La contienda política en la red.
CiberK vs. bravas bravas gorilas del teclado.
CiberK vs. bravas bravas gorilas del teclado.
El diario El País de España se hizo eco, en su edición de hoy, del fenómeno que en su edición de ayer dio cuenta Clarín, esto es, la proliferación de sitios en la red para el desarrollo de la batalla pro K-anti K en el ciberespacio.
En líneas generales, el artículo del diario español recoge lo publicado en Clarín, pero con alguna diferencia, que no es menor: El País da cuenta del fenómeno y añade datos de interpretación. En Cambio Clarín presentó esta movida como una fomentada y organizada desde el poder político, desde el Gobierno, para “tratar de levantar la mala imagen de Cristina en la red”. En otras palabras, El País evitó suscribir la tesis del chori y la coca, tan grata a nuestros gorilas, y tan livianamente adoptada por los medios de comunicación.
La tesis de Clarín es que, dado que el 70 por ciento de los cibernautas se manifiestan contrarios a Cristina Fernández, el Gobierno dio la orden de contrarrestar ese fenómeno poniendo en marcha un ejército de ciberK, financiados por el poder.
Una tesis falsa cuyo propósito obvio es dar a su propia clientela algún sentido razonable a esa movida que, en efecto, existe y crece. Nació al calor de la movida destituyente del 2008 y creció sin parar desde entonces. Y el sentido que le da Clarín es, naturalmente, el del chori y la coca. Con este argumento pretenden “alertar” al lector circunstancial de blogs y páginas sociales en la red que ese aumento de páginas que demuestran un creciente apoyo a Cristina Fernández o a Néstor Kirchner son obra de “la billetera”, “la caja”.
El argumento descalificador no es nuevo, por supuesto. Es usado contra cualquiera y aun por aquellos que no deberían caer en esa vulgaridad por razones de oficio, como los periodistas y/o analistas de nota. Si José Pablo Feinmann, por nombrar a uno solo de los intelectuales de nota de la Argentina, apoya a Cristina, sencillamente se lo tilda desde los medios de ser “un filósofo K” que obra movido por el chori y la coca. En su caso, por un programa en el canal Encuentro.
El hecho cierto es que, en efecto, muchos de los que adherimos a este gobierno de Cristina Fernández, como adherimos también (aunque en mi caso menos) al de Néstor Kirchner, empezamos a cansarnos de soportar pasivamente a toda esa runfla de odiadores viscerales que han proliferado en la red para insultar, agraviar, difamar a Cristina Fernández y para echar permanente sospecha sobre todo, o para insuflar esa puta mala onda que nos carcome como sociedad. Sencillamente nos pudrimos. Y decidimos dar combate en el mismo medio, es decir, en la red.
Tenemos la de ganar, sobradamente. ¿Por qué? Porque no tenemos necesidad de descalificar, insultar, agraviar. Nos sobran argumentos de peso para apoyar al gobierno, al menos hasta ahora. Del mismo modo, claro, que nos sobran argumentos para sostener las críticas que podemos hacerle al gobierno.
No necesitamos descalificar. Si Carlos Reutemann sale con una estupidez propia de pendejo de secundario como la última que soltó su boca ("Con que se vayan en el 2011 y no se afanen la Casa Rosada o la Plaza de Mayo estaremos contentos lo'j argentinos"), nosotros nos podemos el lujo de publicar esa noticia de este modo:
Carlos Reutemann, quien aún soporta graves acusaciones judiciales por las muertes de dirigentes sociales en las jornadas de diciembre 2001; sobre quien recaen sospechas sobre la desastrosa privatización del banco de Santa Fe; quien como gobernador se ha caracterizado por su alto nepotismo, dijo que...
Presentaciones tales no representan, ni agravio, ni insulto: Se trata, simplemente, de tener memoria y molestarse en postear aquí y allá para que nadie la pierda, como la pierden -voluntariamente- los medios del establishment, quienes ven, por ejemplo en el caso de Reutemann, la esperanza blanca y no solamente no ventilan su pasado sino que además le festejan o le justifican o, a lo sumo, le tiran amablemente las orejas, por sus exabruptos rayanos en los propios de un bobi, para usar el término elegido por Hugo Moyano.
Nosotros podemos decir, sin entrar en la categoría de insulto descalificador: Julio Cobos defeccionó su papel de sostener el proyecto del gobierno que representa en el Senado a la hora de desempatar. Argumentado así, entonces sí, nos podemos dar el lujo de los énfasis que nos permite el lenguaje: lo suyo fue una agachada, una puñalada trapera. Y podemos firmar un pronóstico: volverá a defeccionar mil veces.
Es verdad que, tal como lo remarca hacia el final del texto la nota de El País, en general, los cibernautas escriben para la parroquia. Es decir, según el especialista consultado por el diario español, quienes operan partidariamente en la red no convencen a nadie, sino apenas refuerzan el convencimiento de los ya convencidos.
