¡Ea, don!: ¿A cuánto el kilo de vaca sagrada?
Los aspirantes a vacas sagradas no toleran ese aire de negrada que flota en el aire. ¿Enemigos, don Ernesto? ¡Y dale con las palabras gordas!
Escribió nuestro querido amigo Ernesto Tenemabaum en Veintitrés:
Cita:
Al leer esta parte del texto que don Ernesto Tenembaum publicó en Veintitrés (revista que ya no compro, como ya fue confesado por aquí), me acordé inmediatamente de Jorge Luis Borges cuando advierte que, en ciertas enumeraciones, la elección de los términos y su orden logran, a veces, que cada término contamine al de al lado.
En efecto, una enumeración de un colectivo en el cual figuran, por ejemplo, Alfredo Leuco, Luis Majul y Fernando Bravo junto a Hermenegildo Sábat o Antonio Gasalla o Beatriz Sarlo determina que el lector vea toda la serie contaminada de cambalache. Por supuesto, la intención contaminante de ciertos nombres sobre otros nombres es deliberada para el autor de la enumeración, en este caso Ernesto Tenembaum. La declarada intención del autor es demostrar que el efecto contaminante está determinado, no por la amañada o malévola elección de los miembros de la enumeración, sino por el efecto contaminador que el llamado oficialismo y sus barras bravas encaramadas en las llamadas redes sociales virtuales lanzan sobre todo aquél que opine distinto al gobierno. Todos estos personajes -que nada o poco tienen que ver entre sí- están emparejados por la inquina oficialista.
Craso error comete don Ernesto Tenembaum: no todos quienes se lanzan a opinar contra el gobierno provocan la réplica gurangosa de las tribunas más vehementes de la pasión nac&pop que -a falta de una más revolucionaria- provocan las figuras de Cristina y Néstor. ¿A quién le nacería de las vísceras mandar una andanada de insultos virtuales a Cecilia Pando, o a Mariano Grondona? Evidentemente a nadie que esté en sus cabales. Parafraseando a aquél ácido crítico de arte citado en alguna de sus notas por Rosa Montero, crítico quien luego de presenciar un estreno de una obra escribió esta "crítica": Anoche debutó en el Teatro de Cual la compañía de Fulano de Tal. ¡Para qué! ¿Insultar a las Cecilia Pando o a los Mariano Grondona? ¡Para qué! Eso dejémoslo para los comentaristas al pie de las notas de La Nación o Perfil, que son algo así como el vómito colectivo de la vulgaridad nacional. Uno es negro de patas en la fuente, ¿vio? No tilingo lector de La Nación o Perfil.
Ernesto Tenembaum no comprende (o si lo comprende se hace el que no) que nosotros, los negros que formamos parte de ese colectivo que somos de meter las patas en la fuente cuando nos aprieta el calor, estuvimos callados durante décadas. Callados porque estábamos imposibilitados de expresar nuestro repudio a lo mucho repudiable que aparece día a día en estos pagos sudamericanos. Y que ahora, que los medios técnicos de los que disponemos nos permiten hablar, opinar, escribir, decir. Y sobre todo criticar. Y más placentero aún: ejercer el placer de arrojar nuestras andanadas de boñiga sobre aquellos personajes que, canonizados por el stablishment, hace años que la van de vacas sagradas, cuando no son más que simples mortales.
Ernesto Tenembaum no comprende (o, si lo comprende, se hace el que no) que nosotros, los negros que formamos parte de ese colectivo que somos de meter las patas en la fuente cuando nos aprieta el calor, gozamos a rabiar ese poder inmenso de poder gritar a los cuatro vientos de que nunca hemos creido en las vacas sagradas y que ya es hora de regresar a su condición de humanos imperfectos a ciertos nombres canonizados por el stablishment.
Tenembaum: Entérese, amigo: el famoso dibujo de Hermenegildo Sábat en la que se ve una Presidenta con la boca cerrada por la fuerza, es para una inmensa cantidad de personas, le guste a usted o no, una muestra de gorilismo. Para colmo de males, de gorilismo oriental, o charrúa, que es el más tilingo de los gorilismos. (Hubo un tiempo en el cual mucho pelotudo oriental estaba convencido de que vivía en la Suiza sudaca).
