domingo, 30 de mayo de 2010

Pepe Eliaschev, el incomprendido.

Bitácora del ciudadano de a pie. Ecos del Bicentenario.

Pepe Eliaschev, el incomprendido.


Las malas lenguas y las venenosas plumas se han ensañado con el Pepe Eliaschev que tuvo el coraje de firmar su nota titulada Patriotismo y en la cual denunciaba la estolidez de las multitudes que pululan en estado de ajenidad en las grandes urbes, mientras a su lado se entorpecía el tráfico de Buenos Aires con los preparativos de un festejo que no nos merecíamos tener y que seria un fiasco, dada la crispación que nos tiene a todos al borde de un ataque de canibalismo nacional.

Su ya famosa nota del día 22 de mayo recibió el cachetazo de la realidad. Millones de personas nos lanzamos a las calles a festejar los doscientos años de una argentinidad de las que nos enorgullecemos, a pesar de todo.

Pero este fenómeno no le movió un pelo a Pepe Eliaschev y ahora redobla la apuesta con un nuevo texto, post Bi, en el cual defiende su circunspección proverbial, tildada de caraculismo por los ignorantes de toda laya.

En primer lugar, Eliaschev trata de morigerar tanto el dolor como el ardor del cachetazo. Los millones de los que todos hablan se redujeron en su circunspecta mirada a cientos de miles. En realidad, Pepe Eliaschev habla de “centenares de miles de seres humanos”, con lo cual podemos colegir: Una: el periodista no cree que en cuatro días de festejos desfilaron millones de personas por el Paseo del Bicenentario. O bien, dos: el periodista cree que centenares de miles de esos millones son seres humanos, mientras que el resto serían algo así como un aluvión zoológico. (Los radicales no son ni buenos ni malos, son incorregibles).

Centenares de miles o millones, seres humanos o no, esa multitud de argentinos festejantes, con su “efusividad necia” que “navegaba” “con todo pago” dejaron “residuos”, que es menester limpiar lo más rápido posible. Y es menester, además, comenzar a lamentarse del “costo desorbitado” de las celebraciones mayas. Un “costo desorbitado” que pagó un “papito” dispuesto a satisfacer “el alma infantil” de un “gentío”, que “en adolescente barullo” se “devoraban los cucuruchos”. (La obsesión fálica de este periodista es ya proverbial).

Pero hay esperanzas: como todo fue un “carnaval”, luego de la resaca volveremos a caer, ¡gracias a Dios!, en la “negrura existencial”.

Como diría Mendieta: ¡Qué lo parió!


Nota: Todas las palabras entrecomilladas pertenecen al texto de Pepe Eliaschev, Caracúlicos, publicada en Perfil.

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