martes, 1 de junio de 2010

El miedo, ese buen negocio del poder.

Leyendo los diarios.
El miedo, una poderosa herramienta de dominación.


De todos los venenos con los que se pueden cargar esos dardos mediáticos que se lanzan para dominar a un pueblo, el miedo es el más eficaz. Aun en dosis pequeñas, este veneno suele producir su efecto: el individuo se encierra en sus caparazones física y mentale y termina por quedar inmovilizado, receloso de su prójimo -aun del más próximo-.

El individuo al que se le ha inoculado el miedo se convierte en un agente social ausente. O sea, deviene inofensivo para el poder. Pero como todo veneno poderoso, la mala dosificación puede producir efectos colaterales no deseados. Por ejemplo, que el envenenado explote, que la burbuja del miedo explote. La angustia existencial que produce el miedo, cuando se prolonga en el tiempo, finalmente explota y el individuo que la ha soportado pasivamente se libera. Y gana la calle. En otras palabras: la herramienta del miedo, como la mentira, tiene las patas cortas. Y cuando el individuo, o mejor aún la gente, o sea la pluralidad de las personas, logra reventar la burbuja del miedo, el poder se queda, como Tarzán, en pelotas y a los gritos.

Nosotros hemos vivido ese fenómeno, expresado no sólo colectiva sino además masivamente, en ocasión de las celebraciones del Bicentenario de la Revolución de Mayo. Pero el fenómeno no es nuevo. Ha sucedido y volverá a suceder toda vez que el tiempo opere sobre la angustia que produce el miedo y ésta, cuando ya no puede pasar más allá de lo tolerable, termina por explotar.

Encuentro un artículo cuya lectura recomiendo. En principio, parecería que no tiene nada que ver con nosotros, o con el fenómeno producido por el Bicentenario. Pero permítanme sospechar que las similitudes son más que las diferencias. Reproduzco unos párrafos de ese artículo:


Ilustración de El Roto, El País


¿Dónde has pasado las Pascuas? Decenas de miles de israelíes, en el Sinaí. Hicieron caso omiso de las advertencias de la Oficina de Contraterrorismo, y aún así regresaron a casa sanos y salvos. Otros israelíes -espere hasta escuchar esto- visitaron El Cairo. Repito: ¡El Cairo! Y también ellos regresaron, cansados pero felices. Ellos tampoco les prestaron atención a las advertencias. El editor de noticias del exterior de Haaretz, por ejemplo, fue de vacaciones a Egipto con su esposa y sus cuatro hijos pequeños. Se identificó como un israelí en todos sus pasos y, aunque no lo crean, lo hicieron sentir bienvenido.

Otros israelíes viajaron a otros lugares prohibidos en todo el mundo, incluida Turquía, y ni un cabello de sus cabezas se vio perjudicado. Ya hemos tenido suficiente de las campañas atemorizantes.

Sin querer, este recorrido del mundo se ha convertido en una especie de protesta civil, un levantamiento en contra de las soterradas campañas de terror, una especie de rebeldía que debe ser alentada. En una sociedad ciega, con el cerebro lavado y automáticamente obediente, esto es algo más que nada. No se trata simplemente de lo que hacen los israelíes con su ocio, sino la esencia de su ser. Los israelíes estamos rodeados por una falange de agentes y propulsores del miedo, traficantes de la sospecha y propagandistas de la ansiedad. Un ejército de generales y analistas, políticos y especialistas en seguridad, todos movilizados para un propósito: infundir el terror en nuestras vidas.

Es hora de liberarnos de su yugo. No es que no haya peligros, o que no necesitemos de advertencias o aparatos de seguridad, pero no deben ser las únicas influencias. La atronadora voz de Jerusalén, voluntariamente explotada y exagerada, es la única que oímos, sin dejar margen para una voz alternativa, una voz que apele a la normalidad, la cordura, el optimismo y la esperanza. Esto se aplica tanto a nuestras próximas vacaciones como a lo referido a los siguientes pasos de Israel en el proceso de paz.

fuente: Gideon Levy. ¿Qué pasaría si Israel dejaría de luchar contra el mundo? Reproducido en El corresponsal de medio oriente y Africa. Texto completo aquí.

¿Te suena conocido? ¿Le suena conocido, amigo lector? Yo creo que sí. Y creo, además, que la claridad del texto no permite que se le añada nada, bajo pena de arruinarlo. Algún lector podrá objetarme: Ah, bueno: se trata de Gideon Levy... Repare en los contenidos del texto, no en la firma. No mate al mensajero.

Alfredo Arri

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