Nadie en sus cabales podría menospreciar la categoría superior del canonizado artista uruguayo como tal, o sea, como artista y como uruguayo. Capo entre los todos los capos. Pero sus ideas políticas o sociales son las de un señor socialista a la violeta de 1910, de un señor cualquiera, sin gracejo alguno.. Deleitese usted, amigo lector, con la grabación de un reportaje que le hizo Eduardo Aliverti a don Sábat, y que salió al aire en junio de 2009 por radio nacional. Allí comprobará usted que este caballero oriental, eximio artista, es algo así como el buen burgués a quien todo lo popular le da un poquito de asquete. Un socialista a la violeta, I repeat, del mítico 1910.
¿Que mi juicio respecto a este artista en cuanto a ciudadano y no en cuanto a artista es audaz? ¿Que quién carajo soy yo para juzgar así a un pope? Podría ser. Pero como me quiero lo suficiente como para poder afirmarme sobre lo que he pensado con las herramientas del buen pensar, no tengo ningún prurito en repetir lo que ya dije de este señor talentoso: su dibujo con la Presidenta con la boca tapada por la fuerza fue la expresión de un gorila. O, a lo sumo, de un tilingo un poquito demodé. O, siendo más piadoso con él, un error nacido de la urgencia, y de la inercia de dibujar demasiadas bocas cerradas a la fuerza. Una cosa es ser talentoso y crear, y otra muy diferente entregar a hora lo que pide el jefe de redacción. Como fuere: la idea es prístina, o sea primitiva y simple: Hermenegildo Sábat no es ninguna vaca sagrada. Mucho menos opinando de política. En este campo, es algo así un despachante de aduanas que se distiende a la hora del vermout, o un tendero decente en la reunión de la comisión directiva de su club social..
Lo propio podría decirse de una Beatriz Sarlo, digamos, para seguir con las personalidades de la enumeración creada por Tenembaum. Beatriz Sarlo es una intelectual. No es una vaca sagrada, pero tampoco merece colocársela en un colectivo con el que debe compartir espacio con, por ejemplo, un Luis Majul. A nosotros, a los negros de las patas en la fuente, nos encanta hacerle notar a la intelectual de La Nación y Clarín sus cada vez más frecuentes contradicciones o sus cada vez menos raras falacias. Pero de ninguna manera la insultaríamos equiparándola a un Luis Majul.
La idea es esta, señor Tenembaum: No existen las vacas sagradas. Todo lo que las personas digan y escriban públicamente es suceptible de crítica por parte de cualquiera, incluyendo a los negros de mierda que tienen acceso a una PC. Crítica de la enjundiosa o de la otra. Así de simple. Afirmar que la crítica a Sábat por su desafortunado dibujo es una muestra de autoritarismo, es una opinión tan válida como la contraria, es decir, afirmar que la acusación de autoritarismo por una crítica a una expresión de una falsa vaca sagrada es una muestra de supina pelotudez. O si no le gustan las palabrotas, una muestra de incomodidad ante la insolencia del que se le plantó para decirle: Ea, hermano: eso que escribiste es una boludez.
Como fuere, los negros tenemos derecho a gritar a los cuatro vientos nuestras opiniones personales sobre cualquiera que públicamente se exprese. Las vacas sagradas no existen.
Voy a la lista de Tenembaum, y te digo qué es lo que yo pienso y opino (junto con muchos otros) de cada quien de esa lista.
