sábado, 27 de febrero de 2010

Crítica de medios.

La guerra de los medios contra el pueblo. El regodeo del pelotudo.

Una explicación sencilla.

Hace tiempo que muchos bloggers venimos comentando en nuestras modestas publicaciones el abandono gradual pero irreparable del decoro profesional por parte de una muy grande mayoría de los periodistas que firman o que ponen la cara en los grandes medios gráficos o audiovisuales. Más allá de la movida en la red, destinada a sostener con la cibermilitancia la denuncia del kirchnerismo contra Clarín, muchos bloggers denunciamos, más que el fenómeno del papel abierto de opositor que han asumido los medios, el triste papel público de periodistas que, asaltados, gobernados, por una suerte de desequilibrio emocional ante el fenómeno del kirchnerismo, no se permiten ni siquiera el decoro de ese desequilibrio en sus textos, o en sus alocuciones. La pérdida del decoro es, entre otras muchas cosas, un espectáculo penoso para quien debe presenciarlo en calidad de testigo. En este caso, nosotros, los ciudadanos de a pie, en nuestro papel de consumidores de medios. Lastima, ofende, provoca náuseas. Y bronca, mucha bronca. Nos crispa.

Hubo ocasiones, lo confieso, en que sentí sincera conmiseración por muchos de esos chicos y chicas que -acaso sin tener conciencia cabal del papel triste que cumplen- muestran toda la gestualidad y toda la artillería verbal del que, desde la pura visceralidad, manifiesta como propio el odio ajeno. Sí: humana conmiseración. Después de todo todos nosotros mismos, los ciudadanos de a pie que nos ganamos la vida trabajando, o, para evitar la vacías generalizaciones, muchos de nosotros, muchas veces, debimos mostrarnos como verdaderas ratas ante las exigencias patronales. Muchas veces, hubimos de tragarnos muchos sapos antes de pegar el portazo liberador. Es así. Y en el caso de esos chicos y chicas que de súbito se vieron inmersos, en calidad de soldados de trinchera a la bayoneta calada, en la guerra que sus empleadores desataron contra el Gobierno y, por extensión, contra el pueblo. Sobre todo los empleados de segundo nivel para abajo. Los otros, los conspicuos, lo hacen por convicción: por convicción ideológica o por esa convicción tan aniquiladora de la libertad interior como son los ingresos suculentos. Éstos no nos despiertan conmiseración alguna. Unos son los enemigos ideológicos; los otros, simples mercenarios de alto nivel.

Fue a partir del conflicto desatado por la derecha cerril y los patrones rurales que este fenómeno se manifestó con más intensidad, pero ya existía desde el mismo momento de la asunción de Cristina Fernández a la Presidencia de la Nación, si no antes. Que durante el conflicto destituyente desatado por la renta de la soja los periodistas dependientes se desataran, era justificable: si el gobierno de Cristina caía después de la madrugada del festejo palermitano con champán, todos los excesos que habían cometido con la pluma o la palabra desde sus puestos de combate, serían inmediatamente olvidados por el resto de la población y, en poco tiempo, aquellos excesos habrían de quedar sepultados en el olvido definitivo.

Pero esa caída no ocurrió. Y como no ocurrió, los bolsillo-afectados por el modelo K, en obscena asociación con los medios de comunicación hegemónicos, subieron la apuesta. Entonces acaeció que esa pérdida de decoro profesional de los comunicadores sociales fue creciente hasta caer, en estos días, en el absurdo.

Tanto fue así, que en estos últimos meses el fenómeno ya no pudo seguir en estado de no existencia virtual para los medios hegemónicos y los propios medios hegemónicos comenzaron a reflejar en sus páginas o en sus horas de radio y televisión esa degradación profesional de una inmensa cantidad de profesionales que durante décadas, o al menos años, habían logrado mantener una saludable credibilidad.

Sucede que cuando las personas, en la orgía que deviene a un baile de disfraces descontrolado, se quitan las caretas primero y terminan desnudándose del todo al final, el espectáculo que ofrecen, sobre todo si se encuentran en estado de ebriedad (la obnubilación surgida por el odio es una suerte de borrachera, sobre todo para el que la observa desde afuera), es verdaderamente lastimoso.

Más aún: en las últimas semanas ya han comenzado a aparecer interpretaciones académicas acerca de este comportamiento de enajenación colectiva por parte de las personas que sostienen, con su pluma o con su cara y voz. la propia existencia de los medios. Esa vaca sagrada de tipo corporativo -no hacer periodismo de periodismo- ha sido carneada y ahora sus costillas se doran lentamente en el asador que está a la vista de todo el mundo.

