martes, 25 de mayo de 2010

El Bicentenario de la alegría.

Bitácora del ciudadano de a pie. Bicentenario.

Buenas noticias: "La gente" existe.


La gente.


Si hay algo que pueda ser señalado como la característica principal de lo que va de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo, ese algo es la gente. Ese término tan bastardeado por los medios de comunicación, la gente, por primera vez en muchos años se hizo realidad, se encarnó y dijo ¡presente! En estos días, por fin, "la gente" apareció en toda su realidad, dejando sin palabras a los escribas y hablistas del establishment, empeñados durante décadas en utilizar ese término -"la gente"- en toda ocasión en que estos personajes siniestros de la comunicación social querían poner sus propios conceptos amañados en boca de un sujeto inexistente. La gente opina... La gente odia... La gente rechaza... La gente piensa.... La gente no quiere que... La gente quiere que... ¡Minga! La gente, la gente real, la pluralidad de personas, la multitud, la enorme mayoría de la población de la patria salió a las calles para gritar: nosotros pensamos y obramos por nosotros mismos, sin intermediarios. Déjense de joder con nosotros, la gente.

Así, cuando nadie lo imaginaba, la gente se materializó en la gente. Y la gente copó las calles para celebrar -masivamente- eso que tan íntimamente está metido en los espíritus de tantos millones de compatriotas: el orgullo de ser argentinos.

Nadie podría calcular jamás cuántas personas se reunieron en las calles de Buenos Aires en estos días. Millones, sí, pero nadie sabría precisar una cifra. Nunca, jamás, se vio nada parecido en la patria. Decenas de miles de familias de las provincias decidieron acrcarse a Buenos Aires para hacer la recorrida por la Plaza de Mayo, el Cabildo, el Paseo del Bicentenario, y por los diversos escenarios en los que se ofrecieron espectáculos artísticos. Centenares de miles de familias del interior de la provincia de Buenos Aires hicieron lo propio. Y centenares de miles de familias, y de jóvenes, de la Capital Federal. Con banderas argentinas en una mano, con los niños tomados de la otra, y con una franca sonrisa en los rostros.

La gente. La gente ha decidido mostrarse en toda su realidad, para callar para siempre a todo el pelotudaje nacional que habla, "en nombre de la gente."


Los dirigentes.

Cristina Fernández, sin duda alguna, se dio cuenta rápidamente de la situación que el pueblo de la patria produjo por sí mismo y lo admitió con expresas palabras:

Porque creo que es parte y obligación de todo buen ciudadano saber la historia de su país, honrar a sus héroes, recordarlos, no con tristeza, sino con alegría y saber también que eran hombres y mujeres de carne y hueso como nosotros, con nuestras pequeñeces y también con las cosas grandes que somos todos capaces de hacer. Que no nos vendan que eran hombres que ya no están más, que no nos vendan que, en realidad, todo lo que pasó fue mejor y todo lo que hoy existe no vale. No es así.

¿Y saben quién lo demostró? La gente masivamente, en estos dos días la gente se volcó con alegría a las calles a homenajear a su país, a su patria que es, en definitiva, homenajearse a ellos mismos.

Por eso, gracias argentinos, este Bicentenario lo están construyendo ustedes, es de ustedes, para ustedes y por ustedes.


Y optó, demostrando su capacidad de politica que puede diferenciar al instante lo grande de lo pequeño, lo substancial de lo accesorio, por mantenerse en un permanente segundo plano, y se sentó frente a las pantallas de la tevé, a presenciar como uno más, como la gente, ¡al fin la gente! la fiesta del Bicentenario en vivo y en directo.

Lamentablemente, los políticos opositores y la farándula opositora al gobierno, transformó un acto de alborozo y festejo, como fue la reapertura del Teatro Colón, en un acto político vulgar. Todos y cada uno de los personajes que desfilaron por una holywoodense red carpet no se privaron de reproducir la muletilla guionada por los medios: nos hubiese gustado que estuviese la Presidenta.

¡Claro que les hubiese gustado! Pero no fue. Como dirían en el barrio, se perdieron la ocasión de manifestar toda la vulgaridad de la que son capaces. Vulgaridad que no atempera, para nada, el lujoso atuendo. Si la mona mona queda aunque vista de seda, el proverbio vale para toda la familia simiesca de la zoología.

Exceptuando algún despistado, como Pepe Mujica, la mayoría de los concurrentes al Teatro Colón -científicamente seleccionados- cargaron la atmósfera de banalidad.
Afuera del Teatro, la gente, la gente que jamás entrerá al Teatro Colón porque los precios de los abonos están pensados para que jamás entren si no es en funciones especiales, para pobres, aplaudió el extraordinario espectáculo de luces y artistas, de música y de estética corporal y, ni bien terminó ese espectáculo y comenzó la gala para la elite, se retiró. A sus casas muchos; al escenario República otros. Ahí los esperaba El Chaqueño. Un hermano. Un hermano de todos. Y la Sola, la gringa Sole, a punto de parir. Una hermana. Una hermana de todos. Gente. Al fin la gente.


La elite.


Si en el inventario de nuestra elite figuran personajes como Susana Giménez, Mirtha Legrand, Luis Majul, Ricardo Fort y Maruicio Macri entre otros de cuyos nombres no quiero acordarme, debo tomar ese dato como una buena noticia: nuestra vieja élite está en decadencia. De la puta oligarquía no queda más que una patética caricatura, amuchada a una farándula orillera, debidamente emperejilada.



Los símbolos.


Nada hubo más simbólico de nuestro drama nacional que el contraste entre los invitados a la función de gala del Teatro Colón y la gente, así: la gente, que salió a las calles a festejar su propia gala: la gala del pueblo en la calle, insolentando alegría.

Nada hubo más simbólico de nuestras miserias nacionales que el contraste entre lo que los medios del establishment relataron y relatan de los festejos del Bicentenario y lo que la gente, sí: la gente, que vivió y vive, protagoniza, los festejos del Bicentenario.

¿Más símbolos? Sí: hay otro símbolo: se han agotado las banderas argentinas en los negocios de muchas ciudades de esta inmensa y hermosa nación.

Como diría Mafalda:



Alfredo Arri. 25 de mayo de 2010.

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