Hermenegildo Sábat: un artista talentoso, un caballero oriental demodé; Magdalena Ruiz Guiñazú: una señora mayor, en el sentido borgeano de la expresión, con cero de credibilidad; Julio César Strassera: un burócrata judicial que fuma demasiado (por algo será); Jorge Fontevecchia: un gran Gatsby sudamericanoz a la espera de un Fitzgerald de estos pagos que lo describa como tal; Nik: un caricaturista acusado de plagiar con fervor; Luis Majul: un personaje mediático a la manera de los personajes mediáticos; Antonio Gasalla: el más talentoso de los humoristas argentinos, vituperado por los productores y castigado por el rey Mercado; Lorena Maciel: una chica de barrio atrapada por las circunstancias; la Tía Nelly: una boludísima tía Nelly; Mario Pergolini: un buen chico, un poco crecidito para seguir jugándola de tal; Fernando Bravo: un tipo demasiado crispado (no me gustaría ser su esposa, dios me libre y guarde de la transexualidad); Claudio Lozano: un economista estropeado por un machismo de feca; María Laura Santillán: el arquetipo del trepador y el oportunista; Nelson Castro: un tordo más atorrante que vos y yo juntos; Beatriz Sarlo: una valiosa intelectual a quien las cuestiones de género le empastaron algunas neuronas; Pablo Sirvén; un tipo que escribe en La Nación, en un rubro demasiado sospechado de tráfico de sobres; Alejandro Borenzstein: un hijo que vive de un finado padre famoso; Pepe Eliaschev: un increíble creido, Alfredo Leuco: un señor tan crispado que ya no sabe reconocer una ficción de la realidad; Reynaldo Sietecase: un periodista que corrió la suerte que quizás Ernesto Tenembaum tema para sí y por eso lo incluyó (insólitamente) en esa enumeración: echado por los medios poderosos o hegemónicos; Víctor De Gennaro; la pureza intelectual y la castidad política, tal vez futuro santo de la clase obrera (siempre que sea blanca); Miguel Bonasso; la pureza intelectual y la castidad política, tal vez futuro santo de la clase media; Santo Biasatti: un cuatro de copas con cara de bragueta y forrado en plata gracias a la pobre inocencia de la gente; Eduardo Buzzi: no se puede creer; Diego Bonadeo: no tengo el gusto.
¡Ay, amigo Tenembaum y otros que se ven tan afectados por eso de que cualquier pelotudo con computadora puede espetarles a las estólidas vacas sabradas su condición de mortales!: la cosa no es tan grave. Hay que aguantar el sopapo y responder.
Voy con un ejemplo absolutamente baladí. Mario Vargas Llosa publicó hoy en La Nación un artículo en el cual remarca la responsabilidad que tenemos todos en estos tiempos de frivolidad informativa. El artículo no es condenable por su contenido, por cierto. Todo lo contrario. Es recomendable. Pero tomo un párrafo cualquiera, nada más que para ejemplificar de qué hablamos cuando hablamos de acabar con las vacas sagradas. Escribió Vargas Llosa:
Pues bien: el ejercicio de demoler vacas sagradas nos provoca recordarle a Vargas Llosa, por ejemplo, que esa idea de que el universo puede prescindir de Dios ya fue expresada por el mismo Hawking en su primer libro que, como todo el mundo sabe, tiene ya unos cuantos años de existencia en las bibliotecas del mundo, incluidas las españolas. Y podríamos preguntarle al escribidor peruano europeo, por ejemplo: ¿Cuándo es Hawking tan poco superficial? ¿Cuando describe sus teorías sobre el Cosmos, o cuando filosofa?
Como se ve, hasta un Vargas Llosa padre puede escribir boludeces si se lo propone. O simplemente por accidente.
Usted escribió demasiadas, señor Tenembaum. Por su propia voluntad o por mero accidente. Tantas, que se vio obligado a imposibilitar que sus lectores pudieran dejarle un comentario al pie en cada una de sus notas.
