Más del desbarre de las plumas del establishment:
Ricardo Kirschbaum no entiende el porqué de lo obvio.
Ricardo Kirschbaum no entiende el porqué de lo obvio.
Nadie ignora que la política es el arte de lo posible. Lo que sí ignoran muchos -desgraciadamente un muchos muy grande- es qué significa la célebre definición que fue estampada o repetida muchas veces en políticos tan distantes en muchos sentidos como Mijail Gorvachev o Carlos Menem. No me voy a poner aquí y ahora a extenderme sobre el significado de la definición; basta con declarar la certeza de que infinidad de tipos que la repiten no tienen idea de qué significa. Entre otros, muchos hombres y mujeres de la izquierda o del progresismo nacional, y muchos hombres y mujeres de aquí y allá, como por ejemplo el señor Ricardo Kirschbaum.
En efecto: con el título de La plasticidad del discurso, el editor en jefe de Clarín publica un texto en su columna de hoy en el cual se asombra de la plasticidad del discurso político. Dice en uno de sus párrafos:
Los dos ejemplos que halló el hombre de Clarín para ilustrar su quejumbrosa parrafada sirven: vienen bien para la discusión del tema.
El primero es sencillo: quienes desde hace treinta años consideramos que gran parte de la deuda tenía ilegitimidad de origen y no debía pagarse consideramos ahora, en un escenario totalmente diferente del de hace treinta años, que debe pagarse la deuda y meterse de lleno en un proceso de desendaudamiento real y efectivo que, como es fama, se mide en la relación del pasivo público con el PBI. En otros términos, pagar la deuda ahora, cuando las circunstancias internacionales empujan para que el Estado recoja dólares a lo pavote, como producto de la exportación de commodities que el mundo paga estúpidamente caros, es mucho mejor negocio (es mucho más barato) que meterse en los entuertos internacionales que resultarían de jugarlas de guapos ante el mundo sin tener con qué.
Es como en casa, ¿vio? Si la vieja tuvo una racha de buena suerte en la quiniela, lo mejor es quitarse las deudas de encima y no meterse con abogados, bancos y buchones del Veraz, aunque el televisor que compramos en cuotas jamás funcionó y lo tuvimos que tirar. Sale mucho más barato. Si quienes hace treinta años proponíamos no pagar la deuda ilegítima pensáramos lo mismo ahora, no sólo no seríamos políticos, sino que además seríamos dogmáticos. Y si hay algo incompatible con la política (el arte de lo posible) el es el dogmatismo. Y si no, que lo digan los supervivientes de la URSS, o los nostálgicos de Mao Zedung, o los padecientes cubanos de hoy. Ahora, eso sí: si mañana a la vieja se le acaba la buena racha con la quiniela y quiere endeudarse de nuevo, entonces sí: nos opondremos. Le vamo' a decir, le vamo': ¡Qué, vieja, ¿no te sirvió de experiencia?! Una cosa es la lasitud o la plasticidad y otra es arrojar los principios por la borda. Quien crea que el mundo de hoy es siquiera parecido al de los tiempos de la guerra fría, mejor que se dedique a otra cosa, porque la política no es lo suyo.
El otro tema es más complejo, pero mucho más importante en términos culturales, es decir, en términos oontológicos y existenciales y por lo tanto políticos. Se queja el señor Kirschbaum de la ley de medios. Dice que la anunciada "diversidad informativa" se reduce a una "grosera cadena oficialista de medios cada día más extendida". En primer lugar, si bien es verdad que los medios que escapan del discurso único del poder económico se multiplican día a día, falta todavía mucho para que esa extensión sea efectiva. Y en segundo lugar, si hay algo de grosero en todo este tema, esa grosería es, precisamente, la defensa que los medios afectados por la norma -los empleadores del señor Kirschbaum, por ejemplo- hacen de sus propios intereses disfrazándolos de una independencia que no existe, porque nunca existió ni jamás existirá, y amparados por la libertad de expresión que, afortunadamente, rige en nuestro país.
