miércoles, 24 de febrero de 2010

El Congreso bajo control del poder real.


Bitácora del ciudadano de a pie. Nueva etapa.


El establishment ha conseguido los culos necesarios para ocupar bancas en el Congreso.


El poder económico, el poder real de Argentina, ha copado el Congreso. Siempre ha estado allí, por supuesto, pero ahora ese poder cerril ha forzado las mayorías necesarias para hacerse del timón. De esta forma, la procaz asociación de grupos de poder económico y medios, han logrado ocupar las bancas del Congreso, en ambas cámaras, de forma tal que la estrategia que tenían fijada podrá ser ejecutada con relativa facilidad, ya que tienen agarrados de las narices a sus agentes tácticos, esto es, los políticos de “la oposición”. Esa estrategia, como se ha repetido mil veces, consiste en imposibilitar cualquier profundización del modelo kirchnerista de gestión y, si fuese posible, comenzar a desandar el poco camino transitado en estos años. Cuando afirmo que los agentes del poder han logrado ocupar las bancas, me refiero, claro está, a que lo han hecho a través de culos prestados: los de los políticos profesionales.

Sería injusto si lanzara la creencia acusatoria de que cada uno de los diputados y senadores que se prestaron al juego del llamado establishment lo hicieron a conciencia, servilmente. Sí creo que éstos, los serviles del status quo, son mayoría entre la runfla, pero no son todos. Algunos hay pegados a la movida por el espanto; otros, tal vez los menos, por una inveterada ingenuidad rayana en lo patético que les permite acariciar la idea de que están laborando en forma patriótica por el republicanismo que aprendieron por el Billiken y, en el mejor de los casos, por el Lerú. Pero, este blogger no se engaña: la mayoría se ha prestado al juego del poder real por el más puro, consciente y consecuente servilismo profesional.

Lo cierto es que leer los diarios del poder económico en estos días no deja de producir asombro: no se puede creer, por ejemplo, la entidad mediática que tiene el radicalismo. Un partido político absolutamente devaluado en la sociedad, sin cuadros, sin militantes de base, aparece en los medios con una entidad que, al desavisado lector extranjero, seguramente lo confundiría. Hace seis meses atrás, el radicalismo tenía tan poco peso en la vida nacional como tiene hoy. Sin embargo, una puñalada trapera del vicepresidente (radical expulsado y redimido), y la muerte de un líder indiscutido, Raúl Alfonsín, posibilitaron que los medios pudieran dar entidad virtual a un partido intrascendente en la vida política actual. ¿Qué es el radicalismo hoy? No hace falta conocer demasiado para responder a esa pregunta con seguridad: El radicalismo hoy se reduce a tres dirigentes de altísimo centimil, un dirigente portador de apellido y modos campechanos gratos al folclore radical, y un intelectual sin carisma alguno que, en mala junta con Eduardo Duhalde, promueve por los medios algo así como las bases y puntos de partida de la refundación nacional. No se puede creer.

En un programa de televisión, Rodolfo Terragno se mandó una al mejor estilo rabino Bergman: “La gente -dijo- cree que los radicales no pueden gobernar y que los peronistas no dejan gobernar. Hasta que la gente no acepte que el radicalismo puede gobernar y el peronismo deja gobernar, no habrá democracia.” No se puede creer que a esta altura de la soirée se pueda creer que se engrupe a la ciudadanía con juegos de palabras que no pasan de ser una penosa ingeniosidad. ¡Y eso lo dijo el ex funcionario de la Alianza teniendo a su lado a Eduardo Duahlde!

El radicalismo no puede gobernar por una sencilla razón: están presos del establishment. Alfonsín murió y los radicales que hoy son las niñas mimadas de los medios no son más que agentes del poder económico. Con dirigentes así, tienen destino de títeres del poder real en el poder formal. O sea: ni bien sean gobierno, a poco de andar tendrán a todo el pueblo en las calles.

Hay veces que me pregunto si de veras nos creen tan pasivos en la recepción de los relatos mediáticos que somos incapaces de analizarlos. Véase esta paradoja: Rodolfo Terragno, como se sabe, anda por todos los medios con su berretín alberdiano a cuestas. Ayer a la mañana lo hizo en una radio. La periodista, Liliana López Foressi, tras escucharlo pacientemente, le hizo notar lo obvio (con otras palabras diferentes a la que uso aquí): usted anda en esta movida con Duhalde, a quien se lo ha acusado de promover la caída del gobierno de la Alianza, del cual usted formó parte. Y la respuesta de Rodolfo Terragno fue sorprendente: en términos muy gruesos, su explicación a esa contradicción fue la siguiente: El problema era la convertibilidad, que era una bomba de tiempo. A De La Rúa no lo volteó Duhalde, ni la crisis se originó con la renuncia de Chacho Álvarez. De La Rúa cayó porque quiso sostener la convertibilidad, a pesar de las advertencias del propio Terragno. Una bomba de tiempo que explotó y produjo el estallido social.

Un intelectual que admite que un estallido social se lleva puesto a cualquier gobierno que practique una economía desastrosa para el pueblo como fue la convertibilidad y los ajustes ortodoxos de la Alianza, no puede, bajo pena de aparentar incoherencia irreparable, que la democracia y la gobernabilidad se garantizan cuando “la gente” (¡dale con “la gente”!) advierta que dos partidos se pusieron de acuerdo en la estúpida fórmula que ya le oía a Ricardo Balbín en mis años de adolescente: el que gana gobierna y el que pierde ayuda. “La gente” se lleva puesto a cualquiera que ocasione el desastre social que produjeron el menemismo primero y la Alianza después, con pacto de la Moncloa Sudaca o no. El tema es lo que ha sido siempre: gobernar para el pueblo, no para las corporaciones. Cuando se gobierna para las corporaciones se paga el precio: conflictividad social creciente y represión brutal al final. Aquí ayer, en Grecia próximamente y en cualquier parte del mundo siempre.