Cita:
Porque todo aquel que critica al Gobierno es igual de derechista, reaccionario y, por supuesto, cómplice de la dictadura, y mercenario, y gorila. Los liberales, los librepensadores, son más repudiados que la derecha. Con distinto nivel de virulencia, en estos tiempos, personas muy distintas han sufrido ataques similares. Entre ellos, Hermenegildo Sábat, Magdalena Ruiz Guiñazú, Julio César Strassera, Jorge Fontevecchia, Nik, Luis Majul, Antonio Gasalla, Lorena Maciel, la Tía Nelly, Mario Pergolini, Fernando Bravo, Claudio Lozano, María Laura Santillán, Nelson Castro, Beatriz Sarlo, Pablo Sirvén, Alejandro Borenzstein, Pepe Eliaschev, Alfredo Leuco, Reynaldo Sietecase, Víctor De Gennaro, Miguel Bonasso, Santo Biasatti, Eduardo Buzzi, Diego Bonadeo.
fuente: Veintitrés. Ernesto Tenembaum . Los enemigos.
Al leer esta parte del texto que don Ernesto Tenembaum publicó en Veintitrés (revista que ya no compro, como ya fue confesado por aquí), me acordé inmediatamente de Jorge Luis Borges cuando advierte que, en ciertas enumeraciones, la elección de los términos y su orden logran, a veces, que cada término contamine al de al lado.
En efecto, una enumeración de un colectivo en el cual figuran, por ejemplo, Alfredo Leuco, Luis Majul y Fernando Bravo junto a Hermenegildo Sábat o Antonio Gasalla o Beatriz Sarlo determina que el lector vea toda la serie contaminada de cambalache. Por supuesto, la intención contaminante de ciertos nombres sobre otros nombres es deliberada para el autor de la enumeración, en este caso Ernesto Tenembaum. La declarada intención del autor es demostrar que el efecto contaminante está determinado, no por la amañada o malévola elección de los miembros de la enumeración, sino por el efecto contaminador que el llamado oficialismo y sus barras bravas encaramadas en las llamadas redes sociales virtuales lanzan sobre todo aquél que opine distinto al gobierno. Todos estos personajes -que nada o poco tienen que ver entre sí- están emparejados por la inquina oficialista.
Craso error comete don Ernesto Tenembaum: no todos quienes se lanzan a opinar contra el gobierno provocan la réplica gurangosa de las tribunas más vehementes de la pasión nac&pop que -a falta de una más revolucionaria- provocan las figuras de Cristina y Néstor. ¿A quién le nacería de las vísceras mandar una andanada de insultos virtuales a Cecilia Pando, o a Mariano Grondona? Evidentemente a nadie que esté en sus cabales. Parafraseando a aquél ácido crítico de arte citado en alguna de sus notas por Rosa Montero, crítico quien luego de presenciar un estreno de una obra escribió esta "crítica": Anoche debutó en el Teatro de Cual la compañía de Fulano de Tal. ¡Para qué! ¿Insultar a las Cecilia Pando o a los Mariano Grondona? ¡Para qué! Eso dejémoslo para los comentaristas al pie de las notas de La Nación o Perfil, que son algo así como el vómito colectivo de la vulgaridad nacional. Uno es negro de patas en la fuente, ¿vio? No tilingo lector de La Nación o Perfil.
Ernesto Tenembaum no comprende (o si lo comprende se hace el que no) que nosotros, los negros que formamos parte de ese colectivo que somos de meter las patas en la fuente cuando nos aprieta el calor, estuvimos callados durante décadas. Callados porque estábamos imposibilitados de expresar nuestro repudio a lo mucho repudiable que aparece día a día en estos pagos sudamericanos. Y que ahora, que los medios técnicos de los que disponemos nos permiten hablar, opinar, escribir, decir. Y sobre todo criticar. Y más placentero aún: ejercer el placer de arrojar nuestras andanadas de boñiga sobre aquellos personajes que, canonizados por el stablishment, hace años que la van de vacas sagradas, cuando no son más que simples mortales.
Ernesto Tenembaum no comprende (o, si lo comprende, se hace el que no) que nosotros, los negros que formamos parte de ese colectivo que somos de meter las patas en la fuente cuando nos aprieta el calor, gozamos a rabiar ese poder inmenso de poder gritar a los cuatro vientos de que nunca hemos creido en las vacas sagradas y que ya es hora de regresar a su condición de humanos imperfectos a ciertos nombres canonizados por el stablishment.
