sábado, 26 de junio de 2010

Para La Nación, los bebés nacen de un repollo.

Derechos humanos.

Estela Carlotto, el Nobel y La Nación.


En su editorial de hoy, La Nación alerta al mundo, occidental y cristiano (mundo que incluye a Japón, Corea del Sur, Israel y excluye a Venezuela y Cuba) sobre lo inconveniente que sería para ese mundo occidental y cristiano que Asociación Abuelas Plaza de Mayo fuese galardonada con el Premio Nobel de la Paz.

Los argumentos para reclamar que no se cometa tal desatino, que en esa editorial están focalizados en la persona de Estela de Carlotto, son los de dos o tres de siempre, entre los que se destaca ése remanido de la mirada sesgada del pasado. Una mirada sesgada del pasado que le impediría a Estela de Carlotto condenar por igual a terroristas de Estado y terroristas civiles, luchadores sociales, trabajadores y estudiantes. Y trae, también, un argumento nuevo: la politización creciente de Estela de Carlotto. Esta mujer está politizándose.

Pero más allá de toda esta basura, que es la misma de siempre, no puedo dejar de anotar una curiosidad que está en el texto de la palabra oficial de La Nación. Dice una parte del editorial:

Buscar la identidad de los hijos de personas desaparecidas es indudablemente meritorio por su intención reparadora, por la sensibilidad del acto y, en definitiva, por el pleno ejercicio de justicia que ello lleva implícito.

No obstante, algunas de las acciones que apuntan a aquel objetivo pueden colisionar con las libertades individuales de las personas cuando las supuestas víctimas son adultas y no desean conocer su origen. El caso de Marcela y Felipe Noble es una clara muestra del avasallamiento de los derechos humanos en nombre de los derechos humanos.


fuente: La Nación. Estela de Carlotto y el Nobel de la Paz.

Esto es extraordinario. "Buscar la identidad de los hijos de personas desaparecidas es..., en definitiva, un acto de justicia", pero... siempre y cuando no se metan con quienes han hecho desaparecer a sus padres y se han apropiado de ellos. Es decir: ese relato extraordinario sugiere la también extraordinaria idea de que las personas desaparecieron mágicamente y sus hijos quedaron, también mágicamente, a merced de la fortuna y de la buena voluntad de quienes los encontraban deambulando en la calle, o metidos en una caja de zapatos. Minga de mencionar los partos en centros clandestinos y posterior asesinato de sus madres. Minga de mencionar siquiera el robos de niños para después dárselos a quienes se les cantaran.

Marcela y Felipe Noble Herrera no quieren saber quiénes son
, subraya el editorialista, pero el editorialista no dice que la sociedad sí quiere saber, no sólo si Marcela y Felipe Noble Herrera son hijos de detenidos-desaparecidos o no, sino, además, si su madre adoptiva cometió un delito de lesa humanidad al alzarse con ellos, o no. Pequeño detalle, ¿no?

En nombre de la libertad individual de dos jóvenes que llevan en su sangre la única prueba posible que puede confirmar o desechar la existencia de un delito de lesa humanidad, se oculta el pequeño detalle de que su madre adoptiva bien pudo haber sido una apropiadora. Parafraseando al propio editorialista, este editorial es una clara muetra del avasallamiento de los derechos humanos en nombre de los derechos humanos.

Los centenares de hijos de detenidos-desaparecidos que fueron apropiados durante la dictadura no nacieron de un repollo, como sugiere el editorialista de La Nación. O bien nacieron en centros clandestinos de detención y luego fueron destinados arbitrariamente a otros hogares tras ser muertas y desaparecidas sus madres, o bien fueron arrancados de sus propias cunas en procedimientos ilegales y luego dados en guarda a familias, o a instituciones, en forma anónima, subrepticia. Sus padres fueron torturados, asesinados y sus cadáveres escondidos, o arrojados al mar. De lo que se trata es de encontrar a estos tipos, de juzgarlos y de condenarlos en el caso de hallárselos culpables. Se llamen como se llamen y tengan la fortuna o el poder que tengan.

No sé si Abuelas de Plaza de Mayo recibirá el Premio Nobel de la Paz o no. Tengo para mí que es muy difícil que el establishment de Occidente no mire con recelo la acción de nuestras organizaciones de derechos humanos. La experiencia argentina en materia de derechos humanos (que lleva ya décadas de existencia), de la que podría decirse que es única en el mundo y por lo tanto pionera en este aspecto del Humanismo, es demasiado peligrosa para el poder que gobierna a nuestro mundo. Ese poder necesita de la represión para sostenerse, y la represión necesita de la impunidad. Una cosa es premiar la declamación de los derechos humanos, y otra muy diversa es premiar la acción efectiva contra los crímenes de lesa humanidad. Una cosa es condenar a la horca de vez en cuando a algún que otro monstruo emblemático de la historia, y otra muy diversa encerrar en cárceles a todos aquellos que de un modo u otro colaboraron para la acción criminal de tales monstruos. Sobre todo aquellos que se beneficiaron económicamente con los crímenes realizados en su nombre por los ejecutores.

El editorial de La Nación de hoy es una muestra redonda de esa necesidad que tiene el poder y sus hombres armados. En efecto, el editorialista le está diciendo al mundo civilizado -en este caso a los nórdicos que se encargan de procesar las solicitudes del Nobel-: Ojo. Paremos esto; porque si seguimos alentando esta consigna de memoria, verdad y justicia terminaremos por clavar el último clavo a nuestro propio ataúd.

Alfredo Arri

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1 comentario:

  1. Inspiradísimo. Sos Poseidón pescando con su tridente en aguas de la derecha.

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