Yo también puedo poner un ejemplo. Cualquiera puede ver el aviso institucional que Clarín hace de la página web de TN, precisamente en el canal TN. El spot televisivo termina, remata, con este eslógan: Toda la información en un solo sitio. Por supuesto, como todo eslógan publicitario, se especula con el juego de palabras. Es verdad que en una página web de noticias -cualquiera- el internauta podría encontrar toda la información en un solo sitio. Pero no hay lector de red que sea tan estúpido como para quedarse con la información de una única página. Así que el eslógan, más que un argumento de venta dirigido a un consumidor que jamás lo considerará, es algo así como una expresión de deseos del anunciante. Eso es precisamente lo que quisieran: que el consumidor de medios no salga de su página, de su diario, de su canal. Es la mejor forma de dominar que tiene el poder económico. Y es la forma de dominación que han usado durante décadas, sin pausa alguna. Así que eso que el señor Kirschbaum llama la grosera cadena oficialista de medios es, para el consumidor de medios, algo así como una bendición de Dios, si se me permite el enfático y sacrílego énfasis.
¡Ah, mi amigo! ¡Usted no tiene ni idea del enorme placer que nos proporciona a tantos que por la bendita pantalla de la tevé se grite a los cuatro vientos que vuestra sacrosanta SIP no es más que una cueva de empresarios enfermos de ambición, codicia y poder y que cualquier cosa que digan, escriban, declaren y publiquen está destinada a eternizar esos privilegios de clase! ¡Cuarenta años predicándolo en el desierto y ahora, de la noche a la mañana, eso lo sabe hasta un chico de primaria! ¡Cómo no entusiasmarse con medidas así!
El señor Ricardo Kirschbaum remata su texto de hoy con esta declaración:
Y, sí, señor, qué le vamos a hacer: el peligro mayor está a la vista. Son ustedes y lo que ustedes representan.
En efecto: con el título de La plasticidad del discurso, el editor en jefe de Clarín publica un texto en su columna de hoy en el cual se asombra de la plasticidad del discurso político. Dice en uno de sus párrafos:
La política está plagada de estas paradojas y contradicciones entre la teoría y la realidad. Como el apoyo de la izquierda que simpatiza con el Gobierno con el pago de una deuda a la que ese sector calificaba hasta hace poco de "ilegítima". O, en ese mismo sentido, la pretensión de presentar la grosería de que la cadena oficialista de medios, cada vez más extendida, es el ejemplo más evidente de la diversidad informativa. Son dos cuestiones, entre muchas, de la plasticidad del discurso oficial para avanzar en temas complejos sin despertar reacciones entre sus adictos más fanáticos, ocupados como están en encontrar en cada opositor la bestia negra a la que se debe destruir, o adviertan que lo que apoyan hoy era lo que criticaban ayer.
fuente: Clarín: Editorial de Ricardo Kirschbaum
Los dos ejemplos que halló el hombre de Clarín para ilustrar su quejumbrosa parrafada sirven: vienen bien para la discusión del tema.
El primero es sencillo: quienes desde hace treinta años consideramos que gran parte de la deuda tenía ilegitimidad de origen y no debía pagarse consideramos ahora, en un escenario totalmente diferente del de hace treinta años, que debe pagarse la deuda y meterse de lleno en un proceso de desendaudamiento real y efectivo que, como es fama, se mide en la relación del pasivo público con el PBI. En otros términos, pagar la deuda ahora, cuando las circunstancias internacionales empujan para que el Estado recoja dólares a lo pavote, como producto de la exportación de commodities que el mundo paga estúpidamente caros, es mucho mejor negocio (es mucho más barato) que meterse en los entuertos internacionales que resultarían de jugarlas de guapos ante el mundo sin tener con qué.
Es como en casa, ¿vio? Si la vieja tuvo una racha de buena suerte en la quiniela, lo mejor es quitarse las deudas de encima y no meterse con abogados, bancos y buchones del Veraz, aunque el televisor que compramos en cuotas jamás funcionó y lo tuvimos que tirar. Sale mucho más barato. Si quienes hace treinta años proponíamos no pagar la deuda ilegítima pensáramos lo mismo ahora, no sólo no seríamos políticos, sino que además seríamos dogmáticos. Y si hay algo incompatible con la política (el arte de lo posible) el es el dogmatismo. Y si no, que lo digan los supervivientes de la URSS, o los nostálgicos de Mao Zedung, o los padecientes cubanos de hoy. Ahora, eso sí: si mañana a la vieja se le acaba la buena racha con la quiniela y quiere endeudarse de nuevo, entonces sí: nos opondremos. Le vamo' a decir, le vamo': ¡Qué, vieja, ¿no te sirvió de experiencia?! Una cosa es la lasitud o la plasticidad y otra es arrojar los principios por la borda. Quien crea que el mundo de hoy es siquiera parecido al de los tiempos de la guerra fría, mejor que se dedique a otra cosa, porque la política no es lo suyo.
