domingo, 7 de febrero de 2010

La neutralidad argentina en las guerras mundiales.

Bitácora del ciudadano de a pie.

La cháchara y las cosas, o la verdad de la milanesa.

Uno de los piensos más eficaces para el engorde ideológico que el establishment provee generosamente a los ciudadanos ha sido siempre la cháchara. Cháchara en su segunda acepción: abundancia de palabras inútiles. A los ciudadanos con destino de eternos ciudadanos se nos prepara desde la escuela con una retórica bien regada de palabras pomposas que, cuanto más altisonantes son, más tratan de ocultar, con ellas, la verdadera esencia de los hechos.

Más tarde, cuando el ciudadano deja la infancia y la adolescencia para ingresar en la edad adulta -y productiva-, recibe el mismo pienso desde los medios de comunicación. Estos completan el engorde y, al llegar a plena madurez, el ciudadano corriente tiene en su acervo de creencias grandes discursos mentirosos, aderezados con conceptos abstractos y de alto valor moral; creencias reducidas, además, a simples fórmulas que se repiten como un loro repite lo que se le enseña.

Uno de los ejemplos más ilustrativos que pueden darse acerca de esta forma de ocultar el árbol en un bosque es el mito de la neutralidad argentina en las guerras mundiales. Sabido es que Argentina abandonó esta posición de nuetralidad hacia finales de la SGM, cuando la presión estadounidense sobre un gobierno militar acusado de pro Eje se hizo insostenible. Pero, hasta entonces, fue política de estado para la Argentina mantenerse neutral en las contiendas europeas.

El debate sobre la neutralidad trascendió a la opinión pública en ocasión de la PGM. No es ésta una página en la que pueda el lector hallar precisiones históricas. Quien las quiera tener, podrá recorrer infinidad de páginas académicas en la que el tema se desarrolla con el debido ajuste histórico. A los efectos de esta entrada, de toda la documentación que el lector puede hallar, cito aquí una frase elogiosa de la neutalidad de Yrigoyen, que pertenece a Luis V. Sommi, quien es citado en una nota evocación de Clarin digital, basada en un libro de Delia Kamia. Dice Luis V. Sommi:

" Con la neutralidad, [Yrigoyen] promovió la independencia de la política exterior, que en las décadas anteriores era un juguete en manos de la diplomacia inglesa."

fuente: Aquí.


Pues no era exactamente así, sino precisamente lo contrario. La tan mentada neutralidad argentina era una consecuencia directa de la obscena asociación de nuestra oligarquía terrateniente con la diplomacia inglesa. Ni los exportadores de materias primas querían que los barcos con los cereales con destino a Inglaterra fuesen hundidos por los submarinos alemanes, ni la diplomacia inglesa quería que esos barcos no llegasen con su carga íntegra a Inglaterra.

La PGM había estallado cuando moría el presidente Roque Sáenz Peña. Su sucesor Victorino de la Plaza mantuvo la neutralidad y, más tarde, cuando Hipólito Yrygoyen ganó las elecciones y asumió la presidencia, la mantuvo, a pesar de haber recibido algunos barcos argentinos la agresión del imperio alemán en alta mar.

Dice al respecto otro autor, el señor Fernando del Corro:

A quienes interesaba la neutralidad eran al propio gobierno del Reino Unido y a sus proveedores argentinos. En el RU, en ninguna de las dos guerras, se quiso que sus abastecedores participaran en el conflicto de manera militar por el riesgo de que los barcos transportadores pudiesen ser hundidos por los alemanes, fundamentalmente por los submarinos. Eso hizo que hasta se tomase con paciencia que un par de ellos fuesen echados a pique. La declaración de la guerra, por lo tanto, fue un acto simbólico cuando la rendición alemana era cosa de momentos.

La cuestión es que la Argentina había sido siempre neutral por razones de los intereses económicos de la vieja y hoy extinguida oligarquía agropecuaria por las reformas del sistema productivo y la fuerte incidencia adquirida por el sector financiero en el ámbito rural.

fuente: Aquí.


La misma comunión de intereses entre Inglaterra y las oligarquías nacionales proveedoras de materias primas alimentarias se repitió durante la SGM. Pero en este caso, la cháchara no operaba como ensalzamiento de las políticas pacifistas como había ocurrido en la PGM sino, por el contrario, en la cháchara de condena al aislacionismo que mantenían los militares surgidos del golpe del 43, a quienes se los acusaba de pro Eje. Es decir, en este caso, la cháchara operaba desde otro ángulo, esta vez por los interesados en socavar a los militares en el poder, entre los que se encontraba Perón.

Dice el autor antes citado, Fernando del Corro:

Uno de esos mitos tiene que ver con la SGM y la postura neutralista argentina, algo que para un elevado porcentaje de la población se debió a la postura pro Eje del gobierno de Juan Domingo Perón, caracterizado como fascista, y a la presión de los grupos de presión vinculados con el nazismo que operaban en la Argentina.

(…)

Los que hablan de la neutralidad argentina como pro Eje no se preguntan por qué el gobierno estadounidense del presidente Franklin Delano Roosevelt se mantuvo al margen del conflicto durante dos ańos, hasta el ataque japonés en Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 y aún después de ello, y de estar en guerra con Alemania, mantuvo buenos contactos comerciales con empresas del enemigo y sostuvo las mejores relaciones con la Francia pro nazi, despreciando al luego presidente Charles De Gaulle, hasta casi el mismo día del desembarco en Normandía.

Fuente: la misma.


Repito (nunca falta un despistado): esta no es una página académica. El interesado en temas históricos tiene miles de fuentes en las que abrevar. Aquí se trata sólo de remarcar cómo muchas veces los discursos del poder, la retórica del poder económico, compone relatos con pomposas palabras, con conceptos abstractos, cuando en el fondo se trata de intereses económicos en juego y los actores que están detrás de esos intereses económicos no tienen intención alguna de decir las cosas como son.

Producida una guerra hay y siempre habrá, por supuesto, valores por los cuales debatir. Valores éticos, humanistas, democráticos, libertarios, por los cuales los ciudadanos se enfrascan con fervor en defensa de sus convicciones. Así ha ocurrido en ocasión de las dos guerras mundiales, aun entre los ciudadanos de países no involucrados directamente en aquellos conflictos. El punto no es negar, ni la existencia de tales valores, ni la necesidad de los debates alrededor de esos valores. El punto aquí es remarcar de qué manera, a veces, quien por intereses económicos concretos se ve movido a apoyar al beligerante que, para los valores o ideales de determinada sociedad podría ser en ese momento el políticamente incorrecto, para usar una expresión de moda, lo que hace es disfrazar la defensa de su posición con argumentos falsos, pomposos, altisonantes, para ocultar lo que sería socialmente condenable.

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