martes, 12 de enero de 2010

Okupas y jueces delivery

Bitácora del ciudadano de a pie.

Entre okupas de cuello duro y jueces delivery.


La situación política argentina muestra hoy, como nunca antes, la desesperación de una derecha que no ceja en sus objetivos de producir en la patria un golpe de estado del siglo XXI, a la hondureña. Las razones son múltiples y han sido analizadas por este blogger hasta el hartazgo. Tanto, que no es necesario remitir al lector a esas referencias que vienen sumando páginas en mis otros sitios desde marzo de 2008, sino que alcanza con resumirlas en un expresión que lo dice todo: La derecha quiere desplazar a este gobierno de Cristina Fernández porque cada día que pasa pierden más y más de sus exorbitantes ganancias nacidas de la corrupción de décadas. No lo soportan más y lo quieren desplazar del poder formal porque ya llevan dos años en los cuales pierden poco a poco sus escandalosos, obscenos, privilegios. Es así de sencillo.

Estuvieron a punto de lograrlo en julio de 2008, en ocasión de la victoria legislativa de la derecha, obtenida por la voluntad del vicepresidente de la nación para jugar en contra del gobierno del que forma parte, nada menos que como compañero de fórmula presidencial. Si no lo lograron entonces fue, como se puede saber ahora, nada más que por el coraje a toda prueba que tiene la mujer que nos gobierna, cuyo temple, coraje y audacia van más allá de todo lo que nosotros, los ciudadanos de a pie, pudimos conocer en décadas, y mucho más allá de lo que los privilegiados de esta amada patria son capaces de soportar.

Ahora, en enero de 2010, han lanzado una nueva ofensiva. Hasta ahora, y mientras la situación no se desmadre, la ofensiva tiene existencia real en los medios de comunicación de masas, en ciertos tribunales de la administración de justicia, en los parlamentos guionados de los políticos que conforman una oposición cuya característica más notable es, además de ser todos ellos mediocres de toda mediocridad, la de servir a pies juntillas los dictados de los grupos de poder económico y mediático, a las corporaciones.

Mientras el Gobierno nacional sepa mantener la calma, campear la batalla judicial que tiene sobradamente ganada aun con las chicanas temporales que le buscan sus adversarios, y evitar todo tipo de provocación, la llamada crisis institucional se mantendrá en esos ámbitos, es decir, tendrá existencia nada más que virtual. No el conflicto político y de poder, que es real, sino la preconizada y cacareada crisis institucional que es la expresión retórica de ese conflicto de poder, deliberadamente sesgada.

La razón de esto último, es decir, de que la existencia de tal crisis institucional sea hasta ahora virtual, es sencilla: el pueblo, en general, se mantiene ajeno a este entuerto administrativo-judicial y, en cuanto a la cinchada política y de poder evidente, se mantiene apenas expectante. Aunque situaciones como las que vive el pueblo hoy a través de los medios podrían hacer cambiar de opinión a algunos ciudadanos, en líneas generales se puede afirmar que tampoco habrá grandes cambios en el humor social a raíz de este entuerto.

Nadie podría asegurar que el conflicto de poderes furiosamente desatado por la derecha no terminará, finalmente, convirtiéndose en una crisis institucional real. Obvio: la bola de cristal existe sólo en los cuentos. Pero es improbable hasta hoy, tal como se dan las variables sociales que podrían hacer modificar la virtualidad del conflicto, que este se desmadre. En efecto, el pueblo en general ve todo esto, hasta hoy, como una suerte de circo patético, en el cual sobreabundan los payasos, los perritos amaestrados, los tamboriles y cornetas y en el cual hay una sola fiera que, dígase con todas las letras, cada día despierta más odios y más admiración entre los espectadores, aunque ya no tanto por igual. Crece, a raíz de exposiciones como las que no tocó presenciar hoy a los ciudadanos de a pie, el partido de los admiradores.

Tanto es el coraje de esta mujer de firmes convicciones, que hoy llamó a las cosas por su nombre: Okupa llamó a Héctor Martín Pérez Redrado, un empleado de los grupos financieros internacionales, atrincherado por voluntad de la derecha destituyente en las oficinas del BCRA, de donde fue despedido por su jefa. Y jueza delivery llamó a la doctora Sarmiento, una jueza de primera instancia que no tuvo ningún prurito en fallar en tiempo récord y en la forma en que le era solicitado, por cualquiera que le pidiera algo que pudiera socavar la autoridad presidencial.

A esos límites ha llegado la derecha destituyente. A poner en marcha el camino del golpe a la hondureña, el golpe blanco como lo llamó Luis D'Elía, el golpe de estado del siglo XXI como lo llamo yo. A los límites del descaro, de la pérdida de decoro, del abandono de las formas. Han arrojado sus caretas al medio de la arena del circo ante los cada día más azorados espectadores.

Por supuesto, los medios de comunicación de masas trinan. ¿Golpe? ¿Destituyentes? ¿A dónde? Me viene a la memoria al patético Roberto Micheletti arengando a una gente reunida al pie de su podio: ¡No es un golpe, no es un golpe, no es un golpe!

Como ciudadano de a pie, por supuesto, carezco de la información de los pasillos de poder que me permitirían componer un pronóstico, aunque fuese precario. No sé qué va a pasar. No sé cómo continuará esta payasada mayúscula desatada por la derecha destituyente. Por ahora, tengo la firme convicción de que el Gobierno volverá a sortear este escollo trapero si se mantiene firme en una estrategia de sobrellevar, campear y no entrar en ninguna provocación. De no ser así, como ya lo dije en más de una oportunidad, será simplemente porque una muy importante parte de mis conciudadanos así lo permitió o promovió y no hubo fuerza social organizada que lo pudiera impedir.

Veremos cómo sigue esta burda, brutal, trapera y a la vez peligrosa puñalada mediática y judicial, montada por no más de cien actores, entre los principales, de reparto, extras y figurantes.

Hasta mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario