La represión y el abuso de poder.
Sí, claro, pero...
Una reflexión acerca de un texto
de Alejandro Rozitchner.
Alejandro Rozitchner, nuestro filósofo rock&pop, despachó esta madrugada uno de sus textos para lanacion.com, esa extensión internética del centenario diario liberal derechoso. En su texto, el pensador cumple acabadamente con lo que promete en el título: Elogio de la autoridad.
En su texto, Alejandro Rozitchner se queja de la falta de la autoridad, una de cuyas expresiones sería la protesta callejera, o sea que pone el acento en la contradicción flagrante entre derechos de los manifestantes y los derechos de los transeúntes. Debo de admitir que su queja es justa y el pedido a la vigencia plena de la autoridad también lo es. Lo que a este blogger lector le ha chocado de ese texto es la argumentación, o parte de la argumentación.
Pone como ejemplo la desproporción que existe entre el reclamo de algunos estudiantes con el derecho a transitar de miles de transeúntes. O sea, pone la desproporción de sujetos en términos cuantitativos como una expresión de desmesura. Por desproporcionada, la movida estudiantil, al cortar una calle, deviene despropósito habida cuenta de la diferencia numérica: unos pocos estudiantes versus miles de automovilistas y pasajeros de los medios públicos de transporte.
Este argumento no sirve, puesto que si los manifestantes fuesen miles, o la causa que los mueve a manifestar fuese masiva, no dejaría por ello de vulnerar los derechos a transitar. Sutilmente sugiere que, muchas de esas manifestaciones molestas carecen de entidad y, dada su insignificancia numérica, deberían ser desalojados por la fuerza de la calle y al toque.
Pero lo que más me ha hecho más ruido en el texto de este analista fue su repudio al repudio que en general se tiene a la represión policial. Afirma el autor que quien debería ejercer la autoridad no la ejerce por demagogia, por populachero y por sostener una ficción de abuso de poder que no se corresponde con la realidad actual. Dice exactamente Alejandro Rozitchner:
¡Y mete signos de admiración para dar énfasis a su argumento! Es en este punto cuando el lector se molesta ante la liviandad y se siente tentado a presentarle al analista de lanacion.com el inventario completo de las víctimas del abuso del poder de los últimos veintiseís años. La lista sería demasiado larga para un post bloguero. Baste recordar, ya que se acaba de conmemorar un nuevo aniversario en estos días, los asesinatos de Kosteki y Santillán en la estación Avellaneda. Ocho años de ese doble crimen, no veintiséis. Y viniendo más cerca aún, ahí está la muerte del jovencito del Alto, en Bariloche. Días apenas que esto ocurrió.
Ni los aparatos encargados de reprimir que cobijan en su seno sujetos proclives al abuso de poder han sido totalmente desarticulados, ni la suceptibilidad social está tan enajenada como para considerar que una muerte más sería tolerable, nada más que para que se garanticen los derechos de, por ejemplo, los transeúntes a la libre circulación. En otras palabras, estamos muy lejos aún de poseer una infraestructura represiva que haga uso de un "moderno y justo uso de la autoridad".
El abuso de poder, a la hora de reprimir, no es ninguna ficción anacrónica, que veintiséis años de domocracia debieron archivar en el olvido: es una flagrante realidad de todos los días.
En su texto, Alejandro Rozitchner se queja de la falta de la autoridad, una de cuyas expresiones sería la protesta callejera, o sea que pone el acento en la contradicción flagrante entre derechos de los manifestantes y los derechos de los transeúntes. Debo de admitir que su queja es justa y el pedido a la vigencia plena de la autoridad también lo es. Lo que a este blogger lector le ha chocado de ese texto es la argumentación, o parte de la argumentación.
Pone como ejemplo la desproporción que existe entre el reclamo de algunos estudiantes con el derecho a transitar de miles de transeúntes. O sea, pone la desproporción de sujetos en términos cuantitativos como una expresión de desmesura. Por desproporcionada, la movida estudiantil, al cortar una calle, deviene despropósito habida cuenta de la diferencia numérica: unos pocos estudiantes versus miles de automovilistas y pasajeros de los medios públicos de transporte.
Este argumento no sirve, puesto que si los manifestantes fuesen miles, o la causa que los mueve a manifestar fuese masiva, no dejaría por ello de vulnerar los derechos a transitar. Sutilmente sugiere que, muchas de esas manifestaciones molestas carecen de entidad y, dada su insignificancia numérica, deberían ser desalojados por la fuerza de la calle y al toque.