Tenembaum: Entérese, amigo: el famoso dibujo de Hermenegildo Sábat en la que se ve una Presidenta con la boca cerrada por la fuerza, es para una inmensa cantidad de personas, le guste a usted o no, una muestra de gorilismo. Para colmo de males, de gorilismo oriental, o charrúa, que es el más tilingo de los gorilismos. (Hubo un tiempo en el cual mucho pelotudo oriental estaba convencido de que vivía en la Suiza sudaca).
Nadie en sus cabales podría menospreciar la categoría superior del canonizado artista uruguayo como tal, o sea, como artista y como uruguayo. Capo entre los todos los capos. Pero sus ideas políticas o sociales son las de un señor socialista a la violeta de 1910, de un señor cualquiera, sin gracejo alguno.. Deleitese usted, amigo lector, con la grabación de un reportaje que le hizo Eduardo Aliverti a don Sábat, y que salió al aire en junio de 2009 por radio nacional. Allí comprobará usted que este caballero oriental, eximio artista, es algo así como el buen burgués a quien todo lo popular le da un poquito de asquete. Un socialista a la violeta, I repeat, del mítico 1910.
¿Que mi juicio respecto a este artista en cuanto a ciudadano y no en cuanto a artista es audaz? ¿Que quién carajo soy yo para juzgar así a un pope? Podría ser. Pero como me quiero lo suficiente como para poder afirmarme sobre lo que he pensado con las herramientas del buen pensar, no tengo ningún prurito en repetir lo que ya dije de este señor talentoso: su dibujo con la Presidenta con la boca tapada por la fuerza fue la expresión de un gorila. O, a lo sumo, de un tilingo un poquito demodé. O, siendo más piadoso con él, un error nacido de la urgencia, y de la inercia de dibujar demasiadas bocas cerradas a la fuerza. Una cosa es ser talentoso y crear, y otra muy diferente entregar a hora lo que pide el jefe de redacción. Como fuere: la idea es prístina, o sea primitiva y simple: Hermenegildo Sábat no es ninguna vaca sagrada. Mucho menos opinando de política. En este campo, es algo así un despachante de aduanas que se distiende a la hora del vermout, o un tendero decente en la reunión de la comisión directiva de su club social..
Lo propio podría decirse de una Beatriz Sarlo, digamos, para seguir con las personalidades de la enumeración creada por Tenembaum. Beatriz Sarlo es una intelectual. No es una vaca sagrada, pero tampoco merece colocársela en un colectivo con el que debe compartir espacio con, por ejemplo, un Luis Majul. A nosotros, a los negros de las patas en la fuente, nos encanta hacerle notar a la intelectual de La Nación y Clarín sus cada vez más frecuentes contradicciones o sus cada vez menos raras falacias. Pero de ninguna manera la insultaríamos equiparándola a un Luis Majul.
La idea es esta, señor Tenembaum: No existen las vacas sagradas. Todo lo que las personas digan y escriban públicamente es suceptible de crítica por parte de cualquiera, incluyendo a los negros de mierda que tienen acceso a una PC. Crítica de la enjundiosa o de la otra. Así de simple. Afirmar que la crítica a Sábat por su desafortunado dibujo es una muestra de autoritarismo, es una opinión tan válida como la contraria, es decir, afirmar que la acusación de autoritarismo por una crítica a una expresión de una falsa vaca sagrada es una muestra de supina pelotudez. O si no le gustan las palabrotas, una muestra de incomodidad ante la insolencia del que se le plantó para decirle: Ea, hermano: eso que escribiste es una boludez.
Como fuere, los negros tenemos derecho a gritar a los cuatro vientos nuestras opiniones personales sobre cualquiera que públicamente se exprese. Las vacas sagradas no existen.
Voy a la lista de Tenembaum, y te digo qué es lo que yo pienso y opino (junto con muchos otros) de cada quien de esa lista.
