Cruce de textos entre Clarín y Perfil. El gallinero y otras yerbas.
Un interesante cruce de notas se produjo esta semana entre Clarín y Perfil. Con fecha de ayer 29 de enero, Jorge Fontevecchia publica un texto que lleva el inequívoco título de Respuesta a Clarín. La nota que alude en la réplica, es una publicada en el diario de Noble el viernes 22 de enero, firmada por Facundo Landívar, y que lleva también un inequívoco título: Las llamativas coincidencias de Noticias y Miradas al Sur.
En el artículo de Clarín se denuncia como un hecho sospechoso el que la Revista Noticas haya coincidido con el semanario Miradas al Sur en identificar como los autores de un complot contra el Gobierno a Clarín, Cobos y Redrado. En la réplica de Fontevecchia, el director de Perfil defiende la independencia de su medio del gobierno.
No voy a hacer aquí un resumen de los dos artículos. No digo que no valga la pena. Todo lo contrario: invito al lector a que vaya a ambos textos y los analice por sí mismo. Al final de esta entrada dejo los enlaces a ambos dos.
Lo que sí me interesa aquí es remarcar el hecho principal que surge del cruce entre dos medios. Entre dos medios que, como todo el mundo sabe, son opositores al gobierno de Cristina Fernández. (Aunque en su réplica Fontevecchia se encarga de recordar que su medio es opositor al gobierno de Cristina Fernández como también lo fue al de Néstor Kirchner, hecho este último que lo distancia de Clarín)
¿Qué es lo verdaderamente interesante de este cruce entre dos medios que tienen peso específico propio en la política nacional? Veamos:
En principio, luego de una primera lectura, el lector advierte algo así como una acusación por parte de Clarín contra Perfil en el sentido de que esta publicación se ha vuelto oficialista. Y pone como prueba de ello una coincidencia en la interpretación de los hechos alrededor del culebrón Redrado con el semanario más afín al gobierno, Miradas al Sur. El redactor de Clarín usa el término llamativas coincidencias para arrojar un manto de sospecha sobre el medio de Fontevecchia. Y lo argumenta, por supuesto, con el peor argumento: el del chori y la coca. Concretamente, lo acusa a Fontevecchia de venderse al Gobierno a cambio de una distribución sesgada -a favor de Perfil- de la pauta oficial.
Pero, y aquí viene lo jugoso de este cruce, lo de Clarín tiene la forma de una acusación, pero en el fondo es un reproche y, tal vez, en última instancia una advertencia. En efecto, lo que Clarín hace en esa nota es reprocharle a alguien “del palo” el hecho de haberse atrevido a resquebrajar, a ofrecer resquicios, en la versión fogoneada por los medios del poder económico en el sentido de que no hubo ningún complot en la payasada Redrado.
Los diarios del establishment y los medios audiovisuales del mismo palo podían boyar entre argumentos baladíes tales como la paranoia del gobierno o el patriotismo de Redrado. (Esto último no es ninguna exageración: Miguel Angel Broda calificó de patriota al golden boy por su actitud de pendejo soliviantado). Pero lo que jamás podrían hacer ninguno de ellos es admitir ni siquiera como hipótesis de trabajo la existencia de una movida destituyente, y mucho menos ideada desde Clarín, con la complicidad del vicepresidente anómalo. Eso no. Eso lo podía decir el gobierno y sus medios, pero no “nosotros”. En el fondo, el de Clarín es un texto de reproche que va en este sentido: ¿Qué te pasa, Jorge, te volviste loco? Vos tenés que estar con nosotros, papá. Ojo, porque si no...
¿Por qué esta actitud de reproche y, tal vez, de advertencia? La razón es muy sencilla: si hubo una movida destinada a limar al gobierno de Cristina esposando a Martín Pérez Redrado al sillón del Banco Central, y si esta movida fracasó, como finalmente fracasó, entonces los coaligados en la movida deben admitir su derrota. Si se niega todo complot, aun en la derrota los coaligados en la movida constituyente pueden seguir socavando el poder del Gobierno. Que Jorge Fontevecchia -hombre del palo al fin- dejara un resquicio que pusiera en duda la unánime negación del golpe palaciego, les resultó repugnante, repudiable. Y de ahí el reproche, en forma de crítica.
