viernes, 29 de enero de 2010

El mal humor, mami, el mal humor, cambia de colores...

Bitácora del ciudadano de a pie.

Los malhumorados de siempre se han puesto de mal humor.

Cristina no debería hacer chistes en sus encuentros con dirigentes, agentes de la producción, trabajadores y otros colectivos frente a los que se planta más o menos a diario para que las cámaras de televisión recojan sus palabras, las editen, las tergiversen y las difundan a conveniencia de estos editores y tergiversadores. No debería porque, si la intención de improvisar un chiste es provocar la risa, se debe enterar la Presi que como efecto colateral provoca erección de los pelos en los gorilas y esto, como se sabe, no es muy higiénico. No hay nada peor que un gorila con los pelos de punta. Desorientan a los piojos que albergaban, empujándolos a esparcirse por el aire, amén de los desagradables olores que despiden los gorilas cuando tienen los pelos de punta.

Los chistes de la Presidenta no sólo han despertado la furia anti K de los empleados del multimedio y medios afines al multimedio, sumiéndolos a todos estos en el ridículo de que los maestros del ridículo teoricen sobre el ridículo. Caso Mirtha Legrand, carajo mierda, escandalizada porque una presidenta habla de sexo. ¡Horror! No sólo, decía, entre estos personajes del entertainment provoca horror la faz lúdica de la Presidenta, sino que motivo que enjundiosos escribas de fuste pusieran firma a sus textos.

Beatriz Sarlo, por ejemplo. Sarcástica, pedante y ridícula ha escrito la escritora que cada día escribe mejor para La Nación para caracterizar a la Presidenta. Lo de ridícula es reciente para Sarlo, lo cual da lugar al título de su texto: Antes estaba mejor. Es curioso cómo un escritor, quien conoce de semiótica aunque más no sea por oficio, apele a un título que podría muy adecuadamente ser aplicado a ella misma. En efecto, hubo un tiempo cuando Beatriz Sarlo no tenía a la mano una figura pública nacional del género femenino que la crispara como la crispa la presidenta. En esos días estaba mejor. Daba gusto leerla. Pero, está esa cuestión de género que... Y aquí vemos a una Beatriz Sarlo decayendo a los niveles literarios de una Silvina Walger. Para decirlo con sus propias palabras: patinó. Y mal.

Un tal Diego Sehinkman, en el mismo diario y el el mismo día, imitando a las ingeniosidades chuscas del rabino Sergio Bergman, se mete con el Himno y titula su sesuda nota: ¡Oink Mortales! Me imagino al tipo mostrándole a sus allegados el producto de su ingeniosidad antes de enviarlo a La Nación y a éstos exclamando a coro: ¡Genial! ¡Es lo que se merece la yequa! Y me imagino también al empleado de La Nación que recibió el mail con el texto preguntándole a su editor: Esto, ¿lo tenemos que publicar, jefe? Y el jefe, después de pegarle una leída y mostrar un par de risitas -oink, oink-, respondiéndole: Sí, claro. ¿Cómo no lo vamos a publicar? Si es genial.

Mariana Verón, en cambio, trata de explicar a los lectores del diario de la tribuna de doctrina que los cambios en el talante de la Presidenta obedecen a una estrategia de cambio de imagen deliberada, destinada a subir puntitos en las encuestas. El informe es contradictorio ya que a la vez informa que “Pero los Kirchner no son afectos a los asesores. De hecho, el último y pomposo desembarco de un joven marketinero, hermano de la personal trainer de Cristina, Maximiliano López, se frustró sin siquiera recibir un "gracias, pero no". O sea que se desprende del informe de la periodista que el cambio de estrategia es obra exclusiva de la Presidenta y su marido. ¿Cómo hacemos para subir en las encuestas? ¿Contratamos a un asesor? ¡Nada de asesor: probemos con los chistes sobre sexo, que eso da! En fin...

Hay más por el estilo en los demás diarios. E interminable fueron los minutos de tele y radio dedicados a este tema del talante presidencial. Palo porque bogas, palos porque no bogas. Crispada es insoportable, relajada es mucho peor. Lo de siempre, bah.

Pero toda esta crítica propia de hamburguesería o de fila de supermercado chino es absolutamente necesaria para el gorilaje, ya que si interpretaran la novedad discursiva de la Presidenta como se debe interpretar, se verían obligados a admitir la derrota que han sufrido con la movida Banco Central. Porque de eso se trata el talante presidencial, y no de otra cosa.

