desde doscientos metros. Más bien que se oía: sin tele en las casas, el silencio era mortal.

Me fui con la cámara a tomar unas escenas para ilustrar este blog, pero... no se veía un carajo. Tuve que acercarme a veinte centímetros de cada vecino para ver quién era. Entre otros, encontré a la Irma, macrista de la primera hora (bostera, además), dándola a la cacerola. ¿Usted también, 'ña Irma?, pregunté, con amplia sonrisa amparado en la oscuridad. Esa yegua... contestó la vieja, con una cara.... ¡Pam, pin, pan!

No hay nada que hacer: Unos cuantos entre mis vecinos perdieron la razón. Son menos de los que yo creía, por cierto; pero son muchos. Totalmente irracionales: La culpa del prolongado corte de Edesur la tenía Cristina. Cuando volvía a casa, Aníbal, otro vecino, me decía: Y pensar que esa chabona se jubiló por los Kirchner... Esa chabona era doña Irma.

Así estamos. El gobierno de la ciudad sale a los medios para informarnos de cuántos milimétros de lluvia cayeron. Los milímetros de lluvia caída se convirtieron en un índice para el macrismo. Algo así como el riesgo país. Llovieron 80 milímetros, ¡qué podemos hacer! La lluvia empezó en Ciudadela, se tapó el Maldonado y el agua bajó por Rivadavia, dijo Macri, superando todos sus récords en boludeces declaradas.

Ciertamente, contra la lluvia nada podemos hacer nosotros los ciudadanos de a pie, más que mojarnos las patas. El tema de la bronca generalizada fue Edesur. ¡Tres días sin luz, loco! Si eso no es provocación al gobierno nacional, ¿qué es? Al final, el domingo a la noche se aparecieron los de Edesur con un camión que portaba un generador. Era de la época de Segba, humeaba como la puta madre, pero, funcionó. Ni bien lo conectaron le dieron luz a un par de manzanas. Y anoche mismo, casi al mismo tiempo en que el generador jurásico se echaba a andar en medio de la calle, se cortó la luz en casas en las cuales nada había pasado, ni el viernes ni el sábado. Si eso no es provocación, ¿qué es?

Tres días, casi tres días completos sin luz, sin tele, sin teléfono, sin banda ancha. El domingo a la mañana entré en un dilema: ¿Cómo hago -me dije- para pasar el domingo sin leer los editoriales de Morales Solá y los otros popes del establishment? Por un momento pensé que debía ir hasta el quiosco de diarios y comprar La Nación y Clarín. Pero después entré en razón y no compré nada aparte del diario habitual. Así que fue éste mi primer domingo en años que no leí los sesudos editoriales de las más encumbradas plumas del establishment. Hoy nos dieron la luz, la tele, la banda ancha y el teléfono. Podría recorrer ahora los diarios de ayer. Pero ya no hay tiempo. Primero porque tengo que laburar; y después, porque tengo que recuperar las horas de tele perdida. Tres días sin nada de tele el cerebro se atrofia. Para colmo teníamos sólo El Secreto de sus ojos. La vimos cuatro veces, pero al final no nos dio para una quinta. De todas maneras, a pesar de que no pude leer a Morales Solá, van der Kooy, Fontevecchia, Eliaschev y otros, creo que no me perdí nada. Además, en cualquier momento de la semana publica algún texto Majul en alguna de las cloacas y compensa.

Como sólo tenía la radio, ayer a la mañana me castigué con Mariano Grondona. Me da un poco de vergüenza confesarlo, pero de todos modos confieso: me cagué de risa escuchando al inefable. Reirse solo no es nada para contar, pero bueno, así fue. Me cagué de risa. Hasta que se levantó la Negra y, luego de cerciorarse que a media mañana de domingo seguíamo sin luz, sin tele, sin banda ancha, sin teléfono, apuntándome con el índice me espetó: Sacás a ése ahora mismo o el tuco te lo hacés vos.

Los ravioles, con el estofado de pollo, estaban de rechupete.

Alfredo Arri

viernes, 19 de febrero de 2010

Un texto de Julio María Sanguinetti en El País de España.

Leyendo los diarios.


Borges, Funes el memorioso
y la política, que no encuentra
su destino sudamericano.



