martes, 10 de agosto de 2010

El derrumbe de Villa Urquiza y el sentido común.


Bitácora del ciudadano de a pie.



Yo no fui; él no fue, nadie fue.
El absurdo en el derrumbe
de Mendoza y Triunvirato.



No es muy difícil componer una ficción:

Un hombre está en su casa y advierte que las paredes de ésta tiemblan. Sale a la calle y ve que en el terreno lindero a su casa se está cavando un pozo con una excavadora brutal. Se acerca al operador del monstruo y le dice: "Che, flaco: me están temblando las paredes y se rompen los vidrios. Pará con esto y llamame al responsable de la obra". Y el operador de la máquina excavadora le responde, digamos, para ser gráficos: "Chupame un huevo, gil".

Media hora más tarde, la casa que tiembla al compás de la excavadora se derrumba. Un muerto, posiblemente tres. El responsable de la obra dice: "Yo no fui". El responsable del gobierno dice: "Yo no fui". El responsable de la excavación dice: "Yo no fui".

Nadie fue. La burocracia certifica que todo fue hecho conforme a las normas. (En principio; probablemente no resulte ser tan así).

Una ficción, pues, con alto grado de verosimilitud. Las cosas se dan así, o se pueden dar así.

La solución para estos problemas, y con miras a impedir tragedias como la acaecida ayer en Villa Urquiza, es sencilla: Se impone la necesidad de una norma que posibilite al denunciante en riesgo ante una obra desproporcionada a su propia vivienda, y ante riesgo inminente, hacer una denuncia que provoque la interrupción inmediata de la obra, hasta que las autoridades responsables de supervisarla autoricen su continuación o no. Algo así como un 911 para estos casos. Alguien que se sienta afectado por una obra lindera a la suya llama a ese teléfono, dando sus datos personales, y como consecuencia de esta denuncia se produce la presencia inmediata de un patrullero en la obra y en ésta se interrumpen las tareas en forma automática. Y a la vez, se da curso a la autoridad competente. Si ésta determina -gancho de por medio- que no hay riesgo para terceros, pues entonces se continúan los trabajos en la obra. Si no, se soluciona el problema antes de autorizar la continuación.

No es difícil, hermano. Es sencillo. ¿Que con este recurso a la mano de particulares medrosos se afectarían intereses empresariales? ¿Y qué? Cuánto valen las vidas de los jóvenes que estaban ayer en el gimnasio de Villa Urquiza? Seguramente mucho más que los putos "intereses empresariales".


Alfredo Arri

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