Las casualidades permanentes
del señor Ernesto Tenembaum.
Hace ya largos meses que, semana tras semana, Ernesto Tenembaum usa su espacio en la revista Veintirés para defender en forma explícita a Clarín. Algunos podrán expresar que esa circunstancia es algo así como una prueba redonda de la pluralidad de voces que ejerce el grupo mediático que hoy por hoy edita Veintitrés. Para otros, es nada más que una expresión de esa construcción verbal creada por Hollywood, esto es, durmiendo con el enemigo. Yo me incluyo entre estos últimos, por cierto, y no puedo -ya que estoy- dejar de manifestar mi malestar por contribuir, como comprador fiel de la revista, en forma infinitésima pero de todos modos real, a los ingresos dinerarios de Ernesto Tenembaum. Así sean 0.0000001 pesos los que pasan de mi bolsillo a los del señor Tenembaum con la compra de cada ejemplar, debo de confesar que ya me cansé de ese aporte y a partir de ahora dejaré de comprar la revista, limitándome a la lectura de lo que se publique en su versión online.
La decisión la tomé esta semana porque el artículo publicado por Ernesto Tenembaum para defender a su empleador principal en el último número de Veintitrés, ha adquirido el carácter de obsceno. Por supuesto, tal dictamen amerita su argumentación.
Vamos a ver: el señor Ernesto Tenembaum afirma en su nota que el gobierno le achaca a Clarín el teleculebrón Sadous, cuando en realidad no fue Clarín sino Jorge Lanata y Perfil quienes publicaron la denuncia. Olvida Tenembaum varios pequeños detalles: Primero, que la nota de Jorge Lanata y Romina Manguel para Perfil es del 2005. Segundo: que ese artículo periodístico ameritó una causa judicial y, por otro lado, una investigación de Mondino. Tercero: que la causa durmió el sueño de los justos por falta de entidad y que el dictamen de Mondino fue tajante en cuanto a que no se descubrieron ilícitos en la operatoria. Cuarto: Que el dúo Magnetto-Sadous reaparecen con esta historia -cien por ciento mediática- en 2010, es decir, cinco años más tarde y en el exacto momento en que la sociedad toda estaba a la expectativa de los resultados de los análisis de los hermanitos Noble Herrera, de la investigación sobre el origen de Papel Prensa; sobre la "recuperación" para la democracia de la Ley de Medios. Quinto: que el abogado de los hermanitos Noble Herrera y del embajador canciller de la orden de Malta y aledaños Eduardo Sadous es el doctor Alejandro Carrió.
Ninguno de esos pequeños detalles merece siquiera una mención para el señor Tenembaum. Pero hay más.
La insistencia con la telenovela Sadous por parte de Tenembaum en esta semana puede ser tomada por el lector como una actitud de mala fe por parte del periodista. La razón de esta actitud subjetiva por parte del lector es justa ya que, a esta altura, ya se conocen todos los detalles que demuestran el carácter de operación mediática y, al leer la nota de Tenembaum, el lector no puede menos que imaginar dos cosas: o este tipo está completamente desinformado, u opera de mala fe.
Más allá de la motivación que haya tenido Tenembaum para insistir, esta semana, con ese tema, el dato objetivo es que quedó colgado del pincel.
Pero eso no es lo más grave. Veamos.
Luego de abrir su nota con la telenovela Sadous, el señor Tenembaum enumera los hechos de presunta corrupción que la justicia investiga y que, de un modo u otro afectan a funcionarios del Gobierno nacional. La lista es corta y consta, básicamente, del conocido folclore anti K. O, peor aun, de dichos de personas que carecen de toda crediblidad social. Casos y personajes que, en parte derivarán en el olvido, en parte derivarán en procesos judiciales, pero que, en esencia, no dejarán mal posicionado a este Gobierno en el ranking mundial de grados de corrupción pública. Mucho menos en el ranking histórico de los gobiernos corruptos en nuestro propio país. Casos que, por otra parte, sus resultados no afectarán en nada -entiéndase bien: en nada- la marcha política de la patria, sea cual sea el futuro de esta marcha. Hay casos de corrupción que sí dejan manchas para la eternidad, tales como haberle vendido armas a Ecuador estando este país en guerra con Perú, o haberle vendido armas nada menos que a los croatas, o tapar con mierda la investigación del atentado terrorista más grave que haya sufrido Argentina en toda su historia. O venderle YPF a una potencia extranjera. ¡Ésas sí que dejan marca en la historia!
Dicho todo esto, paso a lo verdaderamente grave de la columna de Ernesto Tenembaum de esta semana en Veintirés.
Toda esta cháchara mediática de Sadous y anexos se produce precisamente en los días en que la indignación popular se expresa en el grado de estupor ante la casi evidente maniobra de contaminación de prendas de vestir por parte de los hermanitos Noble Herrera con el objeto de dificultar -si es posible eternamente- la búsqueda de la verdad en el caso judicial de lesa humanidad que los involucra como portadores de la única prueba que podría dilucidar la verdad jurídica; caso judicial en el que podría quedar inculpada la madre adoptiva de estos dos jóvenes que llevan ya treinta y tantos años de victimización constante.
Ante esta situación escandalosa, que veja, humilla y avasalla la fe publica, la conciencia cívica ciudadana, el espíritu del hombre del común que ve que aquel axioma de Yabrán, el poder es impunidad, se manifiesta con tanta vergüenza cívica en este caso; ante esta situación escandalosa, decía, el señor Ernesto Tenembaum, en la puta revista que compro, quiere que me entretenga con novelones pelotudísimos como los de Redrado o los de Sadous, o que me escandalice por las plantitas de marihuana secuestradas al hijo de Pérsico en una camioneta oficial.
¿Estamos todos locos, o qué?
A ver si nos entendemos, señor Tenembaum: Secuestrar, violar, torturar, hacer parir a las embarazadas en cautiverio para luego matarlas, desaparecer sus cuerpos y "colocar" a los bebés en el "mercado" de madres ansiosas de amor filial o de perversos de toda perversión es, no lo dude usted, un crimen de lesa humanidad. Hacerse de una empresa estratégica tras sesiones de torturas a sus propietarios para que vendan, es un crimen de lesa humanidad y si se probase ese ilícito tendrían que pagar por ello. El ya tristemente célebre "Yo quiero el hueso de Pérez" del doctor Gabriel Cavallo es una muestra de perversión. Arrojar misiles mediáticos contra Abuelas y contra el BNDG es pura inmoralidad. Y, perdómene que se lo diga tan bruscamente, prenderse a la bomba de humo lanzada por sus empleadores para que la gilada se entretenga con las pelotudeces y no se entere de lo verdaderamente grave que ha sucedido esta semana es, lisa y llanamente, una muestra de perversidad.
Dice el periodista del Grupo Clarín:
Esos son los hechos, los testimonios, que habilitan a cualquier debate. Hay una tendencia en algunos sectores políticos del mundo a minimizar la corrupción política, como un hecho natural e inevitable. No importa si en un gobierno se roba o no. Lo que importaría son las obras que hacen, su línea política, su compromiso con causas justas, o si son neoliberales o keynesianos. Preocuparse por si un líder es honesto o no sería, en este caso, un mero prejuicio pequeño burgués, una tara de alguien que no entiende cómo se maneja el poder.
Es una forma de ver las cosas.
fuente: Veintitrés
Sí, efectivamente: habilitan a cualquier debate. Esto que escribo aquí forma parte de ese debate: sumarse a la ofensiva pedorra de su empleador en estos días, cuando arde en llamas el caso Noble, es una muestra de perversidad.
Le aclaro, por si por las dudas no tiene usted un diccionario de nuestra lengua: Perversidad, calidad de perverso. Perverso: Que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas. Las "costumbres o el orden de las cosas", en el peridiosmo, hasta no hace mucho, era destacar lo destacado y subordinar a lo destacado lo que es accesorio.
No me parece mal que haga usted la defensa a ultranza de su empleador. Allá usted. "Es una forma de ver las cosas". Lo que me parece intolerable es que haga usted esa defensa en una publicación que pago con mi dinero y por cuyo pago no espero hallar tanta basura. Son como quinientos mangos por año que salen de mi bolsillo. Tal vez un peso vaya al suyo.
No, boludo no.
Alfredo Arri.
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