Horacio Verbitsky,
José Mario Bergoglio
y La argentinidad al palo.
José Mario Bergoglio
y La argentinidad al palo.
Horacio Verbitsky -sin ser el único, por cierto- es uno de los periodistas que más horas de investigación y más texto publicado le ha dedicado a la Iglesia, a los obispos actores del poder del establishment y al papel de estos personajes durante la dictadura cívico-militar del 76. Hoy ha publicado su enésima nota al respecto. No tengo nada contra esa afición, digamos; lo que abunda no daña, pero me permito delatarme de una íntima curiosidad: ¿para qué? ¿A quién le importa?
Voy con una perogrullada: Los fieles católicos, sean de guardar las normas del rito o no, no cambiarán jamás de valoración ética hacia los obispos, el Papa y la Iglesia. Defenderán sus jerarcas -activa o pasivamente- así se demuestre que muchos de los miembros de la Iglesia han empomado a doce millones de niños, por decir lo más amarillista que se pueda decir sobre las barbaridades cometidas por la Iglesia durante su larga y malévola historia. Es así de simple. Y por otro lado, los que tienen para con Dios un íntimo y privado comercio (o ningún comercio), tienen a la Iglesia y a sus dignatarios como factores de poder en franca decadencia, y al destino de estos fulanos como supino objeto de indiferencia.
Tal vez Horacio Verbitsky atrase; o, tal vez, sea uno el ingenuo que adelanta, teniendo para el propio coleto de uno que ese factor enorme de poder que ha sido la Iglesia está en franca decadencia. Tal vez la Iglesia todavía pueda influir en la marcha del mundo como lo hacía en otros tiempos. Tal vez la capacidad de daño de la Iglesia no ha sido lo suficientemente morigerada aún y puedan seguir soplando los vientos a favor de tantos crímenes que se han cometido en el siglo XX en nombre del mundo occidental y cristiano, del que han formado parte Japón e Israel, ni occidental ni cristiano uno, ni cristiano el otro.
Yo tengo para mí que la Iglesia no tiene ese poder político y económico que aún se le atribuye. O, si lo tiene, se encuentra en decadencia.
Es verdad que el papel de los dirigentes de la Iglesia argentina durante la dictadura ha sido de apañamiento a la misma dictadura. Pero eso, ¿a quién sorprendía? En mi opinión, sólo a los ingenuos de toda ingenuidad que fueron a golpear las puertas de los despachos de los dignatarios de la Iglesia en busca de una respuesta piadosa acerca del destino de sus seres queridos chupados, torturados, violados, muertos, desaparecidos sus cadáveres y robados sus hijos. Si este estamento de poder tiene aún poder, no es por sus virtudes de poderosos en ejercicio del poder, sino por la inagotable candidez de multitudes que pueblan todo el mundo y que todavía creen que Dios puede tener representantes en la tierra.
No digo que resulte lo de Horacio Verbitsky gastar pólvora en chimangos. Repito que lo que abunda no daña, pero... insisto: ¿para qué?
Dice Horacio Verbitsky en su artículo de hoy en Página/12 que las causas que motivaron a José Mario Bergoglio a ordenar una biografía ultra autorizada de sí es para presentar currícula ante una nueva elección papal, que estaría por darse en forma flagrante, ya que el actual Papa no goza de las simpatías del establishment y se han levantado voces que piden su retiro.
Escribe Horacio Verbitsky:
Y si así fuera, ¿qué? Ni Horacio Verbitsky ni nadie podría impedirlo. El mundo seguirá andando, cualquiera fuese quien sucediere a Benedicto XVI. Y Argentina también.
Podemos ver este tema de otro modo: no nos vendría mal un Papa argentino. Algo más para agregar a la letra de La argentinidad al palo; algo más para agregar al inventario del dulce de leche y la birome. Después de todo, Occidente nos debe aún la del Nobel a Borges. Con un Papa argento podemos empezar a hablar con los europeos por esa falta.
