jueves, 29 de abril de 2010

Beatriz Sarlo y la batalla cultural K


Bitácora del ciudadano de a pie. Las palabras y las cosas.


Dos textos sobre la batalla cultural:

Beatriz Sarlo y Juan Manuel Fonrouge.


El texto que Beatriz Sarlo publicó hoy en La Nación*, con el inequívoco título de La batalla cultural no tiene desperdicio. Es la muestra perfecta de la desesperación del gorila que, de súbito, comprueba con espanto que una parte creciente de las clases medias urbanas se han echado a pensar, lo que equivale a decir que se han echado a andar, lo que equivale a decir que han comenzado a zafarse de los grillos adormecedores que durante décadas les han colocado desde los medios de comunicación de masas. Es la muestra perfecta de la estupefacción del intelectual canonizado ante la pérdida del monopolio del derecho a jugarla de tal, o sea de intelectual. Es una acabada muestra de cómo un intelectual del canon del establishment descubre, de la noche a la mañana, que las masas consumidoras de sus obras, dichos y palabras han devenido tan suspicaces que han descubierto su verdadera naturaleza de intelectuales a la violeta.

He de analizar aquí el texto de Beatriz Sarlo porque es un ejercicio edificante. Para mí, como mero pasatiempo (total, "la Red existe y es gratis", Sarlo dixit), y para la Red, como contribución a la difusión del arte, artesanía, afición o mero pasatiempo de analizar textos, aunque más no sea limitado al análisis político. Y lo he de hacer, como las leyes en el Congreso, en general y en particular. Comienzo por lo particular, es decir, por el análisis de algunas de las frases que ameriten tal análisis. Al final, irá el análisis en general.

El kirchnerismo se ha caracterizado por la riña con el periodismo no oficialista. Todo aficionado a la escritura de textos sabe, aunque no sepa otra cosa, que la primera oración de un texto es decisiva para comprometer al lector que se anima a la lectura, atraído por el título, o por el nombre del autor. En otras palabras, casi todo el mundo sabe que la primera oración de un texto es la más rumiada, la más pulida por el autor. En esta ocasión, Sarlo no hizo una buena elección, ya que compuso una oración que es, a) un lugar común que no ha alcanzado la categoría de proverbio (y un proverbio puede ser un buen inicio); b) una falacia; c) una tontería, pues, para decirlo en términos futboleros, la dejó picando.

En efecto, la primera réplica que se le podría hacer a esa desafortunada oración es con otra tontería igual a la suya, luego de bajarla con el pecho y darle de volea directo al rincón de las ánimas. Me refiero a la paráfrasis provocadora: El periodismo no oficialista se ha caracterizado por la riña con el kirchnerismo.

Pero dejo de lado la paráfrasis, que no deja de ser un juego (placentero para quienes jugamos con las palabras a sabiendas de que con las palabras no se juega), y avanzo con el contenido del dictamen que es, como dije y repito, un lugar común repetido hasta el cansancio por cualquier gorila, de la misma forma que su inversión lúdica podría ser tomada como lugar común de cualquier vecinoK.

La denuncia de una categoría periodismo no oficialista impone, necesariamente, la existencia de su polo dialéctico, el periodismo oficialista. Y he aquí la falacia: el periodismo se divide en oficialista y no ofcialista según Sarlo. Cualquiera que apele al sentido común sabe que el universo de periodistas profesionales en todas sus ramas o géneros, suman decenas de miles de trabajadores en todo el país. Si aceptamos como válida la extrapolación de un universo mayor a uno menor que a su vez es componente del mismo, debemos aceptar, también, que un treinta por ciento de esas decenas de miles de periodistas simpatiza con el kirchnerismo mientras que un setenta por ciento no simpatiza para nada con el kirchnerismo. Esto, siendo generosos con los antik a la hora de sopesar.

De este modo, es inevitable colegir que miles de periodistas simpatizantes del kirchnerismo laboran en medios hostiles al gobierno, ya que estos son -arriesgo el número sin temor a equivocarme demasiado- más del noventa y cinco por ciento de los medios masivos de comunicación. Así que me permito concluir que el kirchnerismo no se encuentra en riña con el periodismo no oficialista, sino que se encuentra enfrentado con medios masivos de comunicación que, siendo hostiles al gobierno, tienen en sus nóminas tanto periodistas enfrentados al kirchnerismo como periodistas simpatizantes del Gobierno (imaginando que para estos últimos impera la necesidad del silencio para sobrevivir en el empleo, dicho sea al pasar).