Como característica general del fenómeno observado, ese dictamen vale. Pero, hay otras características a considerar: Primero: al actuar activamente en la red no se le deja el campo orégano al adversario, con lo cual se dejaría la impresión, al navegante solitario en la red, que ésa cosa que ve es la realidad real. Es decir, en este caso, que nadie levanta una voz en defensa de aquél político o gobernante a quien todo el mundo (virtual) denosta. Y además, aunque en menor grado pero siempre posible: no hay que desechar así nada más la idea de que, con argumentos irrefutables y contundentes, sí se pueda convencer a parte los no convencidos, tal y como sucede en el mundo real, en la conversación -y aun discusión- boca a boca.
En el mundo real, doy fe, cada día son más los que se dan cuenta de que toda la basura que arrojan los medios es, al menos, intencionada, para defender intereses económicos. Y esto no es poco.
Nada es químicamente puro en la red, es verdad. También en los blogs y páginas sociales que están abiertas y activas para la defensa de Cristina Fernández hay altibajos. Hay excelentes bloggers que no dejan de aportar información valiosa, o que dan a conocer opiniones sólidamente fundadas. Y también hay militantes viscerales, por supuesto. Pero, repito, como los argumentos que podemos exhibir superan con holgura las desacalificaciones burdas y viscerales de una masa irracional, en este terreno tenemos la batalla ganada de antemano.
No hay despropósito alguno que pueda ser sostenido durante tanto tiempo. Los propios periodistas se han dado cuenta que, de seguir así, finalmente caerán en el descrédito total e irreversible. Ya se leen cada vez menos (fuera de Clarín) los editoriales histéricos, rabiosos, falaces, tergiversadores, y a veces directamente mentirosos, escritos por periodistas de fuste, con firma. Éstos se dejaron llevar por la marea cuando creían que habían quebrado las piernas a Cristina, en el 2008 y ahora, dos años más tarde, dale que dale con la misma cantinela mentirosa, están empezando a comprender que quedan al descubierto, desnudos como el día que vinieron al mundo.
Es verdad que el fenómeno de activismo político a favor del gobierno de Cristina Fernández en la red crece. Pero eso no obedece a "la caja". Obedece a que cada días son más las personas que se cansaron de tanta mierda lanzada al aire a toda hora por los medios masivos de comunicación. A que cada día tienen más bronca por esa metodología notoriamente injusta (y a veces hasta cruel) y han salido -o han subido- a la red a gritar ¡Basta!
En líneas generales, el artículo del diario español recoge lo publicado en Clarín, pero con alguna diferencia, que no es menor: El País da cuenta del fenómeno y añade datos de interpretación. En Cambio Clarín presentó esta movida como una fomentada y organizada desde el poder político, desde el Gobierno, para “tratar de levantar la mala imagen de Cristina en la red”. En otras palabras, El País evitó suscribir la tesis del chori y la coca, tan grata a nuestros gorilas, y tan livianamente adoptada por los medios de comunicación.
La tesis de Clarín es que, dado que el 70 por ciento de los cibernautas se manifiestan contrarios a Cristina Fernández, el Gobierno dio la orden de contrarrestar ese fenómeno poniendo en marcha un ejército de ciberK, financiados por el poder.
Una tesis falsa cuyo propósito obvio es dar a su propia clientela algún sentido razonable a esa movida que, en efecto, existe y crece. Nació al calor de la movida destituyente del 2008 y creció sin parar desde entonces. Y el sentido que le da Clarín es, naturalmente, el del chori y la coca. Con este argumento pretenden “alertar” al lector circunstancial de blogs y páginas sociales en la red que ese aumento de páginas que demuestran un creciente apoyo a Cristina Fernández o a Néstor Kirchner son obra de “la billetera”, “la caja”.
El argumento descalificador no es nuevo, por supuesto. Es usado contra cualquiera y aun por aquellos que no deberían caer en esa vulgaridad por razones de oficio, como los periodistas y/o analistas de nota. Si José Pablo Feinmann, por nombrar a uno solo de los intelectuales de nota de la Argentina, apoya a Cristina, sencillamente se lo tilda desde los medios de ser “un filósofo K” que obra movido por el chori y la coca. En su caso, por un programa en el canal Encuentro.
El hecho cierto es que, en efecto, muchos de los que adherimos a este gobierno de Cristina Fernández, como adherimos también (aunque en mi caso menos) al de Néstor Kirchner, empezamos a cansarnos de soportar pasivamente a toda esa runfla de odiadores viscerales que han proliferado en la red para insultar, agraviar, difamar a Cristina Fernández y para echar permanente sospecha sobre todo, o para insuflar esa puta mala onda que nos carcome como sociedad. Sencillamente nos pudrimos. Y decidimos dar combate en el mismo medio, es decir, en la red.