Hermenegildo Sábat: un artista talentoso, un caballero oriental demodé; Magdalena Ruiz Guiñazú: una señora mayor, en el sentido borgeano de la expresión, con cero de credibilidad; Julio César Strassera: un burócrata judicial que fuma demasiado (por algo será); Jorge Fontevecchia: un gran Gatsby sudamericanoz a la espera de un Fitzgerald de estos pagos que lo describa como tal; Nik: un caricaturista acusado de plagiar con fervor; Luis Majul: un personaje mediático a la manera de los personajes mediáticos; Antonio Gasalla: el más talentoso de los humoristas argentinos, vituperado por los productores y castigado por el rey Mercado; Lorena Maciel: una chica de barrio atrapada por las circunstancias; la Tía Nelly: una boludísima tía Nelly; Mario Pergolini: un buen chico, un poco crecidito para seguir jugándola de tal; Fernando Bravo: un tipo demasiado crispado (no me gustaría ser su esposa, dios me libre y guarde de la transexualidad); Claudio Lozano: un economista estropeado por un machismo de feca; María Laura Santillán: el arquetipo del trepador y el oportunista; Nelson Castro: un tordo más atorrante que vos y yo juntos; Beatriz Sarlo: una valiosa intelectual a quien las cuestiones de género le empastaron algunas neuronas; Pablo Sirvén; un tipo que escribe en La Nación, en un rubro demasiado sospechado de tráfico de sobres; Alejandro Borenzstein: un hijo que vive de un finado padre famoso; Pepe Eliaschev: un increíble creido, Alfredo Leuco: un señor tan crispado que ya no sabe reconocer una ficción de la realidad; Reynaldo Sietecase: un periodista que corrió la suerte que quizás Ernesto Tenembaum tema para sí y por eso lo incluyó (insólitamente) en esa enumeración: echado por los medios poderosos o hegemónicos; Víctor De Gennaro; la pureza intelectual y la castidad política, tal vez futuro santo de la clase obrera (siempre que sea blanca); Miguel Bonasso; la pureza intelectual y la castidad política, tal vez futuro santo de la clase media; Santo Biasatti: un cuatro de copas con cara de bragueta y forrado en plata gracias a la pobre inocencia de la gente; Eduardo Buzzi: no se puede creer; Diego Bonadeo: no tengo el gusto.
¡Ay, amigo Tenembaum y otros que se ven tan afectados por eso de que cualquier pelotudo con computadora puede espetarles a las estólidas vacas sabradas su condición de mortales!: la cosa no es tan grave. Hay que aguantar el sopapo y responder.
Voy con un ejemplo absolutamente baladí. Mario Vargas Llosa publicó hoy en La Nación un artículo en el cual remarca la responsabilidad que tenemos todos en estos tiempos de frivolidad informativa. El artículo no es condenable por su contenido, por cierto. Todo lo contrario. Es recomendable. Pero tomo un párrafo cualquiera, nada más que para ejemplificar de qué hablamos cuando hablamos de acabar con las vacas sagradas. Escribió Vargas Llosa:
¿No hemos visto recientemente a alguien tan poco superficial como el científico Stephen Hawking promocionar su próximo libro con la llamativa propaganda de que en él se demuestra que la creación del universo puede prescindir de Dios?
fuente: Vargas Llosa, La Nación. La era del bufón.
Pues bien: el ejercicio de demoler vacas sagradas nos provoca recordarle a Vargas Llosa, por ejemplo, que esa idea de que el universo puede prescindir de Dios ya fue expresada por el mismo Hawking en su primer libro que, como todo el mundo sabe, tiene ya unos cuantos años de existencia en las bibliotecas del mundo, incluidas las españolas. Y podríamos preguntarle al escribidor peruano europeo, por ejemplo: ¿Cuándo es Hawking tan poco superficial? ¿Cuando describe sus teorías sobre el Cosmos, o cuando filosofa?
Como se ve, hasta un Vargas Llosa padre puede escribir boludeces si se lo propone. O simplemente por accidente.
Usted escribió demasiadas, señor Tenembaum. Por su propia voluntad o por mero accidente. Tantas, que se vio obligado a imposibilitar que sus lectores pudieran dejarle un comentario al pie en cada una de sus notas.
Alfredo Arri.
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