El otro tema es más complejo, pero mucho más importante en términos culturales, es decir, en términos oontológicos y existenciales y por lo tanto políticos. Se queja el señor Kirschbaum de la ley de medios. Dice que la anunciada "diversidad informativa" se reduce a una "grosera cadena oficialista de medios cada día más extendida". En primer lugar, si bien es verdad que los medios que escapan del discurso único del poder económico se multiplican día a día, falta todavía mucho para que esa extensión sea efectiva. Y en segundo lugar, si hay algo de grosero en todo este tema, esa grosería es, precisamente, la defensa que los medios afectados por la norma -los empleadores del señor Kirschbaum, por ejemplo- hacen de sus propios intereses disfrazándolos de una independencia que no existe, porque nunca existió ni jamás existirá, y amparados por la libertad de expresión que, afortunadamente, rige en nuestro país.
Yo también puedo poner un ejemplo. Cualquiera puede ver el aviso institucional que Clarín hace de la página web de TN, precisamente en el canal TN. El spot televisivo termina, remata, con este eslógan: Toda la información en un solo sitio. Por supuesto, como todo eslógan publicitario, se especula con el juego de palabras. Es verdad que en una página web de noticias -cualquiera- el internauta podría encontrar toda la información en un solo sitio. Pero no hay lector de red que sea tan estúpido como para quedarse con la información de una única página. Así que el eslógan, más que un argumento de venta dirigido a un consumidor que jamás lo considerará, es algo así como una expresión de deseos del anunciante. Eso es precisamente lo que quisieran: que el consumidor de medios no salga de su página, de su diario, de su canal. Es la mejor forma de dominar que tiene el poder económico. Y es la forma de dominación que han usado durante décadas, sin pausa alguna. Así que eso que el señor Kirschbaum llama la grosera cadena oficialista de medios es, para el consumidor de medios, algo así como una bendición de Dios, si se me permite el enfático y sacrílego énfasis.
¡Ah, mi amigo! ¡Usted no tiene ni idea del enorme placer que nos proporciona a tantos que por la bendita pantalla de la tevé se grite a los cuatro vientos que vuestra sacrosanta SIP no es más que una cueva de empresarios enfermos de ambición, codicia y poder y que cualquier cosa que digan, escriban, declaren y publiquen está destinada a eternizar esos privilegios de clase! ¡Cuarenta años predicándolo en el desierto y ahora, de la noche a la mañana, eso lo sabe hasta un chico de primaria! ¡Cómo no entusiasmarse con medidas así!
El señor Ricardo Kirschbaum remata su texto de hoy con esta declaración:
La polarización extrema es la que disimula el cambio de políticas y pone sordina al debate, sustituyéndolo por la amenaza de un peligro mayor.
Y, sí, señor, qué le vamos a hacer: el peligro mayor está a la vista. Son ustedes y lo que ustedes representan.
.
Alfredo Arri
algo asi como... "Argentina, antes no te convenia endeudarte, lo hiciste igual, pero ahora posta posta que los bancos no son los mismos con los mismos intereses, que los acreedores cambiaron y piensan en pos del campo popular, que te pagamos 2oo pesos de premio en la quiniela para que te endulces y sigas jugando..." la politica es dispusta de sentido, es el lugar a donde vamos y nunca llegaremos lo que esta en juego...
ResponderEliminartranzar un cachito con el capital es seguir siendo capitalista, eso es no aprender un carajo... y recuerdo una cancion
"no pueden soportar la vision de los pasamontañas"
Hola, Anónimo:
ResponderEliminarSupongo que usted es el mismo Anónimo que dejó un comentario en otra entrada de este blog, hoy mismo.
Sí, amigo: la política es tener conciencia de hacia dónde se va y cómo llegar. Se llama conciencia de la necesidad, en términos del viejo Marx, o el arte de lo posible, en términos de fórmulas más o menos populares.
Un abrazo.