Julio María Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, pone su firma a un texto que hoy publica El País, de la madre patria que nos parió. En el mismo da cuenta de que las victorias electorales de Sebastián Piñera en Chile y -salvando las distancias, aclara- de Francisco De Narváez en la Provincia de Buenos Aires, ponen a las claras, por un lado, el aparente abandono de los prejuicios montados alrededor de la figura de un millonario manejando la cosa pública, prejuicios que siempre produjeron rechazo. Y por otro lado. dice:

En la dirección opuesta, las elecciones, en su tiempo, de un Lula, obrero metalúrgico brasileño sin ninguna formación académica, y ahora en Uruguay de un viejo guerrillero, de aspecto desaliñado y habla vulgar, también nos dicen que la falta de formación no es descalificante para alcanzar las alturas políticas. La ciudadanía parecería orientarse mucho más hacia la búsqueda de la confianza personal y de un espíritu de solidaridad con los más desposeídos, que resulta más concluyente que las capacidades.


Dejando de lado el mal gusto por la elección de descalificante por descalificador, detalles del buen o mal uso de la lengua que a El País poco le importan y dejan pasar sin revisar las maletas, no deja de sorprender al lector desavisado la caracterización poco sutil que el ex presidente uruguayo hace de su colega recientemente electo y a punto de asumir: “viejo guerrillero, de aspecto desaliñado y habla vulgar.”

¿Qué puede llevar a alguien a escribir así de un colega suyo, además de una suerte de asco al sujeto mismo o de reproche al pueblo que lo eligió? El propio Sanguinetti lo dice al final de su texto:

Votar a un empresario per se no es un valor. Pero descalificarlo a priori para el Gobierno es un prejuicio. Votar a un candidato sin formación suficiente tampoco es un valor. Pero descalificarlo por falta de Universidad también es un prejuicio, muy afín con las risas que burlaban a Sancho en su Ínsula de Barataria cuando ofrecía lecciones de buen sentido común. Que son cambios, son cambios. Las lealtades partidarias no son tan firmes y las figuras personales, más decisorias. Éstas, a su vez, valen más por su forma que por su sustancia.

Por formación, no me entusiasma demasiado esta inclinación. Pero allí está y más vale encararla con madurez antes de seducirse ingenuamente o rechazarla por instinto.

fuente: El País, artículo de Julio M. Sanguinetti


En realidad, en lo expresado por Sanguinetti está la queja del político tradicional: Los partidos tradicionales han perdido toda credibilidad y las personalidades, en cuanto tales, adquieren más valor para la sociedad a la hora de juzgar a los hombres públicos que las largas peroratas plagadas de conceptos abstractos y abstrusos.

Al leer quejas de este tipo, el lector queda con la impresión de que el político tradicional que “no se entusiasma demasiado por esta inclinación” le está echando culpas a las personas corrientes, a los electores, más que a los desaguisados que los propios políticos, con sus lealtades y tradiciones, produjeron en nuestros dos siglos de historia en nuestros sufridos pueblos. Si este descrédito es tal, ¿no sería hora de admitir que los sistemas de representación tradicionales en América Latina han fracasado estrepitosamente?

Por supuesto, deben los habilitados para ello ponerse a analizar un poco más este fenómeno. Pero que existe, existe. No es casual que la prédica de un Rodolfo Terragno por alcanzar un Pacto de la Moncloa a la sudamericana no tenga ni décimas de repercusión popular (Gracias a Dios), mientras que ese globo lanzado en Perú que juega con la probable candidatura presidencial de Jaime Bayley tiene, dicen, un cinco por ciento de aceptación.

Por empezar, un político que quiera tallar en estos tiempos tiene que abandonar ese lenguaje para dirigirse a un presidente de la república: “viejo guerrillero de aspecto desaliñado y habla vulgar”. Porque de ese modo encarece su propia vulgaridad, por contraste.

Y para terminar y como una digresión: Ante esta manifestación de Sanguinetti, no puedo evitar de recordar a Borges quien, en Funes el memorioso, estampa esta ironía: “Mi deplorable condición de argentino me impide incurrir en el ditirambo -género obligatorio en el Uruguay cuando el tema es un uruguayo.”

¡Vaya pedazo de ditirambo el de Sanguinetti, por Dios!

o0o

jueves, 18 de febrero de 2010

Pasando Revistas.

Pasando revistas. Humor político.

