El arreo. (Primera parte).
Introducción.
En los últimos días de 2008, luego de reflexionar alrededor de una cuestión compleja, acaecida en medio del conflicto entre las patronales agropecuarias y el Gobierno nacional, escribí un texto que luego decidí no publicar en mis blogs. Ese texto contenía algunas reflexiones que pretendían dar respuesta a un interrogante que no tenía entonces, ni tiene ahora, solución evidente: Cómo y por qué una movida surgida de grupos de poder económico llegó a provocar dos multitudinarias concentraciones populares en apoyo a la lucha de esos grupos de poder contra el gobierno.
Había arrancado mis reflexiones -entonces- con duros juicios de valor hacia ciertos sectores de las clases medias urbanas; y en esa parte inicial del ensayo, con una fuerte carga emotiva puesta en el mismo acto de escribir, había elegido un verbo con connotaciones peyorativas, verbo del cual uno de sus derivados daba -y da- origen al título de ese texto. A pesar de esa carga emotiva, las reflexiones me llevaron a comprender el fenómeno de un modo diverso al de la mera mirada pasional del momento, y no me avergüenza decir que llegué a elaborar una respuesta decorosa. Sin embargo, al concluir tales reflexiones, en forma paradójica, comprendí que ese verbo de ninguna manera podía ser substituido. Había quedado demostrado por los hechos mismos que esas multitudes habían sido efectivamente arreadas por los sectores patronales del poder agropecuario. Para más, dado el carácter campero de los protagonistas, el verbo era más que apropiado.
Sin embargo, fue la circunstancia de no considerar siquiera la substitución de ese verbo lo que me llevó a no publicar el texto.
Hoy, a casi dos años de iniciadas aquellas jornadas de muy alta conflictividad social y política, aquellas reflexiones no sólo no perdieron vigencia, sino que se mantienen tan en correspondencia con los hechos que se observan día a día hoy, que me permito ahora publicarlas, sin cambiar el verbo elegido, ni el título de la nota.
De todos modos, en lugar de recurrir al cd donde se encuentra el archivo de aquella nota para venir a pegarlo aquí, decidí reescribirla en su totalidad. Estoy seguro de que esta decisión me salvaguardará de los excesos de adjetivación que en el texto original seguramente deben existir.
Por último, la motivación para publicarlo ahora surgió de la lectura de un texto de José Natanson en Pagina/12 de hoy, Banana Republic. Este texto está relacionado con mis reflexiones y eso me provocó: primero, recordar ese módico ensayo y, en segundo lugar, remozarlo con nuevas reflexiones o, para ser más preciso, con nuevas construcciones discursivas.
Dicho todo esto como una suerte de introducción, paso al tema.
El porqué del verbo.
El diccionario de la Real Academia es taxativo: el verbo arrear no es aplicable a las personas, sino a las bestias. Por lo tanto, no debería utilizarlo bajo ninguna circunstancia para referirme a personas. Sin embargo, no me resigno a abandonarlo desde el momento que es el adecuado, dadas la características de quienes convocaron a esas movilizaciones populares. Éstos, como hombres de campo, habituados al manejo de las haciendas, no tuvieron ningún prurito en reunir malévolamente a esas multitudes como elemento de presión contra el gobierno para lograr un propósito tan acotado como claro: un paquete de miles de millones de dólares de renta.
En el transcurso de todo el conflicto, que duró meses y produjo un estado de ánimo en la población en general que fue el más tenso de los veintitantos años de democracia, los patrones rurales no tuvieron ningún miramiento en utilizar a esos sectores movilizados, sin detenerse, ni por un minuto, a tratar de satisfacer las demandas políticas y sociales que llevaban los ciudadanos que le dieron cuerpo a esas movilizaciones. Todo lo contrario: desde el principio y hasta el final del conflicto, trataron a esas masas populares de la misma manera como trataron toda la vida a sus peones: como una hacienda a la que se la arrea.