Si Néstor Kirchner ha sido claro en su último discurso público: lo nuestro es contra el señor Magnetto y el Grupo Clarín, damos la cara y lo firmamos, ¿para qué complicarla, señora Sarlo? La batalla cultural, que sí existe, no es entre el Gobierno y periodistas K versus periodistas no-K, sino entre una parte del pueblo que hace décadas padece la monopolización mediática adormecedora como forma de dominación cultural y que, a raíz y como consecuencia de esa guerra de poder entre Clarín y Magnetto por un lado y el gobierno por el otro, podemos empezar a gritar a los cuatro vientos lo que hace décadas padecemos, sentimos, pensamos y quisimos gritar sin poder hacerlo en ninguna parte.

Sigo. Luego de la desafortunada oración de apertura, dice Sarlo:

Sobre esto se ha escrito mucho, aunque nunca será suficiente subrayar su debilidad de principios. Los argentinos vivimos dictaduras militares que liquidaron a periodistas, y esa imagen del pasado es tan horrenda que se la utiliza sin escrúpulos para disminuir cualquier hecho presente. Sin embargo, la libertad de prensa no admite grados: que antes haya sido atacada no disculpa transgresiones que, frente al asesinato, parecerían menos graves. Ultimamente, el desdén por la prensa viene acompañado por un ataque a obras y autores, con incursiones en la Feria del Libro que terminan a los sillazos como si fuera una fiesta de fin de curso que se fue de madre, aunque son, en verdad, un intento de cortar la palabra a los gritos y por la fuerza.


Mencionando nada más que al pasar que, en efecto, la libertad de prensa no admite grados, tampoco admite geografías. Los periodistas que mueren, mueren en las dictaduras militares y en los regímenes de democracia políticamente correcta para la SIP y las otras agencias del imperio. En Honduras van unos cuantos periodistas asesinados desde el golpe del 28 de junio. Y en nuestras democracias políticamente correcta tuvimos un José Luis Cabezas, muerto, y un Hernán López Echagüe que se tuvo que mudar de país porque no podía levantar el tubo de su teléfono. Y esto, sin nombrar a esos miles de periodistas que hoy, por las razones ya expuestas, tienen que agachar la cabeza ante el empleador, bajo amenaza de despido y declararse independientes a la fuerza.

Pero dejando de lado esa mención que fue hecha como necesaria digresión (perdón por el oxímoron), lo falaz en el párrafo de Beatriz Sarlo citado está en el dictamen de la oración que lo cierra, en la cual se afirma que los sillazos en la Feria del Libro parecen fiestas de fin de curso que se fueron de madre pero que en verdad son un intento de cortar la palabra a los gritos y por la fuerza. Aquí, otra vez, expone como dictamen verdadero lo que percibe como fenómeno anómalo. Mire que parece pero no es, eh...

Esto no le gustará a la señora Sarlo, pero en ésta en nada se diferencia de Silvina Walger quien, en términos de peso intelectual, es a Sarlo lo que un comentarista futbolero de churrasquería es a Macaya Márquez. Dijo Silvina Walger en el programa del enojado con el mundo Santo Biasatti y rebatiendo a Luis Majul, que no podía haber militantes fanatizados que operaran a favor del kirchnerismo, que eso no era posible, que eran todos pagos. Pues aquí hace lo propio Beatriz Sarlo: no pueden haber exaltados a pesar de que lo parecen: deben ser enviados por el poder, organizados y como parte de un plan de ataque. Argumento imposible de sostener, por cierto. Lo que ha sucedido en la Feria del Libro volverá a suceder mil veces más. Ha sucedido con Fernando Bravo en la calle y ha sucedido con Magdalena Ruiz Guiñazú anoche mismo, otra vez en la Feria del Libro. Y volverá a suceder mil veces más, pero no por las razones que imagina Beatriz Sarlo, sino porque hay una enorme cantidad de personas -muchas más de las que están dispuestas a aceptar muchos- que están hartas de tanta impunidad mediática. Lleva treinta años esa impunidad. Algún día tenía que explotar tanta rabia acumulada. Y explotó.

Las fiestas de fin de curso que se desmadran no obedecen a una directiva del Ministerio de Educación: obedecen a padecimientos muy hondos que cargan los jóvenes en una sociedad individualista, prejuiciosa, exigente, consumista, opresora. Esa carga explota. Y explota por cualquier lado: por la droga como la peor solución, o por explosiones de desmadre que, lamentablemente, hasta pueden provocar víctimas fatales y de hecho las provocan, todos los días.

