sábado, 16 de enero de 2010

Metáforas, metaforitas, metaforetas.

Bitácora del ciudadano de a pie.

Mataforitas. O Metaforetas.

Ayer, el señor Carlos Raymundo Roberts nos ha presentado una verdadera muestra de preciosismo literario, en la tribuna del casi sesquicentenario diario de la doctrina de tribuna. El esteta de las letras (perdón por la cacofonía) tituló La señora del micrófono a su eximia pieza prosaica, aunque en algunos instantes de la lectura el lector aspira ráfagas -breves pero intensas- de verdadera prosa poética.

Desde el título nada más, el lector ya intuye que se trata de un texto elevado, propio de un literato de fuste, ya que apela a alguna figura metáforica, cuasi poética. O seasé: artístico. Por supuesto, no han de faltar las mentes flojitas de esfínteres entre sus anónimos lectores quienes podrían barruntar, a partir del título prometedor, que el dicho texto anuncia revelar las intimidades de alguna dama que practicase con arte digno de registro literario el sexo oral. Es que, como se sabe, abundan quienes asimilan con toda facilidad metáforas tales como la señora del micrófono con otras más chuscas, como la señora del cucurucho. Pero no. El de Carlos Raymundo Roberts, cuyo apellido lo deja a salvo de la inquina de malévolos rimadores que han de conformarse para tales fines con los dos nombres, más que una metáfora, es una auténtica muestra de las kenningar adoradas por Borges.

El texto de este señor Roberts, en verdad, es una semblanza de nuestra Presidenta de la Nación, Cristina Fernández. La muestra de su arte en la confección de las kinnengar es refinada: El señor Roberts llama La señora del micrófono a nuestra Presidenta, con lo cual se evita llamarla charlatana. De esta forma, el autor se suma al selecto club de plumíferos de fuste -y con firma- del diario de Bartolo (que no es el Marqués de Bocanegra, sino el apelativo familiar del ex presidente Bartolomé Mitre y que los lectores del diario pornoliberal usan a discreción como una forma de manifestar su admiración por quien le ha dado nombre a la calle que transcurre entre Rivadavia y Perón -con perdón por la palabra); se suma al selecto club, venía diciendo, que se han dedicado a buscar delicadas kenningar para nuestra Primer Magistrado.

En efecto: A la ingeniosidad de churrasquería que pudieron obtener a su turno y a partir de sus malévolas caracterizaciones para la Presidenta el señor Daniel Della Costa y el profesor emérito Mariano Grondona, el señor Carlos Rayumundo Roberts suma su pluma (perdón por la cacofonía) al delicado club. De esta forma, a partir del nuevo socio en esa selecta peña, nuestra Presidenta Cristina Fernández, Cristina Fernández de Kirchner o simplemente Cristina, como la llaman el pueblo y Clarín, tiene ahora tres caracterizaciones metafóricas con firma, cuales son, respectivamente, Morticia Adams, Actriz de Reparto, y La Señora del Micrófono. Oseasé: ridícula, títere y charlatana.

Antes de continuar con esta crítica de una expresión de alta literatura, quiero dejar a salvo una posible objeción de un hipotético lector. Esta objeción podría ser, por ejemplo, que hablo -escribo- por envidia. A esa objeción respondo: Efectivamente envidio a este señor por su elegancia, pero más allá de esa envidia -que es sana- creo no perder en ningún momento mi más objetiva falta de objetividad.

La envidia, por otra parte, es inevitable en este caso. ¿Por qué nosotros, los que estamos de este lado de la vereda no podemos ser tan elegantes como estos señores, eh? Basta recorrer el inventario de kenningar que recopiló Jorge Luis Borges, (José Luis para Mauricio Macri), para que dejáramos de llamar buitres a los fondos tales para pasar a llamarlos, por ejemplo, fondos cisnes sangrientos. O no decir, por ejemplo, que Martín Redrado se fue de lengua, sino que Redrado se fue de remo de la boca.

¡Por supuesto que envidiamos el refinamiento de nuestros adversarios políticos! Borges tenía razón cuando decía que los peronistas no son ni buenos ni malos, sino incorregibles. Es justo que se haga extensivo el juicio a los kirchneristas. Somos incorregibles.

Pero, dejando de lado esta digresión (para Mariano Grondona disgresión) y el divertimento de los primeros párrafos de esta entrada lúdica; es decir, hablando en serio: el odio visceral que despierta nuestra Presidenta entre tantas personas, fenómeno para el cual hay varias explicaciones en las que se incluye, por supuesto, la cuestión de género en un medio machista, crece día a día y, día a día, las plumas que el establishment tienen contratadas o a su servicio por mera convicción o pulsión catártica se muestran más y más insolentes.

Para terminar, repito aquí, en mi casa virtual, los conceptos que dejé como comentario al pie de la nota del señor Carlos Raymundo Roberts.

La correlación de fuerzas le es desfavorable y es bastante probable que finalmente termine siendo derrotada. Pero hasta ahora no ha sucedido. Dice el autor de esta nota, con el énfasis refinado del parsimonioso incordiado, “pasan los años...” Y esto es, a mi juicio, lo más sorprendente y admirable de esta mujer a quien yo llamo, simplemente y como debería ser para cualquiera que porte un dni de la patria, la Presidenta de la Nación y que otros llaman Morticia Adams, actriz de reparto o señora del micrófono: que con un solo micrófono, con una sola cámara de un canal de cable de morondanga que nadie ve pero todo el mundo comenta, sin papeles ni libretistas, ha podido y siga pudiendo contra todos: centenarios diarios, diarios de media centuria, diarios de menos de una década, diarios de una semana de vida, miles de radios, varias cadenas de televisión privadas y una red aceitada de medios de allende los mares. Para mí, mientras dure, es un espectáculo digno de admiración.


¿O no?

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