22 al 29 de agosto de 2010.
La interpretación que se corresponde con el discurso de Cristina es lineal: dados los resultados obtenidos en una investigación enjundiosa alrededor de Papel Prensa, es deber del Poder ejecutivo: por una parte, denunciar ante el Sistema de Administración de Justicia los presuntos crímenes habidos en el origen de la empresa; y, por la otra, depositar en el Poder Legislativo la decisión de qué hacer en lo futuro con la producción y distribución de papel para diarios.
Otra interpretación, una interpretación rabiosamente antikirchnerista, podría estar representada por el lábil, laxo, elástico y dúctil analista político Alfredo Leuco. Según éste, el kirchnerismo preparó una zancadilla final al Grupo Clarín en su guerra santa contra el Grupo, pero llegada la hora de la verdad (el 24 de agosto), y como la Presidenta "no come vidrio", ante la truchada inventada por Guillermo Moreno, la Presidenta optó por lo que optó: Mucho acting, espectacularidad, y decorosa salida por la tangente.
Existen más interpretaciones, por supuesto. Algunas son ingeniosas; otras, francamente patéticas. Las más patéticas de todas ellas son ese grupo de interpretaciones que no especulan sobre la intencionalidad del gobierno nacional sino que directamente la aseguran. El ejemplo más grotesco es el que ofrece la diputada Patricia Bullrich: no conozco el proyecto ni me interesa conocerlo: como el único objetivo del gobierno es erosionar la libertad de prensa, grito: ¡Viva Clarín y muera la Santa Federación! En consonancia con la diputada tránsfuga, su jefa y mentora Elisa Carrió sentenció para la historia, para el atesoramiento de las grandes frases de la política argentina: "Clarín y La Nación son la Argentina."
Otras interpretaciones directamente eluden toda argumentación racional. Así, por ejemplo, el ecléctico Jorge Lanata confesó sin que se le movieran los pelos de la barba: yo me tengo que poner de parte del más débil, que es Clarín. Será Justicia.
Este blogger tiene su interpretación acerca de la movida del Poder Ejecutivo Nacional del 24 de agosto, llamada Papel Prensa, la verdad y es mucho menos rebuscada que las que anduvo leyendo aquí y allá. Para este blogger la cosa es sencilla: dada la guerra de desatada entre Clarín y el Gobierno nacional: y, dos, dado el nivel de aniquilación a la que la ha llevado Clarín la mencionada guerra, al gobierno nacional no le queda más alternativas que: O declina el rey y abandona la partida a favor del Grupo; o aumenta la apuesta. O se rinde, o contraataca. O se declara derrotado y abandona la partida o vuelve a atacar. Los hechos demuestran que el gobierno nacional optó por contraatacar. Es así de sencillo. Por supuesto, la suerte terminará de echarse en el Parlamento y en la Justicia, pero la movida está hecha.
Mientras tanto, sigue aumentando la lista de bajas en esta guerra. A los mencionados aquí hoy en esta entrada -Alfredo Leuco, Jorge Lanata, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, descendidos a los infiernos del servilismo o la mera estupidez- se suman día a día personajes públicos de todo tipo, ya políticos, ya periodistas, que se prosternan ante La Nación y Clarín convencidos que estos medios son, por supuesto, la Argentina.
El campo es la Argentina. La Sociedad Rural es la Argentina. La Iglesia es la Argentina. Clarin y La Nación son la Argentina.
Tan falso todo ese inventario de billikinescas pelotudeces como pregonar, por ejemplo, que la CGT y la CTA son la Argentina; o que la UCR y el PJ son la Argentina; o que Arsenal de Sarandí y Argentinos Juniors son la Argentina.
La verdad de la milanesa, hermano, es que la Argentina es, principalmente, la patria común de cuarenta millones de negros y de gringos que queremos vivir dignamente. Y a quienes los rastacueros de toda laya nos tienen las pelotas por el piso.
¿Cómo terminará esta guerra? Es difícil pronosticar algún resultado. El sentido común manda a imaginar que los poderosos ganarán la guerra. Por poderosos. Y es medianamente probable que así resulte. Sin embargo, no deberíamos perder las esperanzas. Lo que se tiene por ganar en caso de que el Grupo Clarín resultase derrotado en esta guerra es muy valioso: nada menos que la independencia cultural del pueblo. Un pueblo que lleva ya treinta y tantos años de manipulación mental por parte de consumados artistas en el arte de sostener la mediocridad general. Difícil salir de esa trampa, por cierto, pero no imposible.
Porque de lo que se trata, en definitiva, es de una gran batalla cultural. Para quienes tenemos varias décadas de vida, no podemos menos que constatar, con asombro, hasta qué grado de sometimiento a la lógica del poder ha llegado el pueblo, la opinión pública, en tan pocos años de prédica neoliberal. Existen infinidad de personas que creen, por ejemplo, que las ondas electromagnéticas no son propiedad del pueblo todo, sino de los particulares que en forma transitoria las explotan. Existen infinidad de personas que creen que las riquezas naturales de nuestra patria -petróleo, minerales- son propiedad de las empresas que por azares históricos las explotan y no propiedad de todos los argentinos. Existen infinidad de personas que cuando se los enfrenta a la comprensión de conceptos tales como la renta diferencial de la tierra responden con un ¡¡¿Lo qué?!!
Batalla cultural. Nadie lo dude: de eso se trata. El enemigo es poderoso. Sus armas son poderosas. Sus aliados son nada menos que sus pares, en todo el mundo. La guerra es dura. Pero vale la pena el intento. No hay nada más gratificante para un individuo que descubrir que él es capaz de discernir, de reflexionar, de alcanzar a desnudar la esencia de las cosas o, al menos, de sus series fenoménicas. No hay nada más gratificante para un individuo que descubrir que puede descubrir conceptos por sí mismo. La duda cartesiana aplicada a la vida cotidiana. De eso se trata. Nada menos.
Alfredo Arri.