Nadie quiere cortar la palabra a los gritos y por la fuerza. Sólo se pretende ejercer el derecho a gritar, un derecho que ahora se nos presenta como nuevo. Sobre todo el derecho a gritar cuatro frescas a quienes han vivido décadas en medio de la impunidad mediática. Si los periodistas que ponen el rostro y dramatizan las noticias para crear un clima de terror, de angustia existencial, de malestar metafísico, de desánimo, se han pasado décadas creyendo que esa exposición pública sólo les ameritaba la molestia del cholulo que le pide autógrafos, y ahora padecen la explosión de una inevitalbe reacción popular a toda esa mala onda que ellos mismos sembraron durante décadas, tendrán que adaptarse a ello. Los periodistas no son vacas sagradas. No son las figuras estelares, que despectivamente usa Sarlo, como ya se verá.

Sigue Beatriz Sarlo:

Pero está en curso un proceso más novedoso. Lo llamaré dispositivo cultural kirchnerista, armado de partes heterogéneas que funcionan de manera más o menos independiente, aunque alineadas con el Gobierno. Se trata de un dispositivo cultural, y no de la Oficina Ideológica del Ejecutivo. Comprende iniciativas prácticas descentralizadas, aunque convergentes en sus objetivos, y una red de discursos e intervenciones que reúne instituciones del Estado, pero también formaciones de la sociedad civil. Sería conveniente pensarlo más allá de la batahola.


Aquí parece que quiere acercarse a lo esencial del fenómeno, aunque también parece contradecirse. El Gobierno parecería fomentar las fiestas de fin de curso desmadradas que en verdad son intentos de cortar a los golpes la palabra, pero esa acción de gobierno no es tal en este párrafo y el desmadre de fin de curso vuelve a aparecer, pero ahora reducido a batahola. Más allá de esta pequeña contradicción en este párrafo Sarlo admite que, más allá de las iniciativas gubernamentales hay, en efecto, un fenómeno cultural, novedoso, al que ella llama dispositivo cultural kircnerista, que no depende de lo que llama Oficina Ideológica del Ejecutivo, que merece un análisis y se mete en él.

Los párrafos que siguen son para caracterizar el primer nivel de ese fenómeno cultural K, que Sarlo hace arrancar en Carta Abierta, surgida, como es fama, en medio del conflicto del Gobierno, o sea del pueblo o buena parte de él, con los rentistas sojeros y los pools sojeros. Esta primera expresión de ese fenómeno cultural se complementa son subsidiarias de Carta Abierta, pero siempre dentro de lo que llama Sarlo la elite y los movimientos expansivos de la elite. Aquí elite equivale a intelectuales canonizados por el establishment.

Si usted no alcanza a comprender la amplitud del concepto que encierra la expresion intelectuales canonizados por el establishment, complemento el concepto con ejemplos. Lea usted este párrafo de Beatriz Sarlo:

No conozco el número de lectores de Página 12 , pero incluye un progresismo convencido de que, ante el fracaso de otros progresismos, Kirchner es su última oportunidad y que la política de derechos humanos y el enjuiciamiento de los terroristas de Estado imponen tragarse algunos sapos. En este arco, Página 12 se combina dinámicamente con lo que hoy parece ser un centro del dispositivo cultural: el programa de televisión 6, 7, 8 , magazine con participación estelar de Sandra Russo, del corazón de Página 12 (la única mujer que en ese diario ha firmado contratapas) y autora de un libro, que ha sido adelantado por el diario, sobre la dirigente Milagro Sala; con cartel francés se luce Orlando Barone (que ha dejado la revista Gente en el pasado para ser columnista de Debate e impávido humorista de la televisión oficial).


Un intelectual canonizado por el establishment es aquel que se permite expresar de otros intelectuales no canonizados, cosas tales como estas: que Sandra Russo es la figura estelar de un magazine de televisión, a pesar de que escribe libros sobre la dirigente Milagro Sala, que Orlando Barone, quien se ha ensuciado con el barro de Gente ** durante la dictadura militar, ha pasado a ser impávido humorisa de la televisión oficial. O espetarle al rostro a Ricardo Forster (en otro momento, en otra publicación) que le produce bostezos y tiene fiaca de considerar sus argumentos.