Y también hay que ver el lado positivo de la cosa: ¿Se imagina usted, amable lector, los ingresos que podría tener el país por turismo internacional? Millones y millones de fieles de todo el mundo para visitar la casa natal del cardenal. Nació en Buenos Aires. Tal vez hasta se conserve la casa natal. Y si no, se podría construir una réplica. Y si no, peregrinaciones multitudinarias a la cancha de San Lorenzo. No, no es tan mala la perspectiva. Y por otra parte me atrevo a dar este pronóstico: ni un Papa argento borrará de las cabecitas más humildes de la patria el fervor peronismo, o la inquina al Tío Sam, o a la adoración a la Difunta, al Gauchito, a Gilda, al Potro o a San Pugliese. Ni frenará los abortos, clandestinos o legales, ni el matrimonio entre personas libres y dignas; ni el desfile interminable de evangelistas tocando el timbre cada domingo a la mañana, para rompernos las bolas. Nada de eso sucederá. Ni nada peor a lo que hay: Una Argentina teocrática es algo tan repugnante al pensamiento corriente como un Estados Unidos socialista.
En otra parte de su nota, Horacio Verbitsky expone una vez más el documento en el cual la Iglesia decidió en su momento mirar hacia otro lado ante los crímenes de la dictadura, para no ponerse en contra del gobierno, porque lo que quedaba por venir era el marxismo... ¡Vaya novedad!
El texto aludido, documento de la Iglesia, dice en una de sus partes exactamente así:
¡Vaya novedad!, repito. La Iglesia ha estado y volverá a estar toda vez que sea necesario al lado de quien se oponga -así sea con la ejecución sistemática de crímenes de lesa humanidad- al marxismo, cuya maldad intrínsica ha sido declarada, contra-declarada y vuelta a declarar por la Iglesia en este siglo y monedas que lleva la Santa Iglesia Católica preocupándose por la "cuestión social".
Total, tienen milenios por delante para emitir algún documento pidiendo perdón, así sea con cinco siglos de atraso. Sólo falta por ver cuántos fieles les quedarán para oir o leer ese perdón. No seré yo quien lo vea, por cierto, pero que será, será. Es palabra de Marx.
Voy con una perogrullada: Los fieles católicos, sean de guardar las normas del rito o no, no cambiarán jamás de valoración ética hacia los obispos, el Papa y la Iglesia. Defenderán sus jerarcas -activa o pasivamente- así se demuestre que muchos de los miembros de la Iglesia han empomado a doce millones de niños, por decir lo más amarillista que se pueda decir sobre las barbaridades cometidas por la Iglesia durante su larga y malévola historia. Es así de simple. Y por otro lado, los que tienen para con Dios un íntimo y privado comercio (o ningún comercio), tienen a la Iglesia y a sus dignatarios como factores de poder en franca decadencia, y al destino de estos fulanos como supino objeto de indiferencia.
Tal vez Horacio Verbitsky atrase; o, tal vez, sea uno el ingenuo que adelanta, teniendo para el propio coleto de uno que ese factor enorme de poder que ha sido la Iglesia está en franca decadencia. Tal vez la Iglesia todavía pueda influir en la marcha del mundo como lo hacía en otros tiempos. Tal vez la capacidad de daño de la Iglesia no ha sido lo suficientemente morigerada aún y puedan seguir soplando los vientos a favor de tantos crímenes que se han cometido en el siglo XX en nombre del mundo occidental y cristiano, del que han formado parte Japón e Israel, ni occidental ni cristiano uno, ni cristiano el otro.
Yo tengo para mí que la Iglesia no tiene ese poder político y económico que aún se le atribuye. O, si lo tiene, se encuentra en decadencia.
Es verdad que el papel de los dirigentes de la Iglesia argentina durante la dictadura ha sido de apañamiento a la misma dictadura. Pero eso, ¿a quién sorprendía? En mi opinión, sólo a los ingenuos de toda ingenuidad que fueron a golpear las puertas de los despachos de los dignatarios de la Iglesia en busca de una respuesta piadosa acerca del destino de sus seres queridos chupados, torturados, violados, muertos, desaparecidos sus cadáveres y robados sus hijos. Si este estamento de poder tiene aún poder, no es por sus virtudes de poderosos en ejercicio del poder, sino por la inagotable candidez de multitudes que pueblan todo el mundo y que todavía creen que Dios puede tener representantes en la tierra.
No digo que resulte lo de Horacio Verbitsky gastar pólvora en chimangos. Repito que lo que abunda no daña, pero... insisto: ¿para qué?
Dice Horacio Verbitsky en su artículo de hoy en Página/12 que las causas que motivaron a José Mario Bergoglio a ordenar una biografía ultra autorizada de sí es para presentar currícula ante una nueva elección papal, que estaría por darse en forma flagrante, ya que el actual Papa no goza de las simpatías del establishment y se han levantado voces que piden su retiro.