La uniformidad de discurso alrededor de la paranoia del gobierno alcanzó ribetes grotescos. En su columna semanal en La Nación, este último jueves el señor Daniel Della Costa habló de brote. Néstor Kirchner se había brotado y Cristina no fue a China porque considera que lo que venden los chinos es tan berreta como lo que se vende en La Salada. Si usted, amigo lector, no cree que se haya llegado a esos extremos de vulgaridad, puede leerlo en la columna de este señor. Lleva por título -¡cómo no!- Yo conspiro, tú conspiras.
Jorge Fontevecchia de ninguna manera podía sumarse al coro de los negadores de la movida destituyente. Éstos no tenían garantizado el éxito, condición necesaria ésta para que puedan, con el tiempo, escribir la historia. Con la derrota más probable que la victoria, Jorge Fontevecchia se vio obligado a considerar como verosímil la versión del golpe palaciego por la sencilla razón de su patente evidencia. En pocos años, tal vez meses, se conocerán hasta los más mínimos detalles de las conversaciones que Redrado mantuvo con Cobos y con Magnetto para darle un golpe palaciego a Cristina. Y entonces Jorge Fontevecchia no tuvo más remedio que no sumarse. ¿Para qué quemarse? ¿Para qué quemar un prestigio bien ganado como periodista y hombre de medio? Es del palo, sí, pero no come vidrio.
Negar contra viento y marea la confabulación, el fragote, era, en las condiciones en que se dio el culebrón Redrado, equivalente a hacer la gran Micheletti. Este empresario golpista hondureño, socio de los militares golpistas de ese país, quiso contrarrestar la campaña mundial en contra del golpe con una manifestación de apoyo al golpe en la que él coreaba, arengando a los simpatizantes: ¡No es un golpe, no es un golpe, no es un golpe! Patético. Efectivo sólo para la gilada, para la parroquia. Es decir, Fontevecchia no podía considerar a todos sus lectores una caterva de pelotudos que se comerían el verso de la no existencia de conjura alguna. No. Está bien que buena parte de su clientela lectora es antiK de pura cepa, predispuestos a comerse cualquier verdura, pero no la mayoría de los lectores. La mayoría de los lectores de Perfil, como la mayoría de los lectores de cualquiera otra publicación es más inteligente que ese club de antiK viscerales a quienes cualquier bondi los deja bien. No hay nada, abosolutamente nada fuera de la explicación por el fragote mediático económico y judicial que pueda explicar la actitud pendeja de Martín Pérez Redrado quien, bueno es recordarlo, cometió la imprudencia de confesar: "soy mucho más fuerte de lo que creen; los que creen que me matan se están suicidando". Negar lo obvio en este caso era, o ser muy pelotudo, o formar parte del complot.
No es éste, por cierto, el primer cruce entre Fontevecchia y Clarín. Ya dijo lo suyo el editor de Perfil en ocasión de surgir al escenario político el tema de Papel Prensa. Fontevecchia es del palo, es verdad. Pero en el gallinero, para hablar de otros palos, ocupa el de abajo. Y no por su voluntad o por falta de capacidad, sino por los empujones que le dio en su momento Clarín para que no ascendiera de las perchas inferiores del gallinero.
La nota de Clarín en la que tilda a Noticias de oficialista con el argumento baladí del chori y la coca es una nota de reproche, de características pesadas, heavies. El día que Clarín vuelva a tomar las riendas del país, le va a pasar una nueva factura al dueño de Perfil. O tal vez Clarín quede cojo para siempre. Por ahora, nadie lo sabe. Parecería, sólo parecería, que Jorge Fontevecchia vislumbra cómo será ese futuro. Vamos a ver.