Los hechos que demostraron palmariamente esa actitud quienes saben de arreos de vacas y peones que tuvieron en forma unívoca los dirigentes de la mesa de enlace fueron muchos, pero dos de ellos se destacaron por su honestidad brutal. El primero fue en el propio acto del 25 de Mayo en los alrededores del Monumento a la Bandera en Rosario. En esa ocasión, asaltado por los incubos y súcubos de la tribuna de trinchera y de las multitudes exaltadas, y sin la experiencia de trinchera del político, Alfredo De Angeli soltó burdamente: Toda esta multitud, señora Presidenta, puede ser suya.
El ofrecimiento de la multitud al oficialismo si éste hacía lo que los patrones rurales exigían fue una muestra de honestidad brutal y, a la vez, de ignorancia política. La ignorancia radicaba en la circunstancia de que no eran ésas, precisamente, las multitudes que podían ofrecérsele en bandeja al oficialismo. Acertaría uno en afirmar sin rodeos que era todo lo contrario. Pero más allá de esta muestra de ignorancia política, o de no comprender cabalmente el fenómeno por ellos mismos provocado, el hecho concreto fue que el dirigente, en el fragor del discurso, ofreció a las masas convocadas. En otras palabras: consideraron que esas masas habían sido arreadas hasta allí y de la misma forma podían ser arreadas hasta donde ellos quisieran.
El segundo hecho brutal fue echar -o no permitir el ingreso, para el caso es igual- de Elisa Carrió al palco palermitano de los vencedores. En este hecho no tiene importancia alguna la circunstancia de que la presencia de la política chaqueña en ese sitio fuese nada más que una muestra de oportunismo. Lo importante es el carácter de simbólico que tuvo tal rechazo. Elisa Carrió representaba entonces y representa ahora a un sector numéricamente importante de esas clases medias urbanas, muchos de cuyos adherentes personales, sin duda alguna, habían ayudado a colmar las inmediaciones del Monumento de los españoles y las inmediaciones del Monumento a la Bandera.
Con estos hechos concretos, significativos, los dirigentes de la mesa de enlace demostraron redondamente que no les importaban, ni las masas populares convocadas, ni sus demandas políticas, ni la mismísima política. Sólo querían, en lo inmediato, quedarse con los miles de millones de dólares de renta que recuperaban al caerse la resolución 125, y en lo político mediato, que el gobierno populista de los Kirchner se debilitara sin remedio para su substitución -a su debido plazo o antes- por otro que les asegurara el retorno inmediato a la Argentina de toda la vida, es decir, a la de la Argentina exportadora de las materias primas de “el campo”, a una economía cuya característica más notoria es la evasión, la elusión, el trabajo en negro y ahora, gracias a la tecnología posmoderna de los agronegocios, a le expulsión de las poblaciones rurales hacia las periferias urbanas.
Recordaré una vez más el crudo análisis de los resultados de las elecciones del 28 de junio del 2009 que escribió en Clarin Rural el señor Huergo:
Es tan clara la exclamación en caliente del ruralista que si le echase agua la enturbiaría.
Por supuesto que las masas populares -integradas principalmente por las clases medias urbanas- que apoyaron la movida ruralista no son bestias. Pero que fueron -objetivamente- arreadas porque fueron consideradas en todo momento hacienda negociable por los rastacueros campestres, lo fueron. Tanto fue así que esas propias masas populares, ni bien comenzaron a comprender la peregrina mezquindad de los promotores de esas marchas, fueron abandonándolos. Sin prisa, pero implacablemente. La última convocación de la mesa de enlace, también en Palermo, fue un rotundo fracaso. Y fue patético el magro espectáculo, además. Ahí estaban, en la platea vip del show, los personajes más oscuros de la política, la intelectualidad y la farándula de Argentina.