Ricardo Forster, en su último texto publicado en Veintitrés refleja todo este fenómeno con palabras más que claras. La lectura de ese texto, cuyo inequívoco título es Semiologías, es altamente recomendable. Este es su párafo inicial:

No hace falta ser un semiólogo avezado ni un experto en desciframiento del lenguaje de los medios de comunicación para, a estas alturas, darse cuenta de la caída en picada de cualquier atisbo de “objetividad informativa”. Hasta el más simple de los lectores, ese que carece de cualquier animadversión hacia un determinado grupo mediático, incluso ese que rutinariamente inicia su día con la lectura del periódico que lo viene acompañando desde que tiene memoria, no deja de sentir que algo no funciona, que algo huele mal en la Dinamarca de los grandes medios.


Otros hombres de medios, periodistas que, en términos generales, no están tan atados a los intereses de los medios hegemónicos, han aumentado en estas semanas sus observaciones de este fenómeno. Una de las excepciones notables es la de Víctor Hugo Morales, que sí pertenece a una empresa poderosa de medios.

Pero no es necesario abundar en citas. Basta con ver la tapa de Clarín de hoy para comprobar, in situ digamos, de que la denunciada pérdida de todo decoro es una dura -y, a la vez que patética, peligrosa- realidad. En efecto, el titular principal de Clarín de hoy reza así: Obama es el más popular, replicó EEUU a Cristina.


Más allá del pequeño detalle de que, si el destinatario de la réplica fue "Cristina", el autor de la misma debería ser "Valenzuela"; o bien: si el autor de la replica fue "EEUU" entonces la destinataria debería ser "Argentina", más allá de esta falta de concordancia forzada por la mala leche, decía, es la propia noticia que se destaca lo que demuestra la pérdida total de decoro profesional del gran diario argentino. Porque ese título, ya fuese "Estados Unidos replicó a Argentina" o "Valenzuela replicó a Cristina", en su traducción más llana se podría escribir así: Un alto representante del gobierno estadounidense le hizo el pito catalán a nuestra presidenta. O en un lenguaje más de entre casa: ¿Viste, yegua?: a Estados Unidos le chupa un huevo la Argentina: para Estados Unidos vos no sos más que la Gladys de Lanús. Porque la entidad de la noticia es ésa: un pito catalán, una réplica ingeniosa a un juicio de valor de la Presidenta sobre el papel de Obama en América, juicio de valor que comparten, dicho sea al pasar, unos cuantos cientos de millones de personas en toda América desde el Río Grande hasta el extremo sur. En menos palabras: la tapa de Clarín de hoy es el regodeo del pelotudo. A esos niveles de falta de decoro se descendió.

Otrosí digo: En este blog se ha resaltado una y mil veces el triste papel que los políticos profesionales que conforman el heterogéneo conglomerado opositor al Gobierno, quienes se han convertido en simples agentes repetidores de consignas o muletillas que les tiran los dueños del poder real. Estos también han perdido el decoro, salvo las alentadoras excepciones, que son más -numéricamente hablando- que las excepciones que se dan entre los dependientes de los medios. Hay veces en que es más honesto (en términos de honestidad intelectual) decir las cosas como son, como las vemos muchos ciudadanos de a pie: En el caso de los políticos, de esos políticos cooptados por las corporaciones, en realidad no son más que la expresión política de esos medios. Una especie de dependientes, que en lugar de cobrar un sueldo en blanco con salario familiar incluido como los periodistas dependientes, reciben otro tipo de contraprstaciones, menos en dinero que en especies, aunque tampoco abandona, el ciudadano de a pie, la sospecha de que circula mucho dinero contante y sonante para que los títeres que portan carné de políticos profesionales pongan las caripelas ante las cámaras para cantar las monótonas chamarritas con las que se cantan las lloronas y altisonantes letras de Billiken y Lerú.

¿Por qué se ha descendido a estos novedosos niveles de vulgaridad, de contubernio cabal entre el poder, los medios y los políticos de carrera? ¿Cómo es que llegamos a esta escandalosa e inédita forma de guerra sucia? Ensayo una respuesta: Las armas para la guerra sucia política siempre estuvieron ahí, a la mano. Siempre a la mano y para ser usadas cuando se dieran las circunstancias. ¿Y por qué recién ahora se dieron las circunstancias para que se recurriera a la guerra sucia? La respuesta surge solita: Porque antes, desde 1930 hasta 1991, el poder económico tuvo a la mano a las fuerzas armadas, para que éstas, en nombre de "la reserva moral de la patria" hicieran el trabajo sucio.