Escribe Horacio Verbitsky:
Ratzinger tiene 83 años y según Der Spiegel demasiadas voces piden su renuncia. El sacerdote Paolo Farinella escribió en la prestigiosa revista italiana de filosofía MicroMega, cuyo director Paolo Flores D’Arcais ha participado en debates públicos sobre filosofía con el papa, que Benedicto XVI debería pedir perdón a los creyentes afectados por la estrictez del celibato, por las condiciones en los seminarios y por los miles de casos de abusos de niños y decirles: “Me retiraré a un monasterio y pasaré el resto de mis días haciendo penitencia por mi fracaso como sacerdote y como papa”. Nadie se sorprendería si después de beber una tisana nocturna fallara el corazón de un hombre entristecido y angustiado por las injustas críticas que alcanzan su desempeño como obispo de Baviera y no perdonan ni a su amado hermano Georg. La revista alemana menciona el antecedente de Celestino V, un papa del siglo XIII que renunció porque no se sintió capaz de cumplir con sus funciones. Por si algo de eso ocurre, Bergoglio necesita una foja de servicios pulida.
fuente. Operación Cónclave. H. Verbitsky, Pagina/12
Y si así fuera, ¿qué? Ni Horacio Verbitsky ni nadie podría impedirlo. El mundo seguirá andando, cualquiera fuese quien sucediere a Benedicto XVI. Y Argentina también.
Podemos ver este tema de otro modo: no nos vendría mal un Papa argentino. Algo más para agregar a la letra de La argentinidad al palo; algo más para agregar al inventario del dulce de leche y la birome. Después de todo, Occidente nos debe aún la del Nobel a Borges. Con un Papa argento podemos empezar a hablar con los europeos por esa falta.
Y también hay que ver el lado positivo de la cosa: ¿Se imagina usted, amable lector, los ingresos que podría tener el país por turismo internacional? Millones y millones de fieles de todo el mundo para visitar la casa natal del cardenal. Nació en Buenos Aires. Tal vez hasta se conserve la casa natal. Y si no, se podría construir una réplica. Y si no, peregrinaciones multitudinarias a la cancha de San Lorenzo. No, no es tan mala la perspectiva. Y por otra parte me atrevo a dar este pronóstico: ni un Papa argento borrará de las cabecitas más humildes de la patria el fervor peronismo, o la inquina al Tío Sam, o a la adoración a la Difunta, al Gauchito, a Gilda, al Potro o a San Pugliese. Ni frenará los abortos, clandestinos o legales, ni el matrimonio entre personas libres y dignas; ni el desfile interminable de evangelistas tocando el timbre cada domingo a la mañana, para rompernos las bolas. Nada de eso sucederá. Ni nada peor a lo que hay: Una Argentina teocrática es algo tan repugnante al pensamiento corriente como un Estados Unidos socialista.
En otra parte de su nota, Horacio Verbitsky expone una vez más el documento en el cual la Iglesia decidió en su momento mirar hacia otro lado ante los crímenes de la dictadura, para no ponerse en contra del gobierno, porque lo que quedaba por venir era el marxismo... ¡Vaya novedad!
El texto aludido, documento de la Iglesia, dice en una de sus partes exactamente así:
Ante todo, aclarar la posición de la Iglesia.
De ninguna manera pretendemos plantear una posición de crítica a la acción de gobierno, actitud que no nos corresponde, sino sólo advertir peligros que hemos llegado a avizorar.
¿Qué se pretende de la Iglesia? Primero, que no se mezcle en lo político. Frente a ello, los Obispos somos conscientes de que un fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo, y, por lo mismo, acompañamos al actual proceso de re-organización del País, emprendido y encabezado por las Fuerzas Armadas, los acompañamos con comprensión, a su tiempo con adhesión y aceptación.
fuente: Omisiones e intenciones. Página/12
¡Vaya novedad!, repito. La Iglesia ha estado y volverá a estar toda vez que sea necesario al lado de quien se oponga -así sea con la ejecución sistemática de crímenes de lesa humanidad- al marxismo, cuya maldad intrínsica ha sido declarada, contra-declarada y vuelta a declarar por la Iglesia en este siglo y monedas que lleva la Santa Iglesia Católica preocupándose por la "cuestión social".
Total, tienen milenios por delante para emitir algún documento pidiendo perdón, así sea con cinco siglos de atraso. Sólo falta por ver cuántos fieles les quedarán para oir o leer ese perdón. No seré yo quien lo vea, por cierto, pero que será, será. Es palabra de Marx.
Alfredo Arri
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