martes, 8 de junio de 2010

Pinochet, Otero y Piñera.

Derechos humanos. El embajador Otero y Clarín.

Nadie ignora que Pinochet
era tan bueno como el Quacker, como Lassie o como Clarín.

Pinochet salvó a los chilenos de que Chile fuera convertida en una Cuba. Esta muletilla es la más repetida por todo el pelotudaje regional, incluyendo a nuestros propios pelotudos, que le adjudican a Videla el mismo papel de salvador de nuestra patria de las garras del marxismo. Asesinatos, secuestros, desapariciones, violaciones, torturas, robo de bienes a particulares y al Estado y hasta robos de bebés no importan. El fin justifica los medios.

Oir esta pelotudez de boca de tanto pelotudo que puebla la región no sorprende a nadie. Como muletilla que es, se la oye en cualquier momento y en cualquier lugar. Basta con que se levante una baldosa para que salgan veinte o treinta pelotudos de esta categoría. Lo importante no es la constatación de la existencia de esta categoría de trogloditas, sino la medida exacta de su peso específico dentro de una sociedad. En Chile, las opiniones como las que le fueron arrancadas al embajador de Sebastián Piñera, tienen una buena representación. Tal vez la mitad de su población comparta esa opinión. En nuestro país, afortunadamente, quienes así piensan son minoría. A pesar de todo esto, a pesar de la falta de entidad de este tipo de pensamiento en nuestro país, las declaraciones que Clarín le arrancó a Miguel Otero produjeron un gran revuelo mediático.

Lamento tener que disentir con aquellos que opinan esta muletilla es condenable porque salió de la boca de un embajador extranjero en nuestro país. Para mí es lo mismo que si lo hubiese dicho cualquier cuatro de copas made in Argentina. Excepto para los conciudadanos de ese embajador, la cosa no cambia. Un pelotudo sigue siendo un pelotudo aún cuando tenga chapa de embajador. La mitad de los chilenos se indignaron cuando se enteraron que su embajador en Argentina había repetido el lugar común ante la prensa argentina. En el caso de ellos, está bien que se indignen: el problema por tener un personaje de esa calaña como representante oficial de su país ante el nuestro es de ellos. Pero no es nuestro. Si nosotros, como argentinos, anduviésemos indagando las creencias políticas privadísimas de cada representante extranjero, estaríamos errando el vizcachazo.

De todos modos, a pesar de todas estas obviedades, en este caso sí nos importan las declaraciones públicas del embajador chileno en nuestro país, aunque por motivos muy diversos a la propia naturaleza de sus creencias más íntimas que, como dije, no nos importan.

Ese reportaje de Clarín a Miguel Otero no tiene otra intencionalidad que meter una cuña en la excelente relación chileno-argentina, que viene desde los tiempos de Carlos Menem y que los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han afianzado. Está en consonancia con toda la campaña mediática en la que está metida Clarín en contra del Gobierno nacional. Además, como todo el mundo sabe, Sebastián Piñera se negó a venderle a Clarín su canal de televisión. Dicen algunos que la negativa fue motivada por un deseo de no incordiar al gobierno argentino. Sea por este motivo o no, Piñera no vendió su canal a Clarín. Así que lo de Clarín es doble: por un lado joder a Piñera, por otro lado seguir jodiendo al gobienro de Cristina Fernández. Fue fácil: un octagenario presa de las malas artes de descontextualización de las que tanto sabe Clarín.

El gobierno argentino no entró en la trampa. Nadie del gobierno salió a decir esta boca es mía. Tal vez no era ésta la respuesta -o la no respuesta- que buscaba Clarín. La mayoría de Chile no sintió la dictadura, tituló Clarín. Algo sensible a la política de ddhh de nuestro gobierno. Pero el Gobierno, nada. Como sea, el periodista de La Nación Jorge Oviedo salió a insistir desde su columna: Lo de Pinochet era dictadura, se notaba y mucho. O sea: otra forma de meter cuña entre Sebastián Piñera y Cristina Fernández, entre chilenos y argentinos.

Por supuesto, el Gobierno argentino deberá ignorar todo el episodio. Miguel Otero es el representante de Chile y mientras Sebastián Piñera lo sostenga en su cargo, es el representante oficial de un gobierno no sólo amigo sino además aliado en alianza estratégica.

Y Clarín, por su parte, que siga haciendo de las suyas. El precio que se paga es muy alto: la credibilidad.


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