Eso es, amigo lector, un intelectual canonizado por el establishment. El mismo gremio al que pertenece, por ejemplo, un Marcos Aguinis, que suele abrevar pueblo en los taxis, o un Santiago Kovadloff, compositor serial de composiciones tema la vaca para La Nación.

Tampoco puedo dejar de mencionar que es imperdonable que Sarlo haya escrito que no conoce el número de lectores de Pagina/12 Son datos a los que puede acceder cualquiera con un par de clicks, mucho más un periodista.

También quiero dejar de lado ese comentario descolgado de que Sandra Russo es la única mujer que firma las contratapas de Pagina12, comentario que proveniente de una mujer sobre otra mujer es siempre suceptible de mil interpretaciones diversas, que podrían ir desde el elogio hasta el demérito y que prefiero no considerar siquiera, aunque sí me permito sostener la calificadión de descolgado para el carácter del comentario, con la implícita sospecha de mala intención.

Y también quiero mencionar que en un momento de esos párrafos que saltée dice Sarlo que el término destituyente acuñado por Carta Abierta ha aparecido para quedarse y que aun persiste, un año y medio después de que se justificara su aparición durante el conflicto con los patrones y rentistas rurales. Es decir, Sarlo niega terminantemente que la movida iniciada en enero con Martín Pérez Redrado como avanzadilla hubiera sido destituyente, o niega que la acción terrorista de los parlamentarios del grupo A no sean destituyentes. El hecho de que los destituyentes que estuvieron a punto de alcanzar la victoria en el 2008 y hoy son derrotados tras cada intentona, no significa, ni mucho menos, que hayan desistido de ese objetivo político. Sarlo no lo quiere ver porque aceptarlo significa, necesariamente, aceptar la derrota reiterada de esos grupos de poder.

Así tenemos que Sarlo reconoce un primer estadio de intelectuales kirchneristas, a los que, por canonizados y por pares, Sarlo tolera, acepta e incluso se permite el lujo de dispensarle alguna hora de su vida para polemizar con uno de ellos en una redacción. Esto es tolerable para Sarlo porque esos estadios no llegan a la masa, que es, en última instancia, la que cobija en su seno a todos aquellos capaces de desmadrar una fiesta de fin de curso. Carta Abierta, Contraeditorial, Debate... está todo bien, total, ¿cuántos las leen? Todo queda entre nosotros, la elite.

Pero el problema es que el fenómeno cultural salió de la esfera de la elite, a través de 678 y a través del fútbol para todos que, Sarlo repite como cualquier gorila de verdulería, nos cuesta seiscientos millones de pesos. Y es aquí cuando a Sarlo le saltan los fusibles. Lo vio en el Nea cuando Kirchner reasumió la presidencia del PJ, lo vio en el estadio de Ferro y lo volvió a ver en las marchas del 24 de marzo y la de la defensa de ley de medios: las clases medias habían salido a las calles, codo a codo con los movimientos sociales, con los negros, a manifestar su apoyo al kirchnerismo. Y esto es intolerable. Para los gorilas, y para las elites. Aunque estas elites sean las de cartón pintado. O sobre todo por ello.

En efecto, hay una batalla cultural, tal como lo denuncia Sarlo en su texto. Lástima que lo hizo varios días después de que salió a la calle otro número de otra publicación que Sarlo no nombra pero que evidentemente lee. Se trata de 2010, y en su editorial firmado por Juan Manuel Fonrouge, se puede leer:

Gran parte del pensamiento político de este país fue excluido, marginado, ahogado por el autoritarismo del "partido único del ajuste neoliberal", por los que luego cerraron filas con el "Pacto de Olivos" y transaron la democracia partidaria, la participación popular.

La marginación de las ideas nacionales y de izquierda de la política, por "pasadas de moda", por parte del modelo neoliberal, tuvo su correlato en los medios de comunicación.

A la concentración de la palabra, la predominancia de la idea dominante, del hacer política desde la hipocresía, de mostrarse, al igual que el modelo neoliberal, desideologizado, le viene llegando su San Martín.

Este esquema estalla porque excluye. La negación de la política por el neoliberalismo conservador y la negación de la diversidad de opinión por los medios de comunicación son dos caras de una misma moneda, son socios imprescidibles de un modelo de país excluyente e hipócrita.

Como estalló la credibilidad en el sistema de partidos políticos, asistimos al estallido del sistema de comunicación de masas, aunque este último con mayores anticuerpos, ya que el poder económico siempre se ha caracterizado por traicionar al poder político. Todavía tienen tela para mostrarse ecuánimes ante una realidad que implica siempre tomar partido, definirse.