Toda esta basura que se ve en los medios de comunicación desde hace dos años tiene un nombre, un auténtico argentinismo: fragote. El tema es que, hasta hace un par de décadas, el fragote se llevaba a cabo en cenáculos y duraba muy poco tiempo: acababa en el mismo momento en que las fuerzas armadas salían a la calle. Dictaduras y dictablandas tuvieron todas ese propósito: calmar las ansiedades de un poder que, para simplificar y aunque no sea del todo justo me permitiré llamar la puta oligarquía, ante la más mínima amenaza a sus sagradas faltriqueras tocaban los timbres de los cuarteles. Ésa es la pura y simple verdad de nuestra trágica historia del siglo XX.

Privados de esa herramienta decisiva, quienes fragotearon toda la vida, fragotean ahora de este modo novedoso; y el fenómeno patético que padecemos los ciudadanos de a pie no es más que la expresión que ha adquirido ese fragote, cuyas novedosas formas aparecen desnudas por primera vez en toda nuestra historia moderna: la mentira, la tergiversación, la falacia, las muletillas vacuas, la instalación del terror social, la vulgaridad, el insulto, las cadenas de mails y msm que numerosas y activas ONG de la derecha más cerril ejecutan día a día, hora a hora, desde el corazón de la pampa húmeda hacia todo el país. Y por supuesto, los más increíbles matrimonios por conveniencia, como el de Eduardo Duhalde y Rodolfo Terragno.

Tal es el fenómeno que se ve y se padece: la insoportable extensión temporal del fragote.

Hace unos días, hasta la pluma de espectáculos de La Nación, Pablo Sirvén, se sumó a la runfla de difamadores sin escrúpulos. El objeto de su furia era el programa 678 que, mal que les pese a La Runfla, es una demoledora arma de destrucción masiva en esta guerra sucia. En su nota, el periodista se permitió la amenazante libertad de comparar a los periodistas que integran ese panel -también trabajadores dependientes, como todos-, el mismo destino de Monteverde y de Gómez Fuentes, es decir, la condena a la muerte civil para después de la nueva Libertadora. Por supuesto, para arrojar semejante baza es necesario estar absolutamente convencido que la Restauración Reparadora está a la vuelta de la esquina.

¿Y si así no fuese? Es decir: ¿Qué pasaría si esa Restauración Reparadora no acaeciera y el fragote se siguiera extiendiendo en el tiempo hasta que la sociedad toda estalle a raíz del clima de odio que ese fragote alimenta en forma creciente? ¿Sobrevivirán como trabajadores de medios Marcelo Bonelli, Gustavo Sylvestre, Nelson Castro luego de que la extensión del fragote les quite hasta las últimas hilachas de credibilidad? ¿Y que será de los otros, los menos conspicuos, la tropa, como Lorena Maciel, Maximiliano Montenegro, Luis Majul, Romina Manguel y los batallones de movileros? ¿Cómo harán para salir del pantano en el que han caído movidos por odios propios o ajenos? ¿Recuperarán la credibilidad que pierden día a día en forma tan patética? ¿Qué los diferencia a éstos periodistas dependientes de hoy de Monteverde o de Gómez Fuentes?

Es difícil responder a esa preguntas. La credibilidad es un bien binario. Y tienen un gran problema: los archivos. Si la máxima reza que nadie resiste un archivo, toda esta muchachada tan metida en la guerra sucia desatada por los medios contra el pueblo, sinceramente, están en un gran problema.


Alfredo Arri






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1 comentario:

  1. Hola Alfredo.
    Me parece bien que se exprese a favor de un gobierno que supongo lo convence con los hechos y el discurso, yo no tengo ninguna de las dos cosas para tratar que imagine otro camino, sólo le puedo comentar a modo de crítica lo que leo y es que no parece justo que encierre en la misma bolsa a todos los que opinan en contra del gobierno, ya sea porque los considera a unos, encumbradas ratas sin escrúpulos de los medios o a otros jóvenes que aspiran a las mismas cumbres.
    Seguramente me dirá que lo entendí mal, que sólo ataca a los serviles a la oligarquía mediática y destituyente, pero no puede ser que entren en ese rango cuando no se opina igual que el oficialismo.
    Alfredo, en sus editoriales nunca nombra la corrupción en el gobierno, tal vez no le parezca importante, o suponga que no existe o que no afecta al pueblo que representa, pero esa corrupción que existe y se mueve de la misma forma que en las corporaciones y grandes medios que denuncia, es la que lamentablemente terminará agotando al propio gobierno y no los ataques de afuera, “la gente” de la que formamos partes todos, es un colectivo que para en distintas paradas para no hacer monótono el viaje, culpar a los medios de trazar el recorrido es exagerado, sólo pueden pintar el camino con propaganda, el viaje lo elije la gente.
    Saludos Alfredo y aunque no pueda coincidir conmigo es un gusto poder leerlo.

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