Jorge Lanata: entre Silvina Walger
y Mirtha Legrand.
La sección más poblada de entradas en este blog es la que lleva por título bitácora del ciudadano de a pie. Y aunque uno da por hecho que todo el mundo sabe con exactitud qué cosa es un ciudadano de a pie, no está demás recordarlo de vez en cuando. Sobre todo cuando puede hacerse el recordatorio con palabras prestadas. En este caso, palabras que pertenecen a Alejandro Horowicz y forman parte de un texto que se publica hoy en Tiempo Argentino. Dice Alejandro Horowicz:
Los ciudadanos de a pie sólo en momentos excepcionales de situaciones excepcionales siguen atentamente la cadena de los acontecimientos. En cambio, en períodos normales la compacta mayoría sigue su propio camino, sin prestar particular atención a la res publica; más aun, vive como un incordio tener que ocuparse de saber si las cosas son de un modo o de otro, y prefiere la dulce pasividad de la confortable ignorancia a la incómoda necesidad de documentar su propia opinión sobre los problemas en disputa.
fuente: Tiempo Argentino. Alejando Horowicz: Una idea potente...
http://tiempo.elargentino.com/notas/una-idea-potente-recorre-logica-del-poder-democratico
Pues es así de sencillo. He manifestado infinidad de veces en este blog que mi interés decidido por la res pública surgió a partir de marzo de 2008 cuando fui, como tantos, testigo azorado de la ofensiva mediática más furiosa que se haya hecho jamás contra gobernante alguno en estos pagos. Mi interés tiene una idéntica motivación, pues, que la manifestada públicamente por los miembros de Carta Abierta. Y, como los miembros de Carta Abierta, advertí de inmediato de la maniobra destituyente que había nacido el mismo 10 de diciembre de 2007 y que no habría de finalizar sino hasta tres años después, luego de que los destituyentes fuesen derrotados una y otra vez. Así, los "momentos excepcioales" de "situaciones excepcionales" de las que habla Horowicz fueron: la movida de la mesa de enlace y el exitoso arreo de las clases medias en el 2008; la campaña electoral de junio julio de 2009; la novela Martín Pérez Redrado en el veranito del 2009-2010. El último intento desestabilizador -cuyo fracaso fue estrepitoso- fue el culebrón Sadous, una verdadera patraña que Clarín y La Nación intentaron imponer -vanamente- como agenda pública.
A mi manera de ver, pues, los momentos excepcionales de situaciones excepcionales se agotaron. Aunque los desestabilizadores lograron abortar muchas iniciativas de Cristina, no lograron desplazarla del poder formal. Se la hicieron difícil, pero no lograron hacerla subir a un helicóptera. Es más: lo único que lograron fue que la Presidenta se tomara sus revanchas contra el poder que los destituyentes representaban. En menos palabras: a los desestabilizadores, a los fragotistas, les salió el tiro por la culata.
El fracaso de esta sucesión de fragotes de nuevo signo que se inició en diciembre de 2007, que alcanzó su punto más caliente en marzo-julio de 2008 y que agotó su fuerza en los últimos meses de este año 2010, es un hecho, pues, que me devuelve -fiel a mi condición de ciudadano de a pie- a la "dulce pasividad de la confortable ignorancia", para decirlo con las palabras del autor citado.
Si toda intentona golpista fracasó y al parecer, los destituyentes han morigerado sus esfuerzos conspirativos y se han resignado a la idea de que deberán esperar a las elecciones de octubre de 2011, pues entonces para este ciudadano de a pie las cuestiones políticas cotidianas pierden atractivo. No despiertan demasiado la atención, digamos. Nadie me podrá refutar esta idea: nada de lo que pudieran decir los Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Felipe Solá, Eduardo Duhalde -entre otros- aportaría nada importante a la realidad política nacional de estos días y hasta las elecciones del año próximo.
En otras palabras: ya está todo definido. Sólo hay que esperar a octubre de 2011 y esperar el juicio del pueblo en las urnas. O sea: es la hora del militante, no del ciudadano de a pie. A éste, lo único interesante que le brinda el día a día en estos días son las rarezas que, por tales, provocan sorpresa, escozor, risa u otro sentimiento, como por ejemplo la exclamación de Jorge Lanata: ¡Basta de la dictadura! ¿Hasta cuándo vamos a hablar de la dictadura? Ya pasaron treinta y pico a años.
Hay que ser muy Circe para exponerse tan alegremente en tales muestras de retorcida personalidad. Y sin embargo, ahí está Jorge Lanata, comportándose como una Silvina Walger, o como una Elisa Carrió. Sólo le falta colaborar en el blog Te lo juro por Louis Vuitton.
De ésa no se vuelve, señor Lanata.
Alfredo Arri.
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