Agradezco a Distribuidora Moyano que me ha hecho llegar
ejemplares de algunas de las revistas que es
tán en distribución.



0o0

miércoles, 17 de febrero de 2010

Macri y la bonaerense.

El matete de los gallegos.

Según El País, Macri llevó la pistola eléctrica a la bonaerense.

El señor Cifuentes, periodista de El País, de la Madre Patria, no tiene la menor idea de qué cosas son Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Se'igual.

Así, don Cifuentes nos dice que Macri está cuestionado por su famosa pistola eléctrica para la policía del Gran Buenos Aires.


o0o

martes, 16 de febrero de 2010

Está buena Buenos Aires.

Humor. Décimas desencadenadas.


¿Está buena Buenos Aires?



En esta tarde de lluvia
(aburrido hasta las tetas)
pa' no perder la chaveta
vengo a hacer una denuncia:
Buenos Aires está mustia
y mustios sus edificios.
Y no hay siquiera un indicio
de que esta ciudad mejore:
Quienes siembran Cacciatores,
sólo cosechan Mauricios.

.
Alfredo Arri. (Theodoro)

o0o

Militantes kirchneristas en la red.

Bitácora del ciudadano de a pie.


La contienda política en la red.
CiberK vs. bravas bravas gorilas del teclado.



El diario El País de España se hizo eco, en su edición de hoy, del fenómeno que en su edición de ayer dio cuenta Clarín, esto es, la proliferación de sitios en la red para el desarrollo de la batalla pro K-anti K en el ciberespacio.

En líneas generales, el artículo del diario español recoge lo publicado en Clarín, pero con alguna diferencia, que no es menor: El País da cuenta del fenómeno y añade datos de interpretación. En Cambio Clarín presentó esta movida como una fomentada y organizada desde el poder político, desde el Gobierno, para “tratar de levantar la mala imagen de Cristina en la red”. En otras palabras, El País evitó suscribir la tesis del chori y la coca, tan grata a nuestros gorilas, y tan livianamente adoptada por los medios de comunicación.

La tesis de Clarín es que, dado que el 70 por ciento de los cibernautas se manifiestan contrarios a Cristina Fernández, el Gobierno dio la orden de contrarrestar ese fenómeno poniendo en marcha un ejército de ciberK, financiados por el poder.

Una tesis falsa cuyo propósito obvio es dar a su propia clientela algún sentido razonable a esa movida que, en efecto, existe y crece. Nació al calor de la movida destituyente del 2008 y creció sin parar desde entonces. Y el sentido que le da Clarín es, naturalmente, el del chori y la coca. Con este argumento pretenden “alertar” al lector circunstancial de blogs y páginas sociales en la red que ese aumento de páginas que demuestran un creciente apoyo a Cristina Fernández o a Néstor Kirchner son obra de “la billetera”, “la caja”.

El argumento descalificador no es nuevo, por supuesto. Es usado contra cualquiera y aun por aquellos que no deberían caer en esa vulgaridad por razones de oficio, como los periodistas y/o analistas de nota. Si José Pablo Feinmann, por nombrar a uno solo de los intelectuales de nota de la Argentina, apoya a Cristina, sencillamente se lo tilda desde los medios de ser “un filósofo K” que obra movido por el chori y la coca. En su caso, por un programa en el canal Encuentro.

El hecho cierto es que, en efecto, muchos de los que adherimos a este gobierno de Cristina Fernández, como adherimos también (aunque en mi caso menos) al de Néstor Kirchner, empezamos a cansarnos de soportar pasivamente a toda esa runfla de odiadores viscerales que han proliferado en la red para insultar, agraviar, difamar a Cristina Fernández y para echar permanente sospecha sobre todo, o para insuflar esa puta mala onda que nos carcome como sociedad. Sencillamente nos pudrimos. Y decidimos dar combate en el mismo medio, es decir, en la red.

Tenemos la de ganar, sobradamente. ¿Por qué? Porque no tenemos necesidad de descalificar, insultar, agraviar. Nos sobran argumentos de peso para apoyar al gobierno, al menos hasta ahora. Del mismo modo, claro, que nos sobran argumentos para sostener las críticas que podemos hacerle al gobierno.