Pero dejando de lado a Rodolfo Terragno quien, por seguir pegado a Eduardo Duhalde no llegará muy lejos con su cantinela alberdiana tan grata a los Grondona y los Aguinis, deseosos de refundar la patria a imagen y semejanza de la patria del Centenario, el fenómeno más paradójico de estos días es la increíble existencia virtual de un partido que en la realidad no es más que un remedo de glorias pasadas y al que le falta, digámoslo de una, un Alfonsín. Sin adalides no hay partidos políticos. (Y sin partidos políticos no hay adalides, sólo personajes mediáticos) Y si alguien quiere convencerme de que alguno de los tres inflados mediáticos de la UCR es un adalid, tendrá que darme mucha lata.

Más lamentable que el espectáculo que dan quienes hoy usufructúan el sello UCR hoy es el que ofrecen los demás opositores, dispersos en decenas de minobloques casi unipersonales. Exceptuando el socialismo santafesino, todos los demás no dejan de ser personajes mediáticos sin estructuras regionales ni jurídico-politicas. Y el caso del socialismo santafesino, por su parte, acotado en los límites geográficos de la provincia de Santa Fe. El socialismo santafesino podría jugar un papel decisivo en un futuro inmediato, pero, lamentablemente, en el caso de los hombres de Hermes Binner, además de estar limitados por los propios límites geográficos, y tal vez a causa de esta misma circunstancia, están presos de la patria sojera. Así que su papel inmediato se limitará a boyar entre la defensa de los intereses de sus coprovincianos que viven de la renta de la soja y los discursos socialdemócratas light. En otras palabras, el socialismo de Hermes Binner no podrá cumplir ningún papel decisivo en el orden nacional. Se verá obligado a concertar alianzas con otras fuerzas que, contrariamente a su propia naturaleza, no son más que personajes mediáticos sin estructura política alguna. Una pena. Pero, las cosas son así: el gorilismo visceral de los socialdemócratas de base, los de Santa Fe o los de cualquier parte, les impedirá a sus dirigentes concertar alianzas inteligentes. Hay que cuidar los votos, ¿vistes?

El resultado de todo esto es que el poder real de la Argentina, al lograr sentar en las bancas de ambas cámaras a lo más mediocre que dio la política argentina en décadas, se dispone a: primero: frenar el modelo K (sea lo que esto fuere); y segundo: comenzar a desandar el poco camino que se ha avanzado en conquistas para el pueblo. Que es poco, es verdad. Pero quien se queja de esta limitación de objetivos del Gobierno desprecia, ignora, soslaya una circunstancia que para muchos es obvia y sin embargo no ven: el tamaño del enemigo. Y eso es, estoy convencido, ignorancia política. O mala fe.

Sinceramente, la pérdida del control por parte del gobierno en el Congreso, le pega más al pueblo por el lado de la Cámara de Diputados que por el lado de la Cámara de Senadores. Que los senadores, representantes del status quo de sus respectivos territorios (muchas veces feudos medievales en los que se practica hasta el derecho de pernada) se abroquelen para defender sus privilegios no es algo que sorprenda al pueblo. Pero que los diputados hayan permitido la conformación del grupo A, eso ha sido incomprensible. Y no me refiero únicamente a los Pino Solanas o a los Claudio Lozano. Me refiero también a aquellos radicales que, sin pertenecer a la runfla de los entregados al sistema, o a la runfla de los odiadores viscerales, se han dejado llevar por la marea. Es que haberse formado en el republicanismo y la democracia por el Billiken o por el Lerú tiene sus consecuencias. La política es algo mucho más complejo que la cháchara. La política es feroz lucha de intereses. O se está con las corporaciones, o se está con el pueblo.

¿Qué es lo que pasará de aquí en más? Yo creo que está claro: la ruptura de las reglas de juego por parte de la oposición, esto es, copar la parada en el Congreso a partir del fórceps agromediático que logró inventar un sujeto virtual llamado “la oposición” tiene un solo propósito: declarar la guerra al poder ejecutivo nacional. Aquí mandamos nosotros y cualquier otro avance que se atreva a tocar nuestros intereses tendrá graves consecuencias. O gobiernan como lo estableció Escribano en 2003, o se van.

El fenómeno es inédito en Argentina. Y es lógico que así sea: es la consecuencia de la imposibilidad por parte del establishment de utilizar su herramienta tradicional: el golpe de estado. Sin esa herramienta a la mano, tuvieron que ingeniárselas para inventar nuevas herramientas. Patear el tablero político en aras de una ingobernabilidad garantizada; explotar al máximo las metástasis del establishment en el Poder Judicial; bombardear sin piedad con la mentira desde los medios. De alguna manera, no deja de ser positivo. También por primera vez, en Argentina se ve con claridad quién es quién, y para quién juega cada quién. Se han desatado debates que difícilmente puedan volver a ocultarse bajo la cháchara meliflua del político profesional. Aquí se pelea por la tarasca. Y eso está claro, para muchos, por primera vez en décadas.

Serán estos dos años, pues, duros de sobrellevar. Pero, a la vez, muy aleccionadores. Tensos, pero aleccionadores.


Alfredo Arri.

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