En los últimos días de 2008, luego de reflexionar alrededor de una cuestión compleja, acaecida en medio del conflicto entre las patronales agropecuarias y el Gobierno nacional, escribí un texto que luego decidí no publicar en mis blogs. Ese texto contenía algunas reflexiones que pretendían dar respuesta a un interrogante que no tenía entonces, ni tiene ahora, solución evidente: Cómo y por qué una movida surgida de grupos de poder económico llegó a provocar dos multitudinarias concentraciones populares en apoyo a la lucha de esos grupos de poder contra el gobierno.
Había arrancado mis reflexiones -entonces- con duros juicios de valor hacia ciertos sectores de las clases medias urbanas; y en esa parte inicial del ensayo, con una fuerte carga emotiva puesta en el mismo acto de escribir, había elegido un verbo con connotaciones peyorativas, verbo del cual uno de sus derivados daba -y da- origen al título de ese texto. A pesar de esa carga emotiva, las reflexiones me llevaron a comprender el fenómeno de un modo diverso al de la mera mirada pasional del momento, y no me avergüenza decir que llegué a elaborar una respuesta decorosa. Sin embargo, al concluir tales reflexiones, en forma paradójica, comprendí que ese verbo de ninguna manera podía ser substituido. Había quedado demostrado por los hechos mismos que esas multitudes habían sido efectivamente arreadas por los sectores patronales del poder agropecuario. Para más, dado el carácter campero de los protagonistas, el verbo era más que apropiado.
Sin embargo, fue la circunstancia de no considerar siquiera la substitución de ese verbo lo que me llevó a no publicar el texto.
Hoy, a casi dos años de iniciadas aquellas jornadas de muy alta conflictividad social y política, aquellas reflexiones no sólo no perdieron vigencia, sino que se mantienen tan en correspondencia con los hechos que se observan día a día hoy, que me permito ahora publicarlas, sin cambiar el verbo elegido, ni el título de la nota.
De todos modos, en lugar de recurrir al cd donde se encuentra el archivo de aquella nota para venir a pegarlo aquí, decidí reescribirla en su totalidad. Estoy seguro de que esta decisión me salvaguardará de los excesos de adjetivación que en el texto original seguramente deben existir.
Por último, la motivación para publicarlo ahora surgió de la lectura de un texto de José Natanson en Pagina/12 de hoy, Banana Republic. Este texto está relacionado con mis reflexiones y eso me provocó: primero, recordar ese módico ensayo y, en segundo lugar, remozarlo con nuevas reflexiones o, para ser más preciso, con nuevas construcciones discursivas.
Dicho todo esto como una suerte de introducción, paso al tema.
El porqué del verbo.
El diccionario de la Real Academia es taxativo: el verbo arrear no es aplicable a las personas, sino a las bestias. Por lo tanto, no debería utilizarlo bajo ninguna circunstancia para referirme a personas. Sin embargo, no me resigno a abandonarlo desde el momento que es el adecuado, dadas la características de quienes convocaron a esas movilizaciones populares. Éstos, como hombres de campo, habituados al manejo de las haciendas, no tuvieron ningún prurito en reunir malévolamente a esas multitudes como elemento de presión contra el gobierno para lograr un propósito tan acotado como claro: un paquete de miles de millones de dólares de renta.
En el transcurso de todo el conflicto, que duró meses y produjo un estado de ánimo en la población en general que fue el más tenso de los veintitantos años de democracia, los patrones rurales no tuvieron ningún miramiento en utilizar a esos sectores movilizados, sin detenerse, ni por un minuto, a tratar de satisfacer las demandas políticas y sociales que llevaban los ciudadanos que le dieron cuerpo a esas movilizaciones. Todo lo contrario: desde el principio y hasta el final del conflicto, trataron a esas masas populares de la misma manera como trataron toda la vida a sus peones: como una hacienda a la que se la arrea.
Los hechos que demostraron palmariamente esa actitud quienes saben de arreos de vacas y peones que tuvieron en forma unívoca los dirigentes de la mesa de enlace fueron muchos, pero dos de ellos se destacaron por su honestidad brutal. El primero fue en el propio acto del 25 de Mayo en los alrededores del Monumento a la Bandera en Rosario. En esa ocasión, asaltado por los incubos y súcubos de la tribuna de trinchera y de las multitudes exaltadas, y sin la experiencia de trinchera del político, Alfredo De Angeli soltó burdamente: Toda esta multitud, señora Presidenta, puede ser suya.