No necesitamos descalificar. Si Carlos Reutemann sale con una estupidez propia de pendejo de secundario como la última que soltó su boca ("Con que se vayan en el 2011 y no se afanen la Casa Rosada o la Plaza de Mayo estaremos contentos lo'j argentinos"), nosotros nos podemos el lujo de publicar esa noticia de este modo:

Carlos Reutemann, quien aún soporta graves acusaciones judiciales por las muertes de dirigentes sociales en las jornadas de diciembre 2001; sobre quien recaen sospechas sobre la desastrosa privatización del banco de Santa Fe; quien como gobernador se ha caracterizado por su alto nepotismo, dijo que...

Presentaciones tales no representan, ni agravio, ni insulto: Se trata, simplemente, de tener memoria y molestarse en postear aquí y allá para que nadie la pierda, como la pierden -voluntariamente- los medios del establishment, quienes ven, por ejemplo en el caso de Reutemann, la esperanza blanca y no solamente no ventilan su pasado sino que además le festejan o le justifican o, a lo sumo, le tiran amablemente las orejas, por sus exabruptos rayanos en los propios de un bobi, para usar el término elegido por Hugo Moyano.

Nosotros podemos decir, sin entrar en la categoría de insulto descalificador: Julio Cobos defeccionó su papel de sostener el proyecto del gobierno que representa en el Senado a la hora de desempatar. Argumentado así, entonces sí, nos podemos dar el lujo de los énfasis que nos permite el lenguaje: lo suyo fue una agachada, una puñalada trapera. Y podemos firmar un pronóstico: volverá a defeccionar mil veces.

Es verdad que, tal como lo remarca hacia el final del texto la nota de El País, en general, los cibernautas escriben para la parroquia. Es decir, según el especialista consultado por el diario español, quienes operan partidariamente en la red no convencen a nadie, sino apenas refuerzan el convencimiento de los ya convencidos.

Como característica general del fenómeno observado, ese dictamen vale. Pero, hay otras características a considerar: Primero: al actuar activamente en la red no se le deja el campo orégano al adversario, con lo cual se dejaría la impresión, al navegante solitario en la red, que ésa cosa que ve es la realidad real. Es decir, en este caso, que nadie levanta una voz en defensa de aquél político o gobernante a quien todo el mundo (virtual) denosta. Y además, aunque en menor grado pero siempre posible: no hay que desechar así nada más la idea de que, con argumentos irrefutables y contundentes, sí se pueda convencer a parte los no convencidos, tal y como sucede en el mundo real, en la conversación -y aun discusión- boca a boca.

En el mundo real, doy fe, cada día son más los que se dan cuenta de que toda la basura que arrojan los medios es, al menos, intencionada, para defender intereses económicos. Y esto no es poco.

Nada es químicamente puro en la red, es verdad. También en los blogs y páginas sociales que están abiertas y activas para la defensa de Cristina Fernández hay altibajos. Hay excelentes bloggers que no dejan de aportar información valiosa, o que dan a conocer opiniones sólidamente fundadas. Y también hay militantes viscerales, por supuesto. Pero, repito, como los argumentos que podemos exhibir superan con holgura las desacalificaciones burdas y viscerales de una masa irracional, en este terreno tenemos la batalla ganada de antemano.

No hay despropósito alguno que pueda ser sostenido durante tanto tiempo. Los propios periodistas se han dado cuenta que, de seguir así, finalmente caerán en el descrédito total e irreversible. Ya se leen cada vez menos (fuera de Clarín) los editoriales histéricos, rabiosos, falaces, tergiversadores, y a veces directamente mentirosos, escritos por periodistas de fuste, con firma. Éstos se dejaron llevar por la marea cuando creían que habían quebrado las piernas a Cristina, en el 2008 y ahora, dos años más tarde, dale que dale con la misma cantinela mentirosa, están empezando a comprender que quedan al descubierto, desnudos como el día que vinieron al mundo.

Es verdad que el fenómeno de activismo político a favor del gobierno de Cristina Fernández en la red crece. Pero eso no obedece a "la caja". Obedece a que cada días son más las personas que se cansaron de tanta mierda lanzada al aire a toda hora por los medios masivos de comunicación. A que cada día tienen más bronca por esa metodología notoriamente injusta (y a veces hasta cruel) y han salido -o han subido- a la red a gritar ¡Basta!


Alfredo Arri.

o0o