El cosmos parió enero 2010 y una caterva de chicos malos lanza una movida destituyente. En un par de días nada más se advierte con toda facilidad que la movida fracasará: ni los mercados, ni el pueblo, movieron un pelo para secundar a los cuatro pelafustanes comandados por algún personaje de fuste que habían lanzado la movida. Y no se puede decir, de ninguna manera, que la movida no fue fogoneada por los medios del establishment. ¡Vaya que lo fue! Crisis institucional fue la expresión más usada por la prensa canalla. Durante tres semanas seguidas. Pero el pueblo, hermano, ni mu. Los muy desagradecidos seguían llenando las playas de la costa atlántica, las localidades serranas, hasta las piletas porteñas, más preocupados por las cosas cotidianas de la vida que de las vicisitudes de don Martín Pérez Redrado. Y los mercados, tampoco. Nada. Pero los diarios seguían hablando de la crisis institucional.

En este contexto, el gobierno, en notoria desventaja mediática, debía contrarrestar de algún modo la movida. El riesgo de que la movida constituyente saltara de los medios a la calle siempre existió. Así que era importante jugarla en los medios mismos. La primera jugada la hizo Aníbal Fernández: Hizo trasladar a dos periodistas de distintos medios a Villa Gesell para que allí lo fotografiaran en cueros, al pie de la carpa playera. Las fotos salieron publicadas un domingo. Mensaje claro: por esta boludez no abandono la playa. Otra jugada la hizo Néstor Kirchner apareciendo en 678 para explicar en tono de confidencia quiénes y por qué estaban en la movida constituyete. Y la última jugada la hizo la Presidenta, en un claro mensaje: mientras los diarios hablan de crisis institucional, nosotros nos comimos un cerdo a la parrilla y nos permitimos una alegría siestera. Por otra parte, los referentes del oficialismo que por su notoriedad tenían acceso a la prensa, no escatimaron calificativos para con la movida y sus promotores: circo, payasada, charada, culebrón, etc.

En lenguaje coloquial todo esto se traduce así: Fracasaron: mientras ustedes fogoneaban desde sus medios una crisis institucional, nosotros y una buena parte del pueblo la pasábamos bomba, al pie de la parrilla, y a la sombra de las sombrillas playeras, haciendo colas para ir a los teatros de Mar del Plata o Carlos Paz y los que no siguiendo las alternativas del culebrón con la curiosidad que un futbolero podría tener por la física nuclear.

Ojo, que nadie me malinterprete. No estamos en el país de las maravillas. Hay sectores de la población -muy numerosos por cierto- que ¡minga! de vacaciones. No tienen vacaciones los que no tienen trabajo. No se trata de eso. Se trata de hacer resaltar que la misma parte del pueblo que en el 2008 se puso al lado de los destituyentes, ahora les dio la espalda. Y les dieron la espalda los grupos económicos beneficiados con la bonanza, entre ellos los bancos. El gobierno comprendió rápidamente que la mediática era en esta oportunidad la única batalla que debían librar. Y lo hicieron con inteligencia: maximizando los escasos recursos de que disponían.

Y lograron el propósito: en los medios contrastaron durante todo enero: Por un lado, una muy importante parte del pueblo disfrutando de un verano excepcional y la Presidenta y su entorno con un talante de buen humor. Por el otro, un desfile interminable de políticos al servicio del establishment ante las cámaras, hablando del sexo de los ángeles. Bueno: no todos: algunos hablaron de física nuclear.

Roberto Micheletti, el colectivero hondureño, pasará a la historia de lo patético en política por su arenga ante un grupo de catrachos que apoyaban el golpe de estado por él y los militares comandado: ¡No es un golpe. No es un golpe. No es un golpe! La prensa canalla, con la CNN a la cabeza, lo secundó. Allá tuvieron éxito. Y aquí podrían tenerlo. Pero no fue ésta la vez. Crisis institucional, crisis institucional, crisis institucional, pero la crisis institucional no fue.

Y no solamente no fue, sino que de ésta, con un poco de muñeca, el Gobierno podrá salir fortalecido. Mientras los políticos sigan mostrándose como sumisos cadetes de las corporaciones, sobre todo de las corporaciones mediáticas; mientras la prensa canalla siga con los argumentos Louis Vuitton, el oficialismo puede sacar ventaja de esta movida destituyente fracasada.

Es obvio que los vencidos hoy intentarán otras bazas mañana. Y nada es predecible. Pero, al menos ésta, y por ahora, el Gobierno la campea con bastante éxito. Como en el yudo, las fuerzas del oponente pueden ser utilizadas en provecho del atacado. El cambio de talante presidencial va en ese sentido.


Alfredo Arri (Theodoro)

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