miércoles, 12 de mayo de 2010

La condición humana y la tele.


Reflexiones alpedísticas.

La condición humana
y la televisión.



El escándalo mediático alrededor de los cruces verbales entre Aníbal Pachano y Graciela Alfano dio que hablar a muchos durante varios días. Varios programas dedicados al mundillo del espectáculo y de la farándula local llenaron horas, con buen rating, para cubrir las infinitas repeticiones argumentales de uno y otro protagonista de tan penoso capítulo. Con buen rating, repito. En algunos casos, excelente rating; excelente en relación a sus propios números corrientes. Mi lector conoce de sobra el detalle fino de todo este episodio, así que lo doy por sabido y paso al punto que quiero comentar.

Varias horas más tarde de que Anibal Pachano, acompañado por su ex mujer e hija, diera su versión del entuerto en el programa de Mirtha Legrand, el coreógrafo, bailarín y actor se hizo presente en el programa Bendita, en el cual es panelista habitual. Allí, por supuesto, se volvió a repasar todo el detalle del entredicho mediático que hizo tanto ruido. Al final del "informe", como es lo corriente en ese programa, intercambiaron opiniones el conductor y los panelistas. El sesgo de las intervenciones, en general, era de apoyo a Aníbal Pachano a la vez que que condena a Graciela Alfano.

En un momento, para dar un énfasis a su posición contraria a Graciela Alfano, Beto Casella dijo, con estas o parecidas palabras: ¿Cuánta plata habría que poner para que un ex de Graciela Alfano vaya a almorazar con ella para apoyarla? No hay plata que logre eso. Por descuido o no, en las palabras de Beto Casella iba implícita la idea de que la exposición pública de los dramas íntimos que producen alboroto mediático, que es objetivo de máxima en los programas que explotan esos temas, que en pos de ese objetivo no se vacila en pagar un caché para asegurar la presencia del protagonista del escándalo. Si es con su familia como apoyo, mucho mejor.

Será negado una y mil veces por los interesados directos, pero es lo que el espectador ve, y acaba por creer a partir de lo que ve: Y lo que el espectador corriente cree, en este caso o en otros similares, es que la explotación pública de un drama privado e íntimo puede ser objeto de compra venta en el mercado mediático. Y es en ese punto cuando el espectador corriente se pregunta: ¿Es válido? ¿Es moral? ¿Es inmoral? ¿O no hay ninguna diferencia entre ese comercio y el que pudiera surgir, por ejemplo, de la venta exclusiva de los derechos a una editorial para que un escritor profesional se ocupe de dar forma a la biografía autorizada de Fulano de Tal?

Yo no tengo la respuesta, por supuesto. Pero, no tengo por qué ocultarlo: no me caen bien esas confesiones públicas de los dramas íntimas, en programas en los que se concurre en exclusiva, y normalmente bien producidos. Sobre todo cuando uno como espectador cree, de puro suspicaz que es, que hay un caché de por medio. Tal vez no esté mal. Tal vez los protagonistas de estos episodios de corta fama pero fuerte impacto hagan bien en explotar la estupidez del mercado conforme a las reglas del propio mercado. Tal vez uno mismo, puesto en ese lugar, podría llegar a decirse algo así como: Si la gilada quiere conocer los detalles más íntimos de mi drama; si los productores se pelean por tenerme, ¿por qué no habría de explotar toda esa estupidez a mi favor? ¿Quieren sangre? Pues mi sangre vale tanto. Poniendo estaba la gansa.

Y una pregunta más precisa: ¿Son dilemas que se plantean en los tiempos que vivimos; o son dilemas de siempre, que ahora se presentan bajo nuevas formas?

No tengo la respuesta, repito. Sólo se me ocurre cerrar esta entrada con aquél famoso verso de medio milenio de antigüedad: Poderoso caballero es don dinero. O bien, si es que temo ser tomado por tilingo, la más popular: el chancho no tiene la culpa, sino el que le da de comer.

Alfredo Arri

o0o

1 comentario:

  1. Todo lo que pueda ser convertido en mercancía, será convertido en mercancía, un riñón, la vagina, el alma y sus conflictos. El de barba decía que era tal la cosa, que se podía llegar a vender la soga con la cual se lo iba a ahorcar, si en ello se veía un negocio.
    Y en la Reina del Plata, decía Discépolo:

    “Lo que hace falta es empacar mucha moneda,
    vender el alma, rifar el corazón,
    tirar la poca decencia que te queda,
    plata, plata y plata, y plata otra vez...
    Así es posible que morfés todos los días,
    tengas amigos, casa, nombre, lo que quieras vos...
    El verdadero amor se ahogó en la sopa;
    la Panza es Reina y el Dinero es Dios.”

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