En el artículo de Clarín se denuncia como un hecho sospechoso el que la Revista Noticas haya coincidido con el semanario Miradas al Sur en identificar como los autores de un complot contra el Gobierno a Clarín, Cobos y Redrado. En la réplica de Fontevecchia, el director de Perfil defiende la independencia de su medio del gobierno.
No voy a hacer aquí un resumen de los dos artículos. No digo que no valga la pena. Todo lo contrario: invito al lector a que vaya a ambos textos y los analice por sí mismo. Al final de esta entrada dejo los enlaces a ambos dos.
Lo que sí me interesa aquí es remarcar el hecho principal que surge del cruce entre dos medios. Entre dos medios que, como todo el mundo sabe, son opositores al gobierno de Cristina Fernández. (Aunque en su réplica Fontevecchia se encarga de recordar que su medio es opositor al gobierno de Cristina Fernández como también lo fue al de Néstor Kirchner, hecho este último que lo distancia de Clarín)
¿Qué es lo verdaderamente interesante de este cruce entre dos medios que tienen peso específico propio en la política nacional? Veamos:
En principio, luego de una primera lectura, el lector advierte algo así como una acusación por parte de Clarín contra Perfil en el sentido de que esta publicación se ha vuelto oficialista. Y pone como prueba de ello una coincidencia en la interpretación de los hechos alrededor del culebrón Redrado con el semanario más afín al gobierno, Miradas al Sur. El redactor de Clarín usa el término llamativas coincidencias para arrojar un manto de sospecha sobre el medio de Fontevecchia. Y lo argumenta, por supuesto, con el peor argumento: el del chori y la coca. Concretamente, lo acusa a Fontevecchia de venderse al Gobierno a cambio de una distribución sesgada -a favor de Perfil- de la pauta oficial.
Pero, y aquí viene lo jugoso de este cruce, lo de Clarín tiene la forma de una acusación, pero en el fondo es un reproche y, tal vez, en última instancia una advertencia. En efecto, lo que Clarín hace en esa nota es reprocharle a alguien “del palo” el hecho de haberse atrevido a resquebrajar, a ofrecer resquicios, en la versión fogoneada por los medios del poder económico en el sentido de que no hubo ningún complot en la payasada Redrado.
Los diarios del establishment y los medios audiovisuales del mismo palo podían boyar entre argumentos baladíes tales como la paranoia del gobierno o el patriotismo de Redrado. (Esto último no es ninguna exageración: Miguel Angel Broda calificó de patriota al golden boy por su actitud de pendejo soliviantado). Pero lo que jamás podrían hacer ninguno de ellos es admitir ni siquiera como hipótesis de trabajo la existencia de una movida destituyente, y mucho menos ideada desde Clarín, con la complicidad del vicepresidente anómalo. Eso no. Eso lo podía decir el gobierno y sus medios, pero no “nosotros”. En el fondo, el de Clarín es un texto de reproche que va en este sentido: ¿Qué te pasa, Jorge, te volviste loco? Vos tenés que estar con nosotros, papá. Ojo, porque si no...
¿Por qué esta actitud de reproche y, tal vez, de advertencia? La razón es muy sencilla: si hubo una movida destinada a limar al gobierno de Cristina esposando a Martín Pérez Redrado al sillón del Banco Central, y si esta movida fracasó, como finalmente fracasó, entonces los coaligados en la movida deben admitir su derrota. Si se niega todo complot, aun en la derrota los coaligados en la movida constituyente pueden seguir socavando el poder del Gobierno. Que Jorge Fontevecchia -hombre del palo al fin- dejara un resquicio que pusiera en duda la unánime negación del golpe palaciego, les resultó repugnante, repudiable. Y de ahí el reproche, en forma de crítica.
La uniformidad de discurso alrededor de la paranoia del gobierno alcanzó ribetes grotescos. En su columna semanal en La Nación, este último jueves el señor Daniel Della Costa habló de brote. Néstor Kirchner se había brotado y Cristina no fue a China porque considera que lo que venden los chinos es tan berreta como lo que se vende en La Salada. Si usted, amigo lector, no cree que se haya llegado a esos extremos de vulgaridad, puede leerlo en la columna de este señor. Lleva por título -¡cómo no!- Yo conspiro, tú conspiras.