Un esquema del poder político, sintetizado por el "Pacto de Olivos", en alianza con los decadentes medios de comunicación de masas, viene siendo el frente neoconservador a derrotar. No para imponer una nueva mirada única, sino para volver a oxigenar la sociedad de libertad, de participación, de democracia.

(...)

La única forma de quebrar este espiral es con el debate político, ampliándolo a dispositivos donde se expresan opiniones, ya sea mediáticos, como de participación política activa. El programa "6,7,8" y sus autoconvocados a través de la red resulta paradigmático.

(...)

La batalla cultural es una guerra popular prolongada contra el conservadurismo instaurado con el miedo, la represión, la negación de las diferencias, las ideas y la política.

A no asustarse, que toda apertura, democratización y debate siempre jugarán a favor de un proyecto de país que se realiza en la felicidad de las mayorías populares.

fuente: Juan Manuel Fonrouge, La vuelta de la política, 2010, abril 2010, pg 6 Link a la versión virtual: aquí.



Nadie se atrevería a acusar a Beatriz Sarlo de tomar un texto ajeno que la irritó, intentar su refutación en otro texto y no citarlo. Nadie la acusaría de eso. Pero, lo cierto es que hay demasiados puntos de contacto entre ambos textos. Puntos de contacto que hacen chispas, es verdad, pero puntos de contactos al fin.

En todo caso: es una pena que Sarlo publicara ese texto hoy y no una semana antes.

Hay más para analizar, pero ya son las siete de la mañana. Me he pasado toda la noche en este juego y ahora es hora de ir a trabajar. Ciao!


Alfredo Arri.


NOTAS:

** Varios días después de publicada la nota de Beatriz Sarlo en La Nación y publicada esta entrada en este blog (29/04/2010), Orlando Barone escribió para la contratapa de Miradas al Sur:

"La revista era Siete Días y la nota llevó por título 'El dueño de la vida, el amor y la muerte'. Digno de la revista Gente, donde no tuve la suerte de trabajar aunque Beatriz Sarlo escribió dando por hecho que esa revista forma parte de mi curriculum. No es cierto, Sarlo. Pero si se trata de elegir editoriales y redacciones tan prestigiosas como Gente, trabajé en dos donde ella está ahora: en Clarín y en La Nación."

fuente: Orlando Barone: Fábula del periodista sospechoso, en Miradas al sur del 2 de mayo de 2010, contratapa.


Registrada la aclaración, pues, valga como otra ligereza de Beatriz Sarlo.


* El lector interesado en leer el texto completo de Beatriz Sarlo, La Nación lo ofrece aquí:

Crece el embate oficial contra la libertad de prensaLa batalla cultural

Beatriz Sarlo

lanacion.com | Opinión | Jueves 29 de abril de 2010




o0o

5 comentarios:

  1. Buena la nota. Y un detalle que tenemos que ver: yo creo que existen dos lenguajes, dos formas de comunicación en estos momentos -quizás siempre ha sido así-, y el detalle que hablaba es como bajamos este texto para hacerlo accesible a sectores que no leen más de dos o tres minutos y saltan a otra cosa.
    Tal vez sería interesante un reseña del mismo texto de no mas de 40 líneas y metido en Facebook o algo por el estilo. Es una idea y puede no ser buena. Pero una buen analisis como es la nota de quien firma Alfredo Arri, merece un amplio campo de difusión.

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  2. Hola, anonimo:

    Gracias por sus conceptos.

    Creo que la difusión de ideas aptas o útiles para este tipo de debates debe ser -y de hecho es- una obra colectiva. Cada uno de nosotros lo hace a su modo, es decir, como puede o sabe, y con los alcances que pueda darle desde los modestos espacios de cada quien.

    He tenido una mala experiencia (de seguridad informática) con la página social que usted menciona y huí de ella, pero intentaré, cómo no, difundir mensajes más acotados por otros medios que ofrece la red.

    Saludos.

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  3. Hola, soy Mariano Varela. DNI17556983. A mí no me paga Kirchner, ni la hermosa Cristina: me paga Techint (mal y mucho peor). Impresionante el análisis. Ya mismo lo imprimo y lo reenvío a todos los que pueda. Un abrazo y avanti (ya había transmitido la polémica Sarlo-Forster).

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  4. me sumo al anàlisis de este artìculo.Mis felicitaciones Alfredo, continue con los anàlisis tan concienzudos e inteligentes

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