Tenemos la de ganar, sobradamente. ¿Por qué? Porque no tenemos necesidad de descalificar, insultar, agraviar. Nos sobran argumentos de peso para apoyar al gobierno, al menos hasta ahora. Del mismo modo, claro, que nos sobran argumentos para sostener las críticas que podemos hacerle al gobierno.
No necesitamos descalificar. Si Carlos Reutemann sale con una estupidez propia de pendejo de secundario como la última que soltó su boca ("Con que se vayan en el 2011 y no se afanen la Casa Rosada o la Plaza de Mayo estaremos contentos lo'j argentinos"), nosotros nos podemos el lujo de publicar esa noticia de este modo:
Carlos Reutemann, quien aún soporta graves acusaciones judiciales por las muertes de dirigentes sociales en las jornadas de diciembre 2001; sobre quien recaen sospechas sobre la desastrosa privatización del banco de Santa Fe; quien como gobernador se ha caracterizado por su alto nepotismo, dijo que...
Presentaciones tales no representan, ni agravio, ni insulto: Se trata, simplemente, de tener memoria y molestarse en postear aquí y allá para que nadie la pierda, como la pierden -voluntariamente- los medios del establishment, quienes ven, por ejemplo en el caso de Reutemann, la esperanza blanca y no solamente no ventilan su pasado sino que además le festejan o le justifican o, a lo sumo, le tiran amablemente las orejas, por sus exabruptos rayanos en los propios de un bobi, para usar el término elegido por Hugo Moyano.
Nosotros podemos decir, sin entrar en la categoría de insulto descalificador: Julio Cobos defeccionó su papel de sostener el proyecto del gobierno que representa en el Senado a la hora de desempatar. Argumentado así, entonces sí, nos podemos dar el lujo de los énfasis que nos permite el lenguaje: lo suyo fue una agachada, una puñalada trapera. Y podemos firmar un pronóstico: volverá a defeccionar mil veces.
Es verdad que, tal como lo remarca hacia el final del texto la nota de El País, en general, los cibernautas escriben para la parroquia. Es decir, según el especialista consultado por el diario español, quienes operan partidariamente en la red no convencen a nadie, sino apenas refuerzan el convencimiento de los ya convencidos.
Como característica general del fenómeno observado, ese dictamen vale. Pero, hay otras características a considerar: Primero: al actuar activamente en la red no se le deja el campo orégano al adversario, con lo cual se dejaría la impresión, al navegante solitario en la red, que ésa cosa que ve es la realidad real. Es decir, en este caso, que nadie levanta una voz en defensa de aquél político o gobernante a quien todo el mundo (virtual) denosta. Y además, aunque en menor grado pero siempre posible: no hay que desechar así nada más la idea de que, con argumentos irrefutables y contundentes, sí se pueda convencer a parte los no convencidos, tal y como sucede en el mundo real, en la conversación -y aun discusión- boca a boca.
En el mundo real, doy fe, cada día son más los que se dan cuenta de que toda la basura que arrojan los medios es, al menos, intencionada, para defender intereses económicos. Y esto no es poco.
Nada es químicamente puro en la red, es verdad. También en los blogs y páginas sociales que están abiertas y activas para la defensa de Cristina Fernández hay altibajos. Hay excelentes bloggers que no dejan de aportar información valiosa, o que dan a conocer opiniones sólidamente fundadas. Y también hay militantes viscerales, por supuesto. Pero, repito, como los argumentos que podemos exhibir superan con holgura las desacalificaciones burdas y viscerales de una masa irracional, en este terreno tenemos la batalla ganada de antemano.
No hay despropósito alguno que pueda ser sostenido durante tanto tiempo. Los propios periodistas se han dado cuenta que, de seguir así, finalmente caerán en el descrédito total e irreversible. Ya se leen cada vez menos (fuera de Clarín) los editoriales histéricos, rabiosos, falaces, tergiversadores, y a veces directamente mentirosos, escritos por periodistas de fuste, con firma. Éstos se dejaron llevar por la marea cuando creían que habían quebrado las piernas a Cristina, en el 2008 y ahora, dos años más tarde, dale que dale con la misma cantinela mentirosa, están empezando a comprender que quedan al descubierto, desnudos como el día que vinieron al mundo.
Es verdad que el fenómeno de activismo político a favor del gobierno de Cristina Fernández en la red crece. Pero eso no obedece a "la caja". Obedece a que cada días son más las personas que se cansaron de tanta mierda lanzada al aire a toda hora por los medios masivos de comunicación. A que cada día tienen más bronca por esa metodología notoriamente injusta (y a veces hasta cruel) y han salido -o han subido- a la red a gritar ¡Basta!
Alfredo Arri.
o0o
Buenísimo, Theo. Pienso exactamente así. Gracias!
ResponderEliminarHola, Adriana.
ResponderEliminarUn beso, amiga!