Jorge Fontevecchia de ninguna manera podía sumarse al coro de los negadores de la movida destituyente. Éstos no tenían garantizado el éxito, condición necesaria ésta para que puedan, con el tiempo, escribir la historia. Con la derrota más probable que la victoria, Jorge Fontevecchia se vio obligado a considerar como verosímil la versión del golpe palaciego por la sencilla razón de su patente evidencia. En pocos años, tal vez meses, se conocerán hasta los más mínimos detalles de las conversaciones que Redrado mantuvo con Cobos y con Magnetto para darle un golpe palaciego a Cristina. Y entonces Jorge Fontevecchia no tuvo más remedio que no sumarse. ¿Para qué quemarse? ¿Para qué quemar un prestigio bien ganado como periodista y hombre de medio? Es del palo, sí, pero no come vidrio.
Negar contra viento y marea la confabulación, el fragote, era, en las condiciones en que se dio el culebrón Redrado, equivalente a hacer la gran Micheletti. Este empresario golpista hondureño, socio de los militares golpistas de ese país, quiso contrarrestar la campaña mundial en contra del golpe con una manifestación de apoyo al golpe en la que él coreaba, arengando a los simpatizantes: ¡No es un golpe, no es un golpe, no es un golpe! Patético. Efectivo sólo para la gilada, para la parroquia. Es decir, Fontevecchia no podía considerar a todos sus lectores una caterva de pelotudos que se comerían el verso de la no existencia de conjura alguna. No. Está bien que buena parte de su clientela lectora es antiK de pura cepa, predispuestos a comerse cualquier verdura, pero no la mayoría de los lectores. La mayoría de los lectores de Perfil, como la mayoría de los lectores de cualquiera otra publicación es más inteligente que ese club de antiK viscerales a quienes cualquier bondi los deja bien. No hay nada, abosolutamente nada fuera de la explicación por el fragote mediático económico y judicial que pueda explicar la actitud pendeja de Martín Pérez Redrado quien, bueno es recordarlo, cometió la imprudencia de confesar: "soy mucho más fuerte de lo que creen; los que creen que me matan se están suicidando". Negar lo obvio en este caso era, o ser muy pelotudo, o formar parte del complot.
No es éste, por cierto, el primer cruce entre Fontevecchia y Clarín. Ya dijo lo suyo el editor de Perfil en ocasión de surgir al escenario político el tema de Papel Prensa. Fontevecchia es del palo, es verdad. Pero en el gallinero, para hablar de otros palos, ocupa el de abajo. Y no por su voluntad o por falta de capacidad, sino por los empujones que le dio en su momento Clarín para que no ascendiera de las perchas inferiores del gallinero.
La nota de Clarín en la que tilda a Noticias de oficialista con el argumento baladí del chori y la coca es una nota de reproche, de características pesadas, heavies. El día que Clarín vuelva a tomar las riendas del país, le va a pasar una nueva factura al dueño de Perfil. O tal vez Clarín quede cojo para siempre. Por ahora, nadie lo sabe. Parecería, sólo parecería, que Jorge Fontevecchia vislumbra cómo será ese futuro. Vamos a ver.
Alfredo Arri.
La nota de Clarín: Aquí.
La nota de Fontevecchia: Aquí
0o0
solo un dato. el que escribio la nota de clarin no es un redacor. es el editor jefe de clarin. dato no menor. a un redactor comun, en estos caso no se le deja la tarea de apretar y tirar conmunicion gruesa. ni mucho menos a alguien que no este alineado totalmente con lo que necesita decir el multimedio sea clarin o el que sea. asi esta le perdiodismo en argentina lleno de soldados, no de periodistas y esto vale para un lado y para el otro.
ResponderEliminarGracias, anónimo. Queda registrada la aclaración.
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