Pero lo que más me ha hecho más ruido en el texto de este analista fue su repudio al repudio que en general se tiene a la represión policial. Afirma el autor que quien debería ejercer la autoridad no la ejerce por demagogia, por populachero y por sostener una ficción de abuso de poder que no se corresponde con la realidad actual. Dice exactamente Alejandro Rozitchner:
El político costumbrista, demagógico, populachero, construye y reconstruye una fantasía de abuso del poder que no corresponde a la realidad actual. Sí, correspondía a la realidad de la dictadura militar, pero ¡pasaron ya 26 años desde que ese régimen terminó! Si no somos capaces de evolucionar después no nos quejemos de nuestra suerte. La suerte no existe, los países se hacen con trabajo, con innovación, con capacidad, con alegría, con ganas de vivir y sí, con un uso moderno y justo de la autoridad.
fuente: Alejandro Rozitchner, Elogio de la autoridad. lanacion.com, 2 de julio de 2010 2:17.
¡Y mete signos de admiración para dar énfasis a su argumento! Es en este punto cuando el lector se molesta ante la liviandad y se siente tentado a presentarle al analista de lanacion.com el inventario completo de las víctimas del abuso del poder de los últimos veintiseís años. La lista sería demasiado larga para un post bloguero. Baste recordar, ya que se acaba de conmemorar un nuevo aniversario en estos días, los asesinatos de Kosteki y Santillán en la estación Avellaneda. Ocho años de ese doble crimen, no veintiséis. Y viniendo más cerca aún, ahí está la muerte del jovencito del Alto, en Bariloche. Días apenas que esto ocurrió.
Ni los aparatos encargados de reprimir que cobijan en su seno sujetos proclives al abuso de poder han sido totalmente desarticulados, ni la suceptibilidad social está tan enajenada como para considerar que una muerte más sería tolerable, nada más que para que se garanticen los derechos de, por ejemplo, los transeúntes a la libre circulación. En otras palabras, estamos muy lejos aún de poseer una infraestructura represiva que haga uso de un "moderno y justo uso de la autoridad".
El abuso de poder, a la hora de reprimir, no es ninguna ficción anacrónica, que veintiséis años de domocracia debieron archivar en el olvido: es una flagrante realidad de todos los días.
Alfredo Arri
o0o
A mi entender se parte de una base falsa, se toma a la sociedad como un colectivo homogéneo y no lo es.
ResponderEliminarLas leyes están en relación no con toda la sociedad sino con los intereses del grupo dominante, aunque surjan en parte en relación al grupo social dominado y la tensión que entre ambos se genera.
Las revoluciones, las que cambian cualitativamente el tipo de sociedad en la que se vive ¿a que leyes obedecen? ¿a las ya creadas o a las por crearse?
Por ejemplo, quienes en un estado esclavista, se rebelan ante la esclavitud ¿lo hacen siguiendo qué leyes?
El ejercicio del "derecho de huelga", era "ilegítimo" antes de que fuera "aprobado" como tal ¿eso le quitaba valor en el cambio necesario a lograr para que la sociedad avance? Justamente fue ese ejercicio ilegítimo e imparable el que generó la "creación" de la ley, como forma de encarrilarlo.
Obviamente que no estoy propiciando una suerte de desborde generalizado por la falta de calefacción en una escuela, pero seguramente no habría de serlo si viviéramos en una sociedad justa, donde la falta de gas, fuera solamente un olvido burocrático y no otra expresión más de la desigual distribución de la renta social.
La realidad es que cuando el pasto está seco en demasía, una chispa insignificante puede generar un incendio. No me propongo como pirómano, pero tampoco me vería bien en el papel de bombero arrojando agua desde camiones hidrantes a la multitud que reclama por la muerte de Fuentealba.
No son las crisis las que generan muertes.
No puedo olvidar que en una sociedad injusta (podría fundamentar que la actual lo es) el monopolio de la fuerza por el Estado, es un mal necesario provisional y no el arribo a ningún estado de equilibrio indiscutible.
Lo cuantitativo está también en relación con lo cualitativo y viceversa. Alejandro Rozitchner ha decidido poner su pluma al servicio de los que mandan, por ello su elogio a la autoridad.
Dice no ingenuamente:
"Pero esa lucha tiene un orden y una estructura, debe adecuarse a la ley."
Falta agregar:
Los esclavos no levantarán la voz cuando se los cague a latigazos.
Gracias Alfredo, por hacerme pensar en tus búsquedas y en tus respuestas. Un abrazo.