El ofrecimiento de la multitud al oficialismo si éste hacía lo que los patrones rurales exigían fue una muestra de honestidad brutal y, a la vez, de ignorancia política. La ignorancia radicaba en la circunstancia de que no eran ésas, precisamente, las multitudes que podían ofrecérsele en bandeja al oficialismo. Acertaría uno en afirmar sin rodeos que era todo lo contrario. Pero más allá de esta muestra de ignorancia política, o de no comprender cabalmente el fenómeno por ellos mismos provocado, el hecho concreto fue que el dirigente, en el fragor del discurso, ofreció a las masas convocadas. En otras palabras: consideraron que esas masas habían sido arreadas hasta allí y de la misma forma podían ser arreadas hasta donde ellos quisieran.
El segundo hecho brutal fue echar -o no permitir el ingreso, para el caso es igual- de Elisa Carrió al palco palermitano de los vencedores. En este hecho no tiene importancia alguna la circunstancia de que la presencia de la política chaqueña en ese sitio fuese nada más que una muestra de oportunismo. Lo importante es el carácter de simbólico que tuvo tal rechazo. Elisa Carrió representaba entonces y representa ahora a un sector numéricamente importante de esas clases medias urbanas, muchos de cuyos adherentes personales, sin duda alguna, habían ayudado a colmar las inmediaciones del Monumento de los españoles y las inmediaciones del Monumento a la Bandera.
Con estos hechos concretos, significativos, los dirigentes de la mesa de enlace demostraron redondamente que no les importaban, ni las masas populares convocadas, ni sus demandas políticas, ni la mismísima política. Sólo querían, en lo inmediato, quedarse con los miles de millones de dólares de renta que recuperaban al caerse la resolución 125, y en lo político mediato, que el gobierno populista de los Kirchner se debilitara sin remedio para su substitución -a su debido plazo o antes- por otro que les asegurara el retorno inmediato a la Argentina de toda la vida, es decir, a la de la Argentina exportadora de las materias primas de “el campo”, a una economía cuya característica más notoria es la evasión, la elusión, el trabajo en negro y ahora, gracias a la tecnología posmoderna de los agronegocios, a le expulsión de las poblaciones rurales hacia las periferias urbanas.
Recordaré una vez más el crudo análisis de los resultados de las elecciones del 28 de junio del 2009 que escribió en Clarin Rural el señor Huergo:
El resultado electoral es un triunfo contundente de la Argentina Verde y Competitiva. Ganó la soja. Ganó el modelo del eje Rosario-Córdoba, el nuevo centro de gravedad de la economía argentina. La sociedad entiende que no se pueden atender las necesidades de los sectores postergados, representados por el eje Matanza-Riachuelo, expoliando al interior genuinamente productivo. Como decíamos una semana atrás, no es desnudando al santo del interior como se va a vestir al santo del conurbano. Hace falta "otro modelo".
Fuente. Clarin Rural
Es tan clara la exclamación en caliente del ruralista que si le echase agua la enturbiaría.
Por supuesto que las masas populares -integradas principalmente por las clases medias urbanas- que apoyaron la movida ruralista no son bestias. Pero que fueron -objetivamente- arreadas porque fueron consideradas en todo momento hacienda negociable por los rastacueros campestres, lo fueron. Tanto fue así que esas propias masas populares, ni bien comenzaron a comprender la peregrina mezquindad de los promotores de esas marchas, fueron abandonándolos. Sin prisa, pero implacablemente. La última convocación de la mesa de enlace, también en Palermo, fue un rotundo fracaso. Y fue patético el magro espectáculo, además. Ahí estaban, en la platea vip del show, los personajes más oscuros de la política, la intelectualidad y la farándula de Argentina.
Alfredo Arri (Theodoro) Segunda parte: AQUI
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